Jacques Cazotte

"Ingrato, coloca la mano sobre este corazón que te adora; que el tuyo se anime, si es posible, con la más ligera de las emociones que tan sensibles son en el mío. Deja que fluya por tus venas un poco de esa llama deliciosa que abrasa las mías; suaviza, si puedes, el sonido de esa voz tan propia para inspirar amor y de la que no te sirves, y en exceso, más que para asustar mi alma tímida; dime, en fin, si te es posible, pero con la misma ternura que yo siento por ti: mi querido Belcebú, te adoro…"

Jacques Cazotte
El diablo enamorado


"Los prejuicios han nacido en ti a falta de luces y, sea razonando, sea sin razonar, hacen que tu conducta sea tan inconsecuente como extraña. Sometido a verdaderos deberes, te impones otros con los que es imposible o inútil cumplir; finalmente, buscas hacerte separar del camino en la persecución del objeto cuya posesión te parece más deseable. Nuestra unión, nuestros vínculos pasan a depender de una voluntad ajena."

Jacques Cazotte
El diablo enamorado


"Me retiré lleno de curiosidad y hambriento de las ideas nuevas que muy pronto colmarían mi espíritu con la ayuda de Soberano. Lo vi al otro día, y los siguientes; no tuve otra pasión; me convertí en su sombra."

Jacques Cazotte
El diablo enamorado


"Mi joven amigo, mucho me complace vuestra ignorancia; es tan valiosa como la doctrina de los demás: al menos no vivís en el error y, si bien no estáis instruido, sois susceptible de estarlo. Vuestro natural, la franqueza de vuestro carácter, la rectitud de vuestro espíritu, me agradan."

Jacques Cazotte
El diablo enamorado


"Muero como he vivido, fiel a Dios y a mi rey."

Jacques Cazotte
Tomada del libro Prólogos de la Biblioteca de Babel de Jorge Luis Borges, página 17



"No existe el azar en el mundo; en él todo ha sido y será siempre una serie de combinaciones necesarias que sólo pueden ser entendidas a través de la ciencia de los números, cuyos principios son al mismo tiempo tan abstractos y tan profundos que no pueden ser aprehendidos si no se es guiado por un maestro; pero es preciso haber sabido proporcionárselo y unirse a él. No puedo describiros este conocimiento sublime más que por una imagen. El encadenamiento de los números forma la cadencia del universo, regula los llamados sucesos fortuitos y supuestamente determinados obligándolos mediante balancines invisibles a caer cada uno a su vez, desde lo que de importante ocurre en las esferas alejadas hasta las miserables pequeñas probabilidades que hoy os han despojado de vuestro dinero."

Jacques Cazotte
El diablo enamorado


"No llames demagogos a tus adversarios; llámales filósofos, es el mayor insulto que puede decírsele a un hombre […]."

Jacques Cazotte
El diablo enamorado


"¡Oh, mi querida Biondetta! —le dije, aunque forzándome un poco—, tú me bastas, tú colmas todos los deseos de mi corazón… —No, no —replicó vivamente—, Biondetta no debe bastarte: no es ése mi nombre; tú me lo habías dado, me halagaba, lo llevaba con placer; pero debes saber quién soy… Soy el diablo, mi querido Álvaro, soy el diablo… Al pronunciar esta palabra con un tono de dulzura tan encantadora, cerraba más que exactamente el paso a las respuestas que hubiese querido darle. En cuanto pude romper el silencio, le dije: —Deja, mi querida Biondetta, o quienquiera que seas, de pronunciar ese nombre fatal y de recordarme un error del que he abjurado hace mucho tiempo. —No, mi querido Álvaro, no era ningún error; he tenido que hacértelo creer así, querido hombrecito. Era necesario engañarte para que te volvieras, por fin, razonable. Tu especie huye de la verdad: cegarte es la única manera de hacerte feliz. ¡Ah, cuánto lo serás si quieres serlo! Me propongo colmarte de felicidad. Convendrás conmigo en que no soy tan repugnante como me pintan…"

