Leyzer Volf

Canto estival 

El verano ha de llegar en seguida, 
el cantarino, dulce verano; 
ancianos han de permanecer sentados en los umbrales 
peinándose las frías barbas; 
en todos los ríos han de bañar caballos. 

Las noches serán verdes, 
repletas de amor y estrellas. 
Con frescas escobas de abedul 
han de barrer las calles mujeronas. 

Comeremos cebollas verdes, 
abundaran las moscas; 
en las hamacas han de mecerse 
viejas señoritas. 

Todos los inválidos y perros 
serán sacados a los parques 
y por los bosques, sucios papeles 
irán sobrevolando. 

Leyzer Volf


El filosofo

El filósofo se detiene y piensa: 
—¿Qué es la noche y quién es la noche? 
¿Un manto sombrío, un pañuelo oscuro, 
una cueva negra, un libro de estrellas? 

Dice la luna: —No, así no es; 
¿Qué es la noche oscura sin una mujer? 

Entonces el filósofo piensa así: 
—¿Y qué es la mujer y quién es la mujer? 
¿Un hechizo que ciega? ¿Una fatalidad que guía? 
¿Un instrumento luminoso en nuestro poder? 

Dice la luna: —No, así no es; 
Tu eres la noche y yo, la mujer. 

El filósofo se dice entonces a si mismo: 
—yo soy la noche, ¿y yo quién soy? 
¿Un error de la muerte? ¿un insecto de la ciudad? 
¿Un oscuro camino a la puerta de Dios? 

Dice la luna: —Sabes, somos luz; 
Nosotros somos la luz del sol. 

Dice el filósofo: —Y bien, la luz; 
¿Pero ese rostro enorme quien lo encendió 
En lo profundo del cielo donde todo es azul, 
La noche, el sueño, la muerte, el amor? 

Dice la luna, y se hace tan diáfana: 
—No preguntes y vive; el tiempo se va. 

El filósofo piensa: —¿Y que es el tiempo? 
¿La lejanía estrellada; la hondura sombría? 
¿La luminosa sonrisa de un niño en su cuna? 
¿Inquietud y tardanza a la puerta de la dicha? 

Dice la luna, y se vuelve tan roja: 
—No añores y vive; la muerte se acerca. 

El filósofo piensa: —¿Y qué es la muerte? 
¿El sueño de la miseria? ¿El descanso en la fosa? 
¿El telón que oculta y no es descorrido? 
¿El tiempo purpúreo; la mano que borra? 

La luna se apura y la nube tras ella; 
El pensador descorre la oscuridad de una puerta…

Leyzer Volf



Pensamientos de oro

Quien esta en el medio
no ha sufrido,
y quien tiene los niños
tiene las fuentes.
No hagan caso a los señores en los salones
y créele solo a uno de cada tres hombres.

Quien tiene la juventud
tiene la fuerza,
pero no malgastes tiempo en sueños huecos.
Que importa la felicidad
en sitios lejanos
fantaseada por mentes débiles.

Dios es la naturaleza y sus bienes,
no es un ser humano de gratitud y truenos.
No sueñes con la felicidad;
solo preocúpate por hacer:
la espiga no va en busca del cosechero.

Toma una mujer
más que bella, buena;
más que fea, inteligente;
más que culta, delicada.
No cierres los ojos ante el mal.
No te adornes con joyas de hipocresía.

La religión no es una cuchilla
cuando sabes que el hombre la ha creado.
Pensamientos pecaminosos tienen todos.
Solo los niños tienen ojos claros.
Cuando llegas cansado a la vejez
no creas que el premio es la muerte.
La muerte esta tan lejos de la felicidad serena
como la sala de la coronación, de los asfixiantes pasillos carcelarios.

Busca la vida en la primavera,
en el embeleso,
en el barullo de los niños
durante la lluvia.
La muerte es aquel perpetuo exilio
donde el tiempo cesa de moverse. 

Leyzer Volf




Una nave llegó… 

Una nave llegó al puerto 
con un niño enfermo. 
Yo lo miré: 
el niño no es mío, 
pero ¿cómo dejarlo ir 
con dientes famélicos 
a alimentarse de viento? 
Lo hice mi hijo. 
Yo adoro un hijo. 
Hasta tomaría a Dios de hijo. 

Leyzer Volf seudónimo de Leizer Mekler











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