Antoine Faivre

"Algunos creyentes, en términos de trascendencias, revelaciones religiosas, etc., nos dicen: “son unos reduccionistas”. Ahora bien, para utilizar correctamente el reduccionismo, hay que distinguirlo de lo que yo llamo hiperreduccionismo. Para el historiador, es necesario ser reduccionista. Esto significa, por ejemplo, cuestionar las condiciones históricas, sociológicas, de redacción y de apariencia de los libros de la Biblia, dejando atrás cualquier idea preconcebida, tanto si se es creyente como agnóstico. Reducir un objeto que se estudia es contextualizarlo, buscar las condiciones de su aparición. El trabajo del historiador es, pues, en primer lugar, un trabajo de reduccionismo. Pero el hiperreduccionismo es otra cosa. Es decir, una posición ideológica que hay que proscribir. Es afirmar a priori que lo que hemos conseguido desmantelar (reducir) históricamente (o sociológicamente, o psicológicamente) no contiene ninguna verdad trascendente. Se trata de una actitud anticientífica, ya que un científico no tiene por qué cuestionar la Verdad con V mayúscula.
Aquí me gustaría recordar una posición adoptada para nuestro campo de estudio, y también para el de otros estudiosos de diversos sectores de la historia de las religiones, la etnología, etc. Es la del agnosticismo metodológico. En otras palabras, sea uno creyente o no, por un lado, se trata de estudiar los discursos, las prácticas rituales, etc., de los individuos o grupos humanos que creen tener acceso a niveles superiores de la realidad; por otro lado, y al mismo tiempo, se trata de plantear que como investigadores con pretensión científica no tenemos acceso a esos niveles, por lo que nos conformamos con estudiar los discursos y las prácticas de las personas que creen tenerlo. El hecho de que un scholar observe un agnosticismo metodológico no es incompatible con el hecho de que pueda ser creyente en tal o más cual cosa fuera del trabajo, o que vaya a comulgar, o que se comunique y crea en los orishas. No faltan personas que no lo entienden y que a menudo nos dicen: “you are split…”, cuando se trata simplemente de una cuestión de disciplina intelectual. Así que no confundamos el agnosticismo metodológico con un ateísmo que, según los que yo llamo hiperreduccionistas, debería ser la posición a priori del investigador científico –una insinuación anticientífica, repito."

Antoine Faivre



"Ciertamente, uno no puede dejar de notar ciertas convergencias. Al no tener un espíritu cientista (sino científico), al no practicar el hiperreduccionismo (sino un reduccionismo bien templado), no refuto sistemáticamente los discursos de quienes intentan revelar la relación entre ciencia y religión, por ejemplo. Pero, con razón o sin ella, me he dado cuenta de que ello no conduce a gran cosa al final, como tampoco lo hace tratar de unir astrología y astronomía (o astrofísica). Otro ejemplo: la alquimia es una corriente esotérica occidental relativamente específica, si se la considera no como una práctica material de transformación de metales en oro, sino como una práctica espiritual transmutadora (piénsese en esta idea de transmutación como el cuarto de los criterios definidos anteriormente en relación con la taxonomía que propuse). Las ciencias de la vida trabajan más en la noción de transformación, en este caso, de mejora, desde una perspectiva inmanente, no trascendente.

Dicho esto, la idea de las correspondencias universales (el primero de los cuatro elementos constitutivos de la taxonomía propuesta) tiene obviamente ciertas analogías en las microciencias. En la psicología analítica, la idea de sincronicidad, desarrollada por Carl Gustav Jung, es también similar a la de las correspondencias universales. Es cierto que tanto en los discursos esotéricos como en los científicos no se aplica la lógica aristotélica de la no contradicción y del tercio excluido. Observo que siempre hay personas que reflexionan, dan conferencias, organizan coloquios, etc., dedicados a la relación entre, por ejemplo, la forma esotérica del pensamiento en el sentido en que la entendemos, por un lado, y ciertos avances de la ciencia, por otro. Por mi parte, me conformo con observar esto con cierto interés, pero nada más."

