Connie Willis

"Algunas personas opinan que cuando eres realista entonces vives amargado. Yo no lo veo así. He visto como les sucedían desgracias terribles a gentes que quería y cosas maravillosas también, y creo que ambas son parte del mundo. Es fácil decir que sólo las malas son las importantes. No creo que eso sea cierto."

Connie Willis


"Algunas personas terminan demasiado conectadas, sobre todo cuando se trata de relaciones. Las relaciones necesitan menos comunicación, no más."

Connie Willis


"El dar (y recibir) regalos es una costumbre inextricablemente ligada a la Navidad y la historia de la Navidad: desde el oro, incienso y mirra de los reyes magos hasta la perdiz en el peral, desde el pavo "más grande que un muchacho" que el antes avariento Scrooge envía a los Cratchit hasta la pequeña botella de colonia que el todavía avariento Amy compra para Marmee a fin de que ella tenga dinero suficiente para comprar algunos lápices de dibujo; desde los deseos del corazón, como la "carabina de repetición Red Ryder con una brújula montada en la culata" de Ralphie y "una auténtica casa" de Susan, a los más simbólicos, como la muleta de Amahl y el jamón que los Herdman compraron a la Sagrada Familia.
Así que me pareció adecuado terminar este libro con una especie de regalo. Esto es más fácil de decir que de hacer. No puedo comprarles una escopeta de perdigones. Podrían sacarse un ojo. Y no sé la talla que gastan ni el color que les gusta, si tienen el pelo largo o lo han vendido para comprarse un reloj de faltriquera o conseguir el dinero para un billete de tren a Marmee. Realmente no sé nada de ustedes, excepto que les gusta leer historias de Navidad.
Cuando era pequeña, una de mis principales alegrías era descubrir un maravilloso nuevo libro o autor, en especial si el lugar donde lo hallaba era en las páginas de otro libro. Cuando las Mujercitas leían Los papeles de Pickwick e interpretaban El viaje del peregrino, era como si Jo me los estuviera recomendando.
El padre de Kip en Consigue un traje espacial: viajarás no escuchaba a Kip, porque estaba leyendo Tres hombres en una barca de Jerome K."

Connie Willis
Una palabra


"Es fácil ver los males de la tecnología. Cuando te quedas atrapada en un ascensor, es fácil ver lo que la tecnología tiene de malo. Pero de la misma forma, la tecnología ha hecho posible que la gente haga cosas que no podía hacer antes. La ciencia ficción trata de la respuesta humana al cambio, y de la respuesta humana al mundo, y en nuestro siglo, la ciencia y la tecnología son el mundo. En mis obras largas intento que haya aspectos buenos y malos, porque en mi opinión el mundo es realmente así. Cuando escribo un cuento puedo tener un gran mal o un gran bien, porque es un cuento y no me veo en la responsabilidad de reflejar el mundo entero, pero cuando escribo una novela creo que es importante tener algunas de las ventajas y de las desventajas."

Connie Willis



"Hay una regla para escribir: el primer uso de una nueva tecnología será para cometer un crimen. Y eso ha pasado con los ordenadores, con todos esos delitos que nadie había previsto, o esos crímenes en Internet. Pero por otra parte, había una mujer que era miembro de un grupo de Internet, no hace mucho de eso. Era ya mayor y un día comenzó a escribir incoherencias. El resto del grupo se asustó y empezaron a preguntar si alguien conocía su verdadero nombre y dirección. Lo descubrieron y llamaron a la policía. Resultó que se había equivocado con su medicación. La policía la llevó al hospital. La habían rescatado gentes que ella no había visto jamás en persona y que ni siquiera vivían en su misma ciudad. Y por cada crimen informático tienes también historias maravillosas como ésa, por tanto ¿es Internet buena o mala? La respuesta es: ninguna de las dos. Es la gente que usa la tecnología la que lo hace bien o mal."

Connie Willis


"La literatura es eso. ¡Son las personas que nos han precedido, escribiendo mensajes del pasado, del más allá, tratando de enseñarnos sobre la vida y la muerte! ¡Escúchalos!"

