Marqués de Sade

“Adiós, compadecedme y no dejéis de amarme.”

Donatien Alphonse François de Sade, más conocido nobiliariamente por su título de marqués de Sade



"Admitirás que este fantasma deificado, nacido del temor de unos y de la ignorancia de todos, no es más que una simpleza escandalosa, que no merece de nosotros ni un instante de fe ni un minuto de examen; una miserable extravagancia que repugna a la mente, que escandaliza el corazón, y que sólo emergió de las tinieblas para volver a hundirse en ellas para siempre jamás."

Marques de Sade



"¡Amémonos los unos a los otros sin límite alguno! ¡Convirtamos el goce en una norma universal"

Marques de Sade


 "Como las ciudades en guerra, todas las mujeres tienen un flanco indefenso. Cuando se les descubre, la plaza se rinde inmediatamente."

Marques de Sade



"¿Cómo puedes pretender razonablemente que acepte como prueba algo que no ha sido probado? Para que la profecía se convierta en prueba sería preciso que, antes, yo tuviera la completa certeza de que ha sido hecha; pero, he aquí que al estar consignada en la historia, no puede tener para mí más fuerza que la que tienen los demás hechos históricos, extremadamente dudosos en sus tres cuartas partes. Si a esto agregamos la más que verosímil sospecha de que nos son transmitidos por historiadores interesados, tendré, como ves, todo el derecho de dudar. ¿Quién me asegura, por otra parte, que esta profecía no ha sido hecha a posteriori; que no es sino el resultado de una muy simple política, como la que ve un reino feliz bajo el dominio de un rey justo o la helada en el invierno? Con todo esto, ¿cómo quieres que la profecía, tan necesitada de prueba, pueda convertirse ella misma en prueba?
En cuanto a tus milagros, ya no me engañan. Todos los pícaros los han hecho y todos los tontos han creído en ellos. Para persuadirme de la autenticidad de un milagro tendría que estar seguro de que el suceso así denominado fuese absolutamente contrario a las leyes de la naturaleza, pues sólo lo que le es extraño puede pasar por milagro. ¿Pero quién la conoce lo suficiente para atreverse a afirmar categóricamente cuál es el punto donde ella se detiene y cuál aquél otro en que ella es violada? No se necesitan más que dos cosas para acreditar un pretendido milagro: un volatinero y unas mujercitas; vamos, no pretendas encontrar otro origen a los tuyos, todos los sectarios novatos los han hecho y, lo que es más singular, todos han encontrado imbéciles que les han creído. Tu Jesús no ha sido más original que Apolonio de Tiana, y sin embargo a nadie se le ocurre tomar a éste por un dios. Por otra parte, tu argumento más débil es, sin duda, el que se refiere a tus mártires; no es preciso más que entusiasmo y resistencia para serlo. En tanto que la causa opuesta me ofrezca tantos mártires como la tuya, no estaré jamás suficientemente autorizado para suponer a una mejor que la otra. Me siento en cambio muy inclinado a suponer a las dos dignas de lástima.
Ah, amigo mío, si el dios que predicas existiera realmente, ¿tendría necesidad de milagros, de mártires y de profecías para establecer su imperio? Y si, como dices, el corazón del hombre fuese su obra, ¿no sería ese el lugar que habría elegido como santuario para su ley? Esta ley justa, puesto que emanaría de un dios justo, se encontraría grabada de modo irresistible dentro de todos, y de un extremo al otro del mundo todos los hombres, igualándose por este órgano delicado y sensible, rendirían igual homenaje al dios de quien lo hubieran recibido; todos tendrían una sola manera de amarlo, una manera de adorarlo o de servirlo y se les haría tan imposible ignorar a este dios como resistirse a la íntima inclinación que sentirían por su culto. ¿Qué veo en el mundo en lugar de esto? Tantos dioses como países, tantas maneras de servir a esos dioses como diferentes mentes o diferentes imaginaciones; ¿y esta diversidad de opiniones en la que estoy prácticamente imposibilitado de elegir, sería para ti la obra de un dios justo? Vamos, predicante, ofendes a tu dios presentándomelo de esta suerte; déjame negarlo del todo, pues si existe, lo ofendo mucho menos yo con mí incredulidad que tú con tus blasfemias. Retorna a la razón, predicante, tu Jesús no vale más que Mahoma. Mahoma no más que Moisés, y los tres no más que Confucio, que en cambio dictó algunos buenos principios mientras los otros tres desvariaban."

Marqués de Sade
Diálogo entre un sacerdote y un moribundo


"Cuando los hombres nos abandonan, ¿quién nos vengará si no es Dios?"

