H. P. Blavatsky

"A los átomos se los llama vibraciones en ocultismo."

Helena Blavatsky 


"Al modo de los demás hipogeos de la India, las cavernas de Bagh están talladas en el talud de la roca, cual si hubiese hecho gala con ello de cuanto es capaz la tenacidad del hombre. Diríase que sus arquitectos-ascetas no se propusieron más fin que el de exasperar a los infelices mortales que contemplasen las para ellos casi inaccesibles moradas. Tanto que, para remontar hasta allí, tuvimos que empezar subiendo setenta y dos como escalones labrados en la roca. Pero ¡cuán recompensados nos vimos luego que llegamos a la cima! »Larga hilera de obscuras bocanas cuadradas, de unos seis pies de lado, se abrían misteriosas ante nuestros ojos, y, una vez dentro, quedamos sobrecogidos ante la sombría grandiosidad del solitario templo. Tras la cuadrada plataforma de la entrada se alzaba un pórtico, en el que se veía la imagen del elefante de Ganesha, y otra desmochada, imposible de identificar. Encendidas las antorchas, penetramos resueltamente más adentro. Un frío y húmedo hálito de tumba nos envolvía; el eco de nuestras palabras se prolongaba más y más por el ámbito de aquellas profundidades, hasta transformadas en extraños aullidos. Estremecidos, comenzamos a comunicarnos en voz baja nuestras impresiones, mientras que los portaantorchas se prosternaban, exclamando: “¡Devil ¡Devi!…”, al comenzar su ferviente puja u oración en honor de la invisible diosa de las cuevas.
Fronteriza con la entrada se abre otra puerta que conduce a una estancia ovalada, con diosas y dioses tallados y de gran estatura. Más dentro viene una tercera estancia, tallada en la viva roca, y a la que está prohibida la entrada a todo profano no iniciado en los misterios de aquel verdadero Adytum (o camarín secreto). En torno de dicha estancia se abren hasta veinte celdillas, en una de las cuales el coronel Olcott halló un pasadizo secreto, por donde, por su angustiosísima estrechez, penetró a duras penas, y donde los supersticiosos portaantorchas se negaron a subir, aterrorizados. Una piedra movible, perfectamente disimulada en el muro de viva roca, nos permitió seguir el pasadizo secreto hasta remontar así, de cavidad en cavidad, hasta una cámara de aire tan enrarecido y mefítico que perdí el sentido, y tuvieron que sacarme, mal que bien, a punto de perecer…"

H. P. Blavatsky
Por las grutas y selvas del Indostán, capítulo X 


“Antes de que el alma pueda ver, debe haberse alcanzado la armonía interior, y los ojos carnales han de estar cegados a toda ilusión.”

H. P. Blavatsky



"Antes de que nuestro globo adquiriera forma de huevo o redonda, era una estela de polvo cósmico o una niebla de fuego, que se movía y se retorcía como una serpiente. Esto era, según las explicaciones, el Espíritu de Dios que se movía sobre el caos hasta que su aliento incubó la materia cósmica y la hizo adoptar la forma anular de una serpiente con la cola en la boca: emblema de la eternidad en su mundo espiritual y en el nuestro, en su sentido físico."

H. P. Blavatsky
Isis sin velo
Tomada del libro Las enseñanzas secretas de todos los tiempos de Manly Palmer Hall, página 376


“(...) Así como cae exánime la mariposa en el umbral, sorprendida por el cierzo helado, así también todos los pensamientos terrenos deben caer muertos ante el templo.”

H. P. Blavatsky



 "Ayuda a la Naturaleza y trabaja con ella, así la Naturaleza te considerará como uno de sus creadores y te prestará obediencia.”

H. P. Blavatsky
La voz del silencio




“Busquemos la verdad, con la confianza de un niño, y la voluntad de un iniciado.”

