Luis Alberto Costales

"Aspiro morir entre la penumbra de oro de una tarde, escuchando el musitar opaco y tenue de la lluvia..."

Luis Alberto Costales


Canto Cósmico

Y todo lo compendia: las selvas rumorosas,
enjambre de peñones y las fuentes undosas,
tumulto de horizontes, cenitales esferas,
los piélagos más hondos, las ustorias cimeras,
oscuros precipicios, y toda la desmesura
que estremece de asombro o llena de pavura,
el estrago, la vida, el esplendor, lo augusto,
el tiempo en rol de lago, de farallón adusto,
desnudos remolinos de espacios y de cosas,
conflagración de abismos y de auroras fastuosas;
se exultan y concitan en colosal abrazo
con el volcán más bello y gallardo, el Chimborazo:

Grito petrificado de blasfemia bravía
lanzado por la tierra, domo de sinfonía
y canto de elementos hecho perennidad
de resplandor; desnudo témpano de verdad
que alzado en torbellinos de basalto y de nieve
sostiene el firmamento; su supremo relieve
de celestes abismos incendia su blancura;
ata los estupores de inmensidad y altura;
toral en el asombro orgiástico del espacio
se indumenta en la tarde de bronce y de topacio
y quebranta la absorta vastedad de la noche
haciendo de su amianto un límpido derroche;
su blanca exuberancia navega entre huracanes
por la hornacina azul; magnate de volcanes,
con lengua que chorrea torrentes de arrebol,
devora las galaxias, y deglutiendo al sol
galopa por los siglos desatando turbiones
geológicos, hunde sus amplias dimensiones
sobre el lomo del tiempo, desde el yacente
muro profundo del pasado al confín del futuro;
acrinado de nubes, en súbitos corajes,
cunde sombras y espasmos en todos los paisajes;
con amplios torbellinos que su fauce resuella 
derruye y aniquila las remotas estrellas;
conlleva eternidades de noble jerarquía;
en su adusto volumen choca la lontanía;
su medular sustancia de diamantes helados
contiene las estibas de tiempos congelados.

En la cima la roca desnuda, elegía
sobre almenares rojos, se torna alegoría
de altivo desafío y de risco acechante
en batallas de niebla; traspasa los extensos
alcores de la historia; porque todo comienza
y termina en su cima indoblegada y tensa.

Catedral de los Andes, ceñida de tormentas
amplias y amotinadas, ritualiza violentas
conflagraciones cósmicas prestas al cataclismo,
invitando a la fuga por secretos abismos.

Yo creo, ¡Oh, Chimborazo! que si tuvieras alas,
con un fardo de siglos y tus cósmicas galas,
en inaudito impulso alzarías el vuelo
tras las constelaciones, hasta el final del cielo
llevando las señales que descubren tu nombre,
la palabra liviana con que prolonga el hombre
sus insomnios, su angustia, sus manos derruidas,
las altas cicatrices de ilusión inasida,
el tropel de su impulso que es blasfemia, alarido,
grito, plegaria o canto de su espíritu herido,
de su estambre de carne que cabe en la ternura,
en el llanto, en el odio y en las llamas impuras.

En lo alto del espacio tu fuerza quebraría
los círculos centrales del fuego y la energía;
hollarías las hondas cavernas de la nada,
las islas del silencio y la fuente callada
del olvido y la muerte; llevarías tu reto
de altura hasta el abismo de soledad repleto.

En ti se ovillarían la luz y los colores
de estrellas y galaxias, los lóbregos alcores
de tiniebla y sus lagos que vierte la crecida
noche de los espacios; sorberías la vida
y todo su inexhausto torrente de eufonía,
las súbitas cascadas del ritmo y melodía,
que abundoso derrama el Cósmico Sistema;
la verdad, la belleza,
la libertad suprema,
que subyacen absortos en el acantilado
de los hondos misterios; y quizás, ya cansado,
al final de tu errancia, con gran solemnidad,
te hundirías en la fuente que empoza eternidad.

