Al Alvarez

"Como para demostrar que su afirmación era cierta, Mo escribió un relato inexpresivo sobre la expedición para el Alpine Journal, el más serio de todos los medios especializados. Le dedicó al descenso desde la cima oeste hasta el campamento base la extensión de un soneto, catorce mínimas líneas, donde además incluyó su opinión personal acerca de aquella semana tan dura: «Curiosamente no resultó una experiencia terrorífica y, si bien no fue placentera, desde luego no estuvo exenta de emoción». Ni una referencia a las manos congeladas ni a su caminata de los últimos dos días. Fue una manera de contrarrestar el despliegue publicitario.
Aun así, el Ogro vino a corroborar una vez más esa verdad que había aprendido seis años antes, después de la expedición al Toro: existe un abismo infranqueable entre las expectativas de los medios y las de los escaladores. Cuando al año siguiente lo invitaron a sumarse a una expedición de estrellas al K2, dijo que no.
En lugar de eso, se fue con tres amigos íntimos — Martin Boysen, Bill Barker y Pete Minks— a intentar la cara oeste del Gasherbrum IV. En 1976, un año antes de la epopeya del Ogro, Boysen y Mo habían escalado las torres del Trango, una serie de elegantes columnas de roca de más de seis mil metros en la cordillera del Karakórum. «Desde la cima del Trango busqué el glaciar Baltoro y contemplé esa inmensa extensión llena de picos. Es un espectáculo increíble, el conjunto de montañas más maravilloso del mundo. Pensé: tengo que subirlas. Y la cara oeste del Gasherbrum IV sencillamente me hacía la boca agua». En 1958, cuando el gran alpinista italiano Walter Bonatti realizó su primer ascenso al Gasherbrum IV por la arista este, observó la cara oeste, de tres mil metros, y comentó impresionado que aquella tal vez fuera una vía para la década de 1980. Visto así, Mo y sus amigos llegaban diez años antes. No alcanzaron la cumbre, aunque lo habrían hecho si Minks no se hubiera caído y fracturado un tobillo. Los otros tres siguieron ascendiendo hasta casi siete mil metros —unos novecientos metros por debajo de la cima—, donde el tamaño y la inclinación de la pendiente, la mala calidad de la roca, la dificultad técnica del lugar y el agotamiento físico los detuvieron. Al final Bonatti tenía razón: el primer ascenso a la cara oeste se produjo en 1985, y hoy se la considera la vía más difícil del subcontinente indio."

Al Alvarez
Alimentar a la bestia


"Cuando yo iba al colegio había un profesor de física, inusualmente apacible y bastante desorganizado, que se la pasaba hablando en broma del suicidio. Era un hombre bajito de ancha cara rojiza, gran cabeza cubierta de rizos grises y una sonrisa permanentemente atribulada. Se decía que en Cambridge, contrario a la mayoría de sus colegas, había obtenido en su asignatura la nota más alta. Un día, hacia el final de una clase, señaló tenuemente que quien quisiera cortarse la garganta debía cuidarse de meter primero la cabeza en una bolsa, pues de lo contrario dejaría todo hecho un desastre. Todo el mundo se rió. Luego sonó el timbre de la una y todos los muchachos salimos en tropel a almorzar. El profesor de física se fue en bicicleta a su casa, metió la cabeza en una bolsa y se cortó la garganta. No dejó un gran desastre. Yo quedé tremendamente impresionado.
(...)
Después de todo esto debo admitir que soy un suicida frustrado. Es una confesión triste, pues en realidad, no hay nada más fácil que quitarse la vida.
(...)
Yo preparé el acto cuidadosamente, durante largo tiempo, con una suerte de pertinacia ciega. Tal constancia tenía como centro único de mi vida que todo lo demás se volvió irrelevante, mera diversión. Todo arrebato esporádico de trabajo, todo éxito o decepción menor, cualquier momento de relajación y calma parecían apenas una pausa temporaria en un firme descenso por capa tras capa de la depresión, como el de un ascensor que parase un instante camino al sótano. En ningún punto se me ocurrió bajarme o cambiar la dirección del viaje. Y a pesar de todo nunca lo hice.
(...)
Ya no me consideraba infeliz; sólo "tenía problemas". Manera esta optimista de decirlo, ya que los problemas implican soluciones, mientras que la infelicidad es una condición vital con la cual hay que convivir, como el mal tiempo. Una vez hube aceptado que nunca habría respuestas, ni siquiera en la muerte, descubrí sorprendido que ya no me importaba mucho si era feliz o infeliz; ya no existían "problemas" ni "el problema de los problemas". Y eso en sí ya era el comienzo de la felicidad. Hoy parece ridículo haber aprendido tal perogrullada de una forma tan dura, haber tenido casi que morir para poder crecer."

Al Alvarez, nacido como Alfred Alvarez 
El Dios salvaje


“Cuantas más investigaciones técnicas iba leyendo, más me convencía de que lo mejor en mi caso era abordar el suicidio desde la perspectiva de la literatura, para ver cómo y por qué tiñe el mundo imaginativo de los creadores.”

Al Alvarez


"El mundo material siempre me fascinó tanto como el mundo de las ideas."

