Albio Tibulo

Cándido Líber, ven aquí -que los misterios del vino,
y la corona de hiedra sean siempre
y por buen tiempo tuyos-,
y aleja mi dolor con esta medicina;
tu don deja al amor derrotado.
Querido chico, llena los vasos con generoso vino,
inclina esa mano y derrámalo para nosotros.
Fuera lejos de aquí, genio de las preocupaciones,
deberes, lárguense;
que brille Delio con alas de nieve.
Ustedes, dulces amigos, sigan este propósito
y que ninguno rechace continuar mi guía,
Pero si alguien rehúsa el certamen del vino,
que su amada lo engañe en secreto dolo.
Aquel dios ilumina los ánimos, abate al feroz
y lo somete al arbitrio de su amada,
aquel vence a los tigres de Armenia
y a los dorados leones
y relaja el corazón de los indomables.
Estas cosas y más puede Amor,
pero pidan los dones de Baco;
¿quién de ustedes agradece el vacío de sus copas?
Líber favorece por igual, sin enojo,
a quienes lo veneran alegremente con vino,
pero ahora viene airado y demasiado severo:
así que quien tema al gran dios iracundo, que beba.
Qué penas, cuáles y cuántas amenazas
enseña la ensangrentada presa de la madre Cadmea.
Que este temor esté lejos de nosotros,
pero en cambio, si lo merece, que aquella
sienta la ira del dios herido.
¿Qué ruego, demente? Que los vientos, los aires y las nubes
disuelvan las temerarias promesas.
Aunque no subsista tu cariño, Neera,
sé feliz y que tu destino sea brillante.
Nosotros preocupémonos del tiempo sobre nuestra mesa:
después de tanto, al fin llegó un día tranquilo.
¡Pobre de mí! difícil es imitar falsos goces,
difícil es fingir bromas con el corazón triste,
ni quien miente dibuja bien una sonrisa,
ni suenan bien las palabras de un ebrio angustiado.
¿De qué me quejo, infeliz? Váyanse pesadumbres:
El padre Laneo odia las tristes palabras.
Cnosia, frente a un mar desconocido
lloraste sola y abandonada por los perjuicios de Teseo:
así cantó el docto Catulo los actos de un marido ingrato.
Así declaro: feliz quien aprenda
de los dolores ajenos para evitar los suyos.
No sean seducidos por los brazos que penden al cuello
ni sean engañados por la lengua de floja lealtad:
Y aunque la embustera jure por sus ojos,
y por los de Juno, y por los de Venus,
su fidelidad contendrá solo vacío.
Júpiter se ríe de los dolores de los amantes
y hace que sean disueltos por los vientos.
Entonces, ¿por qué tantas veces sufro
por las palabras falsas de esa mujer?
Discursos serios, lejos de mí, les ruego.
Cómo quisiera reposar contigo las largas noches
y velar contigo largos días…
¡Pérfida, no merecía tu enemistad,
pérfida, pero aunque pérfida, por mí querida!
Baco ama a las Náyades… ¿ya no sirves, copero inútil?
El agua Marcia templa el vino añejo…
Si esa muchacha deseosa por una cama desconocida
huye de nuestro banquete,
no seré yo quien continúe a repetir mis lamentos,
suspirando toda la noche.
Prosigue, compañero, sírveme un trago más fuerte.
Ya de hace tiempo, al empapar mi sienes con nardo sirio,
debí haber coronado mi cabello con guirnaldas.

Albio Tibulo
Elegías

De nada me sirven mis elegías, ni Apolo, el inspirador de mi canto:
aquélla siempre reclama oro con mano sin fondo.
Id lejos, Musas, si no ayudáis al que ama:
no honro a vosotras a fin de que se canten guerras,
ni narro los cursos del Sol, ni cómo cuando la Luna
ha completado su orbe, retorna dando vuelta a sus caballos;
busco fáciles accesos a mi dueña a través de mis poemas:
id lejos, Musas, si éstos nada valen.

Albio Tibulo
Elegías, libro II, elegía IV, vv. 13-20. Traducción de Hugo Francisco Bauzá



“¡Después de muchos días oscuros, vendrá uno sereno!”

Albio Tibulo


“El amante tiene dioses que le protegen.”

Albio Tibulo


“El dolor destroza los corazones más fuertes.”