Marques de Sade
Justine o Los infortunios de la virtud, pág. 49



“Cuando se ama de verdad -decían nuestros antiguos trovadores-, se oiga lo que se oiga, se vea lo que se vea en contra de la amada, no se debe dar crédito ni a los oídos ni a los ojos; hay que escuchar únicamente al corazón.”

Marques de Sade



“¡Cuántas variaciones! ¡Cuántas cosas! Me parece que el cielo sólo me ha dado un corazón sensible para ponerlo a prueba en los más rudos combates...”

Marques de Sade



“El orden social a cambio de libertad es un mal trato.”

Marques de Sade



“El Sacerdote
-Desdichado! Sólo te creía sociniano, tenía armas para combatirte, pero veo claramente que eres ateo, y desde el momento en que tu corazón se niega a la inmensidad de las pruebas auténticas que recibimos cada día de la existencia del creador, no tengo nada más que decirte. No se le da luz a un ciego.

El Moribundo
-Amigo mío, admite un hecho, de los dos, el más ciego es seguramente aquel que se pone una venda que el que se la arranca. Tú edificas, inventas, multiplicas, yo destruyo, simplifico. Tú agregas error sobre error, yo los combato. ¿Cuál de los dos es el ciego?”

Marques de Sade




“El sentimiento de mi amor es tan vivo que incluso al perder a la que es su objeto, me resulta imposible truncar una vida que ella anima y que inflamará hasta el último momento... Haré mucho más que morir, viviré.”

Marques de Sade



"El universo está lleno de estatuas en movimiento que van, vienen, actúan, comen, digieren, sin enterarse jamás de nada."

Marques de Sade
Justine o Los infortunios de la virtud, pág. 173



“En el amor, todas las cumbres son borrascosas. Pero apasionantes.”

Marques de Sade


"En el mundo no hay nada que el amor no haga olvidar."

Marques de Sade



“Es extremadamente raro que con tantos conocimientos alguien sea al mismo tiempo tan amable. He observado casi siempre que las mujeres instruidas tienen en el mundo una cierta rudeza; una especie de afectación que hace que se compre muy caro el placer de su compañía.”

Marques de Sade




"Es indudable que, en estado de naturaleza, las mujeres nacen vulguívagas, es decir, que gozan de las ventajas de los demás animales hembras y pertenecen, como éstas y sin excepción ninguna, a todos los machos; tales fueron, sin ninguna duda, tanto las primeras leyes de la naturaleza como también las únicas instituciones de los primeros grupos que los hombres constituyeron. El interés, el egoísmo y el amor degradaron esas primeras actitudes tan simples y tan naturales; creyó el hombre que se enriquecía al
tomar una mujer, y con ella los bienes de su familia; he aquí satisfechos los dos primeros sentimientos a que acabo de referirme; más a menudo todavía raptaba el hombre a la mujer y quedaba ligado a ella; helo aquí en acción el segundo de los motivos, en cualquier caso, de la injusticia.
Jamás un acto de posesión ha podido ejercerse sobre un ser libre; tan injusto es poseer en exclusiva a una mujer como lo es poseer esclavos; todos los hombres han nacido libres, todos son iguales en derecho: no perdamos nunca de vista estos principios. Así, pues, no puede nunca, según esto, dársele a un sexo derecho legítimo para adueñarse con exclusividad del otro, y jamás uno de esos sexos o una de esas clases puede a su arbitrio poseer al otro. Ni siquiera puede una mujer, en la pureza de las leyes de la naturaleza, alegar como motivo del rechazo que le opone a aquel que la desea el amor que por otro sienta, ya que este motivo se convierte en un motivo de exclusión, y ningún hombre puede ser excluido de la posesión de una mujer, desde el momento que está claro que les pertenece decididamente a todos. El acto de posesión no puede ejercerse más que sobre un inmueble o sobre un animal; nunca puede practicarse sobre un individuo que se nos asemeja, y todos los vínculos que puedan encadenar a una mujer a un hombre, sean de cualquier especie que queráis imaginarlos, son tan injustos como quiméricos.
Si resulta, pues, incontestable que hemos recibido de la naturaleza el derecho de expresar nuestros deseos indiferentemente a todas las mujeres, resulta asimismo que tenemos el de obligar a cada una a someterse a nuestros deseos, no en exclusividad, que sería contradecirme, pero sí
momentáneamente. Es indiscutible que tenemos el derecho de promulgar leyes que la obliguen a ceder a la pasión de aquel que la desea; y siendo la violencia misma uno de los efectos de tal derecho, podemos emplearla legalmente. ¿Pues qué? ¿No ha probado la naturaleza que tenemos ese derecho, al impartimos la fuerza necesaria para someterlas a nuestros deseos?
En vano las mujeres habrán de hacer hablar en su defensa o bien el pudor o bien su ligazón con otros hombres; esos medios quiméricos son nulos; hemos visto más arriba cómo el pudor era un sentimiento artificial y despreciable. El amor, al que se puede llamar la locura del alma, no tiene títulos mejores para legitimar su constancia; al no satisfacer más que a dos individuos, el ser amado y el ser que ama, no puede servir a la felicidad de los demás, y es para la felicidad de todos, y no para una felicidad egoísta y privilegiada, para lo que nos han sido dadas las mujeres.
Todos los hombres tienen un derecho de disfrute igual sobre todas las mujeres; así, pues, no hay hombre ninguno que, según las leyes de la naturaleza, pueda atribuirse sobre una mujer un derecho único y personal. La ley que las obligue a prostituirse, en toda la medida que queramos, en las casas de libertinaje de las que antes se ha hecho mención, y que ha de forzarlas a ello si se niegan, que ha de castigarlas si faltan a tal deber, es, pues, una ley de las más equitativas y contra la cual no cabe que haya motivo justo ni legítimo para reclamar."

