Iankev Glantz

Como ramas secas, tu ira

¡México, tu día tropical arde
como las llamas en un ramaje seco!
Y cuando cae la noche
y la ciudad se enciende con fuegos festivos
como amapolas recién florecidas
en un campo primaveral,
se arrastra sarnoso, abandonado,
como un chico sin madre,
sin saber dónde apoyar su cabeza.

Entonces tu miseria se arrebuja de frío
en medio de avenidas de luminosos palacios,
de tantos magnates extranjeros,
y en medio de prostíbulos, cabarés, catedrales.

Pero en alguna parte, en oscuras casuchas,
retumban tambores y repican platillos,
una marimba deja oír su triste melodía
de largas esclavitudes y barrotes carcelarios,
de angustia de generaciones y de bravos soldados
que pagaron con sangre la mentira
y el engaño de los opresores españoles
que construyeron tantas cúpulas,
que colgaron tantas campanas,
que con sordos sonidos medievales
quisieron adormecer
la voluptuosidad guerrera de los errantes indígenas,
los conquistadores quisieron nublarla
mediante dulces palabras y alegría canalla.

¡Oh, por eso arde tu ira, México,
como ramaje seco!

Iankev Glantz (Jacobo Glantz)


Señales en la memoria 


Tú eres como la piedra 
que no sufre 
y como el pájaro 
que sufre, si, 
pero sin saber por que. 


Arrancando de la tierra 
como del pezón de mi madre, 
me desespero por ascender 
y sangro. 
Y allí, debajo de mí, lejos, 
descansa un valle paradisiaco 
con hierba y árbol. 


Y observa: 
un pequeñísimo judío 
ara allí, con una espada, el cielo. 
Y un pequeño violín 
suena y llora solitario 
desde el suelo. 


Y observa: el campesino 
marcha por su tierra espinosa 
y arranca las espinas 
con los ojos. 
Y el buey 
anda inclinado, en silencio, 
y ara con sus cuernos. 


El viento lleva 
sobre su labio tembloroso 
un sollozo de niño 
arrancado de su casa. 
El llanto del mar 
no ha de agotar 
el dolor de un niño
solitario.

Iankev Glantz (Jacobo Glantz)












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