Jacques Cazotte
El diablo enamorado


"¡Oh poder de las lágrimas, sin duda el más poderoso de todos los rasgos del amor! Mis desconfianzas, mis resoluciones, mis juramentos, todo queda olvidado. Queriendo secar el manantial de aquel precioso rocío, me había acercado demasiado a aquella boca donde la frescura se unía al dulce perfume de la rosa; y, aunque quiero alejarme, dos brazos, cuya blancura, suavidad y forma no sabría describir, actúan como lazos de los que no me puedo desprender."

Jacques Cazotte
El diablo enamorado


"¿Somos siempre dueños de no contrariar? Soy mujer por propia elección, Álvaro, pero mujer al fin, expuesta a sentir todo género de impresiones; no soy de mármol. He escogido entre las zonas la materia elemental que compone mi cuerpo: es muy susceptible; si no lo fuese, carecería de sensibilidad, no me harías sentir nada y me volvería insípida para ti. Perdóname por haber corrido el riesgo de tomar todas las imperfecciones de mi sexo para reunir, si podía, todas sus gracias; pero la locura ya está hecha y, constituida como lo estoy ahora, mis sensaciones son de una vivacidad a la que nada se acerca: mi imaginación es un volcán. Tengo, en una palabra, pasiones de una violencia tal que debería asustarte, si no fueses el objeto de la más arrebatada de todas y si no conociésemos mejor los principios y efectos de esos impulsos naturales de lo que se los conoce en Salamanca. Allí les dan nombres odiosos; hablan, por lo menos, de reprimirlos. ¡Reprimir una llama celeste, resorte único mediante el cual el alma y el cuerpo pueden actuar recíprocamente uno sobre otro y forzarse a colaborar en el mantenimiento necesario de su unión! ¡Es una completa idiotez, mi querido Álvaro! Debemos controlar esos impulsos, pero de cuando en cuando debemos ceder ante ellos; si los contrariamos, si los sublevamos, escapan todos a la vez y la razón no sabe ya dónde sentarse para gobernar. Cuida de mí en estos momentos, Álvaro; no tengo más que seis meses, estoy entusiasmada con todo lo que siento; piensa que una de tus negativas, una palabra que me digas desconsideradamente, indignan al amor, rebelan al orgullo, despiertan el desprecio, la desconfianza, el temor."

Jacques Cazotte
El diablo enamorado



"Todo esto me parece un sueño —me decía a mí mismo—. Pero ¿qué es la vida humana sino un sueño? El mío es más extraordinario que los de los demás, eso es todo. La he visto con mis propios ojos, esperando que el arte la socorriese, llegar casi a las puertas de la muerte, pasando por todos los términos del agotamiento y del dolor. El hombre fue una mezcla de un poco de barro y de agua. ¿Por qué una mujer no va a estar hecha de rocío, de vapores terrestres y rayos de luz, de los restos condensados de un arco iris? ¿Dónde está lo posible?… ¿Dónde lo imposible?"

Jacques Cazotte
El diablo enamorado


"Uno de los asistentes a aquella cena, Jean-Francois de la Harpe, miembro de la Academia Francesa, hizo una descripción detallada de todo lo que en ella sucedió y se dijo; el texto, que no llegó a publicarse, fue hallado entre sus papeles años más tarde. Según La Harpe, los duques de Gramont habían invitado a la velada a escritores, abogados, artistas, miembros de la corte, de la Academia Francesa y damas pertenecientes a la nobleza, todos ellos famosos por su oratoria y su elevada posición social. Durante la tertulia todos coincidían en señalar que Francia necesitaba una revolución, un cambio que barriera todos los fanatismos y supersticiones y permitiera la entrada, de una vez por todas, del imperio de la razón. Sólo veían un problema: tal vez no vivirían lo suficiente para ser testigos de aquella nueva y esperanzadora era.