Antoine Faivre



"En primer lugar, diría que el estudio de nuestro campo de investigación arroja nueva luz sobre viejas cuestiones, sobre todo sacando a la luz ciertos “eslabones perdidos” que las fronteras tradicionales establecidas entre otras especialidades podrían haber ocultado. Se puede decir que este campo no es marginal, sino transversal, porque “atraviesa” la teología, la historia del arte, la filosofía, la religión, etc. Su estudio nos hace revisar, desde nuevas perspectivas, importantes aspectos de la historia de los hechos religiosos en Occidente. El historiador puede aprovechar ahora estas actualizaciones tanto más cuanto que el declive general de la creencia en los “grandes relatos” de la modernidad va de la mano de un interés por los modos de pensamiento que una concepción normativa de la historiografía había dejado atrás hace tiempo.

El estudio de las corrientes esotéricas occidentales modernas es, por tanto, según su expresión, “una contribución al marco general de las ciencias humanas contemporáneas”. De hecho, cuestiona un cierto número de prejuicios que siguen siendo relevantes hoy en día. Me refiero a la relación entre los fenómenos religiosos y el proceso de modernización/secularización en Occidente. La incompatibilidad entre estos últimos y los primeros, estipulada por el discurso modernista, parece contradecirse, y todo contribuye a demostrar que estas corrientes (cristianas o no), en particular, han demostrado una asombrosa capacidad de supervivencia adaptándose y asimilándose. Vinculados como estaban a este proceso general de secularización religiosa, representan una dimensión –a menudo todavía mal comprendida– de esta sociedad que se ha vuelto pluralista.

También pienso en el interés de historiar los discursos antiesotéricos. Un estudio serio de estas corrientes implica necesariamente un estudio de los discursos “a favor” y “en contra” de ellas, a favor o en contra de sus representantes, tanto en el contexto cristiano como en el secular. Este aspecto de la investigación historiográfica no puede sino contribuir a esclarecer la aparición y las transformaciones de conceptos como magia, ocultismo, etc., que, para bien o para mal, han sido elementos fundadores de la Historia de las Religiones y de la Antropología, hasta el punto de convertirse en parte integrante de nuestras formas de pensar. No olvidemos que conceptos como estos, a menudo cargados de implicaciones negativas, fueron aplicados por los occidentales a las culturas no europeas solo después de habérselos aplicado a sí mismos con un espíritu dirigido, de hecho, contra lo que consideraban sus propios “demonios internos”.

Por decirlo de otro modo: se trata de reexaminar constantemente ciertos conceptos historizándolos; de cuestionar algunos de los “grandes paradigmas” que a menudo siguen rigiendo nuestra comprensión de la historia; de someter a una problematización constantemente renovada algunos de los mecanismos ideológicos que siguen funcionando en el patrimonio teórico de esta “disciplina” llamada Historia de las Religiones. Esta problematización debería centrarse, en particular, en la retórica de la exclusión y en las “grandes prohibiciones” mediante las cuales el objeto que estudiamos, y otros situados en su entorno, han sido relegados durante tanto tiempo a la condición de Otro, el religiosamente otro…"

Antoine Faivre




"En primer lugar, unas breves palabras sobre las llamadas sociedades iniciáticas. Decía antes que esoterismo es una palabra con muchos significados diferentes, y que a menudo se utiliza como sinónimo de secreto, o iniciático, o lo que sea; en otras palabras, que se utiliza de todo tipo de maneras. Siempre hay que tener en cuenta el siguiente principio: las palabras no tienen ningún significado (quiero decir: ningún significado en sí mismas), sólo tienen usos (usos de los que se trata precisamente de hacer la historia…). Resulta que existen en el Occidente moderno (me cuido de no hablar aquí de las tradiciones orientales y del lejano Oriente, ya que no soy un especialista certificado…), en este Occidente que es Europa con todo lo que ha propiciado (ese gran bebé llamado América y sus satélites), muchas sociedades iniciáticas de carácter esotérico (en el sentido que antes le di a este adjetivo).

Esta parece estar poco presente durante el Renacimiento, aparece más bien tímidamente en el siglo XVII, y se desarrolla a partir de entonces, en gran parte debido a las transformaciones de la llamada masonería especulativa. Nacida en torno a 1717 y todavía muy viva, apenas se autodenominó iniciática en sus inicios, pero a partir de mediados de siglo asistimos a una plétora de creaciones de altos grados (situadas, por tanto, al margen de los tres grados llamados azules: Aprendiz, Compañero, Maestro), altos grados que, en muchos casos, extraían su simbolismo de un corpus de referencias de carácter esotérico (teosofía cristiana, cábala, alquimia, aritmología, etc.). En la segunda mitad del siglo XIX, apareció la corriente esotérica conocida como Ocultismo, a raíz de la cual surgieron numerosas sociedades iniciáticas de carácter esotérico.

