Rubén Darío

“Aborreced las bocas que predicen desgracias eternas.”

Rubén Darío


Abrojos - XI


"Lloraba en mis brazos vestida de negro,
se oía el latido de su corazón,
cubríanle el cuello los rizos castaños
y toda temblaba de miedo y amor.

¿Quién tuvo la culpa? La noche callada.
Ya iba a despedirme. Cuando dije ¡Adiós!,
ella, sollozando, se abrazó a mi pecho
bajo aquel ramaje del almendro en flor.
Velaron las nubes la pida luna...
Después, tristemente lloramos los dos.."

Rubén Darío


"¡Ah, mi adorable, mi bella, mi querida garza morena! Tú tienes en los recuerdos profundos que en mi alma forman lo más alto y sublime, una luz inmortal. Porque tú me revelaste el secreto de las delicias divinas, en el inefable primer instante del amor!"

Rubén darío
Azul


"Ámame así, fatal, cosmopolita, universal, inmensa, única, sola y todas; misteriosa y erudita: ámame mar y nube, espuma y ola. Sé mi reina de Saba, mi tesoro."


Rubén Darío



"Amar, amar, amar siempre y con todo
el ser y con la tierra y con el cielo,
con lo claro del sol y lo oscuro del lodo;
amar por toda ciencia y amar por todo anhelo.
Y cuando la montaña de la vida
nos sea dura y larga y alta y llena de abismos,
¡amar la inmensidad que es de amor encendida
y arder en la fusión de nuestros pechos mismos!"

Rubén Darío


Bendigamos la risa

"¡Bendigamos la risa!
¡Bendigamos la risa, porque ella libra al mundo de la noche!
¡Bendigámosla, porque ella es la luz de la aurora, el carmín del sol, el trino del pájaro!
¡Bendigamos la risa, porque es la predilecta del rey bebe, muñequito sonrosado y adorable, que lleva paz y dicha a nuestras casas!
¡Bendigámosla, porque ella está en el ala de la mariposa, en el cáliz del clavel lleno de rocío , en el aderezo de rubíes que se contiene en el estuche de la granada!
¡Bendigámosla, porque ella es la salvación, la danza y el escudo!"


Rubén Darío


"Buscad en la naturaleza el secreto de la poesía. Ella os dará los elementos inertes y los elementos vivos de los afectos. Ella es cielo, aire y tierra: ella es hombre y mujer, luz y amor, ciencia y virtud, color y armonía... escala misteriosa que remata en Dios."


Rubén Darío




Canto de esperanza


"Un gran vuelo de cuervos mancha el azul celeste.
Un soplo milenario trae amagos de peste.
Se asesinan los hombres en el extremo Este.

¿Ha nacido el apocalíptico Anticristo?
Se han sabido presagios, y prodigios se han visto
y parece inminente el retorno del Cristo.

La tierra está preñada de dolor tan profundo
que el soñador, imperial meditabundo,
sufre con las angustias del corazón del mundo.

Verdugos de ideales afligieron la tierra,
en un pozo de sombras la humanidad se encierra
con los rudos molosos del odio y de la guerra.

¡Oh, Señor Jesucristo!, ¿por qué tardas, qué esperas
para tender tu mano de luz sobre las fieras
y hacer brillar al sol tus divinas banderas?

Surge de pronto y vierte la esencia de la vida
sobre tanta alma loca, triste o empedernida,
que, amante de tinieblas, tu dulce aurora olvida.

Ven, Señor, para hacer la gloria de ti mismo,
ven con temblor de estrellas y horror de cataclismo,
ven a traer amor y paz sobre el abismo.

Y tu caballo blanco, que miró al visionario,
pase. Y suene el divino clarín extraordinario.
Mi corazón será brasa de tu incensario."


Rubén Darío





Canción de Otoño en Primavera


"Juventud, divino tesoro, 

¡ya te vas para no volver! 
Cuando quiero llorar, no lloro... 
y a veces lloro sin querer...

Plural ha sido la celeste 

historia de mi corazón. 
Era una dulce niña, en este 
mundo de duelo y de aflicción.

Miraba como el alba pura; 

sonreía como una flor. 
Era su cabellera obscura 
hecha de noche y de dolor.

Yo era tímido como un niño. 

Ella, naturalmente, fue, 
para mi amor hecho de armiño, 
Herodías y Salomé...

Juventud, divino tesoro, 

¡ya te vas para no volver! 
Cuando quiero llorar, no lloro... 
y a veces lloro sin querer...

Y más consoladora y más 

halagadora y expresiva, 
la otra fue más sensitiva 
cual no pensé encontrar jamás.

Pues a su continua ternura 

una pasión violenta unía. 
En un peplo de gasa pura 
una bacante se envolvía...

En sus brazos tomó mi ensueño 

y lo arrulló como a un bebé... 
Y te mató, triste y pequeño, 
falto de luz, falto de fe...

Juventud, divino tesoro, 

¡te fuiste para no volver! 
Cuando quiero llorar, no lloro... 
y a veces lloro sin querer...

Otra juzgó que era mi boca 

el estuche de su pasión; 
y que me roería, loca, 
con sus dientes el corazón.

Poniendo en un amor de exceso 

la mira de su voluntad, 
mientras eran abrazo y beso 
síntesis de la eternidad;

y de nuestra carne ligera 

imaginar siempre un Edén, 
sin pensar que la Primavera 
y la carne acaban también...

Juventud, divino tesoro, 

¡ya te vas para no volver! 
Cuando quiero llorar, no lloro... 
y a veces lloro sin querer.

¡Y las demás! En tantos climas, 

en tantas tierras siempre son, 
si no pretextos de mis rimas 
fantasmas de mi corazón.

En vano busqué a la princesa 

que estaba triste de esperar. 
La vida es dura. Amarga y pesa. 
¡Ya no hay princesa que cantar!

Mas a pesar del tiempo terco, 

mi sed de amor no tiene fin; 
con el cabello gris, me acerco 
a los rosales del jardín...

Juventud, divino tesoro, 

¡ya te vas para no volver! 
Cuando quiero llorar, no lloro... 
y a veces lloro sin querer... 
¡Mas es mía el Alba de oro!"

Rubén Darío

"Crees que la vida es incendio."

Rubén Darío



"Creo que siempre es preferible la neurosis a la imbecilidad."


Rubén Darío




"¿Cuándo llegaría el momento soberano en que alumbraría una celeste mirada el fondo de mi ser, y aquel en que se rasgaría el velo del enigma atrayente?"

Rubén Darío
Azul




“Cuando quiero llorar, no lloro... Y a veces lloro sin querer.”

Rubén Darío



“¡Dejad al huracán mover mi corazón!” 

Rubén Darío




“Dichoso el árbol que es apenas sensitivo, y más la piedra dura, porque ésa ya no siente, pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo, ni mayor pesadumbre que la vida consciente.” 

Rubén Darío


Divagación

"¿Vienes? Me llega aquí, pues que suspiras, 
un soplo de las mágicas fragancias 
que hicieron los delirios de las liras 
en las Grecias, las Romas y las Francias. 

¡Suspira así! Revuelen las abejas, 
al olor de la olímpica ambrosía, 
en los perfumes que en el aire dejas; 
y el dios de piedra se despierta y ría. 

Y el dios de piedra se despierte y cante 
la gloria de los tirsos florecientes 
en el gesto ritual de la bacante 
de rojos labios y nevados dientes: 

En el gesto ritual que en las hermosas 
Ninfalias guía a la divina hoguera, 
hoguera que hace llamear las rosas 
en las manchadas pieles de pantera. 

Y pues amas reír, ríe, y la brisa 
lleve el son de los líricos cristales 
de tu reír, y haga temblar la risa 
la barba de Términos joviales. 

Mira hacia el lado del boscaje, mira 
blanquear el muslo de marfil de Diana, 
y después de la Virgen, la Hetaíra 
diosa, blanca, rosa y rubia hermana. 

Pasa en busca de Adonis; sus aromas 
deleitan a las rosas y los nardos; 
síguela una pareja de palomas, 
y hay tras ella una fuga de leopardos. 

