Hebe Uhart

"Aquí estoy acomodando las plantas, para que no se estorben unas a otras, ni tengan partes muertas, ni hormigas. Me produce placer observar cómo crecen con tan poco; son sensatas y se acomodan a sus recipientes; si éstos son chicos, se achican, si tienen espacio, crecen más. Son diferentes de las personas: algunas personas, con una base mezquina, adquieren unas frondosidades que impiden percibir su real tamaño; otras, de gran corazón y capacidad, quedan aplastadas y confundidas por el peso de la vida."

Hebe Uhart
Guiando la hiedra



"Cuando tenía veinte años hice mi primer viaje al exterior, fui en tren a La Paz, tardamos tres días en llegar y se podía hacer sociabilidad dentro del tren. Yo fui con Julia Leguizamón, que tenía unos años más que yo. Para mí ella era el colmo del misterio y de la sofisticación intelectual, algo de lo que yo carecía. Tenía un aire a Jeanne Moreau, estaba siempre recostada en la cama del camarote y si salía era como si no tuviera más remedio que hacerlo, como si el pesado mundo le impusiera unas obligaciones agobiantes. Los razonamientos más agudos y fascinantes salían de sus labios sin que ella dejara de observarse en un espejito, se depilaba los pelos invisibles con aire de reina desterrada que se quedó sin criada para esas tareas inferiores y como si estuviera humillada permanentemente por esa situación. Yo la admiraba por la naturalidad con que enunciaba sus razonamientos, que para mí eran descubrimientos (yo los hubiera proclamado por todo el tren), y también por la forma de procesar su pasado desconocido para mí. Una vez pasábamos por un café al que yo quería entrar. Ella dijo: "Aquí no, hay fantasmas". Yo entendí eso de modo literal y pensé: "¿Creerá en fantasmas?". Dije algo al respecto tímidamente y me dio a entender que el asunto era simbólico, pero no me atreví a preguntar más nada. No daba lugar."

Hebe Uhart
Un viaje a La Paz




"Cuanto mejores los cuentos, la didáctica se puede obviar si el material es interesante. Y añadía: El taller no enseña a escribir, sino que es un empujón."

Hebe Uhart


"En mi casa no tenía acceso a la lectura, apenas unos libros de mi hermano, que eran muy teológicos. No fui estimulada a escribir, nadie me pidió ni me obligó a que escribiera. Pero, seguramente, debe haber habido un estímulo subterráneo, alguna cosa que hay en las casas porque, si no, ¿para qué mi mamá me contaba tantas historias? Hasta que un primo, más culto, me dijo: «Tenés que leer a Neruda, a Guillén y a Vallejo». Y los leí. Después entré en la Facultad de Filosofía y empecé a vincularme con otra gente sabia con la cual hablábamos de libros."

Hebe Uhart



"Hay que saber irse de un cuento o de una fiesta. Nada peor que esos que se quedan de más."

Hebe Uhart


"Imaginación no creo que haya tenido tanta. Tuve la suerte de nacer en un pueblo donde mis padres conocían a muchas personas, conocían la vida de todos y hubo muchísima transmisión por la vía paterna y materna; mi mamá era una gran contadora oral, era maestra y directora de escuela."