La segunda parte de su pregunta se refiere indirectamente, si entiendo bien, a las sectas. También aquí debemos ser claros en el uso de las palabras. En Francia y en otros lugares de Europa se han tomado medidas oficiales antisectas (Estados Unidos es más permisivo en este sentido). Por ejemplo, en 1995 el Gobierno francés pidió a la Asamblea Nacional que creara una comisión parlamentaria para elaborar un informe sobre las sectas.

Desgraciadamente, de este informe se desprende que los miembros de la Asamblea Nacional que formaron parte de esta Comisión no aportaron ninguna definición seria de lo que debían entender por sectas, y no parecen haber buscado el asesoramiento de ningún sociólogo o historiador de las religiones, sino que entrevistaron a personas decepcionadas con las asociaciones que habían dejado y de las que se inclinaban por decir lo peor. Este informe es sorprendente: contabiliza nada menos que ciento diez asociaciones en Francia, a las que califica de sectas, y por tanto supuestamente peligrosas. Sin embargo, la gran mayoría de ellos son, de hecho, Nuevos Movimientos Religiosos (NMR) que no son peligrosos en absoluto…

Massimo Introvigne y Jean-François Mayer, ambos grandes especialistas en NRM, y otros sociólogos e historiadores, entre los que me encuentro, estudiaron entonces el asunto. A continuación, elaboramos una obra colectiva, Pour en finir avec les sectes (1996), en la que se demuestra que la lista debería haberse limitado a sólo tres o cuatro sociedades que merecieran el nombre de sectas. En lugar de meter en el mismo saco a todo tipo de inofensivos NMR y perjudicarlos así, la comisión habría hecho mejor en llamar sectas sólo a las sociedades dirigidas generalmente por un gurú, en las que es fácil entrar y muy difícil salir sin perder plumas psicológicas y financieras.

Posteriormente, Pierre Messmer, nuestro antiguo ministro de las Fuerzas Armadas y entonces secretario perpetuo de la Académie des Sciences Morales et Politiques, me invitó a venir a rendir cuenta de la situación ante dicha Académie. Así que dibujé un diagrama, que, por supuesto es solo una construcción, también sujeta a revisión. Es un triángulo, o más bien una pirámide, con tres niveles. La de abajo es imprecisa, y corresponde a lo que se llama la New Age.

El paisaje se aclara un poco más en la planta superior, este es el melting pot que llamamos New Age. Como sabe, hay una gran cantidad de literatura de la New Age. Es de gran interés para nuestra especialidad, ya que, si bien recurre de buen grado al corpus de referencia de las corrientes esotéricas, también se inspira, por ejemplo, en las ideas de Carl Gustav Jung sobre los arquetipos, los libros de Mircea Eliade y los de Joseph Campbell. En el piso de arriba, he colocado los NMR. La tercera y última planta del triángulo –la punta, una zona pequeña– se supone que está ocupada por los propios cultos, en el sentido de sociedades en las que es muy fácil entrar y muy difícil salir."

Antoine Faivre



"... me gustaría empezar recordando que la palabra esoterismo es, como tantas otras (religión, espiritualidad, misticismo, etc.), tan polisémica y cargada semánticamente que desempeña el papel de un mot-valise [palabra-valija], o mot-wagon [palabra-vagón]. Mi colega Jean-Pierre Laurent prefiere el mot-autobus [palabra-autobus]: en cada parada, la gente se sube, y otros se bajan… Igualmente, con estos términos, cada uno elige lo que le conviene. Por ejemplo, se suele decir que el esoterismo es lo que es secreto, ¡pero el historiador no puede trabajar con una noción tan general! Y en las librerías francófonas se ven a menudo secciones llamadas Ésotérisme –en inglés suelen ser las de Occult o Metaphysics–, que son un cajón de sastre donde se reúnen temas dispares como el yoga, el tarot, la astrología, la magia, las sociedades secretas, etc. La lista varía según el lugar y la temporada…

Para que exista una especialidad, primero hay que definirla. En otras palabras, se trata de construir su objeto. Por supuesto, si decide dedicarse, por ejemplo, a campos como la historia del protestantismo en Prusia en el siglo XVII, o la de la teología cristiana en el XII, esto no suele ser necesario: el objeto ya está ahí, todo trazado (o casi…, solo hay que intentar circunscribirlo bien). Pero para el esoterismo era diferente: había que darle un sentido, no filosófico, no universalista, sino histórico. En otras palabras, para crear el objeto.