Guillermo de Malesherbes, ministro de Luis XVI, tomó la palabra:

–Brindo por el día en que la razón triunfará en los asuntos de los hombres... Un día que yo no podré ver.

En ese momento Cazotte, que por aquel entonces tenía setenta años, despertó de su letargo y declaró:

–Se equivoca usted, señor. Sí verá ese día.

Rumores en la sala.

–Damas y caballeros –prosiguió Cazotte, más animado–, no se preocupen. Todos ustedes podrán ver esa gran revolución que tanto anhelan. Yo tengo algo de profeta y les puedo asegurar que la verán.

A continuación, mientras hablaba fue señalando a cada uno de los presentes con el dedo.

–Usted, señor Condorcet, expirará tirado en el suelo de un calabozo, por el veneno que se habrá tomado para escapar al verdugo.

Las palabras de Cazotte al principio causaron gran admiración, pero poco después los invitados fueron cayendo en la cuenta de que el bueno de Cazotte a veces soñaba despierto, así que no se tomaron en serio sus palabras.

–Y usted, monsieur de Chamfort, se cortará las venas de veintidós navajazos, pero no morirá hasta transcurridos unos meses. Usted, monsieur de Nicolai, morirá en la guillotina. Lo mismo que usted, monsieur Bailly, en la guillotina.

–¡Bendito sea Dios! –dijo Roucher–. Parece que este señor solamente quiere mal a la Academia: acaba de hacer una terrible matanza en ella. Pero yo, gracias al cielo...

–Usted también morirá en el cadalso –sentenció Cazotte.

Cazotte siguió con sus vaticinios y la gente empezó a murmurar: «Este hombre está loco», «¿No ven que es una broma?»... La Harpe, conocido librepensador, dramaturgo, ateo y enemigo personal de Cazotte, objetó que a él no le había profetizado nada.

–Ah, usted. En su caso veo algo aún más extraordinario: no morirá durante la revolución, sino que se hará cristiano.

Todos los invitados estallaron en risas:

–Qué alivio –intervino Chamfort–. Si no hemos de morir hasta que La Harpe se haga cristiano es que somos prácticamente inmortales.

–En cuanto a esto –dijo entonces la duquesa de Gramont–, las mujeres tenemos la suerte de no figurar en las revoluciones. Y no porque no nos metamos también un poco en política, sino porque la costumbre es no meterse con nosotras ni con nuestro sexo.

–Esta vez vuestro sexo, señora –contestó Cazotte–, no la librará del desastre, y por más que no se meta en nada, la tratarán igual que a los hombres, sin ninguna diferencia. Lo que sí sé es que a usted, señora duquesa, la llevarán al cadalso. Usted y muchas señoras como usted desfilarán en el carro del verdugo con las manos atadas a la espalda.

Y ante las muestras de incredulidad del grupo, Cazotte aseguró que nadie estaría a salvo, ni siquiera el rey de Francia, y que no pasarían seis años antes que se hubiera cumplido todo lo que había dicho.

El dueño de la casa se levantó bruscamente, y todos lo imitaron. Se acercó a Cazotte y, con aire severo, le dijo:

–Mi querido señor Cazotte, esta escena lúgubre ya ha durado bastante. La está llevando usted demasiado lejos, y está poniendo en un compromiso a todos los presentes, y a usted mismo.

Cazotte no respondió. Se disponía a marcharse cuando la señora Gramont, que siempre quería evitar estas situaciones tan embarazosas, se le acercó:

–Señor profeta, nos ha dicho la buenaventura a todos, pero no nos ha dicho la suya propia.

Cazotte se mantuvo en silencio durante unos segundos, con la mirada baja, y luego hizo su última predicción:

–Señora, ¿ha leído lo que explica Josefo del sitio de Jerusalén?

–Oh, sin duda. ¿Quién no lo ha leído? Pero haga usted como si yo no lo hubiera leído.