Marqués de Sade
Elogio de la insurrección



“Es tan injusto poseer exclusivamente a una mujer como poseer esclavos.”

Marques de Sade


“Estad seguros de que el hombre sólo practica la virtud por el bien que desea obtener de ella o por el reconocimiento que espera.”

Marques de Sade


"Este, llamado padre Severino, era un hombre alto y de una belleza áspera, cuyos rasgos juveniles y físico robusto desmentia su edad verdadera, cincuenta y cinco años. El acento musical que adornaba sus palabras sugería su origen italiano, y la gracia de sus movimientos tenía ese estilo que se suele achacar a esa raza de libertinos.
(...)
El pasillo carecía de luz, y el padre Severino, apoyándose en una pared para orientarse, empujó a Justina por delante. Pasandole un brazo por la cintura, deslizó la otra mano por entre sus piernas y exploró las partes púdicas hasta que localizó el altar de Venus. Allí aferró su mano hasta que llegaron a la escalera que conducía a una habitación que estaba dos pisos más abajo de la iglesia. El cuarto estaba espléndidamente iluminado, y amueblado con gran lujo. Pero Justina apenas observó lo que la rodeaba pues sentados alrededor de una mesa en el centro de la sala se encontraban otros tres frailes y cuatro muchachas...¡los siete totalmente desnudos! -Caballeros -anunció el padre Severino-, nuestra compañía se verá honrada esta noche por la presencia de una muchacha que lleva a la vez en el hombro la marca de la prostituta y en el corazón la candidez de un infante, y que encierra todo su ser en un templo cuya magnificencia es un deleite contemplar. -Y pasando por detrás de ella, encerró sus senos entre las manos-.
(...)
Entonces, una vez pasado aquel instante de brutalidad, volvió a sitiar la ciudadela, apretando, ensanchando y empujando a la fuerza una y otra vez hasta que, finalmente, el baluarte cayó. Un horrendo grito de agonía llenó la sala cuando el monstruo invasor desgarró los intestinos de la joven. Palpitante y agitado, el escurridizo reptil lanzó hacia adelante su veneno y después, privado de su rigidez, se rindió a los frenéticos esfuerzos de la joven para expulsarlo. El padre Severino lívido de furor al verse imposibilitado para mantener el asedio, cayó al suelo inconsolable.
(...)
Levantándola por el aire con un solo brazo, el gigantesco sacerdote la tendió sobre sus rodillas; entonces, agitando airosamente un látigo, le cruzó tres veces las nalgas. Justina se retorció bajo el ardor de los golpes, pero sus penas sólo habían comenzado, pues el padre Clemente sólo estaba haciendo una prueba. Entonces, satisfecho con su postura y con la forma en que tenía asido el látigo, el odioso fraile alzó el arma de largas lenguas muy por encima de su cabeza y la dejó caer con fuerza sobre la joven. Los bordes cortantes del cuero rebenaron sin piedad toda su carne, dejando brillantes líneas de sangre a su paso; el dolor era tan fuerte que el grito de la pobre niña se ahogó en su garganta. Excitado por la visión de sangre, el bárbaro padre Clemente la azotó entonces con furia vesánica. Ninguna parte de su cuerpo quedó a salvo de su bestialidad. Brillantes, rojos arroyuelos le corrian por la espalda, desde los hombros hasta las nalgas, y rodeaban sus muslos como finas culebrillas de color carmesí. Más excitado aún por este espectáculo, el vicioso sacerdote la forzó a colocarse boca arriba, y pegó su odiosa boca a la de ella, como si tratara de arrebatarle de los pulmones los gritos que su látigo no había podido arrancarle. Alternativamente le chupaba la boca y le golpeaba el abdomen, y cuanto más se agitaba y se debatía Justina en su angustia, más satisfecho parecía él. A veces le mordía los labios, otras le pellizcaba las nalgas, después le golpeaba el pecho con la barbilla, seguidamente le rasguñaba el vientre, pero su furia no parecía aplacarse con nada. Estando los labios de Justina entumecidos ya por tanto mordisco, y su abdomen encarnado por los golpes y arañazos, el diabólico Clemente concentró sus ataques contra los pechos. Amasaba con los dedos los globos de maravillosa suavidad, los apretaba con las palmas de sus manos, los estrujaba el uno contra el otro y después tiraba de ellos para apartarlos; pellizcaba los pezones, metía la cara en el surco que los separaba y mordía su circunferencia. Finalmente, en un alarde de ferocidad, metió uno dentro de su boca y lo mordió con toda fuerza. Nuevamente llenaron el aire los alaridos de Justina y, mientras el padre Clemente levantaba el rostro, lleno de gozo, dos chorros de sangre le corrían por las comisuras hasta la barbilla."

