Cecco Angiolieri

I
¡Corre, corre, corre, hombre, a la calle!

—¿Qué tienes allí, hijo de puta? —Me han robado
—¿Quién te robó? —una que parece cortar
como navaja de afeitar, así me dejó, en verdad.

—¿Pero cómo, no le perforaste con la espada?
—Mejor dicho me di a mí mismo. —¿A caso enloqueciste?
—Si no supe a quién perforé, así me parece.
—¡Te fingiste ciego, desgraciado!

—¿Ve qué le parece a aquel que está sano?
—¿De lo que tú me robas? —Eso va con Dios,
pero anda tranquilo, a quien quiere llorar concedérselo,

no te aflijas. —¡Con ánimo río!
—¡Tú haz el daño con toda la intención!
—Ahora ¿quién murió? ¿A quién no pueda el diablo meter en su costal?

II
No es grande mi pestilencia

No es grande mi pestilencia.
No me puedo partir de amor
por aquella que me odia y nada daña.
¿Querrá ver hacia donde me dirijo?

Me da tanta pena, noche y día,
que hasta la angustia me hace sudar,
que me arde el alma y a nada asemeja;
cierto, no creo que haya otro infierno.

Muy probablemente algún hombre me dirá: ¡no has ganado nada!
Aquel de tal linaje nacido, mirando dice
"que todas las mujeres son una mala prueba".

Pero ¿por qué las trajimos, por mirar
que quizás el amor alguna cosa les remueva?
¿Quién será el poderoso que lo logre hacer rápido?

III 
Tengo tan poca esperanza en Becchina                
Tengo tan poca esperanza en Becchina,
poca fe para decirle que tampoco hago caza furtiva,
que en ella no puedo encontrar la vida, ni el mundo
ni el médico, ni la medicina;

que me es peor que una Saracina
como si no hubiera sido mocoso el rey Rodo;
pero es tan cierto todo esto como una ley,
quien está conmigo no sacia de reina.

He aquí el gran error que doy para usted:
quien no cierra el paraíso
besa la tierra donde pone sus pies;

y si yo estuviera seguro de llegar a anciano,
a Becchina diría: ¡de estafadores vierte el día,
son mejores que los que dividen el mundo!



Dante Alighieri, si soy buen begolardo,
tú me tienes bien pisados los talones;
yo ceno con otros, igual que tú:
si muerdo grasa, tú chupas tocino;

si corto el pan, más críticas;
si hago un discurso, tú poco frenas;
si soy gentilhombre, en señor te conviertes;
si me hago romano, tú lombardo:

así que, laureado Dios, echo en cara,
un poco, a cualquiera de nosotros dos:
la desventura o el poco sentido y el poco caso que nos hacen.

Y si de esto, Dante Alighieri, tienes algo
más que decir, haré que te canses:
porque yo soy la espina y tú eres el buey.

Cecco Angiolieri


Si yo fuese fuego, ardería al mundo

Si yo fuera fuego, ardería el mundo;
si fuera viento, lo arrasaría;
si fuera agua, lo inundaría;
si fuera Dios, lo mandaría a lo más profundo;

si yo fuera el Papa, me burlaría
porque embriagaría a todos los cristianos;
si fuera emperador, ¿sabes qué haría?
los decapitaría a todos.

Si yo fuera muerte, llegaría hasta mi padre;
si fuera vida, me fugaría de él:
de la misma manera haría con mi madre.

Si fuera ciego, como soy y fui,
tomaría a las mujeres jóvenes y hermosas,
y las viejas y feas se las dejaría a los otros.

Cecco Angiolieri








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