* * * 

¿Te gusta amar en griego? Yo las fiestas 
galantes busco, en donde se recuerde, 
al suave son de rítmicas orquestas, 
la tierra de la luz y el mirto verde. 

(Los abates refieren aventuras 
a las rubias marquesas. Soñolientos 
filósofos defienden las ternuras 
del amor, con sutiles argumentos, 

mientras que surge de la verde grama, 
en la mano el acanto de Corinto, 
una ninfa a quien puso un epigrama 
Beaumarchais, sobre el mármol de su plinto. 

Amo más que la Grecia de los griegos 
la Grecia de la Francia, porque Francia, 
al eco de las Risas y los Juegos, 
su más dulce licor Venus escancia. 

Demuestran más encantos y perfidias, 
coronadas de flores y desnudas, 
las diosas de Glodión que las de Fidias; 
unas cantan francés, otras son mudas. 

Verlaine es más que Sócrates; y Arsenio 
Houssaye supera al viejo Anacreonte. 
En París reinan el Amor y el Genio. 
Ha perdido su imperio el dios bifronte. 

Monsieur Prudhomme y Homais no saben nada. 
Hay Chipres, Pafos, Tempes y Amatuntes, 
donde el amor de mi madrina, un hada, 
tus frescos labios a los míos juntes). 

Sones de bandolín. El rojo vino 
conduce un paje rojo. ¿Amas los sones 
del bandolín, y un amor florentino? 
Serás la reina en los decamerones, 
la barba de los Términos joviales. 

(Un coro de poetas y pintores 
cuenta historias picantes. Con maligna 
sonrisa alegre aprueban los señores. 
Clelia enrojece, una dueña se signa). 

¿O un amor alemán??que no han sentido 
jamás los alemanes?: la celeste 
Gretchen; claro de luna; el aria; el nido 
del ruiseñor; y en una roca agreste, 

la luz de nieve que del cielo llega 
y baña a una hermosa que suspira 
la queja vaga que a la noche entrega 
Loreley en la lengua de la lira. 

Y sobre el agua azul el caballero 
Lohengrín; y su cisne, cual si fuese 
un cincelado témpano viajero, 
con su cuello enarcado en forma de S. 

Y del divino Enrique Heine un canto, 
a la orilla del Rhin; y del divino 
Wolfang la larga cabellera, el manto; 
y de la uva teutona el blanco vino. 

O amor lleno de sol, amor de España, 
amor lleno de púrpuras y oros; 
amor que da el clavel, la flor extraña 
regada con la sangre de los toros; 

flor de gitanas, flor que amor recela, 
amor de sangre y luz, pasiones locas; 
flor que trasciende a clavo y a canela, 
roja cual las heridas y las bocas. 

* * * 

¿Los amores exóticos acaso...? 
Como rosa de Oriente me fascinas: 
me deleitan la seda, el oro, el raso. 
Gautier adoraba a las princesas chinas. 

¡Oh bello amor de mil genuflexiones: 
torres de kaolín, pies imposibles, 
tasas de té, tortugas y dragones, 
y verdes arrozales apacibles! 

Ámame en chino, en el sonoro chino 
de Li-Tai-Pe. Yo igualaré a los sabios 
poetas que interpretan el destino; 
madrigalizaré junto a tus labios. 

Diré que eres más bella que la Luna: 
que el tesoro del cielo es menos rico 
que el tesoro que vela la importuna 
caricia de marfil de tu abanico. 

* * * 

Ámame japonesa, japonesa 
antigua, que no sepa de naciones 
occidentales; tal una princesa 
con las pupilas llenas de visiones, 

que aun ignorase en la sagrada Kioto, 
en su labrado camarín de plata 
ornado al par de crisantemo y loto, 
la civilización del Yamagata. 

O con amor hindú que alza sus llamas 
en la visión suprema de los mitos, 
y hacen temblar en misteriosas bramas 
la iniciación de los sagrados ritos. 

En tanto mueven tigres y panteras 
sus hierros, y en los fuertes elefantes 
sueñan con ideales bayaderas 
los rajahs, constelados de brillantes. 

O negra, negra como la que canta 
en su Jerusalén al rey hermoso, 
negra que haga brotar bajo su planta 
la rosa y la cicuta del reposo... 

