Stanislaw Lem

“A los silenciosos no se les puede quitar la palabra.”

Stanislaw Lem


“Cuando el agua te llega a cuello, no te preocupes si no es potable.”

Stanislaw Lem



“Cuando no sopla el viento incluso la veleta tiene carácter.”

Stanislaw Lem



“Cuando saltes de alegría, cuida de que nadie te quite la tierra debajo de los pies.”

Stanislaw Lem



“El amor a la patria no conoce fronteras ajenas.”

Stanislaw Lem



“El destino de un hombre puede estar henchido de significado; el de algunos centenares no tanto; pero la historia de miles y millones de hombres nada significa, en el sentido literal del término.”

Stanislaw Lem


"El paisaje iba perdiendo poco a poco sus colores. Las formas se diluían, como sumergidas bajo una capa de agua. En la distancia se perfilaban los ocres pliegues de paredes o laderas rocosas. Sobre todo aquel confuso caos flotaba un suave resplandor, como el de los rayos del sol poniente, aunque el sol estaba oculto tras las nubes.
A ambos lados del paso, cada vez más amplio, se alzaban oscuros colosos en forma de maza, en una doble fila regular. Parecían estrechos globos, enormemente altos. Cuando el vehículo cruzó por debajo del primero de ellos, las sombras de la gran forma acentuaron el crepúsculo. El coordinador encendió los faros y al instante todo lo que caía fuera del cono de luz se tornó oscuro, como si de pronto hubiera descendido la noche.
Las ruedas se deslizaban sobre dunas de escoria petrificada. Los fragmentos de escoria tintineaban como cristal. Los conos de luz exploraban las tinieblas. Cuando caían sobre las paredes de los contenedores o de los globos, se encendían con todos los colores del arco iris. Habían desaparecido los últimos vestigios de suelo arcilloso. Ahora rodaban sobre una superficie suavemente ondulada, parecida a lava petrificada. En las hondonadas había oscuros y superficiales charcos de agua, que se dispersaban, chasqueando, bajo las ruedas. Ante la pared de nubes se divisaba una construcción negra semejante a una columnata, tan delicada como una telaraña. La tenue tela unía dos construcciones en forma de maza, distanciadas entre sí unos doscientos metros, y en las que aparecían máquinas caídas de costado. En la abovedada arquería había grandes aberturas. Podían verse en ellas puntas de las que colgaban jirones requemados. El vehículo se detuvo. Comprobaron que el metal estaba corroído por el orín. Así entonces, las máquinas debían estar allí desde mucho tiempo atrás.
El aire era cada vez más húmedo. Llegaba hasta ellos un viento que les traía un olor a quemado. El coordinador redujo la marcha y se dirigió a los cimientos de la siguiente construcción en forma de maza. Cruzaron una plancha, de bordes desconchados en algunos lugares, engarzada con láminas transversales provistas de un sistema de muescas. La parte inferior del edificio era una larga línea negra que se ensanchaba, aumentaba y, finalmente, se transformaba en una entrada. El tabique que la coronaba se abovedaba en forma cilíndrica. Era imposible calcular a primera vista sus verdaderas dimensiones. Sobre el hueco que se abría oscuramente y llevaba a una profundidad desconocida se alzaba un techo fungiforme, que colgaba rugoso, como si el arquitecto se hubiera olvidado de él y lo hubiera abandonado en aquella forma inacabada.
Avanzaban ya bajo el amplio techo. El coordinador levantó el pie del acelerador. La espaciosa entrada finalizaba en las tinieblas. Las luces de los faros se perdían desvalidamente en ellas. A derecha e izquierda se sucedían anchos montones de ruinas cóncavas abovedadas, que ascendían como las vueltas de enormes espirales. El vehículo frenó y avanzó lentamente, siguiendo el canal que llevaba a la derecha.
Una absoluta oscuridad les rodeaba. Ante los conos de luz aparecían durante segundos, en los bordes del canal, largas filas de mástiles inclinados, insertados como telescopios. De pronto, algo flameó sobre ellos con múltiples luces. Al levantar la cabeza, divisaron una danza de fantasmas que despedían un pálido fulgor. El coordinador conectó el faro de gran ángulo junto al volante e iluminó el entorno. El rayo luminoso se deslizó sobre blancas formas parecidas a escarabajos, como si ascendieran por los peldaños de una escalera. Surgidas de la oscuridad, resplandecían con un óseo brillo blanco y desaparecían al instante. Miles de imágenes reflejadas les herían los ojos con cegadoras llamaradas."

Stanislaw Lem
Edén


“El progreso de la medicina nos depara el fin de aquella época liberal en la que el hombre aún podía morirse de lo que quería.”

Stanislaw Lem



“El que busca el cielo en la tierra se ha dormido en clase de geografía.”

Stanislaw Lem



“El que muriera no prueba que hubiese vivido.”

Stanislaw Lem



“El que puede gobernar su voluntad es mil veces más afortunado que si pudiese gobernar al mundo.”

Stanislaw Lem



“El truco de la eliminación es el reflejo defensivo de cualquier experto.”

Stanislaw Lem


"En el mundo cristianizado, esos razonamientos pasaron a ser un hecho común. Hay que añadir que ni las expediciones de los conquistadores, ni las levas de esclavos africanos, ni, más antiguamente, la liberación de Tierra Santa o el desmembramiento de los imperios indios de América del Sur, fueron llevados a cabo con una abierta intención genocida, sino que se trataba de reclutar mano de obra, de convertir paganos, de la conquista de tierras de ultramar, y las matanzas de aborígenes significaban la superación de unos obstáculos en el camino. Sin embargo, en la cronología de los genocidios podemos detectar una caída del interés propio como componente motivador en relación al componente justificativo, esto es, un creciente predominio del provecho espiritual sobre el provecho material de los autores. Aspernicus señala la masacre de los armenios por los turcos, en la Primera Guerra Mundial, como precursora del genocidio nazi, puesto que adquirió en toda su plenitud las características de un genocidio moderno: a los turcos la carnicería no les proporcionó ningún beneficio significativo, y al mismo tiempo se falsearon sus motivos y se ocultó como se pudo ante el mundo. Según el autor, el genocidio tout court no es el estigma del siglo XX, sino la matanza con razonamientos totalmente falseados, enmascarada en la medida de lo posible tanto en su desarrollo como en sus resultados. Los beneficios materiales procedentes del saqueo de las víctimas eran más bien nulos o peor incluso, como en el caso de judíos y alemanes: en el balance del estado alemán, el judeocidio significó una pérdida material y cultural, lo cual fue demostrado, con amplia documentación, por autores alemanes después de la Segunda Guerra Mundial. Así pues, a lo largo de la historia se invirtió la situación original: el provecho, ya fuese económico o militar, de la práctica del genocidio pasó de real a imaginario, y eso fue lo que generó la necesidad de encontrar nuevas justificaciones para el asesinato. Si estas justificaciones hubieran adquirido la potencia de un argumento tajante, las masivas sentencias de muerte ejecutadas mediante estas justificaciones no tendrían que ocultarse ante el mundo. Sin embargo se ocultaban por doquier, así que, por lo visto, no eran lo bastante convincentes ni siquiera para los promotores del genocidio. Aspernicus considera esto un diagnóstico inquietante y, a la vez, según los hechos, indiscutible.
Como indican los documentos conservados, el nazismo mantuvo en el proceso genocida una cierta gradación: a los pueblos diezmados y subyugados, como los eslavos, se les anunciaban algunas ejecuciones; en cambio, a los grupos que iban a ser totalmente eliminados, como los judíos o los gitanos, no se les avisaba de las ejecuciones en marcha. Cuanto más total era la matanza, más sombra la ocultaba."

Stanislaw Lem
Provocación


“La fe es, al mismo tiempo, absolutamente necesario y completamente imposible.”