Hebe Uhart


"Juan de Garay funda el puerto de Santa Fe con la intención de conectar Paraguay y el Alto Perú con el Río de la Plata. Santa Fe dependió primero de Asunción y cuando se fundó el virreinato de Buenos Aires. Pensándolo bien, es una provincia abierta a todos los vientos: está abierta a Córdoba (Sancor, la gran cooperativa tambera significa Santa Fe-Córdoba), a Entre Ríos por el puente se llega en 20 minutos y es ruta hacia las provincias del norte y hacia Buenos Aires. Hace ocho años que no vengo y encuentro remodelada toda la zona del puerto. El hotel “Los Silos”, el casino y el shopping cercano están hechos sobre los Silos primitivos. Visto a la distancia, desde un largo puente peatonal que lleva al microcentro y construido para evitar el gran tráfico de la costanera, se ve el hotel, de muchos pisos, el casino, un Coto gigante y un enorme barco varado. El hotel tiene una puerta que comunica con el casino. En el hotel regalan vales de diez pesos para jugar, sólo utilizables si se le añade diez pesos a cada uno. Pero no sólo eso, las batas que venden en una especie de freeshop en el casino son las mismas que quedan a disposición del huésped en la habitación del hotel. Al preguntar por esto, me dicen: “El hotel, el casino y el shopping corresponden a la misma sociedad, los torneos de póker se hacen en el hotel”.
Santa Fe tardó mucho en tener casino; la Iglesia se oponía al mismo; según las malas lenguas porque percibía muchos ingresos de la lotería, según las buenas, porque acarrea la perdición de la gente.
A la noche me puse a jugar un poquito para disimular que tomaba notas (entré de día con un anotador en la mano y me dijeron que no se puede). En la puerta están la bandera argentina, la de Santa Fe y la del casino. Tiene de largo más de una cuadra y un mundo de vigilantes, encargados de bar y de juegos, barrenderos que barren constantemente. Cada dos o tres metros hay un barcito para que la gente no tenga que salir afuera a tomar algo; si sale afuera, recapacita sobre lo que está haciendo y se va. Hay como flashes de luz, destellos constantes de los juegos iluminados, desniveles, escaleras, todo eso hace que uno se sienta mareado y confundido, puedo anotar lo que quiero porque nadie mira a nadie, cada uno, como Antón Pirulero atiende su juego. Pero no es cierto que no me miran: el de vigilancia me está mirando, parece un guardaespaldas, dispuesto a intervenir en el primer entredicho. ¿Qué argamasa une a los jugadores, qué tienen en común? Me parece que una cierta opacidad, un no darle importancia a la ropa, algunos están vestidos sólo como para cubrirse, nomás. Pero no creo que exista un perfil posible general del jugador: creo que cada uno lo hace por motivos distintos. Vi una señora de más de ochenta años con un bastón, con aspecto de respetable abuela. Una mujer de unos cuarenta años, de pelo rubio teñido de casi blanco, con zapatos puntiagudos y un saco de grandes florones. Su vestido es negro. El vivo contraste entre su pelo y el negro, la vestimenta tan neta me hace pensar que debe ser una persona que cree en extremos dramáticos: el triunfo o el fracaso. Sospecho que quiere ser otra: más linda, más elegante, mejor teñida. Pasa una señora con cara de pocos amigos, me parece que le pide una revancha a la vida, piensa que ella se merece más."

Hebe Uhart
Visto y oído


"La escritura es algo comunicable. Creo que tiene razón Mansilla cuando dice que la mayoría de los argentinos no valoran lo que escribe Fray Mocho y prefieren a los españoles que escriben de manera más retórica, más lindo, ¿viste? Yo suscribo lo que escribe Fray Mocho porque escribe como habla y yo escribo como hablo. Ese es el estilo argentino, escribir más cerca de lo que se habla. Es interesante: Mansilla inaugura el estilo argentino de decir lo que le parece. Es una linda cosa nuestra de desprejuicio, que sé yo, de no mirar con prejuicio."

Hebe Uhart


“Limpiaba con los labios metidos hacia dentro, en un gesto que deformaba su boca, como si ésta, en vez de ser un medio de comunicación hacia afuera, le mandara mensajes internos a su cabeza.”

Hebe Uhart


"Lo de naif tal vez venga de que yo trabajo con material de cosas que pasaron ya hace mucho, y entonces quedan con ese tonito medio elaborado, ya visto; digamos que el conflicto ya está oculto. Y después, porque nunca trabajé el tema del sexo, jamás se me ocurriría escribir una novela erótica, por ejemplo. Eso puede ser lo que da cierta pátina de ingenuidad. Pero yo no creo que sea naif, porque parece como fama de pelotuda, ¿o no? Una nena. No me gusta."

Hebe Uhart


"Los animales están muy presentes en la vida de las personas. Me interesa la inteligencia animal, que es extraordinaria; tienen particularidades individuales como nosotros. A 40 kilómetros de Santa Rosa hay un ornitólogo, Miguel Santillán, que tiene una casa detrás de una floresta erigida en 1947 y nunca jamás pintada. Me recibe con una tabla de carne y fruta toda picadita, es para las aves; van todas a un árbol y tres veces por día les da de comer. Les da carne picada de primera calidad, desgrasada. Y los chimangos, caranchos de la laguna, que está lejísimos, se vienen a ese árbol porque deben haberse contado que él da de comer."

Hebe Uhart



"Los cuentos los hago después de pasados los momentos de ira o de amor. En el momento, no puedo dar cuenta de un estado de ánimo: ¿cómo escribir si es un amor viviente, cómo, si creo que mi furia es santa y que tengo razón? Pasados cinco años, en un cuento puedo decir cuál es la cualidad de ese amor, de qué forma es ese amor, qué cosas se decían, con qué palabras peleaban."

