Hervey Allen

"Cada nueva generación es una nueva invasión de salvajes."

William Hervey Allen



"De repente todo esto había resultado insoportable para el coronel. Había tratado de emplear el mayor tiempo posible de la licencia concedida para permanecer en su hogar, pero no pudo hacerlo bajo esas circunstancias, pensando malgastar el tiempo que aún le quedaba de ese precioso mes intentando explicar lo que sentía a malhumorados vecinos y dudosos amigos. Lo que necesitaba, sobre todo, era calma y sosiego. Para ser rigurosamente ciertos, también algo de convivencia. Así que con bastante presteza concluyó sus asuntos en la Plaza Kenneth, alquiló la granja y vendió alguno de sus animales y sin decir nada ni despedirse de nadie, tenía todo dispuesto para ponerse en camino una mañana, al alba, a Philadelphia.
Era cerca del final de Septiembre y la primera vez que en el aire de aquella temprana mañana se respiraba el toque helado del otoño. También era la primera vez que el coronel había regresado a su hogar con una Licencia. Se sintió feliz y libre de preocupaciones, casi como un niño. No le habría importando incluso cantar. Pero él conocía demasiadas personas serenas como para permitirse el lujo de cantar a esa hora tan intempestiva de camino a Philadelphia, además de temer ciertos comentarios que podrían ser perniciosos, engalanado ya con el brillante uniforme. Una extraña figura, con su sombrero de cordones áureos deslustrados y sus enormes fauces rebosantes de humor, sus ojos fruncidos a causa del sol y unas quemaduras completamente negras para ocultar una expresión juvenil que podría no ser adecuado para un coronel de caballería. Eso nunca haría que el coronel del sexto regimiento de Pennsylvania se sintiera más joven de lo que en verdad era. Del mismo modo que nunca rompería el silencio de la mañana entonando una canción. Alguien se asomaría a la ventana y diría: “Ahí va Nathaniel Franklin, totalmente borracho”, “Otra vez ebrio”. Así se expresarían. Los conocía perfectamente, con sus narices aplastadas contra el panel de la ventana, olisqueándole. Pronto se libraría de ellos y estaría combatiendo de nuevo en el frente. Justo entonces se comprometió a silbar en vez de cantar y conducir como un poseso."

Hervey Allen
Acción en Aquila



"Don Luis se reclinó en el asiento del coche, el cual había sido cómodamente reparado hacía un mes en Dijon, e inhaló el aroma de los viñedos de Livorno con gran satisfacción.
Estaba en las postrimerías de un viaje de trabajo que le había llevado de Madrid a París y la certeza de poder descansar sus doloridos huesos en una confortable cama le confería un encanto adicional a esa noche, además de las agradables vistas que podía contemplar en el camino de Pisa a Leghorn.
Su ánimo se aprestaba a disfrutarlas en completa soledad.
Tras una ausencia de cerca de un cuarto de siglo en torno a los reinos de España, el marqués de Vincitata retornaba a la Toscana, su tierra predilecta. Estaba pensando, mientras permanecía reclinado en el lujoso asiento, aunque la tapicería estaba un tanto descolorida y pasada de moda, que todo ser civilizado debería regresar siempre a Italia.
Él había incluso compuesto un epigrama acerca de ello.
En ese preciso instante, cuando el ruido de dieciséis cascos tronaba por la aldea de San Marco, estaba intentando escribir el epigrama sobre una pequeña pizarra fácil de manejar para ese propósito. No le era posible escribir a menudo cuando estaba de viaje, aunque estuviera afianzado sobre los mejores muelles de acero y el desnivel de la carretera romana, que había sido tardíamente reparada por Bonaparte, era excesivo. Tan suave era el pavimento de piedra que recorría que no tenía dificultad alguna para trazar las letras sin romper su delicada pluma.
Ante este triunfo de la ingeniería moderna alzó la vista con una mirada divertida y una expresión de ligera complacencia en sus ojos."

Hervey Allen
Anthony Adverse
















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