Francis MacDonald Cornford

"El cinismo es la culpa venial y acosadora de la juventud en declive, y la desilusión su última ilusión."

F. M. Cornford


"El motivo político en el seno académico es bastante honesto. Es miedo, timidez genuina, perpetua y sentida de corazón. Todos los Argumentos Políticos están dirigidos a esta pasión. ¿Alguna vez has notado cómo la gente dice, 'me temo que no...' cuando quieren decir, 'creo que no...'?"

Francis MacDonald Cornford



"La filosofía presocrática empieza con […] el descubrimiento de la naturaleza; la filosofía socrática empieza con el descubrimiento del alma del hombre."

Francis MacDonald Cornford
Tomada del libro El arte de la buena vida de William B. Irvine, página 20



"No existen castas hereditarias, sino unos estratos de la sociedad en los cuales los ciudadanos de cada nueva generación se van distribuyendo, únicamente en virtud
de su temperamento y habilidades naturales. Primero está el tipo del comerciante, los amantes de la riqueza y de los goces que la riqueza puede comprar. En segundo lugar, los amantes de la gloria y del poder, que desean distinguirse en la vida activa. En tercer lugar, los hombres a quienes Platón llama filósofos, los amantes de la sabiduría y del conocer, los espectadores de toda edad y de toda existencia; expresión ésta que recuerda una anécdota sobre Anaxágoras, el amigo de Pericles. Cuando le preguntaron a Anaxágoras qué era lo que según él hacía la vida digna de vivirse, replicó: "El estudio de los cielos y del orden en todo el mundo".
Pues bien, si es verdad que los hombres pueden ser aproximadamente agrupados de acuerdo con esas variedades temperamentales de su móvil predominante, y si la sociedad puede servirse de este hecho natural, entonces existe la posibilidad de que estos tipos divergentes persigan cada uno su propia satisfacción, juntos, sin competición ni conflicto. Tal es la clave de la solución platónica al problema social. No propone convertir a todos sus ciudadanos al ideal de un solo tipo humano, sino más bien reclutar a los individuos de cada tipo, tan pronto como sus disposiciones puedan averiguarse, para el puesto que les es propio, y asegurarse de que permanezcan en él y cumplan con su función. Lo que a Platón le parecía fallido en la sociedad existente era que todos esos tipos humanos no se mantenían en el lugar que les era propio. Los tipos del emprendedor y el ambicioso siempre tratan -y con éxito- de controlar la vida del Estado y de dirigir su acción hacia las metas que ellos valoran. De aquí que la sociedad sea gobernada por hombres a quienes no es posible concebir fin más alto que hacer de su país el más rico y el más poderoso. Por desgracia, la riqueza y el poder son lo que Aristóteles llama "bienes por los que se puede luchar"; ni el individuo ni el Estado pueden condescender ante un ilimitado apetito hacia ellos si no es a costa de los demás. El único remedio que Platón podía ver consistía en transferir el poder político supremo al tercer tipo. El objeto de su apetito no es un objeto de competición. Si un hombre adquiere saber, ello no es a costa de su vecino. Por el contrario, cuanto más saber consiga, tanto mejor resultará para los otros, si saben sacar ventaja de ello. Tal ventaja consiste en constreñirle -por más reacio que se sienta- a que tome el mando del Estado."

F.M. Cornford
La filosofía no escrita



"Samuel dijo a Saúl que sus asnas habían sido encontradas; Eliseo comunicó al rey de Israel cuantas palabras pronunciara el rey de Siria en su dormitorio. Una gran parte de la literatura didáctica adopta la forma de una contienda en la que dos videntes o bien dos sabios o poetas se desafían mutuamente a realizar una exhibición de su conocimiento o de sus poderes de adivinación. En la Melampodia, atribuida a Hesíodo, Calcante pregunta a Mopso cuántos higos hay en un árbol determinado. Entonces Mopso dio el número correcto y Calcante murió como consecuencia de su derrota. De un modo similar, el Mahabharata nos cuenta cómo un rey (y no un brahmán) fue capaz de establecer el número exacto de hojas y frutos de un árbol cuando pasaba por delante de él montado en su carro. Se decía que Apolo, aunque fingía buscar siempre el consejo del sabio Centauro, era conocedor no sólo de lo que acaecía y cuándo tendría lugar, sino también del número de hojas que brotaban en primavera, así como de la cantidad de granos de arena existentes a orillas del mar y de los ríos. La contienda entre Homero y Hesíodo, aunque sea una manifestación tardía, pertenece a esta forma tradicional, como también sucede posteriormente en el caso de la competición entablada entre los trágicos ya desaparecidos en las Ranas de Aristófanes, y quizá también en las contiendas musicales y poéticas que tenían lugar en las grandes fiestas.
Sin embargo, en general, la obligación práctica más importante del vidente era prever el futuro o, en el caso de no poder hacerlo intuitivamente, inferir las intenciones de los dioses interpretando sus signos y presagios. Esta es la pseudociencia consistente en ofrecer augurios a los que Platón y, en general, los antiguos, distinguían claramente del ejercicio de la adivinación intuitiva o inspirada. Se considera un procedimiento racional de hacer inferencias o conjeturas comparable a la tarea de descifrar un mensaje codificado. La filosofía natural tenía que entrar necesariamente en conflicto con las pretensiones del vidente."

F.M. Cornford
Principium sapientiae


“Solo hay un argumento para hacer algo; el resto son argumentos para no hacer nada.”

Francis MacDonald Cornford



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