José Pablo Feinmann

“A la 'desaparición' se la conoce en el mundo como la 'muerte argentina'.” 

José Pablo Feinmann


"Casi sin darse cuenta, entró al Strómboli. Pidió una cerveza y un especial de jamón y queso. Recién entonces advirtió que estaba en el mismo lugar donde había almorzado luego de su primer encuentro con Amanda, incluso quizá en la misma mesa.
Buscó en el bolsillo interior de su saco la servilleta de papel donde había hecho las composiciones. La encontró, la alisó sobre la mesa y volvió a estudiarla atentamente.
Faltaba algo allí: Cecilia. Porque no era cierto que ella vivía ajena a ese drama. Las palabras que le había escuchado en el dancing desmentían por completo esta posibilidad. Cecilia vivía enfrentada a Amanda. Ajena, seguramente, al crimen que Amanda y Külpe habían planeado y ejecutado, pero luchando ahora por la posesión del hombre que quería. Y algo más: cansada de la indefinición, quizá de la debilidad de Külpe. "Puedo esperar", había dicho, "pero también a veces". ¿A veces qué? "A veces me canso." Era cierto, había pronunciado claramente esa frase. Külpe se defendía, pero sin demasiada convicción, como si la sórdida y terrible historia que lo unía a Amanda fuese más fuerte que su pasión por Cecilia. "No me presiones", alcanzaba a decir. Pero apenas eso. No había firmeza en él. Se defendía pidiendo tiempo: "déjame resolverlo a mi modo". Eso había dicho. Nada más.
Extrajo su lapicera. De la cruz que señalaba el nombre de Külpe sacó una flecha, trazó una nueva cruz y a su lado escribió: Cecilia.
Y algo más faltaba. Porque el destino que había sufrido el padre de Sergio iba a sufrirlo Külpe también. Tachó el nombre de Külpe y encima escribió la palabra: asesinado.
Y sonriendo, casi divertido, como quien se entrega a un juego, trazó una nueva flecha a partir de la que señalaba el nombre de Külpe y escribió un nuevo nombre, el suyo, pues era él, quien luego del asesinato de Külpe, iba a ocupar el lugar de éste en esa historia. Él, Mendizábal, que iba a matar a Külpe tal como Külpe había matado al padre de Sergio."

José Pablo Feinmann
Últimos días de la víctima



"El éxito electoral suele recompensar el doble discurso y la doble personalidad."

José Pablo Feinmann


"El Leviatán es el Estado moderno. Los individuos le ceden sus derechos y el Estado los administra, al costo, claro está, de dominar a los individuos. La cesión de mi libertad al Estado es la condición de esa libertad, ya que cuando ésta se ejercía me llevaba a desear cosas que también deseaban los otros y entonces nos despedazábamos como pequeñas bestias humanas. Necesitamos una gran bestia, un Leviatán, al cual pertenezcan las cosas o su administración (lo que, mucho después, Foucault llamará sociedad disciplinaria) y en medio de esa disciplina todos viviremos en paz y, si alguien se hace el loco y quiere una “cosa” que no le pertenece, el Leviatán descargará sobre él la furia de la Ley. Este es el origen del contrato roussoniano: todos cedemos algo (cedemos nuestras libertades primitivas, instintuales o, por qué no, pulsionales) y establecemos un contrato social que el Estado administrará, vigilará y castigará a quien no lo cumpla, por decirlo alla Foucault. Bien, ¿quién sino Nietzsche habría de enfurecerse con esto? Para él, el hombre que se somete al Estado, pactando su libertad, es el hombre gregario, el hombre del montón. El que antecede su mediocridad gregaria, burguesa, a sus pasiones: “Casi todas las pasiones tienen una mala reputación a causa de quienes no son lo bastante fuertes como para volcarlas en su propia ventaja."

José Pablo Feinmann
Obligaciones y derechos



“El miedo es saber que el precio de la rebelión y el pensamiento es la muerte.” 

José Pablo Feinmann


"El poder de los medios se extiende y los periodistas tienen cada día menos libertad para expresarse. Si alguien está en un medio que financia una película o una obra de teatro, ¿cómo hace un crítico para hablar mal de esos productos si es que no le gustaron? La concentración comunicacional es enorme."

José Pablo Feinmann


"(La pregunta "¿Por qué hay algo en lugar de nada?") bien puede ser el disparador de la filosofía. O su origen.”

José Pablo Feinmann




“El proletariado es una contradicción interna del capitalismo; se gestó en el vientre del capitalismo.” 

José Pablo Feinmann


"El receptor es inteligente si el emisor le habla con claridad."

José Pablo Feinmann


"La realización de la utopía depende de lo que hagamos nosotros. Somos los responsables de nuestro destino."

José Pablo Feinmann


"No se puede ejercer un Gobierno con los mismos errores que se reprochaban."

José Pablo Feinmann


“¿Qué piensan hacer los que gobiernan?¿Piensan seguir arrojando gente hacia el hambre?¿No tienen miedo que los hambreados les asalten los countries o barrios cerrados? ¿O que algún desesperado salga un día a cobrarles la cuenta de tanta humillación y miseria? Y los desesperados no son pocos. No se puede vivir en un palacio rodeado de hambrientos. En algún momento, te devoran.”