Amor, en fin, que todo diga y cante, 
amor que encante y deje sorprendida 
a la serpiente de ojos de diamante 
que está enroscada al árbol de la vida. 

Ámame así, fatal cosmopolita, 
universal, inmensa, única, sola 
y todas; misteriosa y erudita: 
ámame mar y nube, espuma y ola. 

Sé mi reina de Saba, mi tesoro; 
descansa en mis palacios solitarios. 
Duerme. Yo encenderé los incensarios. 
Y junto a mi unicornio cuerno de oro, 
tendrán rosas y miel tus dromedarios."

Rubén Darío


"¿Dónde? A lo lejos, la perspectiva abrumadora y monumental de extrañas arquitecturas, órdenes visionarios, estilos de un orientalismo portentoso y desmesurado. A sus pies un suelo lívido; no lejos, una vegetación de árboles flacos, desolados, tendiendo hacia un cielo implacable, silencioso y raro, sus ramas suplicantes, en la vaga expresión de un mudo lamento. En aquella soledad Honorio siente la posesión de una fría pavura... ¿Cuándo? Es en una hora inmemorial, grano escapado quizás del reloj del tiempo. La luz que alumbra no es la del sol; es como la enfermiza y fosforescente claridad de espectrales astros. Honorio siente el influjo de un momento fatal, y sabe que en esa hora incomprensible todo está envuelto en la dolorosa bruma de una universal angustia."

Rubén Darío
La pesadilla de Honorio



“El canto vuela, con sus alas: armonía y eternidad.” 

Rubén Darío



"El eterno femenino puede tornar humano lo divino."

Rubén Darío



El libro es fuerza, es valor,
es poder, es alimento;
antorcha del pensamiento
y manantial del amor.

Rubén Darío


El reino interior


"Una selva suntuosa 
en el azul celeste su rudo perfil calca. 
Un camino. La tierra es de color de rosa, 
cual la que pinta fra Doménico Cavalca 
en sus Vidas de santos. Se ven extrañas flores 
de la flora gloriosa de los cuentos azules, 
y entre las ramas encantadas, papemores 
cuyo canto extasiara de amor a los bulbules. 
(Papemor: ave rara; Bulbules: ruiseñores.) 

* * * 

Mi alma frágil se asoma a la ventana obscura 
de la torre terrible en que ha treinta años sueña. 
La gentil Primavera primavera le augura. 
La vida le sonríe rosada y halagüeña. 
Y ella exclama: «¡Oh fragante día! ¡Oh sublime día! 
Se diría que el mundo está en flor; se diría 
que el corazón sagrado de la tierra se mueve 
con un ritmo de dicha; luz brota, gracia llueve. 
¡Yo soy la prisionera que sonríe y que canta!» 
Y las manos liliales agita, como infanta 
real en los balcones del palacio paterno. 

* * * 

¿Qué són se escucha, són lejano, vago y tierno? 
Por el lado derecho del camino adelanta 
el paso leve una adorable teoría 
virginal. Siete blancas doncellas, semejantes 
a siete blancas rosas de gracia y de harmonía 
que el alba constelara de perlas y diamantes. 
¡Alabastros celestes habitados por astros: 
Dios se refleja en esos dulces alabastros! 
Sus vestes son tejidos del lino de la luna. 
Van descalzas. Se mira que posan el pie breve 
sobre el rosado suelo, como una flor de nieve. 
Y los cuellos se inclinan, imperiales, en una 
manera que lo excelso pregona de su origen. 
Como al compás de un verso su suave paso rigen. 
Tal el divino Sandro dejara en sus figuras 
esos graciosos gestos en esas líneas puras. 
Como a un velado són de liras y laúdes, 
divinamente blancas y castas pasan esas 
siete bellas princesas. Y esas bellas princesas 
son las siete Virtudes. 

