Enrique de Aguinaga López

"¡Cómo no me voy a acordar de mi llegada a Madrid! ¡Llegué en tren y entrando por la ventanilla! Entonces había un déficit de todo, era la posguerra y todavía estaban los escombros...los ferrocarriles se habían reducido considerablemente tras destruirse muchos de ellos, así que los trenes iban abarrotados. Y la gente se quedaba en la plataforma porque estaban todos los departamentos ocupados y no había manera de entrar por la puerta porque la atascaban decenas de personas. Entonces no te quedaba más remedio que subir por la ventanilla.  Yo era un joven de apenas dieciocho años y todo me parecía bien. Mi vocación era el periodismo y mi objetivo la conquista de Madrid. ¡Y estaba en Madrid! Ya con eso tenía de sobra."

Enrique de Aguinaga López


"Fui muy feliz en el Madrid de los años cuarenta."

Enrique de Aguinaga López



"Para mí y probablemente como consecuencia de mi adscripción «joseantoniana» yo era lo que se llamaba un joven revolucionario. Era el lema: «Ni izquierdas ni derechas, la revolución». Así que para aquella juventud, personajes como Emilio Carrere nos parecían entonces unos fantasmas del pasado que además ya estaban en retirada. En el caso de Pedro de Répide hay que reconocer que era un cronista en torno al que existía cierta mitología además de que describió las calles de Madrid como nadie, primero publicadas El Liberal y después en libros.
Yo discutía con Víctor Ruíz Albéniz «Chispero», abuelo de Alberto Ruiz Gallardón, que tenía una columna en el Diario Informaciones y yo la tenía en Arriba. Él era de los que yo denominaba «aquelistas» porque estaban siempre diciendo: «Aquel Madrid, aquel Madrid…». Y yo desde el primer momento fui enemigo declarado del casticismo. Pienso que Madrid es otra cosa, es un cuerpo espiritual, es patria de todos y tiene un poder universal de adopción pero el casticismo es todo lo contrario, es el localismo y es también lo que decía Ortega y Gasset, el «tibetismo». Toda esa prosopopeya del lenguaje vinculada a lo castizo que los sainetistas como Carlos Arniches promulgaban,  es inventada. Por ejemplo, en aquellas comedias un madrileño para pedir permiso para entrar en un sitio, en lugar de decir sencillamente: «¿Se puede pasar?», los autores escribían cosas como: «¿Da usted su aquiescencia penetrativa?» ¡Eso es mentira! ¡Los castizos no hablan así!
Al que sí traté fue a Antonio Díaz-Cañabate que también iba de castizo pero más «orteguiano» y tenía talento. Evocaba un Madrid antiguo porque hablaba así, tenía ese deje pero no estaba entre los carcamales. Como crítico taurino era muy temido y en esa época circulaba por Madrid un epigrama que decía –y una vez más, Aguinaga me deja perplejo con su memoria intacta–: «¿Quién es ese botarate que en todas partes se mete, que se llama Cañabate y le dicen ¡Coño, vete!?». Otro de los cronistas a los que conocí fue a Federico Carlos Sáinz de Robles y aunque discutía mucho con él, le tenía un gran respeto por haber escrito el libro Historia y estampas de la Villa de Madrid que es todo un lujo, fundamental."

Enrique de Aguinaga López










No hay comentarios: