Antonio Joaquín Afán de Ribera

El laberinto

Leopoldo. Pura y bella
la creía, el desengaño
destrozando el corazón
hace aumentar la pasión
porque es su aumento en mi daño.
Tengo celos, no me ama
¿qué partido he de tomar?
el mejor... voy á marchar
y ahogaré de amor la llama.
Pedro. ¡Que estáis diciendo, señor!
según el lenguaje entiendo
habláis de marchar corriendo
renegando del amor.
De modo que la señora
que ansiaba vuestra venida,
se vá á quedar resentida
con vuestra salida ahora.
Decís la carta os despide?
yo no lo comprendo; y luego
os esperaban con fuego
que más vuestro pecho pide.
Será quizás desvarío
leedla otra vez,
Leopoldo. Para qué.
Pedro. Dádmela acá. (Le dá la carta.) Pues á fé
que esto no es escrito mío.
Leopoldo. ¡Como! que decís?
Pedro. Si tal;
yo le he escrito al Señorito
y recuerdo que este escrito
no lo notára...cabal.
D. Leopoldo, es un enredo
y el hilo yo lo he de buscar.
Leopoldo. Sabes sé recompensar,
y lo que hacer por tí puedo.
Pedro. Vuelva al pecho la esperanza,
y nuestra empresa sigamos,
y con el refrán digamos
paciencia todo lo alcanza.
Mas se escucha gente fuera
haceos el desentendido.
Leopoldo. Sabes cumplo lo ofrecido.
Pedro. Vuelva mi ilusión primera.

Antonio Joaquín Afán de Ribera y Gónzález de Arévalo


La estrella de la esperanza

Carlos... Caballero
¿de que os mostráis sorprendido?
Pasar podéis en buen hora
dejo el puesto que no es mío
para que lo ocupe otro,
por que es otro el preferido.
Marques. Como gustéis, Capitán,
mas por si acaso advertir
que nunca podré reñir
con amigos de D. Juan.
Carlos. Os comprendo, Caballero;
después de haberme insultado
me tenéis por perdonado,
perdonado, y ciño acero.
Marques (Mi cólera en rabia crece.)
Carlos (Con ironía.) Aunque esto claro se explica
esperando mujer rica
la vida no pertenece:
cuando un bello porvenir
ante la vista se alcanza
es muy grata la esperanza
de gozar y de vivir.
Marques. Y si sabido es bastante
que no es ya lo que antes era,
partido mas cuerdo fuera
el quitarme de delante.
Carlos. Marques, camináis sin tino;
un insulto me lanzáis,
y no en vano provocáis
la cólera del marino.
Salid fuera, vive Dios,
decida el lance la espada
y quede de esta jornada
uno vivo de los dos.
Marques (Con calma.) Me decíais hace poco
que quien la vida anhelaba
y ser dichoso esperaba,
si tal hacía era un loco.
Carlos. Pero quien haciendo alarde
de ese irónico denuedo
en calma convierte el miedo
es solamente un cobarde.

Antonio Joaquín Afán de Ribera


Pajarita de las nieves

"Pajarita de las nieves"
de los fríos mensajera,
que en los hielos del arroyo
sin temores jugueteas,
y en los surcos que la escarcha
endurece como piedra,
con tu pico agudo buscas
la semilla de la siembra;
bajo tu leve plumaje
has de tener una hoguera,
cuando resistes ufana
del invierno la inclemencia.
Te miro moverte a saltos
al borde de las acequias,
por eso el vulgo te llama
"nevatilla" o "lavandera".
Tú no sabes que produce
tu alegría, en mí, tristeza,
recordando las venturas
que gocé en la primavera.
Ya los árboles sin hojas
grata sombra no me prestan,
ni el amante ruiseñor
trinos lanza en la arboleda.
Ese viento embravecido
eco fúnebre asemeja,
y los copos de la nieve
el sudario representan.
De entre un cielo tormentoso
sol con nubes no calienta,
y la lluvia con su ruido
cual las noches me desvela.
Si del tallo quiere alzarse
atrevida la violeta,
una gota de rocío
al helarla, me la quema.
Pajarita del invierno,
huye donde no te vea,
y torne la golondrina,
mi amiga, mi compañera.
En un ángulo, en la torre,
allí su nido conserva;
lo guardo como reliquia,
tal vez no viva a su vuelta.
Tú a mi corazón helado,
ninguna ilusión le llegas,
sólo esperanza, si huyes,
de que otra estación se acerca.
Pajarita de las nieves,
yo celebro tu belleza;
mas si está blanco el cabello,
llama ardiente se desea.

Antonio Joaquín Afán de Ribera








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