Luis Alberto Costales



“Con pensamientos claros y limpios y la práctica del bien seréis hombres transparentes y justipreciados, como el agua de las fontanas de las altas montañas, como el rocío que desciende del firmamento y se acuna y brilla en la mañana, como el diamante que resiste duros golpes y continúa impertérrito irradiando esplendores y venciendo las agresiones de la sombra y la tiniebla.”

Luis Alberto Costales


“Cuando las sombras te sigan, levántate muy temprano.”

Luis Alberto Costales



“¡Desgraciado el que no haya amado más que los cuerpos, formas, apariencias¡ La muerte se lo arrebatará todo. Procurad amar las almas.”

Luis Alberto Costales



El hombre

Este es el hombre:
ser fastuoso de fe
y de éxtasis inagotables
al centro de la vida
y de la conciencia cósmica,
hasta la orilla de Dios;
barro visionario y dúctil
por estupor de infinitos
entre espesura de vértices,
de corazón presto a la aventura,
listo al desafío,
apto para rebeldías
y sacrificios supremos,
para proclamar con libertad,
su amor y sus pasiones,
con gesto de ala, huracán y relámpago;
alma tallada en fraguas esotéricas
y nutrida de abismos;
ideales como girasoles
que se estiran hacia el sol de la verdad.

Polen, sílaba y sal de los siglos,
memoria de historia
escrita en fogatas voluptuosas;
vórtice sensual que arremolina cimas,
sembrado en todas las dimensiones,
penetra apoteósico en toda parte,
develiza los elementos
para diafanizar el rostro de las cosas,
el valor de los seres;
se expresa himnal o sálmico,
y su mensaje-credo
va de labio en labio, ebrio de sol, de vida,
erótico, sensual y mágico,
hasta engendrar las culturas
en perpetuo devenir;
en busca de renovación estética
va y viene en lucha cataclísmica,
hipersufre,
sobremuere cada instante,
de bruces en el suelo,
en la asperidad de los senderos;
su sien en la esperanza ,
en el inmenso azul en movimiento,
con su extraña costumbre
de místicos tremores
y de fatiga onírica;
para renacer uno y plural
en cada día,
en cada emoción,
como estambre demiúrgico,
en asunción de afanes
y de ansiedad colosales,
encandilado de ilusión,
obstinado de utopías,
entre solfataras del bien y del mal.

¡Ah, su pensamiento-verbo!
Es diástole de grandeza suprema,
que concita en la gloria del Sí
todo lo creado;
dínamo caudal de luz
nacida en la hondura de fuego
borbotón de deseos,
que irrumpe en el tiempo,
percute en el espacio con estridor de grito;
redescubre y recrea la materia,
ata y desata la energía;
es ácido en la blasfemia,
borrasca en el coraje,
bálsamo humildecido para el llanto,
radiantía de astros con candor de plegaria,
como de lejanías que se aproximan,
música inexhausta con tacto de caricia,
clamor de angustia para que esplenda la belleza
sobre lo insólito y prodigioso;
escafandra para bucear la noche,
los misterios,
y sorprender sus límites
de silencio;
esquife para llegar al sol
y al infinito.
Y así: buido con la ciencia,
la filosofía, el arte,
con la razón acrecida
en hontanares sin fronteras,
ansía beber zumos de dicha,
todas las formas de la holganza fáustica;
florecer en la fosforescente dimensión del átomo,
en los macroalvéolos del universo;
henchido con la potencia de todo,
quiere subir a las ojivas de la sabiduría;
con ardentía de llamarada pura,
en transfiguraciones espirituales,
horadar la nada,
cercenar los espacios
y compartir El Absoluto.