Stanislaw Lem


“La ignorancia humana no permanece detrás de la ciencia, crece tan rápidamente como ésta.”

Stanislaw Lem


"La luz de la linterna proyectaba sobre las rocas de aquel oscuro tramo nuestras sombras, como si fuéramos gigantes jorobados de cabezas triangulares. La luz bailaba en los metálicos cascos."

Stanislaw Lem
Astronautas



“La primera condición para la inmortalidad es la muerte.”

Stanislaw Lem



“La primera obligación de la inteligencia es desconfiar de ella misma.”

Stanislaw Lem



“La vida termina, pero no el amor.”

Stanislaw Lem



"Las ideas, como las pulgas, saltan de un hombre a otro. Pero no pican a todo el mundo."

Stanislaw Lem



“Leyendo todos aquellos nombres, sumando tantos esfuerzos intelectuales, en todos los campos, uno no podía dejar de pensar que entre esos miles de hipótesis, una al menos tenía que ser justa, y que en todas ellas había sin duda un grano de verdad; la realidad no podía ser enteramente distinta."

Stanislaw Lem



“Los caníbales prefieren a los que carecen de espina dorsal.”

Stanislaw Lem


"Los poetas organizaron inmediatamente varias reuniones de protesta, postulando el cierre y sellado de la máquina, pero, fuera de ellos, nadie se preocupó por los luctuosos incidentes. Bien al contrario, las redacciones de periódicos estaban muy satisfechas, puesto que el Electrobardo, escribiendo bajo miles de seudónimos, siempre tenía listo un poema de dimensión indicada para cada ocasión; su poesía circunstancial tenía tal calidad que los ciudadanos agotaban en unos momentos tirajes enteros: en las calles se veían rostros de expresión embelesada y soñadoras sonrisas, y se oían gentes sollozando calladamente. Todo el mundo conocía los poemas del Electrobardo, el ambiente ciudadano estaba saturado de preciosas rimas, y las naturalezas particularmente sensibles, alcanzadas por una metáfora o una asonancia especialmente lograda, incluso se desmayaban de impresión. El gigante de inspiración estaba preparado para estos trances, produciendo al acto una cantidad correspondiente de sonetos vivificadores."

Stanislaw Lem
Ciberiada: Fábulas para una Era Cibernética



“Muchos que quisieron traer luz, fueron colgados de un farol.”

Stanislaw Lem



“Muchos que se adelantaron a su tiempo tuvieron que esperarlo en sitios poco cómodos.”

Stanislaw Lem



"[…] no llaméis salvajes o tontas a las personas que vivieron hace medio siglo. En aquella época luchaban contra las fuerzas oscuras que hay en el ser humano, y eso es mucho más difícil que el más lejano de los viajes interplanetarios."

Stanislaw Lem



"(...) No tenemos necesidad de otros mundos. Lo que necesitamos son espejos. No sabemos qué hacer con otros mundos. Un solo mundo, nuestro mundo, nos basta, pero no nos gusta como es. Buscamos una imagen ideal de nuestro propio mundo."

Stanislaw Lem



“(...) Nos internamos en el cosmos preparados para todo, es decir para la soledad, la lucha, la fatiga y la muerte. Evitamos decirlo, por pudor, pero en algunos momentos pensamos muy bien de nosotros mismos. Y sin embargo, bien mirado, nuestro fervor es puro camelo. No queremos conquistar el cosmos, sólo queremos extender la Tierra hasta los lindes del cosmos.”

Stanislaw Lem


“Nos posamos aquí tal como somos en realidad, y cuando la página se vuelve y nos revela otra realidad, esa parte que preferimos pasar en silencio, ya no estamos de acuerdo.”

Stanislaw Lem


"Nosotros solo podemos ver una pequeña parte del proceso, el temblor de una única cuerda de una orquesta sinfónica de supergigantes; pero hay mucho más, porque sabemos -sabemos que es así, pero no lo comprendemos- que al mismo tiempo, encima y debajo de nosotros, en el insondable abismo, fuera de las fronteras de los ojos y de la imaginación, se produce una multitud de transformaciones simultáneas relacionadas entre sí como notas ligadas por un contrapunto matemático."

