Jeppe Aakjaer

Jens Vejmand

Jens Vejmand está sentado en el refugio,
sus manos se aferran a trapos parcheados
y a zapatos diurnos encordados. Transforma
con su propio martillo la dura piedra
en pan. Si te despiertas una mañana
cuando el alba comienza a elevarse y
escuchas un sonido metálico una vez,
otra vez y una vez más, no es más que
Jens Vejmand cuyas chispas salvajes
humedecen el rocío. Y si viajas tras las
yeguas de los agricultores y pasas al lado
de un anciano con lágrimas en los ojos, no es
más que Jens Vejmand que busca en vano un
refugio que no se congele. Y si viajando
hacia casa, tiemblan los vendavales del suroeste, y
escuchas el canto de un martillo en alguna parte,
no es más que Jens Vejmand que todavía permanece
allí. Y si el camino de la navidad se alisa ante
la dificultad, no es más que Jens Vejmand, cuyo
martillo declina en una fría noche de diciembre.
Y si dentro de la iglesia hallaras una pintura débil y
desgastada, sesgada oblicuamente hacia los lados,
no es más que Jens Vejmand, cuya vida estaba llena
de piedras y cuya tumba no marcan los huesos.

Jeppe Aakjaer



Las avenas

Tintineantes y abundantes campanas evocan y bendicen
el alma honesta de la avena, sembrada en primavera
mientras los felices pájaros cantan al anillo del
firmamento, bajo la suave luz del sol. Crece el
rocío de la soleada mañana en dulce sinfonía
interior, escuchando el eco humilde. Los corazones
fríos, insensibles, no pueden ver nada. Soy amigo
de todo lo que crece con cada suave brisa que sopla,
de los árboles ondulantes y de las margaritas con
mariposas. La sonrisa de despedida del sol persiste
un tiemmpo que se extiende lentamente, señal de
paz. 

Jeppe Aakjær



Noche

Todavía se pone el sol en mi corazón,
mientras que al pacífico páramo regresan
las cigüeñas que anidan en reposo. El
silencio cae sobre el sinuoso camino,
quebrado apenas por un abejorro. La abubilla
vuela, se ruboriza el estanque, las alas
se pliegan, el crepúsculo resplandece.

Jeppe Aakjaer































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