"Aquí en París, no podríamos experimentar las dulces sensaciones que fueron escritas en Portugal. Sentimos que los pensamientos se densifican y que todo lo espirituoso y vagamente sutil que llenaba nuestro vaso, se condensa y se acidula. El grito del bulevar, el vermellón de los labios, el humo de los automóviles, los chirridos y las vibraciones de los cables, las arterias latentes del metropolitano, los saltos de piedra de las calles de una a otra orilla del Sena, van entumeciendo la sutilidad y la van complicando."

Rogelio Buendía Manzano


El dolor de escribir

Escribir, porque el alma se concentra
y quiere decir cosas indecibles,
palabra que de rara no se encuentra,
cosas que nos parecen imposibles.

¡Escribir un soneto!… Y nuestra vida
se resbala en la pluma y se nos vierte
poco a poco la esencia y una herida
en el alma nos hace ver la muerte.

Y nuestra frente piensa y nuestra angustia
cayendo va en los yertos corazones
con la tristeza de una rosa mustia

que rimara en el viento un ritmo blanco
y que se deshojase en los rincones
de un viejo parque sobre un viejo banco.

Rogelio Buendía Manzano


Fragmentos

¡Caballo mío, llévame en un vuelo
a la pradera que da risa al río,
donde baila y resuena el amor mío!

***

Soy un violín desconcertado y mudo
y quiero arrinconarme,
y yo mismo me eludo
porque tengo pavor a emocionarme.

***

Clavada en la arenisca,
sella el crustáceo muerto escarapela
y la carne es arisca
sílice gis, que hiela.

***

En el oblicuo ramo de la ausencia,
tu camino de estampas,
epítetos de clara equivalencia
bajaban por el borde de sus rampas.
Y aunque el tímido amante
del soslayo del cuerpo desdoblado
descartó las estrellas del instante
en un mar sin espumas, despumado,
cada atril soportaba los esquifes
de corcheas tripuladas
por negros matarifes
de cabezas por ti electrocutadas.

Rogelio Buendía Manzano



"La luna es una naranja del aquel jardín de las Hespérides."

Rogelio Buendía Manzano
Lusitania



La poesía de lo desconocido

¡Oh, la dulce delicia de lo incógnito
que se esfuma en las calles y en los campos!

¡Oh, el anhelar saber quién es la dama
que cerca de nosotros ha pasado,
oliendo a violetas o a caléndulas
o al perfume fragante de los nardos!

Delicia del anónimo inocente
que sin querer firmarse está firmado.
al hablar de unos celos y un amor,
por una temblorosa y blanca mano.

Curiosidad ingenua que tenemos
por unos ojos y un perfil románticos…

Pensamiento infantil de nuestra mente
al escuchar de noche ciertos pasos,
que nos hacen rezar estremecidos,
creyéndolos de brujas y de trasgos.

Música que se queda en la memoria,
sin que sepa quién la habrá engendrado…

Versos que yerran por nuestro cerebro
y que locos acuden a los labios,
sin que jamás se sepa quién los hizo
sonar a río y a trascender a prado…

Carreta que se oculta en la vereda
de rosas y de lirios del ocaso,
sin dejar más que surcos paralelos
que acabarán no se sabe dónde y cuándo.

¡Poesía sagrada de lo incógnito,
tienes tú para mí todo el encanto
de lo que se ha tenido y que se va,
y de lo que se espera y no ha llegado!

Rogelio Buendía Manzano



Neumotórax

El nitrógeno entró
el manómetro marcó
positivo.
Ella tumbada con el costado
perforado por la aguja.
Las gafas brillaban viviendo
Su vida de sabio aburrido. Una tos anestesiaba el aire
Cloroformo-Aceite gomenolado […]. La pantalla lo dijo
Ella tosía y tosían todos […]. Dentro de aquel otro pecho
se oía y golpeaba las manos
la pectoriloquia afónica […]

Rogelio Buendía Manzano



Soledad

Uno.
Por todas partes que miro sólo veo
el número uno.
El número uno fatídico:
   I árbol
   I pájaro
   I hombre
El sol, solo en su soledad,
la luna, una en su unidad,
y yo, como un miembro amputado
me desangro sobre la mesa del café
como en un quirófano.
Y mis ojos llenos de luz lejana,
y mis manos extendidas
miran instintivamente hacia el Sur.
   —¡Oh, aquella canción!,
   I árbol
   I pájaro,
   I flor
Pero entre los ojos vivos de los dos
dos.

Rogelio Buendía Manzano










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