H. P. Blavatsky



"Cada una de las Siete Rondas o Ciclos vitales de nuestro Globo desenvuelve una dimensión del Espacio. Pero no debe usarse la frase de “dimensiones del espacio” sino en un sentido figurado. Es absurdo el creer que el Espacio pueda ser medido en ningún sentido. Más completa es la frase de “dimensiones de la materia en el Espacio”, porque, como dice Bain (Lógica, parte 11, pág. 389), el conceder realidad a las abstracciones es el error del Realismo. Así, el Espacio y el Tiempo son considerados con frecuencia como con existencia aparte de todas las experiencias concretas de la mente, en lugar de ser generalizaciones de aquéllas en ciertos aspectos. Pero aun en tal forma es también una expresión desdichadísima, pues que, si bien es perfectamente cierto que el progreso de la evolución tiene que hacemos conocer nuevas cualidades características de la materia, aquellas con que nos hallamos ya familiarizados son, en realidad, más numerosas que las correspondientes a las tres dimensiones. Las facultades o, quizá en términos más correctos, las cualidades características de la materia deben siempre tener una relación directa y clara con los sentidos del hombre. La materia posee extensión, color, movimiento molecular, olor y sabor, que se corresponden con los sentidos existentes en el hombre. La próxima cualidad que aquélla ha de desarrollar, y que podríamos llamar “permeabilidad”, corresponderá al próximo sentido de “Clarividencia Normal”, que habrá de desenvolver el hombre. Así es que, cuando algunos pensadores tenaces y profundos, como Zollner, Butlerof y el ruso Wagner han imaginado una cuarta dimensión para explicar el paso de la materia a través de la materia y la producción de nudos en una cuerda cerrada por sus extremos, lo que realmente imaginaban era la sexta cualidad característica de la materia. En realidad, las tres consabidas dimensiones pertenecen a un solo atributo o cualidad de la materia, que es la extensión, y el sentido común se rebela justamente contra la idea de que, bajo cualquiera condición de las cosas, puedan existir más dimensiones que las de longitud, anchura y espesor. La palabra misma de “dimensión”, en efecto, pertenece a un estado de evolución y de pensamiento, a una cualidad característica de la materia, Desde que la idea de materia surgió en el entendimiento humano no ha sido posible aplicar más que en tres sentidos dichas medidas; pero semejantes consideraciones no contradicen en manera alguna la certeza de que con los progresos de los tiempos y con la multiplicación de las humanas facultades habrán de multiplicarse también las características de la materia. Es, pues, la repetida expresión aquella una incorrecta manera de expresarse, aun más que la consabida de que “sale” o “se pone” el Sol."

H. P. Blavatsky
Tomada del libro El Libro que mata a la Muerte de Mario Roso de Luna, página 553



"Ciertamente, el niño, cuando reencarna, regresa de esas playas celestes; pero antes de llegar al plano físico ha tenido que atravesar por otras tierras groseras, y por si esto no fuera suficiente, su aprendizaje en este plano, para poder manejar su nuevo cuerpo, le sumerge en un Leteo; causa principal por la cual no recuerda nada de cuanto se refiere a su estado prenatal y a sus anteriores vidas. El vehículo es puro, pero inepto, y cuando ya hombre, su deseo le induce a valerse de él para el conocimiento de otros planos, entonces ese vehículo es impuro, y por eso se le recomienda que sea como el niño, recordando su pureza, no su ignorancia."

H. P. Blavatsky



"¡Cuán contrario no es todo esto a las nociones occidentales de afección y de buenos sentimientos! ¡Cuán frío y adusto no parece! Es un exceso de egoísmo, dirán las gentes, el abstenerse de causar placer a los demás por no perjudicarse en el desenvolvimiento de uno mismo. Está bien: que todos cuantos piensan así difieran para otra vida la tentativa ardiente y real de entrar en el Sendero."

H. P. Blavatsky


"Cuando nos prueben nuestros adversarios que algún estudiante solitario del Ocultismo, a través de las edades, se ha convertido en un Santo Adepto como Ammonius Saccas, en un Plotino o en un Teurgista, como Jámblico; o bien, ha llevado a cabo hechos como los que se atribuyen a Saint Germain sin maestro alguno para dirigirle, y todo ello sin ser un médium, un iluso o un charlatán; entonces confesaremos nuestro error. Pero hasta que no llegue ese caso, prefieren los teosofistas atenerse a la ley natural probada y conocida de la Ciencia Sagrada tradicional."