Y sin embargo:
¡Qué incógnita oscura la sustancia de su ser!
¡Qué pavoroso misterio su destino!...
Tras si la sombra en remolinos de espanto,
de finitud y miseria,
derruyendo su huella,
mordiendo los despojos de su frente,
la lenta podredumbre de sus huesos;
su sien oscurecida cien veces
por densa niebla de mito y fanatismo,
las tiritantes púas del vacío
acosándole por los cuatro costados;
los vórtices de la ambición y del instinto
estallando incesantes
sobre la piel humillada,
y despedazando la entraña;
y más adentro,
la ciénega ictérica de la soledad
conciliándole con el silencio
y con la humildad de sí mismo,
vaciándole de engaños,
herrumbrándole de hastío
y de tristeza intransferibles,
convirtiéndole en ceniza,
húmeda de lágrimas
y arterias desolladas;
su mano chorreando crueldad,
esparciendo injusticia,
contorsionando su sangre
con mordeduras de odio, rencor y venganza;
huracanes de furia,
violencia institucionalizada,
guerra total –desate del avernopara holocausto supremo de pueblos
en piras de infamia…

¿Obsesión al martirio?...
¿Culto al dolor y a la muerte?...
¿Epopeya brutal de la raza?...
¿Genocidio trágico?...

Este es el hombre:
viajero inexhausto del ensueño,
llagado de enigmas y de dudas,
torturado de incendios y tinieblas,
en vigilia constante
bajo vibrantes espejismos espectrales,
donde grita la vanidad,
serpean la hipocresía y el vicio;
ego sumergido en clepsidras milenarias,
peregrino en bajel de eternidades,
y náufrago de su propia sangre
por los rumbos de la carne y del espíritu,
desde la burbuja auroral de su beso primero
y de su llanto sin tregua,
hasta la ofrenda a los vientos astrales
y puertos imaginíficos.
A sabiendas que al final de su destino
está el abrazo absoluto del abismo.

Este es el hombre:
manantial de sinfonía
y de ternura,
con júbilo de estrellas
y parábolas cósmicas,
que lanza intrépido, retador, sublime,
su desnuda jerarquía de relámpago angustiado
a las claraboyas concéntricas de la verdad,
de la vida,
de la muerte,
y de Dios.

Luis Alberto Costales



“El vicio enferma los sentidos.”

Luis Alberto Costales


“Esta es mi soledad, a donde no alcanza la envidia, sí, mi orgullo, tan simple como desnudarme ante el sol.”

Luis Alberto Costales



“Estoy consciente, creo que he muerto la mitad de mi vida...”

Luis Alberto Costales



“Fatígate para bien.”

Luis Alberto Costales



“Frustra la muerte y el olvido con el velo azul de la poesía.”

Luis Alberto Costales



“La duda flagela la conciencia.”

Luis Alberto Costales



“La hipocresía empaña al sol.”

Luis Alberto Costales



“La ingratitud atemoriza al mundo.”

Luis Alberto Costales



“La mujer cuando niña es libélula suavísima de prodigios alabastrinos; cuando joven es flor de vida; cuando madre tórnase sustancia del universo.”

Luis Alberto Costales


“Me duele el dolor del hombre con su eterna fatiga de deseos y su relatividad última.”

Luis Alberto Costales



“Me expreso. Luego existo. Y puedo llamarme hombre.”

Luis Alberto Costales



“No quiero ser prisionero del tiempo y del espacio...”

Luis Alberto Costales



“No te mezcles en la sonora lucha y el vaivén de las gentes, para que no te contamines de locura o vanidad.”

Luis Alberto Costales


“Pido perdón al tiempo. Pongo mi palabra en plaza pública - qué más da - para que le muerda un perro, le agreda la intemperie, le asfixie el smoke de tanta mentira, de tanto olvido putrefacto, que no pudo pasar por los sumideros sociales; y tanta moda burda...”

Luis Alberto Costales


“Un día... Sobre el llanto acumulado de los seres y la eterna conmoción de los mares, se alzará la savia límpida y clara de la vida y volverá a gemir alegremente la armonía y la esperanza. Del Universo se levantará el himno más intenso y alto para cantar la grandeza del hombre.”

Luis Alberto Costales























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