Marqués de Sade
Justine


“Habrá que demostrar que la virtud no es el sentimiento habitual del hombre, que sólo es el sacrificio forzado, que la obligación de vivir en sociedad le obliga a tener en cuenta consideraciones cuya observancia podrá hacer refluir sobre él una dosis de felicidad que contrabalanceará las privaciones.”

Marques de Sade


“¿Imagináis como es el tiempo que transcurre lejos del ser amado? ¿En el que no se puede oír su voz, en el que no se puede gozar de su mirada? ¿No es pedir a un hombre que exista separado de su alma?”

Marques de Sade



“Imperioso, colérico, irascible, extremo en todo, con una imaginación disoluta como nunca se ha visto, ateo al punto del fanatismo, ahí me tenéis en una cáscara de nuez... Mátenme de nuevo o tómenme como soy, porque no cambiaré.”

Marques de Sade



“La crueldad lejos de ser un vicio es el primer sentimiento que imprime en nosotros la naturaleza.”

Marques de Sade


La gloria seduce la imaginación, mas no procura la menor voluptuosidad a los sentidos.

Marques de Sade


“La idea de Dios es el único error por el cual no puedo perdonar a la humanidad.”

Marques de Sade


“La ley que atenta contra la vida de un hombre (la pena capital) es impracticable, injusta, inadmisible. Nunca ha reprimido la delincuencia.”

Marques de Sade


“La ley solo existe para los pobres; los ricos y los poderosos la desobedecen cuando quieren, y lo hacen sin recibir castigo porque no hay juez en el mundo que no pueda comprarse con dinero.”

Marques de Sade



“La naturaleza es el reino del canibalismo y de la regocijada tortura de los débiles por los fuertes: sus libertinos no pueden ser censurados moralmente.”

Marques de Sade




“... la primera de las leyes de la amistad es la confianza...”

Marques de Sade



“La primera ley que me indica la naturaleza es deleitarme a costa de quien sea.”

Marques de Sade


 “La tolerancia es la virtud del débil.”