Connie Willis


"Lo que siempre encontrarás en mis libros es que continuamente digo: “las cosas no son simples: una persona puede ser buena y mala, los hombres pueden ser enemigos y amigos, la gente puede tener las mejores intenciones y cometer atrocidades, las cosas son complicadas”.
Creo que las relaciones entre hombres y mujeres son muy complicadas, y no pienso que los hombres sean malos y las mujeres buenas, y tampoco creo que los hombres sean buenos y las mujeres malas. En la relación de Territorio inexplorado, ella cumple los estándares feministas: se dedica a explorar un planeta, es dura, es lista y puede cuidar de sí misma, pero también tiene una relación llena de amor y afecto con su compañero, y ella moriría por él y él moriría por ella."

Connie Willis



"Los escritores son demasiado neuróticos como para ser felices."

Connie Willis



"Me encanta la ciencia y la tecnología. Mucha ciencia ficción es muy reaccionaria, mucha ciencia ficción teme a la tecnología. Teme que en lugar de tener un gran mundo de naves espaciales, colonización marciana y viajes a las estrellas, tendremos una sociedad más y más mecanizada, y una vida cada vez peor en la que los seres humanos ya no contarán. Mi opinión es que la tecnología es neutral, es ella misma. Lo interesante es como el hombre la emplea, porque la tecnología puede ser buena o mala."

Connie Willis


"No, no tenía por qué. No podía ir al portal, pero no tenía por qué pasar necesariamente toda la noche allí. Podía tomar el metro hasta una de las estaciones más profundas y observar a sus ocupantes. Balham sería la más interesante, pero si iba allí al señor Dunworthy le daría un ataque, aunque no la hubieran alcanzado hasta el catorce de octubre. Para ir a Leicester Square tendría que hacer transbordo. Necesitaba poder volver a Notting Hill Gate por la mañana para arreglarse antes de ir al trabajo y, si sonaba el cese de alarma lo bastante temprano, ir al portal y a Oxford a recoger la falda antes de empezar la jornada. Eso implicaba que debía ir a una estación de Central Line. A Holborn.
Con sus túneles a cuarenta y ocho metros de profundidad, Holborn había sido una de las primeras estaciones que los contemporáneos usaron cuando empezó el Blitz. El Gobierno no había planeado usarlas como refugio, porque le preocupaban aspectos como la higiene y la propagación de enfermedades infecciosas. Pero la gente había desoído las indicaciones: «Quédese en casa: construya un refugio Anderson.» No había habido manera de obligar a la población a obedecer la orden, sobre todo porque corrían rumores acerca de personas que habían muerto en refugios Anderson y en otros refugios de superficie. Y porque todo lo que uno tenía que hacer era comprar un billete e irse a Holborn.
Eso era por lo visto lo que todo Londres había hecho esa noche. Polly apenas pudo apearse del tren de tanta gente como había en el andén, sentada sobre mantas. Se abrió paso con cuidado, intentando no pisar a nadie, y salió al túnel, que estaba más o menos igual: repleto de una sólida masa de gente, mantas y cestas de comida. Una mujer hervía agua para el té en un hornillo Primus y otra ponía platos y cubiertos de plata sobre un mantel extendido en el suelo. Aquello le recordó a Polly que no había cenado. Le preguntó a la mujer dónde estaba la cantina."

Connie Willis
El apagón


“Para mí la moraleja del libro, si un libro puede reducirse a una moraleja, es, como alguien dijo, «quien ha amado a otro, ha visto el rostro de Dios». Y creo que eso es muy cierto. Ella pasa de una fe simple en la que rezas y tienes respuesta, a una fe en la que sabe que Dunworthy la ama, y que si él puede venir a salvarla vendrá a salvarla, que él nunca la abandonaría. Y una vez que sabes que jamás te abandonarán, que alguien te ama, ya estás salvado, ya te han rescatado, te rescaten finalmente o no.”

Connie Willis


"Por supuesto, la ley de Murphy todavía controla el universo. Mucha gente me pregunta de dónde saco mis argumentos y yo les digo: busca una situación, cualquiera, estamos en Marte, en el espacio exterior, viajamos en el tiempo, y luego dejas que actúe la ley de Murphy."

Connie Willis



"¿Sabes a quién miente la mayoría de la gente? A sí mismas. Son maestros absolutos del autoengaño."