* * * 

Al lado izquierdo del camino y paralela- 
mente, siete mancebos ?oro, seda, escarlata, 
armas ricas de Oriente? hermosos, parecidos 
a los satanes verlenianos de Ecbatana, 
vienen también. Sus labios sensuales y encendidos, 
de efebos criminales, son cual rosas sangrientas; 
sus puñales, de piedras preciosas revestidos 
?ojos de víboras de luces fascinantes?, 
al cinto penden; arden las púrpuras violentas 
en los jubones; ciñen las cabezas triunfantes 
oro y rosas; sus ojos, ya lánguidos, ya ardientes, 
son dos carbunclos mágicos del fulgor sibilino, 
y en sus manos de ambiguos príncipes decadentes 
relucen como gemas las uñas de oro fino. 
Bellamente infernales, 
llenan el aire de hechiceros veneficios 
esos siete mancebos. Y son los siete vicios, 
los siete poderosos pecados capitales. 

* * * 

Y los siete mancebos a las siete doncellas 
lanzan vivas miradas de amor. Las Tentaciones. 
De sus liras melifluas arrancan vagos sones. 
Las princesas prosiguen, adorables visiones 
en su blancura de palomas y de estrellas. 

* * * 

Unos y otras se pierden por la vía de rosa, 
y el alma mía queda pensativa a su paso. 
?¡Oh! ¿Qué hay en ti, alma mía? 
¡Oh! ¿Qué hay en ti, mi pobre infanta misteriosa? 
¿Acaso piensas en la blanca teoría? 
¿Acaso 
los brillantes mancebos te atraen, mariposa? 

* * * 

Ella no me responde. 
Pensativa se aleja de la obscura ventana 
?pensativa y risueña, 
de la Bella-durmiente-del-bosque tierna hermana?, 
y se adormece en donde 
hace treinta años sueña. 

* * * 

Y en sueño dice: «¡Oh dulces delicias de los cielos! 
¡Oh tierra sonrosada que acarició mis ojos! 
?¡Princesas, envolvedme con vuestros blancos velos! 
?¡Príncipes, estrechadme con vuestros brazos rojos!»."

Rubén Darío



"En el principio está la palabra como única representación. No simplemente como signo, puesto, que no hay antes nada que representar. En el principio está la palabra como manifestación de la unidad infinita, pero ya conteniéndola. Et verbum erat Deum."

Rubén Darío
El canto errante


“Entre sus cejas vivas vi brillar una estrella. El cielo estaba azul, y yo estaba desnudo.”

Rubén Darío



"Era muy aficionado a las artes el soberano, y favorecía con largueza a sus músicos, a sus hacedores de ditirambos, pintores, escultores, boticarios, barberos y maestros de esgrima.
Cuando iba a la floresta, junto al corzo o jabalí herido y sangriento, hacía improvisar a sus profesores de retórica canciones alusivas; los criados llenaban las copas del vino de oro que hierve, y las mujeres batían palmas con movimientos rítmicos y gallardos. Era un rey sol, en su Babilonia llena de músicas, de carcajadas y de ruido de festín. Cuando se hastiaba de la ciudad bullente, iba de caza atronando el bosque con sus tropeles; y hacía salir de sus nidos a las aves asustadas, y el vocerío repercutía en lo más escondido de las cavernas. Los perros de patas elásticas iban rompiendo la maleza en la carrera, y los cazadores, inclinados sobre el pescuezo de los caballos, hacían ondear los mantos purpúreos y llevaban las caras encendidas y las cabelleras al viento.
El rey tenía un palacio soberbio donde había acumulado riquezas y objetos de arte maravillosos. Llegaba a él por entre grupos de lilas y extensos estanques, siendo saludado por los cisnes de cuellos blancos, antes que por los lacayos estirados. Buen gusto. Subía por una escalera llena de columnas de alabastro y de esmaragdita, que tenía a los lados leones de mármol como los de los tronos salomónicos. Refinamiento. A más de los cisnes, tenía una vasta pajarera, como amante de la armonía, del arrullo, del trino y cerca de ella iba a ensanchar su espíritu, leyendo novelas de M. Ohnet, o bellos libros sobre cuestiones gramaticales, o críticas hermosillescas. Eso sí: defensor acérrimo de la corrección académica en letras, y del modo lamido en artes; alma sublime amante de la lija y de la ortografía.
¡Japonerías! ¡Chinerías! Por lujo y nada más. Bien podía darse el placer de un salón digno del gusto de un Goncourt y de los millones de un Creso: quimeras de bronce con las fauces abiertas y las colas enroscadas, en grupos fantásticos y maravillosos; lacas de kioto con incrustaciones de hojas y ramas de una flora monstruosa, y animales de una fauna desconocida; mariposas de raros abanicos junto a las paredes; peces y gallos de colores; máscaras de gestos infernales y con ojos como si fuesen vivos; partesanas de hojas antiquísimas y empuñaduras con dragones devorando flores de loto; y en conchas de huevo, túnicas de seda amarilla, como tejidas con hilos de araña, sembradas de garzas rojas y de verdes matas de arroz; y tibores, porcelanas de muchos siglos, de aquellas en que hay guerreros tártaros con una piel que les cubre hasta los riñones, y que llevan arcos estirados y manojos de flechas.
Por lo demás, había el salón griego, lleno de mármoles: diosas, musas, ninfas y sátiros; el salón de los tiempos galantes, con cuadros del gran Watteau y de Chardin; dos, tres, cuatro, ¡cuántos salones!"