Marques de Sade



La Verdad

¿Qué es este monstruo, esta quimera impotente y estéril,
Esta divinidad que una odiosa corte
De curas impostores predica a los imbéciles?
¿Quieren acaso incluirme entre sus seguidores?
¡Ah no! Juro y mantendré mi palabra,
Jamás este ídolo ridículo y repugnante,
Este hijo de delirio y la irrisión
Dejará huella alguna en mi corazón.
Contento y orgulloso de mi epicureísmo
Quiero expirar en el seno del ateísmo
Y que al Dios infame con que quieren asustarme
Sólo lo conciba para blasfemarlo.
Sí, vana ilusión, mi alma te aborrece,
Y para convencerte más aquí lo reafirmo,
Yo quisiera que pudieses existir por un momento
Para gozar del placer de insultarte mejor.
¿Qué es realmente este fantasma execrable
Ese Don nadie de Dios, ser lamentable
Que nada ofrece a la mirada ni nada dice a la mente,
De quien teme el loco y ríe el sabio,
Que nada dice a los sentidos, que nadie puede comprender,
Cuyo culto salvaje derramó en todos los tiempos
Más sangre que la guerra o la furia de Temis
Pudieron derramar en mil años en la Tierra? (1)
Me place analizar a este bribón divinizado,
Me place estudiarlo, mi ojo filosófico
Sólo ve en vuestras religiones
Una mezcla impura de contradicciones
Que no resiste un examen si se la considera,
Que se insulta con placer, se injuria y se ultraja,
Producto del miedo, creación de la esperanza, (2)
Que nuestra mente nunca podría concebir,
Convertido alternativamente, según quien lo exalte,
En objeto de terror, de alegría o de vértigo
Que el astuto impostor que lo anuncia a los hombres
Hace reinar a su gusto sobre nuestros tristes destinos,
Pintándolo como malvado o como bondadoso
Ora matándonos, ora haciendo de padre,
Adjudicándole siempre, según sus pasiones,
Sus costumbres, su carácter y sus opiniones:
La mano que perdona o que nos asesina.
He ahí el Dios tonto con que nos adormece el cura.
Pero, ¿con qué derecho el condenado por mentiroso
Pretende someterme al error que lo aqueja?
¿Acaso necesito del Dios abjurado por mi saber
Para comprender las leyes de la naturaleza?
En ella todo se estremece, y su seno creador
Actúa a cada instante sin ayuda de motor. (3)
¿Acaso gano algo con esa doble confusión?
¿Acaso este Dios explica el origen del universo?
Si él crea, ha sido creado, y así siempre
Me siento impedido, como antes, de adoptar su prédica.
Huye, huye lejos de mi corazón, infernal impostura;
Sométete, al desaparecer, a las leyes de la naturaleza;
Sólo ella ha hecho todo, tú sólo eres la nada
De donde ella nos sacó un día creándonos!
¡Desvanécete pues, execrable quimera!
¡Huye lejos de estos climas, abandona la Tierra
Donde sólo encontrarás corazones endurecidos
Por la jerga mentirosa de tus piadosos amigos!
En cuanto a mí, confieso que el horror que me produces
Es a la vez tan justo, grande y fuerte,
Que con placer, vil Dios, y con tranquilidad,
¿Qué digo?, y también con transporte y voluptuosidad.
Yo sería tu verdugo, si tu frágil existencia
Pudiera ofrecerme un punto de referencia
Para mi sombría venganza, y mi brazo
Pudiera llegar encantado hasta tu corazón
Para probarte el rigor de mi aversión.
Pero sería inútil querer alcanzarte
Tu esencia elude a quien quiere cercarla.
Por no poder aplastarte entre los mortales,
Quisiera al menos destruir tus peligrosos altares
Y mostrar a quienes se sienten aún cautivados por Dios
Que ese cobarde aborto que adora la debilidad de ellos
No está hecho para limitar las pasiones.
¡Oh movimientos sagrados, audaces impresiones,
Sed para siempre el objeto de nuestros honores,
Los únicos que pueden ofrecerse en el culto de los verdaderos sabios,
Los únicos en todos los tiempos que deleitan su corazón,
Los únicos que ofrece la naturaleza a nuestra felicidad.
Aceptemos su imperio, y que su violencia,
Subyugando nuestras mentes sin la menor resistencia,
Convierta impunemente nuestros placeres en leyes:
Lo que prescribe su voz basta para nuestros deseos. (4)
Sea cual fuere el desorden donde nos conduzca
Debemos aceptarlo sin pena ni remordimientos,
Y, sin consultar nuestras leyes ni nuestras costumbres,
Entregarnos ardientemente a todos los excesos
Que siempre nos indica la naturaleza con sus manos.
Respetemos siempre su susurro divino.
Lo más preciado para sus planes
Es lo que inútiles leyes castigan en todos los países.
Lo que parece al hombre una terrible injusticia
No es más, para nosotros, que el efecto de su mano corruptora,
Y cuando, según nuestras costumbres, tememos infringirla
En realidad logramos honrarla mejor. (5)
Esas bellas acciones que vos llamáis crímenes,
Esos excesos que los tontos creen ilegítimos,
Son sólo las desviaciones que agradan a sus ojos,
Los vicios, las inclinaciones que le agradan más.
Lo que graba en nosotros es siempre sublime;
Aconsejando el terror, ella ofrece la víctima:
Golpeemos sin vacilar y nunca temamos
Por haber cometido crímenes cediendo a sus impulsos.
Pensemos en el rayo en sus manos sanguinarias,
Que estalla al azar, y los hijos, y los padres,
Los templos, los burdeles, los devotos, los bandidos,
Todo agrada a la naturaleza: necesita delitos.
También la servimos cometiendo crímenes.
Cuando nuestra mano ataca ella la estima más. (6)
Usemos los poderosos derechos que ejerce sobre nosotros
Entregándonos sin cesara las más monstruosas aberraciones. (7)
Nada está prohibido por sus leyes homicidas,
Y el incesto, la violación, los parricidios,
Los placeres de Sodoma y los juegos de Safo,
Todo lo daña al hombre o lo lleva a la tumba,
Sólo son, estemos seguros, maneras de complacerla.
Al acabar con los dioses, robémosles el trueno
Y con el rayo incandescente destruyamos
Todo lo que nos desagrada en un mundo abominable.
Sobre todo, no ahorremos nada: que sus maldades
Sirvan de ejemplo para nuestras proezas.
Nada es sagrado: todo en este universo
Debe ceder al yugo de nuestras fogosas tendencias.
Cuanto más nos multipliquemos, variaremos la infamia,
La sentiremos mejor en nuestra alma obstinada
En repetir, en alentar nuestros cínicos intentos
Para llevarnos diariamente y paso a paso a los crímenes.
Después de los mejores años, si su voz nos llama,
Regresemos junto a ella burlándonos de los dioses;
Su crisol nos aguarda para recompensarnos;
Lo que adquiere su poder, nos lo devuelve su necesidad.
Allá todo se reproduce, todo se regenera;
La puta es la madre de los grandes y de los pequeños,
Y todos nosotros siempre somos muy queridos para ella,
Monstruos y malvados como buenos y virtuosos.