–Pues bien, señora, durante el sitio de la ciudad un hombre estuvo dando vueltas por las murallas durante siete días seguidos a la vista de sitiados y sitiadores, gritando sin parar con una voz horrible y siniestra: «¡Ay, Jerusalén! ¡Ay, Jerusalén!», hasta que una piedra enorme lanzada por el enemigo dio en el blanco y lo hizo pedazos.

Dicho esto, Cazotte hizo una reverencia y se marchó."

Jacques Cazotte
El diablo enamorado
Tomada del libro Viajes inexplicables de Chris Aubeck y Jesús Callejo, página 267



"Vivimos entre los espíritus de nuestros padres; el mundo invisible se cierne a nuestro alrededor… sin cesar, los amigos de nuestro pensamiento se nos acercan familiarmente… Veo el bien, el mal, a los buenos y a los malos; a veces la confusión de los seres es tal, cuando los miro, que no siempre sé distinguir, desde el primer momento, a los que viven en la carne de quienes han dejado las apariencias groseras… Esta mañana, durante la oración que nos reunía bajo la mirada del Todopoderoso, el cuarto estaba tan lleno de vivos y de muertos de todos los tiempos y de todos los países, que no podía distinguir entre la vida y la muerte; era una extraña confusión, pero también un magnífico espectáculo."

Jacques Cazotte
Tomada del libro Prólogos de la Biblioteca de Babel de Jorge Luis Borges, página 16-17


"Yo era un enamorado de la soledad, del recogimiento, de las meditaciones vagas y fantasiosas… resolví aislarme totalmente y de casi todos, incluso en las formas más comunes de la vida exterior. Vestía, entonces, un largo traje cuidadosamente abotonado hasta el mentón, un sombrero redondo y chato, de anchas alas caídas, polainas de cuero crudo cerradas con broches de acero. A esto se agregaban cabellos sin empolvar, cortados bastante cerca de la frente, y caídos sobre el cuello y los hombros."

Jacques Cazotte
Tomada del libro Prólogos de la Biblioteca de Babel de Jorge Luis Borges, página 16


"Yo tenía veinticinco años, era capitán de la guardia del rey de Nápoles. Vivía en compañía de buenos amigos y sentía que no había nada mejor que hacer desde el punto de vista filosófico. Una noche, cuando estábamos sentados ante unas botellas y un cuenco de castañas asadas, la conversación giró en torno a la Cábala y los cabalistas. Uno de nosotros dijo que era una ciencia bien establecida, a lo que se opusieron decididamente otros cuatro jóvenes que consideraban que se trataba de un cúmulo de tonterías para engañar a la gente crédula y hacer disfrutar a los niños. El más viejo de nosotros, un tal Fleming, estaba fumando su pipa sin decir nada. Su indiferencia me distrajo en medio del fragor que nos adormecía y me incitó a participar en una conversación hacia la que no me sentía atraído en exceso. Estábamos en la habitación y la noche avanzaba, nos separamos y nos quedamos solos los dos, el anciano y yo. Fumaba con aire flemático, guardé silencio, apoyó los codos sobre la mesa y se sentó. Finalmente rompió el silencio. Joven, dijo, ha escuchado usted gritos enardecidos, ¿por qué no ha participado en la discusión? Soy reservado, prefiero el silencio como la mejor de las respuestas. De cualquier forma ni siquiera sé lo que significa la palabra cábala. Tiene varios significados, dijo el anciano, pero no es ésa la cuestión. ¿Cree usted que existe una ciencia para transformar los metales y ordenar a los espíritus? No sé nada de sombras, ni siquiera de la mía, excepto que está ahí. En cuanto a metales, realmente ya sea en la posada o en otros lugares, sólo sé lo que pueda haber contado Karolin. ¡Mi querido amigo! La ignorancia es el mejor de los conocimientos. Usted todavía puede aprender. Su naturaleza y su franqueza me gustan. Dame tu palabra de honor de mantener el secreto y prométeme que te comportarás con prudencia, y así serás mi discípulo."

Jacques Cazotte
El diablo enamorado








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