Rubén Darío
El rey burgués



“Eres un universo de universos y tu alma una fuente de canciones.”

Rubén Darío



“Es la tarde gris y triste. Viste el mar de terciopelo y el cielo profundo viste de duelo.”

Rubén Darío
Cantos de vida y esperanza



“¿Es ley que tu vivas de horror y de muerte?”

Rubén Darío




“Este axioma a todas horas habrás de meditar, la ciencia de vivir es el arte de amar.” 

Rubén Darío





“Generalmente, los hombres risueños son sanos de corazón.”

Rubén Darío




“Hagamos porque es bello, el bien.”

Rubén Darío


"He acariciado a la gran naturaleza, y he buscado al calor del ideal, el verso que está en el astro en el fondo del cielo, y el que está en la perla en lo profundo del océano. ¡He querido ser pujante! Porque viene el tiempo de las grandes revoluciones, con un Mesías todo luz, todo agitación y potencia, y es preciso recibir su espíritu con el poema que sea arco triunfal, de estrofas de acero, de estrofas de oro, de estrofas de amor."

Rubén Darío


“La alegría destierra el estado morboso de las almas, la alegría riente y expresiva, de sonoras
alas , se mueve en un ambiente sano y vivificador. Su trono jovial su carcajadas, es como las
descargas eléctricas que purifican la atmósfera. Y en este siglo de crisis intelectuales, la risa ha
podido ser torre de asilo, lugar de salvamento, para los que allegan a sus dominios y se acogen
bajo sus banderas”

Rubén Darío

Fragmento de Apología a la Risa



“La América Española como la España entera fija está en el Oriente de su fatal destino; yo interrogo a la Esfinge que el porvenir espera con la interrogación de tu cuello divino. ¿Seremos entregados a los bárbaros fieros? ¿Tantos millones de hombres hablaremos inglés? ¿Ya no hay nobles hidalgos ni bravos caballeros? ¿Callaremos ahora para llorar después?” 

Rubén Darío



La gitanilla

"Maravillosamente danzaba. Los diamantes 

negros de sus pupilas vertían su destello; 
era bello su rostro, era un rostro tan bello 
como el de las gitanas de Miguel Cervantes.

Ornábase con rojos claveles detonantes 

la redondez obscura del casco del cabello, 
y la cabeza, firme sobre el bronce del cuello, 
tenía la pátina de las horas errantes.

Las guitarras decían en sus cuerdas sonoras 

las vagas aventuras y las errantes horas, 
volaban los fandangos, daba el clavel fragancia;

la gitana, embriagada de lujuria y cariño, 

sintió cómo caía dentro de su corpiño 
el bello luis de oro del artista de Francia.."

Rubén Darío




“La mujer musa es la de carne y hueso.” 

Rubén Darío


La página blanca


"Mis ojos miraban en hora de ensueños
la página blanca.

Y vino el desfile de ensueños y sombras.
¡Y fueron mujeres de rostros de estatua,
mujeres de rostros de estatua de mármol,
tan tristes, tan dulces, tan suaves, tan pálidas!