1. Se evalúa en más de cincuenta millones de vidas las perdidas por guerra o masacre de religión. ¿Una sola religión puede valer la sangre de un pájaro? ¿Acaso la filosofía no debe armar a todas sus piezas para exterminar a Dios, en favor del cual se inmolan tantas víctimas que valen más que él? ¿Acaso hay una idea más bestial, extravagante y peligrosa que la de un Dios?
2. La idea de Dios no nace en los hombres excepto cuando lloran o esperan algo. Es en esto que se basa la unanimidad de todos los seres humanos en esta quimera. El hombre, universalmente desgraciado, ha tenido siempre motivos de dolor y esperanza y tanto invoca la causa que lo atormenta como espera el fin de sus males. Al invocar al ser que se supone es la causa de ambos, ignorante de que el mal inherente a su vida tiene causa en su misma existencia, crea las quimeras ante las cuales renuncia al estudio y la experiencia que se las volverían inutilidad.
3. El más ligero estudio de la naturaleza nos convence de la eternidad del movimiento y el examen atento de sus leyes nos hacen ver que nada se pierde en ella y todo se regenera sin cesar gracias al efecto que parece destruir sus obras. Si las destrucciones son necesarias, la muerte es una palabra sin sentido: sólo hay transmutaciones y no hay extinciones. La perpetuidad del movimiento entre la naturaleza anula toda idea de un primer motor.
4. Rindámonos indiscriminadamente a todo lo que nos inspiran las pasiones y seremos por siempre felices. Despreciemos la opinión de los hombres: es sólo fruto de los prejuicios. En cuanto a nuestra conciencia, no redoblemos su voz pues la podemos callar: la costumbre la reduce al silencio y cambia en placer los más terribles recuerdos. La conciencia no es un órgano de la naturaleza, sino de los prejuicios: venzámoslos y tendremos la conciencia a nuestras órdenes. Interroguemos a la conciencia del salvaje y preguntémosle si le reprocha algo: cuando mata a su semejante y lo devora, la naturaleza parece hablar por él; la conciencia está muda; concibe como cosa de tontos apelar al crimen; él lo ejecuta. Todo es tranquilo. El ha servido a la
naturaleza mediante la acción, que place tanto a esta naturaleza sanguinaria que se nutre de crímenes, crímenes que son como se energía.
5. ¿Cómo podemos ser culpables si sólo obedecemos las presiones de la naturaleza? Los hombres y sus leyes, que son, al fin, obra humana, nos pueden considerar criminales, pero nunca la naturaleza... Sólo resistiéndonos podemos ser culpables a los ojos de ésta y éste es el único crimen que debemos evitar.
6. Una vez demostrado que el crimen le place, el hombre que más le servirá será quien dé más extensión o gravedad a sus crímenes, observando que la extensión le place más que la gravedad, pues si bien está establecido que el asesinato es menos grave que el parricidio, esto es pura convención humana. Quien haya cometido más desórdenes en el universo la santificará más que quien se haya detenido en el primer paso. Que quien frena sus pasiones tenga clara esta verdad: sólo podrán hacerse caros a la naturaleza multiplicando sus delitos.
7. Estos gustos no son ni útiles ni caros a la naturaleza pues si se propagaran nacería el desorden. Mientras más se golpee, se deteriore, se destruya, más la naturaleza siente el precio de estos actos. La eterna necesidad que ella tiene de destrucción sirve de prueba a este enuncio. Destruyamos si queremos ser útiles a sus planes. Así, el masturbador, el asesino, el infanticida, el incendiario, el sodomita son los hombres que deben servirnos de ejemplo.
8. Imponerse frenos o barreras en la ruta del crimen sería ultrajar visiblemente las leyes de la naturaleza que se han depositado en nosotros y desconoce nuestras reticencias y nuestras cadenas. El hermano que se acuesta con su hermana no hace más mal que el amante que se acuesta con su mujer y el padre que mata a su hijo no hace más ultraje que el asesino de camino real. La naturaleza no ve diferencias en esto: lo que quiere es el crimen, sin que importe la mano que lo comete ni el seno donde es cometido

