Leizer Aijenrand

Atardecer de un poeta

En la soledad 
de su marcha 
se apaga toda voz 
Se encamina hacia aquel lugar 
en el que cada nombre 
se torna 
reflejo del viento 
Atraviesa ríos de ocaso 
donde ciervos del atardecer 
beben 
hasta llenarse de muerte; 
va, 
y una plegaria 
cae sobre sus labios; 
una plegaria 
no pronunciada aun por nadie.

Leizer Aijenrand



La balada de Humahuaca 


¡Vosotras, 
antiquísimas montañas ocres, 
petrificadas! 
En azules mañanas 
atraviesa vuestras cúspides desnudas 
un sol sangriento. 

El oscuro grito de un pájaro 
sobresalta las arcillosas chozas amarillas 
del valle; 
la pesada, profunda quietud estival 
alienta 
en el ocre silencio. 


Humahuaca es antiquísima. 
Un millar de ardientes vientos 
grabaron a fuego 
sendas secretas 
en el arcilloso rostro reseco 
de Humahuaca; 
de sus pupilas 
creo Dios la noche. 

De sus dedos, en sueños, 
brotan cactus salvajes; 
la sed de la tierra arcillosa 
le seco el cerebro. 
Por un trozo de pan negro 
esta dispuesta a morir dos veces. 

Con los blancos huesos de un asno 
alguno levanto una lapida 
a la montaña petrificada; 
un vaho de muerte 
se tiende cada noche 
sobre el corazón angustiado de Humahuaca.

Con el ocre silencio estival 
se trenza Humahuaca una cuerda, 
pero severos ángeles impiden 
que se ahorque. 
¿Quién reclama misericordia 
para Humahuaca? 

El sol, al atardecer, 
recoge en su ocaso 
sus lágrimas; 
las sombras 
de la petrificada montaña, 
como perlas negras, 
huyen del olor 
de su cuerpo transpirado; 
Humahuaca quiere morir. 

Leizer Aijenrand


Lagrimas tardías 

Los lobos del callar 
despiertan 
al lado de tu viejo corazón. 

Su hambre ha de devorar 
tus palabras 
de inmediato. 

El tejedor de soles 
desapareció 
de tu mirada. 

Los últimos pájaros, 
cansados, 
vienen a azulear 
sobre tus dedos 
cuando cierras los ojos—sombra. 

En sueños 
pone la noche 
rosas marchitas 
entre tus cabellos grises. 

Y ruiseñores 
se llevan 
de tus pupilas 
melodías dolientes 
de lágrimas tardías.

Leizer Aijenrand



Tristeza del hombre
 
Cuando dices Dios
¿quieres decir las sombra blanca 
de la soledad del hombre 
o el ardiente tigre 
por los bosques de la noche? 
Dios te habla 
en sueños 
por medio de la tristeza de las águilas 
y cuando dices Dios
te lleva consigo 
a sus lejanías selladas.

Leizer Aijenrand


Y estás tan sola

En tu llano oscuro 
naufraga siempre el resplandor azul del firmamento. 
De tu sonrisa blanca 
fluyen los silenciosos sueños todos del universo. 
En el fuego de tus ojos 
dan los ángeles con la oculta senda hacia el eterno. 
Pero estás tan sola 
como el grito desnudo de un ave en el desierto. 
Aguardo tu alma 
con el ardiente vino de un corazón maltrecho. 
Grabe tu nombre 
sobre las alas del día, como un ruego 
Por noches y por nubes, 
como el cielo a la luna, te lleva mi nostalgia en silencio. 
Incluso cuando muera, las estrellas 
habrán de indicarme el camino que me lleve a tu encuentro. 
Pero desde tras tus ojos 
brotan todos los océanos. 
Y estás tan sola 
como el grito desnudo de un ave en el desierto.

Leizer Aijenrand









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