H. P. Blavatsky
La Clave de la Teosofía




“Cuanto más avances, tantos más lazos encontrarán tus pies. El sendero que a la meta conduce está iluminado por una luz única, la luz del arrojo, que arde en el corazón. Cuanto más osa uno, tanto más obtendrá. Cuanto más teme, tanto más palidecerá aquella luz, la única que puede guiarle.”

H. P. Blavatsky


"De hecho, los mayores cobardes de nuestros días no deben ser buscados entre el clero, sino en el gremio de los científicos. Muchos sabios ateos abandonan los amorosos brazos del materialismo para lanzarse en los de un depreciado teismo. Además, en todo caso, ¿pueden Huxley, Tyndall y demás sabios probar la imposibilidad de que el hombre alcance después de la muerte física un estado de existencia en el cual se vea rodeado de nuevas formas de vida vegetal y animal, resultantes de nuevas combinaciones de la entonces sublimada materia."

H. P. Blavatsky
Tomada del libro Aberraciones psíquicas del sexo de Mario Roso de Luna, página 105



"De todos los personajes del pasado, cuyo recuerdo venía como las visiones de una noche agitada a despertar y conmover al pueblo israelita, el mayor, sin duda, era el de Elías el profeta. Entre los hebreos, aquel gigante que vivió en las asperezas del monte Carmelo, teniendo por toda compañía la vecindad de las bestias feroces, y de donde salía como el rayo para hundir y levantar reyes, se había convertido, por una serie de transformaciones sucesivas, en una especie de ser sobrehumano, unas veces visible, otras invisible, a quien respetaba hasta la misma muerte. Creíase generalmente, además, que Elías iba a venir de nuevo, a fin de restaurar el reino de Israel. La vida austera (o jina) que había hecho en el desierto; los terribles recuerdos que había dejado y que aún perduran en Oriente; aquella sombría imagen que aun en nuestros tiempos atemoriza, influía vivamente en los ánimos y marcaba con su sello a todas las concepciones populares. Cualquiera que aspirase a ejercer gran influencia sobre el pueblo, trataba de imitar a Elías, y como la vida solitaria había sido el rasgo característico de aquel profeta, habíase adquirido la costumbre de no considerar al “hombre de Dios” sino como un eremita. Creíase que todos los santos personajes habían tenido sus días de penitencia, de vida agreste, de ásperas austeridades. La penitencia en el desierto llegó a ser de este modo la condición indispensable y el preludio de altos destinos. La vida anacorética, tan opuesta al viejo espíritu judaico, alcanzaba así gran boga en Judea en tiempos de Juan. Los esenios o terapeutas se hallaban agrupados cerca del país de Juan, sobre las márgenes orientales del Mar Muerto… Los maestros de la juventud eran también, en ocasiones, una especie de anacoretas bastante parecidos a los gurus del brahmanismo. ¿Se dejaba quizá sentir en esto la influencia, más o menos remota, de los muni buddhistas? ¿Habían llegado hasta Judea, como llegaron indudablemente a Siria y a Babilonia, algunos de aquellos monjes que recorrían en todas direcciones la tierra?… Desde hacía algún tiempo Babilonia había llegado a ser un verdadero foco de buddhismo. Budasp (el Boddhisatua) tenía reputación de ser un sabio caldeo a quien se le consideraba como un fundador del propio sabeísmo baptista, que caracterizaba a los nazarenos. Los nazarenos eran conocidos como bautistas, sabeanos y cristianos de San Juan. Su creencia era que el Mesías no era el Hijo de Dios, sino sencillamente un profeta que quiso seguir a Juan. Orígenes (vol. II, página 150) observa que “existen algunos que dicen de Juan el Bautista que él era el ungido (Christus)…”. Cuando las concepciones metafísicas de los gnósticos, que veían en Jesús el Logos y el ungido, empezaron a ganar terreno, los primitivos cristianos se separaron de los nazarenos, los cuales acusaban a Jesús de pervertir las doctrinas de Juan y de cambiar por otro el bautismo en el Jordán (Codex Nazaraenus, II, pág. 109). Atacados por los últimos profetas, y maldecidos por el Sanhedrin, los nazars o nazarenos eran confundidos con otros de aquel nombre, aquellos que, según aseas (IX, 10), “se apartaron para su vergüenza”, y eran perseguidos en secreto, si no declaradamente, por la sinagoga ortodoxa. Se ve claro, ciertamente, por qué Jesús era tratado con tal desprecio por parte de los profetas de su tiempo como “el Galileo”. Nathaniel pregunta: “¿Puede venir algo bueno de Nalareth?” (Juan, 1, 46), al principio mismo de la carrera de Jesús, porque sabe que es un nazar. ¿No indica esto claramente que ni aun los más antiguos nazars pertenecían realmente a la nación hebrea, sino que eran más bien una especie de teurgistas caldeos? Jesús, en rigor, no puede ser llamado efectivo esenio, ni tampoco nazareno o de la antigua secta de Nazaria. Lo que en efecto era, puede encontrarse en el Codex Nazaraenus, aun en las injustas acusaciones de los gnósticos bardesánicos. “Jesús es el Nebu, el falso Mesías, el destructor de la antigua religión ortodoxa”, dice el expresado Codex" (Norberg: Onomasticón, 74). Es el fundador de la secta de los nuevos nazars, y como claramente lo implican las palabras, uno que sigue la doctrina buddhista. En hebreo, la palabra naba significa “el que habla por inspiración de Nebo”, el dios de la Sabiduría; pero Nebo es también Mercurio, y Mercurio es Buddha en el monograma hindú de los planetas. Además, los talmudistas nos presentan a Jesús como inspirado por el genio de Mercurio (Alfonso de Spire: Fortalicium Fidei, 11, 2). “Este es Elías, que había de venir”, dice Mateo hablando de Juan Bautista (XI, 14), haciendo así entrar una antigua tradición cabalista en el molde de la evidencia. Pero cuando, dirigiéndose al Bautista mismo, le preguntan (Juan, 1, 16): “¿Eres tú Elías?”, él dice “no lo soy”."