Marques de Sade


“Las pinturas más audaces, las descripciones más osadas, las situaciones más extraordinarias, las máximas más espantosas, las pinceladas más enérgicas tienen el solo objeto de obtener una de las más sublimes lecciones de moral que el hombre haya recibido nunca.”

Marques de Sade




“Lo que hace celoso al amante no es el afecto que siente por ella sino el miedo a la humillación pública si su querida cambiara de sentimientos hacia él.”

Marques de Sade




“Los días, que en un matrimonio por conveniencia sólo traen consigo espinas, hubieran dejado que se abrieran rosas de primavera. Cómo hubiese recogido esos días que ahora aborrezco.”

Marques de Sade


“Los hombres tienden a desear una mujer con cuerpo de virgen pero mentalidad de puta.”

Marques de Sade



"Mátenme de nuevo o tómenme como soy."

Marques de Sade


“¡Me dais la muerte y queréis que yo viva! ¡Destruís mi esperanza y, al mismo tiempo, la reanimáis! No, no moriré...”

Marques de Sade



"Mi desgracia no es consecuencia de mi manera de pensar, sino de la de los demás."

Marques de Sade


“Mi opinión en lo que se refiere al placer es que hay que emplear todos los sentidos.”

Marques de Sade


"Nada estimula tanto la virtud como los temores del vicio."

Marques de Sade
Justine o Los infortunios de la virtud, pág. 236



"Nada más simple que amar el envilecimiento y encontrar goces en el desprecio. El que ama con ardor las cosas que deshonran descubre placer en serlo y debe empalmar cuando se le dice lo que es. La bajeza es un goce muy familiar a ciertos espíritus; uno gusta de escuchar lo que se complace en merecer, y es imposible saber hasta dónde puede llegar en esto el hombre que ya no se sonroja de nada. Es lo mismo que la historia de determinados enfermos que se complacen de su cacoquimia. -Todo esto depende del cinismo-, dijo Curval sobando las nalgas de Fanchon: -¿quién no sabe que el mismo castigo produce entusiasmos? ¿Y no hemos visto ponérsela tiesa a alguien en el momento en el que se le deshonraba públicamente? Todo el mundo conoce la historia del marqués de-, el cual, en cuanto se le comunicó la sentencia que le condenaba a ser quemado en efigie, sacó la polla de los calzones y exclamó: "¡Me cago en Dios!, he llegado al punto que quería, ya estoy cubierto de oprobio y de infamia: ¡dejadme, dejadme, tengo que correrme!". Y lo hizo en aquel mismo instante."

Marques de Sade
Las 120 jornadas de Sodoma


"Nadie es un gran hombre para su ayuda de cámara."

Marques de Sade


“Ninguna religión vale una sola gota de sangre.”

Marques de Sade


“Ninguno de los sexos, como tampoco ninguna de las clases sociales puede arbitrariamente poseer arbitrariamente al otro.”

Marques de Sade



“No cesaré de decírtelo: el sentimiento de la humanidad es quimérico; jamás podrá hacer frente a las pasiones, ni incluso a las necesidades, si contemplamos que durante siglos los hombres se devoran unos a otros.”

Marques de Sade


"No hay otro infierno para el hombre que la necedad o ruindad de sus semejantes."

Marques de Sade



"[...]. No quiero hacer con usted lo que todo el mundo quiere hacer, me parece que haré con ese culo, obra de mi imaginación, cosas que los dioses no inventarían."

Marques de Sade



“(...) Pero qué nos importa la opinión de la gente fría siempre que nuestras almas, más ardientes y más nobles que las suyas, sepan disfrutar de lo que ellos no perciben.”