Connie Willis


"Y para que las cosas que deben ser recordadas no perezcan con el tiempo y desaparezcan de la memoria de quienes nos sucedan, yo, al ver tantos males y a todo el mundo al alcance del Maligno, como si ya estuviera entre los muertos, yo, que espero a la muerte, he puesto por escrito todas las cosas que he presenciado.
Y para que lo escrito no fenezca con el escritor y la obra desaparezca con el artífice, dejo notas para que se continúe este trabajo, por si algún hombre sobrevive y algún miembro de la raza de Adán escapa a esta pestilencia y retoma el trabajo que he comenzado..." Hermano John Clyn 1349.
Casi habían alcanzado el patio de la iglesia. Kivrin distinguió ahora rostros, iluminados por las humeantes antorchas y por pequeñas lámparas de aceite que llevaban algunas mujeres. Sus rostros, enrojecidos e iluminados desde abajo, parecían levemente siniestros. El señor Dunworthy creería que eran una turba enfurecida, pensó Kivrin, congregada para quemar en la hoguera a algún pobre mártir. Es la luz, pensó. Todo el mundo parece un asesino a la luz de las antorchas. No le extrañaba que al final inventaran la electricidad.
Entraron en el patio. Kivrin reconoció a algunas de las personas congregadas cerca del pórtico de la iglesia: el niño con escorbuto que había huido de ella, dos de las muchachitas que las habían ayudado a hornear pan, Cob. La esposa del senescal llevaba una capa con cuello de armiño y una linterna de metal con cuatro diminutas hojas de cristal de verdad. Charlaba animadamente con la mujer de las cicatrices de escrófula que había ayudado a recoger el acebo. Todos charlaban y se movían para entrar en calor, y un hombre de barba negra se reía tan fuerte que su antorcha se acercó peligrosamente a la toca de la esposa del senescal.
Con el tiempo, la jerarquía eclesiástica acabaría con la misa de medianoche debido a tanta bebida y jolgorio, recordó Kivrin, y algunos de estos feligreses decididamente parecía que se habían pasado la noche saltándose el ayuno. El senescal charlaba animadamente con un hombre de aspecto rudo a quien Rosemund señaló como el padre de Maisry. Sus rostros estaban rojos por el frío, la luz de las antorchas o el licor, o por las tres cosas a la vez, pero parecían alegres en vez de peligrosos. El senescal recalcaba cuanto decía con duros golpes en la espalda del padre de Maisry, y cada vez que lo hacía, éste reía con más fuerza, una risita feliz y tonta que hizo pensar a Kivrin que estaba mucho más alegre de lo que había supuesto.
La mujer del senescal le tiró de la manga, y el hombre se zafó de ella, pero en cuanto lady Eliwys y sir Bloet atravesaron la valla, se apartó rápidamente a un lado para dejar paso. Lo mismo hicieron todos los demás, guardando silencio mientras la procesión atravesaba el patio y franqueaba las pesadas puertas, y luego comenzaron a charlar de nuevo, pero en voz baja, mientras entraban en la iglesia tras ellos.
Sir Bloet se desprendió de la espada y se la tendió a un criado, y lady Eliwys y él hicieron una genuflexión, y se persignaron en cuanto llegaron a la puerta. Caminaron juntos hasta la reja que separaba el coro de la nave y volvieron a arrodillarse.
Kivrin y las niñas les siguieron. Cuando Agnes se persignó, su campanita resonó en la iglesia. Tendré que quitársela, pensó Kivrin, y se preguntó si debería salirse de la procesión y llevar a Agnes a un lado, junto a la tumba del esposo de lady Imeyne para desatar la cinta, pero lady Imeyne esperaba impaciente en la puerta con la hermana de sir Bloet.
Condujo a las niñas hasta el frente. Sir Bloet ya se había vuelto a poner en pie. Eliwys permaneció de rodillas un poco más, y luego se levantó, y sir Bloet la escoltó a la zona norte de la iglesia, hizo una leve reverencia, y se dirigió a ocupar su sitio en el lado de los hombres.
Kivrin se arrodilló con las niñas, rezando para que Agnes no hiciera demasiado ruido cuando volviera a persignarse. No lo hizo, pero cuando se puso en pie, la niña se pisó el borde de la túnica y dio un traspié con un sonido tan fuerte como la campana que seguía doblando en el exterior. Lady Imeyne estaba, por supuesto, justo detrás de ellas. Miró a Kivrin."

Connie Willis
El libro del día del juicio final







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