H. P. B.
Isis sin velo


"Después de que Hilkiah editara y publicara el primer ejemplar del Libro de Dios en todo el mundo, este ejemplar desaparece, de modo que Ezra tiene que hacer otra Biblia, que Judas Macabeo finaliza; […] al ser transcrito de un alfabeto a otro, quedó tan corrompido que resultaba irreconocible; […] la masora culminó la labor de destrucción; finalmente, tenemos un texto que no tiene novecientos años, en el cual abundan las omisiones, las interpolaciones y las distorsiones premeditadas."

H. P. Blavatsky
Tomada del libro Las enseñanzas secretas de todos los tiempos de Manly Palmer Hall, página 544


"Dicen [los rabinos de Palestina y los sabios] que, contraria mente a lo que se suele creer, no fueron destruidos todos los rollos ni los manuscritos que, según la historia, fueron quemados por César, la turba cristiana en el 389 ni el general árabe Amru; por el contrario, la historia que relatan es la siguiente: cuando en el año 51 a. de C. se disputaban el trono Cleopatra y su hermano Ptolomeo Dionisio, se estaban haciendo reparaciones en la Bruckion, que contenía más de setecientos mil rollos envueltos en madera y pergamino ignífugo, y buena parte de los manuscritos originales, considerados los más valiosos y que no estaban repetidos, se guardaron en la casa de uno de los bibliotecarios. […] Transcurrieron varias horas entre el incendio de la flota, que comenzó por orden de César, y el momento en que se prendió fuego el primer edificio cercano al puerto y […] los bibliotecarios, con ayuda de varios centenares de esclavos pertenecientes al museo, consiguieron salvar los rollos más valiosos."

H. P. B.
Isis sin velo



"Dos planos únicos de visión tiene el hombre: el augusto plano del amor trascendente y las aspiraciones espirituales hacia una eterna Luz, y el tempestuoso mar de las pasiones humanas, en cuya luz inferior se bañan los descarriados dai- djins."

H. P. Blavatsky
Narraciones Ocultistas y Cuentos Macabros, página 299



"(Ëfeso) era un centro de las doctrinas universales «secretas», el laboratorio misterioso en el cual, envuelta en la elegante fraseología griega, surgió la quintaesencia de la filosofía budista, zoroástrica y caldea. Artemisa, gigantesco símbolo concreto de las abstracciones teosófico-panteístas, la gran madre con muchos pechos, andrógina y patrona de los «escritos efesios», fue conquistada por Pablo, pero, aunque los celosos conversos de los apóstoles trataron de quemar todos sus libros sobre las «artes curiosas», ᾽τα περιεργα , quedaron suficientes para que pudieran estudiarlos cuando se hubo enfriado su fervor inicial."

H. P. Blavatsky


"El daemonium de Sócrates era el νους mente, o conocimiento de lo divino. Es él, dice Plutarco, purísimo en su origen, no mezclándose sino lo estrictamente necesario con el cuerpo[21]. Cada alma, en efecto, tiene en sí una porción mayor o menor de razón, porque sin ella el hombre no puede ser hombre, pero asimismo cada alma, a su vez, se ve modificada por la parte en que se mezcla con la carne mediante el deseo, y por medio del dolor y del placer se convierte en irracional. No todas las almas, sin embargo, se mezclan con el cuerpo de igual modo: algunas se introducen por completo dentro del mismo, y por eso toda estructura en esta vida es mero deseo o pasión; otras, por el contrario, sólo se mezclan parcialmente con el cuerpo, quedando fuera de él su parte más pura, o nous, flotando por encima de aquél, y tocando o cobijando a la porción superior de la cabeza del hombre, semejante a un hilo salvador que sostiene así a la parte del alma sumergida ya en la materia, o sea en el organismo. El vulgo se figura, sin embargo, que aquel nous está dentro de su cuerpo, al modo como a veces la imagen reflejada en el espejo parece estar en su espejo mismo, pero el hombre inteligente, por el contrario, sabe bien que semejante Protector está fuera de su cuerpo, y le considera como un verdadero daemon, es decir, un dios, un espíritu puro."

H. P. Blavatsky
Tomada del libro El Libro que mata a la Muerte de Mario Roso de Luna, página 100



"El hombre es un pequeño mundo, un microcosmos dentro del gran universo. Como un feto, está suspendido, con sus tres espíritus, en la matriz del macrocosmos y mientras que su cuerpo terrenal guarda una afinidad constante con su madre tierra, su alma astral vive al unísono con el anima mundi sideral. Él está en ella, como ella está en él, porque el elemento que invade el mundo llena todo el espacio y es el propio espacio, solo que ilimitado e infinito. En cuanto al tercer espíritu, el divino, ¿qué es sino un rayo infinitesimal, una de las innumerables radiaciones que proceden directamente de la Causa Máxima, la luz espiritual del mundo? Esta es la trinidad de naturaleza orgánica e inorgánica, lo espiritual y lo físico, que son tres en uno, y de la cual afirma Proclo lo siguiente: “La primera mónada es el Dios eterno; la segunda, la eternidad; la tercera, el paradigma o patrón del universo”, y las tres constituyen la Tríada Inteligible."

H. P. Blavatsky
Isis Sin Velo
Tomada del libro Las enseñanzas secretas de todos los tiempos de Manly Palmer Hall, página 308


“El peregrino que ansía refrescar sus secos labios en las aguas vivas, y sin embargo no se atreve a lanzarse en ellas por temor a la corriente, se expone a sucumbir de calor. La inacción originada del miedo egoísta, no puede producir sino malos frutos.”

H. P. Blavatsky


"El mundo de las verdades eternas debe ser descubierto por la geometría y por la interrogación práctica de la Naturaleza. Todo símbolo es una idea corpórea combinando lo Divino Invisible con lo terreno visible."

H. P. Blavatsky
Isis sin Velo


"El mundo europeo, en su loca carrera hacia lo desconocido, vacila entre la incredulidad, que no cree nada, y la superstición que todo lo cree."