Marques de Sade


“Pienso que si existiera un Dios, habría menos maldad en esta tierra. Creo que si el mal existe aquí abajo, entonces fue deseado así por Dios o está fuera de sus poderes evitarlo. Ahora, no puedo temer a un Dios que es o malicioso o débil. Lo reto sin miedo y me preocupa un comino sus rayos.”

Marques de Sade


"¿Por qué dejar que mis intereses personales y mis propias inclinaciones estén librados a lo que la sociedad me permite o no me permite? ¿Por qué no sentirme a mí mismo libre de salir a procurarme aquello que me gusta? ¿Por qué tengo que condicionar mi placer al permiso del otro? ¿Quién es el otro para decirme qué puedo tener o qué no puedo tener? ¿Por qué no ser realmente como digo que soy y juntarme solamente con aquellos que comparten conmigo mi propia manera de encontrar las cosas que necesito, para juntarnos a disfrutar de ellas sin depender de la aprobación de los otros?"

Marques de Sade



“¿Por qué se quejan de su suerte cuando la puedes cambiar tan fácilmente?”

Marques de Sade


“Predicar sin practicar es lo mismo que construir un barco y dejarlo en la orilla.”

Marques de Sade


“¿Qué es la existencia sin filosofía? ¿Vale la pena vivir cuando se vive aplastado bajo el yugo de la mentira y de la estupidez?”

Marques de Sade


“¡Quién sabe, cuando el Cielo nos hiere con sus golpes, si la mayor desgracia no es un bien para nosotros!”

Marques de Sade
Justine o Los infortunios de la virtud, pág. 5



“Respetemos eternamente el vicio y no combatamos sino la virtud.”

Marques de Sade


“¡Santo cielo! Si los hombres supieran al entrar en la vida las penas que les esperan y si de ellos dependiese volver a la nada, no habría uno sólo que quisiera emprender esta carrera.”

Marques de Sade



"Sé filósofo, toma lo tuyo y permite que el prójimo escoja sus propias pasiones."

Marques de Sade



“Si los desgraciados son virtuosos, no seamos tan ingenuos de querer tener sus sentimientos.”

Marques de Sade



"Si quieres ser un republicano de verdad, no me prives de tu cuerpo; dejémonos, pues, de contratos y de consentimientos: tomemos los cuerpos de los otros como nos plazca."

Marques de Sade



"Sólo os pido perdón por mi sorpresa. Es la primera vez que oigo hablar de actos tan lúbricos."

Marqués de Sade
La filosofía en el tocador




“Somos seres de perversidad inmensa cada uno de nostros; villanos para quienes no existe más Dios que sus deseos, más leyes que los límites de su resistencia, más cuidados que sus placeres; sin principios, desenfrenados, disolutos, ateos. Indudablemente existen muy pocos excesos que no cometamos.”

Marques de Sade



“Todas las cosas no son más que costumbre, señora, no hay nada a lo que uno no se habitúe, ¿no les gustaba a las damas romanas ver caer a los gladiadores a sus pies? ¿No llevaban ellas la ferocidad hasta querer que muriesen sólo en actitudes elegantes?”

Marques de Sade


“Todo es bueno cuando es excesivo.”

Marques de Sade


"-Un momento -dijo como sobre ascuas-. Un momento, mis amigas, pongamos un poco de orden en nuestros placeres, solo se goza de ellos planeándolos."

Marques de Sade
Juliette




"Usted habría debido darse cuenta de que mis más dulces goces con usted son aquellos que dando vuelo a nuestras dos cabezas nos permiten crear seres de una lubricidad tal que su existencia es infelizmente imposible [...]. Se devasta el mundo [...]. Uno lo repuebla con objetos nuevos que se inmolan también. He aquí sus nalgas, Juliette, las tengo bajo mis ojos, las encuentro bellas, pero mi imaginación, siempre más brillante que la naturaleza y más diestra, me permito decirlo, ha creado otras más bellas todavía."

Marques de Sade
Juliette




“Vamos a darnos indiscriminadamente a todo lo que sugieren nuestras pasiones, y siempre seremos felices... La conciencia no es la voz de la naturaleza, sino sólo la voz de los prejuicios.”

Marques de Sade



“Y digo yo: ¿qué valor puede tener para un hombre sensato un sentimiento siempre en contradicción con la naturaleza?”

Marques de Sade


“Y lo que terminará por deteriorar aún más el sentimiento de la virtud es que no solamente no es un primer movimiento, natural, sino que es, por definición, un movimiento vil e interesado que parece decir: te doy para que me des.”

Marques de Sade

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