¡Y fueron visones de extraños poemas,
de extraños poemas de besos y lágrimas,
de historias que dejan en crueles instantes
las testas viriles cubiertas de canas!

¡Qué cascos de nieve que pone la suerte!
¡Qué arrugas precoces cincela en la cara!
¡Y cómo se quiere que vayan ligeros
los tardos camellos de la caravana!

Los tardos camellos,
-como las figuras en un panorama-,
cual si fuesen un desierto de hielo,
atraviesan la página blanca.

Este lleva
una carga
de dolores y angustias antiguas,
angustias de pueblos, dolores de razas;
¡dolores y angustias que sufren los Cristos
que vienen al mundo de víctimas trágicas!

Otro lleva
en la espalda
el cofre de ensueños, de perlas y oro,
que conduce la Reina de Saba.

Otro lleva
una caja
en que va, dolorosa difunta,
como un muerto lirio la pobre Esperanza.

Y camina sobre un dromedario
la Pálida,
la vestida de ropas obscuras,
la Reina invencible, la bella inviolada:
la Muerte.

¡Y el hombre,
a quien duras visiones asaltan,
el que encuentra en los astros del cielo
prodigios que abruman y signos que espantan,
mira al dromedario
de la caravana
como al mensajero que la luz conduce,
en el vago desierto que forma
la página blanca!"

Rubén Darío


"La vida es misterio; la luz ciega y la verdad inaccesible asombra."

Rubén Darío


Las Musas


"No protestéis con celo protestante,

contra el panal de rosas y claveles
en que Tiziano moja sus pinceles
y gusta el cielo de Beatrice el Dante.
Por eso existe el verso de diamante,
por eso el iris tiéndese y por eso
humano genio es celeste progreso.

Líricos cantan y meditan sabios:

por esos pechos y por esos labios.
¡La mejor musa es la de carne y hueso!"

Rubén Darío


"Las princesas primorosas
se parecen mucho a ti:
cortan lirios, cortan rosas,
cortan astros. Son así."

Rubén Darío


Lo fatal

"Dichoso el árbol, que es apenas sensitivo, 
y más la piedra dura porque esa ya no siente, 
pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo, 
ni mayor pesadumbre que la vida consciente. 

Ser y no saber nada, y ser sin rumbo cierto, 
y el temor de haber sido y un futuro terror... 
Y el espanto seguro de estar mañana muerto, 
y sufrir por la vida y por la sombra y por 

lo que no conocemos y apenas sospechamos, 
y la carne que tienta con sus frescos racimos, 
y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos, 

¡y no saber adónde vamos, 

ni de dónde venimos!..."

Rubén Darío


“Manos callosas manos honrosas.”

Rubén Darío


Melancolía


"Hermano, tú que tienes la luz, dime la mía.
Soy como un ciego. Voy sin rumbo y ando a tientas.
Voy bajo tempestades y tormentas
ciego de sueño y loco de armonía.

Ése es mi mal. Soñar. La poesía
es la camisa férrea de mil puntas cruentas
que llevo sobre el alma. Las espinas sangrientas
dejan caer las gotas de mi melancolía.

Y así voy, ciego y loco, por este mundo amargo;
a veces me parece que el camino es muy largo,
y a veces que es muy corto...

Y en este titubeo de aliento y agonía,
cargo lleno de penas lo que apenas soporto.
¿No oyes caer las gotas de mi melancolía?"

Rubén Darío


"Nada de filosofías, nada de finalidades trascendentes, ni de abstracciones sensibilizadas, humanizadas y universalizadas. Eso, estoy seguro, hiere vuestros tímpanos delicados hechos para la música y el amor."

Rubén Darío
Azul

"Nada más que maneras expresan lo distinto."

Rubén Darío





“No dejes apagar el entusiasmo, virtud tan valiosa como necesaria; trabaja, aspira, tiende siempre hacia la altura.” 

Rubén Darío



"No gusto de "moldes", nuevos ni viejos... Mi verso ha nacido siempre con su cuerpo y su alma, y no le he aplicado ninguna clase de ortopedia. He, sí, cantado aires antiguos; y he querido ir hacia el porvenir, siempre bajo el divino imperio de la música -música de las ideas, música del verbo."

