Abbot Einhard

"… Carlomagno fue víctima de un accidente significativo en el curso de su última expedición a Sajonia contra el rey de los daneses Godofredo… Un día en que había dejado el campo y se había puesto en camino antes de levantarse el sol, vio de repente una antorcha cegadora descender de un cielo sereno y atravesar el aire de derecha a izquierda… Y mientras se preguntaba qué presagiaba aquel fenómeno, el caballo que montaba bajó bruscamente la cabeza y cayó, precipitándole a tierra con tal violencia que la hebilla de su manto se rompió y le fue arrancada la funda de la espada… Cuando sus servidores, testigos del accidente, se precipitaron para levantarle, le encontraron sin armas, sin manto, y se recogió, al menos a seis metros, una jabalina que se le había escapado de las manos en el momento de la caída… La armadura le quemó las piernas y, desde entonces, Carlomagno cojeaba."

Abbot Einhard
Capítulo 32 de Vita Caroli Magni
Tomada del libro Mis «primos» de J. J. Benítez


"… Entonces nuestro señor Carlos, el Rey, fue a Italia a asaltar las tierras que rodean Foruli. Y Hrodgaudus resultó muerto… Y nuestro rey (Carlomagno) celebró la Pascua con los ciudadanos de Tarvisium… Entonces llegó un mensajero anunciando que los sajones se habían rebelado, masacrando a sus rehenes, rompiendo los votos sagrados… Habían pacificado el castillo de Aeresburg… Avanzando desde allí pensaban hacer lo mismo en Sigiburg… Los franceses, con la ayuda de Dios, les vencieron. Pero para pacificar la fortaleza, los sajones no pudieron destruirlos, como habían hecho con los otros, así que comenzaron a preparar sus fuerzas y catapultas… Cuando los sajones vieron que las cosas no iban bien comenzaron a construir un andamiaje para atacar el castillo… Pero la voluntad y la bondad de Dios son grandes, y el mismo día en que prepararon el ataque contra los cristianos, la gloria de Dios se manifestó sobre la iglesia de la fortaleza… Los que observaban, muchos de los cuales aún viven, dicen que vieron algo similar a dos grandes escudos rojizos que se movían sobre la iglesia… Y cuando los paganos que estaban fuera lo vieron se llenaron de confusión y, aterrorizados, huyeron de allí… La multitud se volvió loca de pánico, matándose unos a otros… Nadie podía explicar cómo la bondad de Dios había ayudado a los cristianos… Los cristianos se sintieron reconfortados y oraron al Señor que había enviado su poder sobre ellos.
… De los escudos partían grandes llamaradas, que destruyeron las murallas."

Abbot Einhard
Annales Eginhardi
Tomada del libro Mis «primos» de J. J. Benítez





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