Stanislaw Lem
Solaris





“Para hacerse oír, a veces hay que cerrar la boca.”

Stanislaw Lem



“Para torturar a un hombre tienes que conocer sus placeres.”

Stanislaw Lem



“Por razones morales soy un ateo, por razones morales. Usted le reconoce a un creador su creación y preparar el mundo para ello, yo prefiero no seguir ese camino creado por alguien que cree que otro lo creo.”

Stanislaw Lem



“Preveo la desaparición del canibalismo. El hombre está asqueado del hombre.”

Stanislaw Lem


"Procedente del mundo exterior hacía acto de presencia un vendedor de pasteles, que además de pasteles traía la dulzura del juego. Dos de nosotros le pagábamos diez groszy, cinco groszy cada uno, y entonces las monedas tintineaban en el bolsillo de su sucio delantal del que sacaba un puñado y decía, «par o impar». El niño que lo adivinaba tenía su premio y se lo comía en el acto. A mí no me dejaban comerlos; mi padre decía que podría intoxicarme. No le desobedecía, aunque es indudable que todos mis compañeros estaban perfectamente sanos.
A lo largo de varios metros y junto al muro del edificio se deslizaba un tubo de hormigón para drenar las aguas de la lluvia de la colina; nosotros nos descalzábamos para trepar y usarlo de tobogán, una y otra vez sin parar, hasta que sonaba el timbre de la clase. También nos dedicábamos a deformar las guías de hierro de los postes de piedra, y despedazábamos (casi diría que «roíamos») la corteza de los árboles que envolvían el patio. En otras palabras, éramos como un Abate Faria colectivo salido de una novela de Alejandro Dumas. Si de alguna manera se pudiera concentrar la energía de todos los escolares del planeta, se podría poner el mundo boca abajo y secar todos los mares. Pero antes tendría que convertir eso en algo absolutamente prohibido.
Acabo de esbozar aquí unos ensayos que se podrían titular «El instituto, una subcultura» y «El instituto, una fuerza ele mental». Pero éramos también una sociedad que se autogobernaba bajo un sistema de leyes, con un jefe elegido democráticamente. Teníamos tesorería y tesorero. Yo mismo lo fui durante un tiempo; teníamos sargentos que controlaban las clases, y una jerarquía que incluía dos posiciones especiales: el niño de mamá y el bufón de la clase. El niño de mamá se elegía por veredicto. No era algo oficial, aunque su elección era incuestionable. El candidato ideal era un niño gordo y torpe, y fácil de maltratar. No con crueldad sino únicamente recordándole su rango. Si aceptaba su papel, podía llevar una existencia perfectamente razonable. Por norma, había un niño de mamá por clase, ya que más de uno hubiera perjudicado al propio grupo. En nuestra clase esa posición la ocuparon dos niños durante varios años, pero fue la excepción que confirmaba la regla, pues eran dos gemelos, los hermanos F., que formaban una sola unidad pero con dos cuerpos: un niño de mamá pero doble. Nuestra decisión desembocó en una curiosa rivalidad fraternal que acabó enfrentando a los gemelos entre sí. Más de una vez, tras largos cuchicheos en las esquinas, acababan peleándose, pero claro está, como niños de mamá: revolcándose salvajemente, tirándose del pelo y lloriqueando.
Cuando los gemelos estaban enfermos, el puesto lo ocupaba per procura el gordinflón Z. Era increíblemente susceptible, y tenía las mejillas perfectas para ser pellizcadas. Eran unos mofletes gordos y fríos, y se convertían en el blanco ideal. El ejercicio de aplastamiento presuponía la presencia de dos atletas que se sentaban en el pupitre, uno a cada lado de la ingenua víctima, pues no podías aplastar si no era sentados en un banco, y cuando se daba la señal convenida, ellos clavaban con fuerza sus pies y se agarraban al pupitre, aplastando así a la pobre víctima entre ambos, hasta que sus costillas emitían ruiditos y los ojos parecían salírseles de las órbitas. Pero el niño de mamá no sufría una persecución insistente, pues eso se consideraba de excesivo mal gusto."

