Madame d´Aulnoy

"Cuando quieras puedes largarte por esta ventana. Durante los próximos siete años serás un pájaro azul. Al instante el rey comenzó a cambiar de aspecto. Cubriéndose de plumas, sus brazos se hicieron alas. Sus piernas y sus pies se convirtieron en patas negras y menudas. Le crecieron uñas encorvadas.
[...]
La malvada reina había hecho camuflar por todo el ciprés espadas, cuchillas, navajas y puñales. Y cuando el animalillo vino a posarse sobre él, una de aquellas armas asesinas le cortó las patas. Cayendo, tropezó con otras que le sajaron las alas. Finalmente, malherido, consiguió llegar a refugiarse en el hueco de la corteza de su árbol, no sin dejar tras de sí un gran reguero de sangre."

Madame D'Aulnoy
El pájaro azul


"Entre otras mujeres me ha visitado una especie de burguesa muy hermosa, trayendo en brazos una criatura enteca cubierta con más de cien pequeñas manos de yeso y barro que le colgaban del cuello y por todas partes. Le pregunté a la madre para que ponía todo aquello al niño, y me contestó que para librarle del mal de ojo. —¡Cómo! —le dije—. ¿Será cierto que todas estas manecitas libran de la ceguera? —Seguramente, señora —replicó—, estos objetos curan, pero no de la enfermedad que decís. Hay aquí gentes y aprendedlo si os place, con tal veneno en los ojos que bástales mirar fijamente a una persona, sobre todo a un chiquillo, para encanijarlo. Un hombre a quien conocí causaba tantos maleficios con su mirada que le obligaron a taparse un ojo con un gran parche. Con el ojo libre no producía daño, pero sucedió muchas veces que yendo con amigos, al ver algunas gallinas, decía: «Escoged la que os guste» y cuando ellos habían señalado una, levantando el parche la miraba fijamente, y poco después la gallina, presa de un vértigo, daba rápidamente algunas vueltas, muriendo al fin. La mujer que así hablaba también creía en la existencia de los hechiceros, los cuales, mirando a uno con mala intención, le hacen languidecer hasta el punto de convertirle casi en un esqueleto. De remedio sirven contra estos males las manecillas, que generalmente vienen de Portugal, semejantes a las que cubrían al enteco niño, cuya madre me dijo además que cuando una persona mira fijamente y es bastante mal carada para dar a suponer que puede producir mal de ojo, basta para librarse del maleficio sacar una manecilla o presentarle un puño cerrado diciéndole: toma la mano, a cuya expresión es necesario que responda el sospechoso: Dios te bendiga; cuando no lo dice, se le considera hechicero y se le puede tranquilamente delatar a la Inquisición, y también cuando el maliciado confía en sus fuerzas, puede golpearle hasta que pronuncie las palabras: Dios te bendiga. Yo no aseguro que sea verdad el cuento de la gallina, pero aseguro que las gentes aquí no dudan estas cosas, y el mal de ojo es tan frecuente, que se forman peregrinaciones para ir a determinadas iglesias donde tal daño se cura. Pregunté a la joven madre si se notaba en los ojos capaces de producir maleficio algo extraordinario, y ella me dijo que solo se distinguían por su viveza y brillantez, que disparaban como flechas miradas penetrantes."

Madame D'Aulnoy
Tomada del libro He visto cosas que no creerías de Jesús Callejo, página 321


"Se les ve expuestos a la injuria de los tiempos, en la miseria; y a pesar de ello, mas bravos soberbios y orgullosos, que en la opulencia y la prosperidad."

Madame d´Aulnoy
sobre los españoles


"Señor- le dijo ella-, no he venido aquí para quitaros el trono que tan dignamente ocupáis. Nací dueña de seis reinos, permitidme que os ofrezca uno de ellos y daré otro tanto a cada uno de vuestros hijos. Por recompensa no os pido más que vuestra amistad y a este joven príncipe por esposo. Nos bastará con tres reinos."

Marie-Catherine le Jumelle de Barneville, Baronesa d'Aulnoy
El cuarto de las hadas



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