Albio Tibulo


“El que tiene tristeza en el corazón es difícil que la pueda disimular.”

Albio Tibulo



Elegía contra la guerra

¿Qué locura es esta
de llamar a la negra muerte
con las guerras?
¡Ella (nos) amenaza,
y ocultamente viene
con silencioso paso!
No hay cosecha de mies allá bajo,
sino el audaz cancerbero,
y el deforme barquero
de la laguna Estigia.
Allí la pálida turba (de las sombras)
con las mejillas carcomidas
y el cabello quemado,
vaga errante por los oscuros lagos.
¡Cuánto mejor debe ser alabado
aquel a quien la tarda vejez
coge en su pequeña casa,
después de criados sus hijos!
El mismo guarda sus ovejas,
y el hijo los corderos,
y la mujer prepara
agua caliente para el cansado.
¡Así sea yo,
Que pueda mi cabeza blanquear
con las canas,
y (pueda yo) referir viejo
sucesos del tiempo antiguo!
¡Entre tanto la Paz cultive los campos!
La cándida Paz
condujo primero
los bueyes para labrar
bajo los curvos yugos;
la Paz crió las vides
y encerró los jugos de la uva
a fin de que la tinaja paterna
rebosara vino para el hijo.
Con la Paz
brillan el azadón y la reja;
y el moho invade en un rincón oscuro
las tristes armas
del duro soldado.
¡Ven pues a nosotros, alma Paz,
y trae una espiga (en la mano),
y tu cándido seno
derrame frutos a tus pies!.

Albio Tibulo



Es gracioso todo aquello que te permites de mí,
no me voy a dejar caer como un inepto.
Más aprecio tienes por la toga
y por una prostituta con canasto
que por Sulpicia, la hija de Servio.
Se preocupan por nosotros y hasta se acongojan
para que no ceda a los encantos de una desconocida.

Albio Tibulo



"Fue Osiris el primero que con mano hábil fabricó el arado y removió con su reja la tierra tierna, el primero que lanzó semillas a un suelo sin experimentar todavía y cosechó frutos de árboles antes desconocidos. Él enseñó a sujetar con estacas las tiernas vides y a cortar con la afilada podadera el verde ramaje. A él, por primera vez, la uva madura, exprimida por pies inexpertos, le ofreció sus agradables sabores. Aquella bebida le enseñó a modular las voces en el canto y a hacer mover los cuerpos no habituados al son de ritmos precisos. Y Baco ha concedido al labrador, agotado por el enorme esfuerzo, disipar de su corazón la tristeza.
[...]
Ven aquí y, con cien juegos y danzas, festeja en nuestra compañía al Genio, y vierte sobre las sienes el vino a raudales; que sus brillantes cabellos destilen gotas de perfume; su cabeza y cuello ciñan suaves guirnaldas. Ojalá vengas hoy mismo; te ofrezca yo honores de incienso y te obsequie con sabrosos pasteles de miel de Mopsopo. En cuanto a ti, crezca tu descendencia; que aumente las hazañas de su padre y respetuosa te rodee anciano. Que no calle el recuerdo de las obras de tu carretera a quien retienen la tierra de Túsculo y la blanca Alba de antiguo Lar, pues con tus recursos este camino se cubre de una capa de grava y de piedras unidas con arte singular."

Albio Tibulo
Elegía al triunfo de Mesala sobre los aquitanos



Jóvenes, amad a las Piérides y a los doctos poetas,
y no sobrepujen a las PIérides presentes de oro.
Por el canto es púrpura la cabellera de Niso: si no existieran cantos
no brillaría el marfil en el hombro de Pélope.
A quien canten las Musas, vivirá mientras la tierra, robles,
mientras el cielo, estrellas, mientras el torrente, aguas tenga.
Pero quien no oye a las Musas, quien vende el amor,
que ése siga el carro de Ope, la del Ida,
y que recorra en sus vagabundeos trescientas ciudades
y se corte los viles miembros entre tonadas frigias.
Venus misma desea que haya sitio para ternuras; ella favorece
a suplicantes quejas, a míseros llantos.

Albio Tibulo
Elegías, libro I, elegía IV, vv. 61-72. Traducción de Hugo Francisco Bauzá.



“Y marchándose dirá: que descanses bien y con tranquilidad, y que la tierra te sea ligera sobre los huesos, bien resguardada.”

Albio Tibulo