Stanislaw Lem
El castillo alto


“Quien camina rengo, aún camina.”

Stanislaw Lem



“¿Quién no ha tenido alguna vez un sueño despierto, quién no ha fantaseado una locura? Piensa en...En un maníaco que se enamora, qué sé yo, de una prenda de ropa interior sucia; que a fuerza de ruegos, de amenazas, desdeñando todos los peligros, adquiere ese miserable trapo idolatrado. Cosa rara ¿No? Un hombre que simultáneamente se avergüenza del objeto de su codicia y lo adora más que a todo en el mundo, un hombre dispuesto a sacrificar la vida por ese amor, pues experimenta quizá sentimientos tan vivos como los de Romeo y Julieta...”

Stanislaw Lem


“¿Resignarse entonces a la idea de ser un reloj que mide el transcurso del tiempo, ya descompuesto, ya reparado, y cuyo mecanismo tan pronto como el constructor lo pone en marcha, engendra desesperación y amor?”

Stanislaw Lem



“Seamos discretos. No peguntemos a la gente si vive.”

Stanislaw Lem



“Si el hombre tendría más sentido del humor, las cosas podrían haber resultado diferentes.”

Stanislaw Lem



“Siempre habrá esquimales que confeccionen para los habitantes del Congo reglas de comportamiento en las épocas de grandes calores.”

Stanislaw Lem



“¿Significa progreso que el antropófago coma con cuchillo y tenedor?”

Stanislaw Lem



“Tenía la conciencia limpia; no la usaba nunca.”

Stanislaw Lem



“Todo es explicable en los términos de la conducta de un niño pequeño.”

Stanislaw Lem



“Todos desean vuestro bien. No dejéis que os lo quiten.”

Stanislaw Lem



“Todos somos iguales ante la ley, pero no ante los encargados de aplicarla.”

Stanislaw Lem


“Un hombre que durante toda una semana no hizo más que golpearse la cabeza, tiene pocos motivos para estar orgulloso.”

Stanislaw Lem


“Un sueño solo puede triunfar sobre la realidad si se le da la oportunidad.”