Al Alvarez


“El suicidio era otra de las cosas que Sylvia y yo teníamos en común. Los dos éramos socios del mismo club y hablábamos a menudo del tema. Y es algo que también integra el legado de remordimiento que me dejó. Como adicto avezado a la adrenalina siempre había creído que el arte de verdad era un asunto riesgoso y que los artistas se lanzan a experimentar con nuevas formas no para llamar la atención si para escandalizar sino porque los viejos procedimientos ya no les sirven para lo que desean expresar. En otras palabras, lo que Sylvia aportó de nuevo tenía poco que ver con la experimentación técnica y muchísimo con la exploración de su mundo interior –un viaje al fondo del sótano para confrontar  a sus propios demonios–.”

Al Alvarez


“Hoy resulta inconcebible que alguien haya vivido tan alegremente desconectado de la realidad política cuando el Holocausto estaba a la vuelta de la esquina. Pero casi todo lo que sucedió en mi primera década de existencia parece inconcebible visto desde el presente, empezando por el nivel de vida que llevaban mis padres: una niñera, una cocinera, dos mucamas con vestido de algodón almidonado, focia y delantal blanco con puntilla.”

Al Alvarez


“La literatura no es solo un tema sobre el cual sé algo; es una disciplina que, por encima de todo, se ocupa de lo que (Cesare) Pavese llamó ‘el oficio de vivir’.”

Al Alvarez


"Me encantan las palabras y todo lo que se puede hacer con ellas, y me encanta la intrincada tarea de usarlas bien; pero sentarse a escribir, leer libros y mirar por la ventana requiere una disciplina nada fácil para una persona inquieta y adicta a la adrenalina como yo. El mundo material siempre me fascinó tanto como el mundo de las ideas, y muchas veces me valí de la escritura para satisfacer mi necesidad de estar en contacto con la naturaleza, de hacer cosas, de conocer lugares y de probar todo lo que estuviera a mi disposición.

Años atrás, cuando era joven y arrogante, adquirí la costumbre de salir a jugarme la vida –más que nada en las montañas, pero también en mi carrera profesional–. Mi amigo Mo Anthoine, que compartía este hábito, lo llamaba “alimentar a la bestia”, y yo alimenté a la mía sin ninguna prudencia, convencido de que no tenía nada que perder. Nací con algo que aparentaba ser cáncer; los médicos –y también mis padres, hasta donde sé– daban por hecho que difícilmente alcanzaría la pubertad. Quizá yo percibí sus temores y llegué a compartir esa certeza. Por los motivos que fueran, jamás creí en mi propia inmortalidad; siempre me consideré una persona con las horas contadas, alguien que nunca iba a tener que preocuparse por cumplir tres veintenas y diez años más.

Sin embargo logré festejar mi cumpleaños número sesenta con un ascenso que ya había hecho una década atrás –y esa segunda vez me resultó incluso más fácil–. “Puedo seguir con esto para siempre”, pensé. Estaba equivocado. En 1960, en Gales, me había fracturado una pierna que nunca quedó del todo bien, y después de treinta años de uso intensivo el cartílago del tobillo estaba completamente desgastado: todavía podía caminar, aunque con mucho dolor, hueso contra hueso. Durante unos meses opté por ignorar la situación, pero el verano siguiente, en Italia, casi no pude ni renguear hasta la base del lugar que quería escalar. Por un tiempo sostuve la farsa del montañismo en los riscos de Harrison, unos peñascos bajos al sur de Londres, hasta que finalmente –y a regañadientes– dejé de intentarlo. Tenía sesenta y tres años.

Más adelante, sin embargo, empecé a darme cuenta de que la vejez no implicaba –necesariamente– una existencia póstuma: se trataba tan sólo de una vida distinta, y más me valía aprovecharla mientras durara. Sí, puede que el cuerpo se me estuviera cayendo a pedazos, pero en cierto modo nunca me había sentido más vivo, ni el mundo me había parecido un lugar más lindo, más deseable, más conmovedor. Nado en las aguas ambarinas de los estanques de Hampstead Heath desde que soy muy chico; ahora voy casi todos los días, los doce meses del año. Este libro (En el estanque) es una crónica de algunos de esos chapuzones."

Al Alvarez


“Según T.S. Eliot, ‘los poetas inmaduros imitan, los poetas maduros roban’. Lo que quiso decir, entiendo, es que la mayoría de los escritores se inician en este oficio fatal enamorándose de otros autores, imitándolos y luego descargándolos a medida que van hallando una voz propia. Es lo que me pasó con Housman, Auden, Empson y D. H. Lawrence. (John) Donne, en cambio, era un poeta demasiado remoto, difícil y talentoso como para tratar de emularlo. Sin embargo me parecía un modelo a seguir en muchos aspectos, como hombre y como escritor. Me enamoré de él a los quince años y aún hoy lo adoro, más de medio siglo después. Fue una especie de matrimonio ideal: como encontrar a la persona perfecta en el momento justo, sentar cabeza y vivir felices por siempre.”

Al Alvarez


"Yo había creído que la muerte sería así: una visión sinóptica de la vida, crisis por crisis, de golpe explicada y justificada, redimida, un Juicio Final en las bobinas y circuitos del cerebro. En vez de eso tenía un agujero en la cabeza, un enorme cero, nada. Me habían timado."

Al Alvarez










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