Cuando en 1965, mi predecesor (François Secret) fue elegido para un Departamento de Estudios en la EPHE, no sabíamos muy bien cómo llamarlo, y terminó siendo Historia del Esoterismo Cristiano. La decisión se tomó a falta de un título mejor, pero sobre todo porque el candidato Secret era un erudito del siglo XVI especializado en la historia de la Cábala cristiana durante el Renacimiento. Este título estorbó a Secret durante los años que ocupó este cargo, ya que no tenía ningún deseo de crear un objeto específico. Cuando en 1976 llegó el momento de presentarme a su sucesión, sugerí al Consejo Científico que, en cualquier caso, sería el momento de cambiar el título sustituyendo el sustantivo singular (esoterismo) por algo más preciso, de mayor connotación histórica (en este caso, el adjetivo esotérico, en plural). De hecho, al examinar un material vasto y complejo, que se exhibe a la observación, me di cuenta, y no era necesario ser muy brillante para ello, de que había un cierto número de corrientes de pensamiento que compartían un cierto “aire de familia” (en el sentido en que lo entiende Wittgenstein, por ejemplo).

¿Qué les une? ¿En qué consisten? Pensé que sí, para una Dirección de Estudios como esta, nos remontáramos a la antigüedad tardía (por ejemplo, al Corpus Hermeticum) estaríamos lidiando con un campo demasiado amplio. Los anticuarios y medievalistas habrían estado justificados al decir: “¡Nos están pisoteando!” Y he observado que estas corrientes aparecen, por diversas y complejas razones históricas, sobre todo a partir de finales del siglo XV. En esa época resurgieron, por ejemplo, la llamada alquimia espiritual y el hermetismo neoalejandrino.

Pero al mismo tiempo, apareció la Cábala cristiana (después de 1492, cuando los judíos fueron expulsados de España). A principios del siglo XVII llega la gran corriente de la llamada teosofía cristiana (Jacob Böhme fue el primer gran representante), y al mismo tiempo, el inicio de la corriente conocida como rosacrucismo… y está la corriente conocida como “ocultismo”, que aparece a partir de mediados del siglo XIX… Cada una de ellas tiene su propia especificidad, pero también posee puntos comunes con respecto a las otras.

¿Qué tienen en común? Y es en un intento de responder a esta pregunta que podríamos considerar la construcción del objeto. No se trataba, por supuesto, de construirlo a partir de una idea general, como la del secreto. Cuando se construye un objeto que no está ya, por naturaleza, preparado (como en los dos ejemplos citados anteriormente), es necesario basarlo no en un único elemento constitutivo (lo que conduce inevitablemente al universalismo), sino en varios, que deben ser identificados.

En este caso, teniendo en cuenta el vasto material que se expone, he creído poder distinguir cuatro principios. Estos son: la idea de las correspondencias universales (lo de abajo es como lo de arriba, o sólo lo refleja, o ambos interactúan) –véase la astrología, por ejemplo–. La idea de la Naturaleza Viva (la naturaleza es un personaje sui generis, un dramatis personae que se relaciona con el ser humano, con lo divino). La idea de la imaginación creativa: existiría en cada uno de nosotros una especie de intellectus, que podría ponernos en contacto con niveles superiores de la realidad. No de cualquier manera, sino con la ayuda de mediaciones (personajes como los ángeles, o sistemas simbólicos como las cartas del tarot, etc.). Este es el cuarto elemento constitutivo, la idea de transmutación; en efecto, los tres primeros se quedan en cierto modo en letra muerta o en teoría si no son dinamizados de alguna manera por la idea de transmutación. Transmutación de la materia, o adquisición de un cuerpo de gloria mediante ejercicios de meditación, etc. Esta taxonomía puede aplicarse a varias corrientes, por lo que el objeto se constituye en ellas al mismo tiempo.

Por supuesto, esto es sólo una construcción y, como todas las construcciones, es sólo provisionalmente operativa. No lo presenté como una verdad en sí misma, sino sobre la base de observaciones empíricas, y no sobre la base de ningún a priori ideológico. Este enfoque fue adoptado muy rápidamente por una serie de estudiosos, a menudo, y comprensiblemente, con críticas, modificaciones o enmiendas que llevaría demasiado tiempo discutir aquí."

Antoine Faivre













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