Rubén Darío

“Para qué querré yo la vida cuando no tenga juventud.” 

Rubén Darío



“Pero tu carne es pan, tu sangre es vino.” 

Rubén Darío



“Pues si te empeñas en soñar, te empeñas en avivar la llama de tu vida.
¡Dejad al huracán mover mi corazón!”

Rubén Darío


"Quiero expresar mi angustia en versos que abolida dirán mi juventud de rosas y de ensueños, y la desfloración amarga de mi vida por un vasto dolor y cuidados pequeños."

Rubén Darío
Cantos de vida y esperanza


"¿Seremos entregados a las bárbaras fieras?
¿Tantos millones de hombres hablaremos inglés?" 

Rubén Darío



“Si pequeña es la patria, uno grande la sueña.” 

Rubén Darío




"Sin la mujer, la vida es pura prosa."

Rubén Darío


“…sin savia, sin brote,
sin alma, sin vida, sin luz, sin Quijote,
sin pies y sin alas, sin Sancho y sin Dios…”


Rubén Darío



“Un buen libro es el mejor de los amigos, lo mismo hoy que siempre.”

Rubén Darío




“Y cuando la montaña de la vida nos sea dura y larga y alta y llena de abismos, amar la inmensidad que es de amor encendida ¡y arder en la fusión de nuestros pechos mismos!”

Rubén Darío
Cantos de vida y esperanza



“Y en este titubeo de aliento y agonía, cargo lleno de penas lo que apenas soporto. ¿No oyes caer las gotas de mi melancolía?” 

Rubén Darío


Y escribimos canciones bellas
de libertad y de lirismo,
y nos coronamos de estrellas
y nos salvamos del abismo.

Y pasaron los años. Y tales
se fueron a la muerte. Y otros
pensaron en ser inmortales.
¡Y siempre quedamos Nosotros!

Y unos quedan extraordinarios,
y otros buenos burgueses son:
papas, doctores, funcionarios;
y otros prosiguen su canción.

Rubén Darío
«Versos de Año Nuevo»




"Y lo que nos faltaba también era una firme disciplina, una línea de conducta precisa y resuelta. Ciertamente, el sentimiento de la Belleza, el horror de las abobadas sensiblerías que deshonraban entonces la poesía francesa ¡lo teníamos nosotros! ¡Pero qué! Tan jóvenes, desordenadamente y un poco al azar era como nos arrojábamos a la brega y marchábamos a la conquista de nuestro ideal. Era tiempo de que los niños de antes tomaran actitudes de hombres, que de nuestro cuerpo de tiradores formase un ejército regular. Nos faltaba la regla, una regla impuesta de lo alto, y que sobre dejarnos nuestra independencia intelectual, hiciera concurrir gravemente, dignamente, nuestras fuerzas esparcidas, a la victoria entrevista. Esta regla la recibimos de Leconte de Lisie.
Desde el día en que François Copee, Villiers de l'Isle Adam y yo tuvimos el honor de ser conducidos a casa de Leconte de Lisie — M. Luis Ménard, el poeta y filósofo, fue nuestro introductor — , desde el día en que tuvimos la alegría de encontrar en casa del maestro a José María de Heredia y a León Dierx, de ver allí a Armand-Silvestre, de reencontrar a Sully Prudhomme, desde ese día data, hablando propiamente, nuestra historia, que cesa de ser una leyenda; y entonces fue cuando nuestra adolescencia se convirtió en virilidad. En verdad, nuestra juventud de ayer no estaba muerta de ningún modo, y no habíamos renunciado a las azarosas extravagancias en el arte y en la vida."

Rubén Darío
Los raros



"Y, no obstante, la vida es bella,
por poseer
la perla, la rosa, la estrella
y la mujer."

Rubén Darío


"Yo fui un soldado que durmió en el lecho
de Cleopatra la reina. Su blancura
y su mirada astral y omnipotente.
Eso fue todo.
[…]
Yo fui llevado a Egipto. La cadena
tuve al pescuezo. Fui comido un día
por los perros. Mi nombre, Rufo Galo.
Eso fue todo."

Rubén Darío
Metempsicosis