H. P. Blavatsky
Isis sin Velo


"El Ocultismo teórico tiene que aprenderse de labios de un Ocultista, o descubriéndolo en el estudio atento de los libros y de la Naturaleza. Los Maestros, sin embargo, son pocos, y aunque quieran ellos enseñar, encuentran rara vez discípulos capaces y dispuestos a sufrir la disciplina necesaria antes de que el mero conocimiento teórico les pueda ser comunicado. Por otro lado, aunque haya tanto que aprender en los libros, su estudio no produce gran resultado para el caso, a menos que el estudiante desarrolle su intuición espiritual, por la purificación del deseo y el hábito de la concentración mental. El aspecto meramente teórico del Ocultismo es, así, para pocos: para quienes no dudan, para los que no son tímidos, vacilantes, perezosos o dominados por intereses egoístas. Una vez despertado el anhelo por el Conocimiento Espiritual y su posibilidad de realizado, no se precisa de otro impulso alguno. La mente, desde entonces, «se fija en un punto», y avanza con firmeza, atrayendo así por selección natural todo el conocimiento preliminar que es necesario; el hombre se hace consciente de si mismo; está alerta ya siempre; eleva a muy alto nivel su inteligencia y acaba por ver cómo los demás yacen por bajo, bajo la influencia hipnótica e ilusoria de los sentidos y cual si durmiesen. Así y todo el estudiante del Ocultismo teórico nada práctico puede intentar sin peligro, hasta tanto que encuentre a un Maestro, cosa que acaecerá, al fin, cuando aquél esté dispuesto por completo."

H. P. Blavatsky
Tomada del libro Aberraciones psíquicas del sexo de Mario Roso de Luna, página 249


"El suponer que en todo el sistema solar no existen más seres racionales o inteligentes que nosotros, es una de las mayores necedades de nuestra época. Todo cuanto, a lo sumo, tiene derecho a afirmar la ciencia positiva es que no conoce inteligencia manifestada ninguna que viva en análogas condiciones de medio que nosotros; pero no por eso puede negar la posibilidad de que existan mundos dentro de otros mundos, bajo condiciones por completo diferentes de las que constituyen la naturaleza del nuestro, ni el que entre éste y los demás exista cierta limitada comunicación. Kant, el mayor de los filósofos para los europeos, dice, en efecto; “Confieso que me siento inclinado a asegurar la existencia de naturalezas inmateriales en el mundo, y a colocar a mi propia alma entre esa clase de seres. En lo futuro —no sé cuándo ni cómo— se llegará a demostrar que el alma humana permanece, aun durante esta vida, en conexión indisoluble con todas las naturalezas inmateriales del mundo espiritual, y que, recíproca, mente, obra ésta sobre ellas, y de ellas recibe impresiones efectivas.”

H. P. Blavatsky
Traume eimes Geistersehers, de C. C. Massey, prefacio al Spiritismus, de von Hartmann
Tomada del libro El Libro que mata a la Muerte de Mario Roso de Luna, página 552


"En el interior de la China queda todavía un puñado de gentes de elevada estatura, restos de los aborígenes del país pertenecientes a la rama superior, última de la Cuarta Raza, que alcanzó su más elevada civilización en la Atlántida, cuando la Raza Aria acababa de aparecer en Asia. Si pudiesen ser correctamente traducidos los manuscritos más antiguos de esta raza aborigen, escritos en lengua lolo, se obtendrían testimonios inapreciables; pero éstos son tan raros como ininteligible su lenguaje. Hasta ahora, dos o tres arqueólogos han podido procurarse obras tan preciosas. Por ejemplo, en la traducción francesa del Shu-King se lee: «Cuando la raza antediluviana del Miao-tse se pervirtió por causa de los engaños de Tchy-yen, toda la tierra se llenó de iniquidad; el Miao-tse, según rezan nuestros antiguos documentos, se retiró a las cuevas rocosas. Chang-ty, un Rey de la Dinastía Divina, paseó su mirada por su pueblo, sin hallar ya en él el menor rastro de virtud, por lo cual ordenó a Tchon y a Ly que cortasen toda comunicación entre el Cielo y la Tierra, cesando desde entonces las subidas y bajadas entre ambos mundos. Esto último, en esencia, está representado también en el Libro de Enoch y en la mística Escala de Jacob. Sin dejar su asiento, un vidente puede comunicarse con seres de un plano superior al nuestro. Cuando, en efecto, los “vestidos de piel” de que habla el Génesis al ser Adán y Eva expulsados del Paraíso se hicieron más densos por el pecado físico, la relación entre el hombre físico y el Etéreo se interrumpió. El Velo de la Materia entre los dos planos) se hizo demasiado denso para que ni aun el mismo Hombre Interno pudiera penetrarle, y aquel vivido foco de luz de los Misterios del Cielo y de la Tierra, revelados a la Tercera Raza por sus Maestros Celestes en los días de su infantil pureza, se debilitaron más y más al caer en las impenetrables tinieblas de las mentes de aquellos caídos, degenerando en hechicería y luego en crueles religiones esotérica), llenas de superstición y de idolátrico culto al hombre o al héroe. Solamente un puñado de hombres primitivos, en quienes la chispa de la Divina Sabiduría ardía brillantemente, tanto más cuanto que menos se gastaba en iluminar a los que la prostituían en fines maléficos, permanecieron los custodios electos de los Misterios revelados a la Humanidad por sus Maestros Divinos. Entre ellos había quienes permanecieron en su Kaumdrico estado o estado de pureza desde el principio. La Doctrina Arcaica, igual que la tradición, afirma que semejantes elegidos fueron el germen de una Jerarquía, que vive desde entonces y vivirá hasta el último día del mundo."