Stanislaw Lem

"Visualmente, el "cuerpo de reflexión", anidado en el continuum conceptual, se presenta como un complicado sólido policristalino, aperiódico, alternativamente sincrónico, tejido con "hilos ardientes", o sea con miles de millones de "curvas significativas". El conjunto de estas curvas forma los planos interseccionales del continuum semántico. El lector encontrará, entre las ilustraciones del tomo segundo, una serie de fotografías semoscópicas cuya observación y comparación conduce a conclusiones bastante sorprendentes. Como se ve en ellas, la calidad del texto original, ¡tiene una influencia manifiesta sobre la "estética" de la "semocreación" geométrica!
Por otra parte, no es necesaria una gran experiencia para poder distinguir "a ojo" los textos discursivos de los artísticos (novela, poesía); los textos religiosos, casi todos, se parecen mucho a los artísticos; los filosóficos, en cambio, en su aspecto visual, muestran una gama altamente diversificada. No es una gran exageración decir que las proyecciones de los textos al fondo del continuum maquinario forman solidificaciones expandibles de los mismos. Los textos de una lógica muy densa tienen aspecto de manojos, o haces, de "curvas significativas" bien apretadas (no nos es posible explicar aquí su relación con la esfera de las funciones recurrentes; se habla de ello en el capitulo diez del tomo segundo).
El aspecto más extraño es el de los textos de carácter alegórico: su "semocreación" central suele aparecer rodeada de un pálido "halo", y a sus dos lados (o "polos") figuran unas "repeticiones ecoicas" de los significados, que recuerdan a veces las imágenes interferenciales de los rayos luminosos. A este fenómeno (volveremos a hablar de él), debe su origen la crítica maquinaria toposemántica de todas las construcciones mentales del hombre, con sus sistemas filosóficos a la cabeza.
La primera obra bítica de fama mundial ha sido la novela de Pseudodostoievski La niña ("Dievochka"). La produjo en una fase de relajación un agregado de múltiples elementos, encargado de la traducción al inglés de todas las novelas del escritor ruso. El renombrado eslavista John Raleigh describe en sus memorias el sobresalto que sufrió al recibir un ejemplar mecanografiado de la obra rusa, firmado con un seudónimo que le pareció extravagante, el de HYXOS. La lectura impresionó tan intensamente a aquel experto en la obra de Dostoyevski, que, según propia confesión, dudó de estar despierto. La paternidad de la novela estaba, para él, fuera de dudas, aunque sabía perfectamente que Dostoyevski no había escrito La niña.
Contrariamente a lo que difundió la prensa a este respecto, el agregado traslativo que había asimilado todos los textos del gran maestro ruso, incluidos su Diario de un escritor y la literatura complementaria, no construyó ningún "espectro", "modelo" o "reencarnación mecánica" de la personalidad del novelista.
La teoría de la mimesis es muy compleja; sin embargo, sus bases y las circunstancias que facilitaron aquella fenomenal exhibición de virtuosismo mimético no son difíciles de explicar. La máquina traductora, no se había ocupado para nada de la persona ni de la personalidad de Dostoyevski (ni hubiera podido hacerlo). En realidad pasó lo siguiente: la obra de Dostoyevski forma, en el espacio de significados, un sólido incurvado, parecido a un torus entreabierto, o sea "un anillo quebrado" (con laguna). La máquina emprendió, pues, la tarea relativamente fácil (para ella, evidentemente, que no para el hombre), de "cerrar" aquella "laguna" encajando en ella el eslabón que faltaba.
Podríamos decir que a través de las obras de la "serie principal" de Dostoyevski pasa el gradiente semántico cuya prolongación y, a la vez, "introducción en el circuito" es "Dievochka". Gracias a estas relaciones reciprocas entre las obras del gran escritor, los especialistas saben positivamente dónde, es decir, entre qué novelas debe situarse La niña. El leitmotiv, existente ya en Crimen y castigo, cobra más fuerza en Los endemoniados. El espacio que separa este libro de Los hermanos Karamazov constituye "la laguna abierta", colmada por la mimesis. Fue un gran éxito y al mismo tiempo una feliz casualidad, ya que los intentos ulteriores de incitar a las máquinas a una creación parecida respecto a otros autores, no dieron nunca más un resultado tan brillante.
La mimesis no tiene nada en común con la búsqueda del orden de las creaciones literarias basada en las biografías de los autores. Dostoyevski dejó un manuscrito sin terminar de la novela El emperador, pero las máquinas no hubieran podido "adivinarla" o "seguir su rastro", porque el escritor quería superar en ella sus propias posibilidades. En cuanto a La niña, existen actualmente, además de la versión original escrita por HYXOS, diferentes variantes confeccionadas por otros grupos traductores, pero los especialistas opinan que su valor es inferior. Hay entre ellas notables diferencias de composición, lo que es muy natural. No obstante, en todos esos apócrifos aparece la identidad de la problemática característica de Dostoyevski y llevada a una culminación desgarradora: la de la santidad en lucha con el pecado carnal."

Stanislaw Lem
Un valor imaginario



“Yo no tenía ninguna esperanza, y sin embargo vivía de esperanzas; desde que ella había desaparecido, no me quedaba otra cosa. No sabía qué descubrimientos, qué burlas, qué torturas me aguardaban aún. No sabía nada, y me empecinaba en creer que el tiempo de los milagros crueles aún no había terminado.”

Stanislaw Lem