Hebe Uhart


“Me pasaba algo con relación al tiempo libre: no encontraba qué hacer y todo lo que hiciera era más bien para evitar otra cosa.”

Hebe Uhart



"No es lo mismo conocer el mar a los tres años que a los 80. Tiene el valor de lo inaugural. Y también hay una objetividad interesante, porque en la infancia todos saben qué tío te quiere y qué tío no, y eso se pierde más tarde."

Hebe Uhart


"No recuerdo haber tenido críticas malas, me gustaría."

Hebe Uhart


"No soy ni campesina ni urbana. Soy suburbana. Respecto a su nombre y origen afirmaba: Hebe me lo pusieron porque alguna Hebe les habrá parecido simpática o linda. Uhart es vasco-francés. Mis abuelos maternos son genoveses y los paternos vascos. Mi mamá era hija de italianos y comprendía italiano pero no lo hablaba. La abuela hablaba cocoliche. Vasco no sabía nadie."

Hebe Uhart


"Pienso y siempre pensé que la conciencia de la propia importancia conspira contra la posibilidad de escribir bien, más aún, pienso que la hipertrofia del rol le juega en contra a un escritor y a cualquier artista. Cuando veo que alguien hace gala de su rol, sospecho que no escribe bien."

Hebe Uhart



"Viajar sirve para darte cuenta de cómo sos; a mí me gusta viajar, pero me gusta volver."

Hebe Uhart



"Y qué iba a necesitar yo, tenía la televisión en la pieza y ya me hallaba lo más bien y ya le conocía a sus amigos. Eso sí, tenía amigos hombres y mujeres. (Con los hombres ella no se enredaba. Ella les hablaba como si fuera, un decir, otro hombre.) Ella tenía una amiga que era fiscala, pero no hablaban de cosas de justicia. Y tenía otra que tocaba el bombo, que así le llaman a un tambor morrudo, tocaba una música triste que te tiraba en medio de la zanja.
Nunca una polca, un suponer una guaraña. Y esa música tan triste las dos decían que era Iporaité. Y la del bombo trajo unas veces un indio, igual en todo al mono carajá, que tocaba música más triste. Y ese era un indio sinvergüenza, se comía todo el queso y se tomaba todo el vino. La señora Marta decía que el indio era un descubrimiento más grande que el descubrimiento de América. Sería así nomás, mas yo estaba cansada de atenderle. Siempre estaba a punto de mandar y para más me hablaba con voz de mando. Más después resultó que la señora Marta les temía a una ñandui, la araña chiquita. Una noche escuché un grito tan fuerte que temí una desgracia, era que había visto dos ñandui que ya habían hecho su ñandutí. Ella estaba sin habla y yo creyente en algún aparecido, ella me señalaba con el dedo y yo no veía. ¡Una mujer tan alta, tan aseñorada, desconfiar de esas chiquititas! Ella me rogaba que les mate, pero yo no, trae mala suerte, vino el portero y les bajó. Ella me rogaba que les mate, y parecía Lorenzo, el de la novela Amor eterno, que ruega no se vaya su amor, que era un amor eterno, separado por el propio Dios. Asimismo se murió Felipe, de viejito nomás, él siguió a una paloma y como estaba entorpecido de las patas, se cayó del balcón. La señora Marta gritaba: –¡Mi gato se suicidó! ¡Mi querido Felipe!
Y entró a llamar por teléfono para anoticiar a sus amistades del suicidio. Y más después entraron a llamar otras amistades, que le daban el pésame y a cada uno le decía palabras nuevas y cuando uno pensaba que se habían acabado los dichos, ella sacaba quién sabe de dónde nuevas palabras, iba contando el sucedido de otro modo. Y yo pensaba: “¡Cómo maneja tan bien el español, que lo aprende en los libros, ella siempre llevando libros y papeles de un lado para otro, cosas limpias, no como allá en el campo, que partíamos la leña para el fuego y la mamá amasaba el chipáguazú para todos, que tenía las manos como milanesa. Y entraba a pensar en los chicos, ojalá en lo futuro manejen papeles de acá para allá, sin entorpecimiento del humo y de la lluvia."

Hebe Uhart
Turistas




"Yo empecé a hacer los viajes porque se me agotaron las ganas de escribir ficción y me pareció más revelador salir por el mundo a mirar."

Hebe Uhart









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