José Pablo Feinmann
[Julio de 2002, en la revista mensual de la tarjeta Cabal]




"Sartre tiene una frase que dice: “Cada hombre es lo que hace con lo que hicieron de él”. Esto para mi es una frase de las más fundamentales de toda la historia de la humanidad. Porque, evidentemente, desde que nacemos hacen de nosotros algo; nosotros nacemos y nos hablan, nos meten una lengua, y nosotros la recibimos, como una esponja, palabras, palabras, palabras... Cuando empezamos a hablar, ¿qué decimos? —Decimos las palabras que nos dijeron, es decir, no tenemos un lenguaje propio; solo creemos que dominamos una lengua y esa lengua nos domina a nosotros. Pero, alguna vez, vamos a tener que decir una palabra nueva, alguna vez vamos a tener que decir una palabra que sea nuestra, y esa va a ser nuestra libertad. Entonces, es cierto el lenguaje que nos condiciona, el entorno sociopolítico que nos condiciona, el inconsciente que nos condiciona, es verdad todo eso, todo lo que quieran; pero a partir de algún momento, tenemos que ser responsables por nuestra vida nosotros mismos, porque somos lo que elegimos ser. Entonces, bienvenida la frase del maestro Jean-Paul, que dice “cada hombre es lo que hace con lo que hicieron de él”."

José Pablo Feinmann


"Se instala en su hotel y sale a la calle. Tucumán no es San Juan, el calor no es seco. A esta bella provincia de es­te bello país le dicen el jardín de la República y los jardi­nes son húmedos. Así, en Tucumán hay humedad. Tam­bién hay un gobernador que se llama Domingo Bussi y que ha puesto el lazo final al llamado "Operativo Inde­pendencia", que acabó con la guerrilla del ERP en los montes de la bella provincia. Los tucumanos respetan a su general Bussi. Tanto, que años después, en plena de­mocracia, votándolo, lo elegirán gobernador. Pablo Eps­tein visita a su primer cliente. Es un tucumano con el que ha conversado mucho, un médico que dejó la medicina y puso una casa de iluminación. Mi viejo también dejó la medicina y se dedicó a otras cosas, solía decirle Pablo. ¿Y por qué?, indagaba el tucumano. Por la penicilina, res­pondía Pablo acudiendo a la leyenda familiar número uno. Yo no, decía el tucumano. Yo estaba harto. Enton­ces Pablo reía y decía creo que mi viejo también, creo que estaba harto y lo de la penicilina lo inventó para jus­tificarse. Cuál era la especialidad de su padre, pregunta­ba el tucumano. Urólogo, decía Pablo, venéreas. ¿Vené­reas?, decía el tucumano. No crea, eh. Por ahí es cierto lo de la penicilina. Terminó con esa especialidad. Pablo se encogía de hombros. Puede ser, decía. Y se iban a co­mer. El tucumano se llamaba Abelardo Lisi y era culto y le gustaban los buenos vinos. Le gustaba, mucho, hablar con Pablo. Era tan joven este muchacho de Buenos Aires y sabía de todo, hablaba de historia, de política, de fút­bol, hasta de mujeres hablaba. Lisi buscaba una buena mesa y pedía la carta de vinos. La primera vez que cena­ron preguntó a Pablo: Pedimos un borgoña. Pablo era tal vez demasiado joven, demasiado inexperto y hasta algo distraído. Tal vez haya que sumar a todo esto que no sa­bía mucho de vinos, sólo tomaba para acompañar a sus clientes, y, en esto residía un mérito al que Sergio jamás hubiera accedido, era capaz de tomar hasta donde sus clientes tomaran, no volverse atrás, no ser un porteñito flojón. Sí, dijo muy seguro, pidamos un borgoña. Miró al mozo y aclaró: Para mí, blanco. El mozo no disimuló una sonrisa desdeñosa, que Abelardo Lisi no perdonaría. Al­gún problema con lo que pidió el señor, preguntó. Pálido, el mozo balbuceó algo ininteligible. Lisi no se detuvo. No tienen borgoña blanco aquí, preguntó. No, señor, dijo el mo­zo. Entonces nos vamos, dijo Lisi. Jamás volvieron a ese res­taurante. Al viaje siguiente, antes de entrar a otro, Lisi se detiene y dice: Sabe, joven Epstein, la gente de este restorán es amiga y no me gustaría tener que retar a ningún mozo. Vea, el borgoña es siempre tinto. Pablo sonríe con amplitud, miente: Yo ya lo sabía, doctor Lisi. Lo hice a propósito. Quería ver si usted me defendía. Lo hizo y ahí nos volvimos amigos. Lisi lo mira fijo, desconfiando: ¿No me estás cargando vos, no? Claro que no, dice Pablo. Y ahí sí, se vuelven amigos."

José Pablo Feinmann
La crítica de las armas





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