Diego José Abad

El orden magno de los siglos nace de nuevo
Ya la nueva progenie desciende desde el alto cielo.
Permanecen los vestigios de nuestro crimen, siendo tú jefe,
Vanos ya, salvarán las tierras del perpetuo horror.
Morirá la serpiente y la hierba falaz de veneno.

Diego José Abad
Poema heroico


"Hasta aquí, buen Dios, he llegado; y de mi exigua labor por ti emprendida a que Tú pagas las cosas pequeñas, a tu modo, con grandes, este gran premio para mí pido: Que cuando los lazos corpóreos y cárcel me sueltes, aquellas palabras que, niño, en verso español recitaba, escritas del vate Javier, sean ellas mis últimas, y ellas también los íntimos de mi vida postreros suspiros. Para que arda, Dios Santo, y me inflame en tu amor, no me mueven los dones del cielo ofrecidos, ni me impelen del Tártaro penas horrendas a no hacerme, protervo, pecar por Ti. Esto me mueve: Jesús, mirarte, carísimo, con tres golpes clavados a un infame madero, el rostro sangriento, y con crueldad lacerado, entre oprobios morir y expirar en tormentos. Me enciendo a tu vista y así hierva mi pecho, que si ni penas a mí ni gozos quedaran, por mí aún te temiera y aún siempre te amara. Quita, pues no queda por mí, los preparados magníficos premios; porque aunque ellos me quites, no menos que hoy te amo, te amaré ardientemente."

Diego José Abad y Sánchez 
De Dios y de Dios Hombre


"¡Qué soberbia locura! Agobiado el orbe con el peso de nuestros delitos, gime y desmaya. Los más de los hombres, con bestial vileza, se revuelcan por tierra a placer y a una dicha, sin memoria del cielo, con olvido de Dios. ¡Cuántos espantables perjurios juntos de la indómita lengua!; ¡cuántos y cuántos destrozos de la loca soberbia!; ¡cuántos daños de la enferma y pálida envidia que con venenoso diente todas las cosas calladamente roe!; ¡cuántos perjuicios de la rabiosa ira, que de un continuo anhela por sus fauces apetitos de sangre! Estas son las tres Furias, las hermanas del Tártaro, las tres fugitivas que a su placer vagan entre nosotros. Todavía resta otra que con más señorío asoma su cabeza infame: la maldita avaricia (…) Arrebato mis ojos a otra parte: guerras horrendas, hombres medio yertos que flotan entre mares de sangre, y cabalgaduras y armas y confusos cadáveres. Aquí va una cabeza; allá un cuerpo sin sonrisa y sin nombre; acá una mano que se ahoga en el manantial de su sangre, una mano sin dueño, pero que aún tiene arrestos para menear el acero."

Diego José Abad
Poema heroico


"Y para ti, oh, México, fue exhibida una gran señal, de modo que fuera 
adorada con fe, como augurio sagrado del cielo, alcázar eterno para ti en 
los siglos venideros. Pues, por mandato de la Madre de Dios, que visitaba tu 
suelo, los montes secos del invernal diciembre se poblaron de rosas que fueron 
recogidas en una tilma áspera y rústica. Así, ante el obispo (una cinta que 
pendía cubría el sagrado tejido) el indígena exclamó: ¡milagro! Y he aquí que 
apareció impresa en la tilma la imagen más hermosa de la Santa Madre de 
Dios, asentando su pie sobre un ángel y coronada de cóncava luna, con peplo 
celeste, bordado de innumerables estrellas, llevando en su cabeza, radiante 
corona y toda su figura rodeada por la luz del sol. Ella es así, como en el sereno 
cielo la había visto el vidente de Patmos en su sosiego, del mismo modo y 
aspecto. Nada es más amable ni más hermoso que Ella en toda la Creación. 
¡Cómo te recuerdo!, ¡cómo me parece verte ahora mismo, Virgen mía! Lo 
que tú determinas, eso es lo que hago. Y desde aquí te envío, rememorándote 
en mi humillación, todos mis pensamientos, todos mis suspiros, porque ellos 
mismos quieren volar hacia ti."

Diego José Abad
Poema heroico











No hay comentarios: