Ciro Alegría Bazán

"El hombre es igual al Río, profundo y con sus reveses, pero voluntarioso siempre."

Ciro Alegría


"En la lucha había perdido terreno el del zaino y ya llegaban los otros y rodeaban los eucaliptos casi juntos y comenzaban la bajada. Tres potros violentos rodaron cortos trechos por la pendiente y todos temieron por los jinetes, pero ellos se pusieron en pie y fueron en pos de sus animales. Otros, de verse muy retrasados, habían ido abandonando la partida. Sólo quedaban en la brega el ganador, Benito Castro y otro que montaba un canelo. De bajada casi todos los caballos son iguales y el blanco se acercó al zaino. Llegaron al llano juntos y, antes de perder ventaja, Benito se ciñó y agarró el canasto.
El poseedor, un cholo prieto le echó una mirada de relámpago y dio un violento tirón. Tenían fuerza ambos y se la sintieron desde los pies hasta los pelos. Jadearon, se remecieron, ajustando las piernas para afirmarse y echando el cuerpo hacia un lado para aumentar la potencia del esfuerzo. Y los caballos corrían lado a lado hasta que de repente, en forma sorpresiva, Benito dio un tirón de riendas y su caballo volteó hacia la derecha y el otro jinete, desprevenido para resistir esa maniobra, salió de la montura y cayó al suelo. Trató de sostenerse, pero Benito aceleró el galope y su rival tuvo que soltarse del canasto para no ser arrastrado sobre unas espinosas tunas que surgieron al paso. El competidor restante logró acercarse, pero no puso mucho empeño en atrapar el canasto y Benito Castro pasó entre los postes, saludado por los gritos de júbilo y vivas, triunfante. La cabeza del gallo colgaba inerte. Todos afirmaban que había sido una excelente carrera, muy rápida, con dos atracos y tres revolcones, y el mismo patrón se acercó al ganador y le regaló un cheque de a libra diciendo: «De esos brazos quiero en mi hacienda». Juliana llevó chicha a Benito y ambos, entre un círculo de curiosos, descosieron la cubierta. Ahí estaban los treinta soles, contantes, y desde luego el gallo, muerto.
Ya llegaban los perdedores, a tranco calmo, y Benito, al dar un vistazo al cholo del zaino, comprendió que la partida no terminaba todavía. Estaba demudado y lo miraba con unos ojos inyectados que parecían coágulos de sangre. No le faltaría pretexto para armar pleito, pues en la noche se realizaría un baile. Y Rosendo le había dicho: «Si algo merezco de ti, que sea un ofrecimiento: no meterte en lo que no convenga». El se lo había ofrecido y he ahí que ahora iba a pelear sin duda y nadie sabe en lo que acaba una pelea. Esa cuchilla que ganó en el unshe era quién sabe un presagio. Quedaría perseguido de nuevo, más inculpado."

Ciro Alegría Bazán
El mundo es ancho y ajeno



“Esto de tratar de explicar la vida de uno mismo, me parece una tarea difícil... después de todo, ¿qué sabe uno de su propia vida? Tenemos solo referencias de lo que creemos ha sido nuestra experiencia personal...”

Ciro Alegría



“Para nuestros ojos, no hay confines. Todo es una inconmensurable pampa. Luego llegaron los inmigrantes, las delimitaciones, el alambre de púa, las escuelas. “Gobernar es poblar” “Gobernar es educar”. La Pampa perdió su condición silvestre.”

Ciro Alegría




"Por donde el Marañón rompe las cordilleras en voluntarioso afán de avance, la tierra peruana tiene una bravura de puma acosado. Con ella en torno, no es cosa de estar al descuido. Cuando el río carga, brama contra las peñas invadiendo la amplitud de las playas y cubriendo el pedrerío. Corre burbujeando, rugiendo en las torrenteras y recodos, ondulando en los espacios llanos, untuosos y ocres de limo fecundo en cuyo acre hedor descubre el instinto rudas potencialidades germinales. Un rumor profundo que palpita en todos los ámbitos, denuncia la creciente máxima que ocurre en febrero. Entonces uno siente respeto hacia la correntada y entiende su rugido como una advertencia personal. Nosotros, los cholos del Marañón, escuchamos su voz con el oído atento. No sabemos donde nace ni donde muere este río que nos mataría si quisiéramos medirlo con nuestras balsas, pero ella nos habla claramente de su inmensidad."

Ciro Alegría
La serpiente de oro










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