H. P. Blavatsky
Tomada del libro El Libro que mata a la Muerte de Mario Roso de Luna, página 48



“En nuestros estudios de Oriente aprendimos que los llamados “misterios” no son tales misterios. Nombres y lugares que para las inteligencias occidentales son viejas fábulas de Oriente, nos cercioramos de que eran realidades efectivas. Devotamente nos dirigimos en espíritu al interior del templo de Isis en Sais, a levantar la punta del velo de “aquella que era, es y será”; a mirar a través de un desgarrón de la cortina del Sancta Santorum del templo de Jerusalén y también a interrogar a la misteriosa Bath-Kol en el interior de las criptas que existían debajo del sagrado edificio. La “Filia-Vocis”, la hija de la Voz Divina contestaba desde el propiciatorio, detrás del velo, y la ciencia, la teología y todas las hipótesis humanas nacidas de conocimientos imperfectos perdían para siempre ante nuestros ojos su carácter autoritario. El Dios viviente había hablado por medio de su único oráculo: el Hombre, y estábamos satisfechos. Un saber semejante es inapreciable, y ha permanecido oculto sólo para aquellos que lo desdeñan, niegan o ridiculizan.”

H. P. Blavatsky
Isis sin Velo



"Enoch, el Patriarca que no ha muerto aún, y que según la cábala y el ritual de la Francmasonería es el primer poseedor del “Nombre inefable”, figura también en el Libro de los Números (X, 29 y 31) con el nombre de ANAK. En dicho libro vemos, en efecto, que el propio Moisés, el profeta guiado e inspirado por el Señor, se inclina reverente ante el sacerdote Hobab el madianita, hijo de Raquel, diciéndole: “No nos abandones, y, pues que tenemos que acampar EN EL DESIERTO, sírvenos de guía”. Más adelante también, cuando Moisés envió espías a la tierra de Canaán, éstos trajeron como prueba de la sabiduría (cabalísticamente hablando) y de la bondad del país un racimo de uvas de tal tamaño, que tenían que conducirle dos hombres en una pértiga. Estos espías añadieron: “Allí hemos visto también a los hijos de ANAK, gigantes que proceden de los gigantes”. Los madianitas, lo mismo que los canaanitas y hamitas, eran tenidos por “Hijos de las serpientes”, es decir, por hombres sapientísimos. Khanoch, Manoch o Enoch, esotéricamente significa, en efecto, el Vidente, el Iniciador, el Maestro del Ojo Abierto, así como el Enos del Génesis (IV, 26) significa “el Hijo del Hombre”, y la historia que, según De Mirville (Pneumatologie, III, 70), refiere Josefo acerca de haber ocultado Enoch sus preciosos rollos o libros bajo los pilares de Mercurio o Seth, es la misma que se cuenta de Hermes, el “Padre de la Sabiduría”, quien también ocultó sus Libros Iniciáticos bajo dos columnas, donde luego aparecieron escritos. Josefo, en efecto, a pesar de sus constantes esfuerzos en pro de la inmerecida glorificación de Israel, a quien quiere atribuir la exclusiva de aquéllos, hace verdadera historia, y habla de dichas columnas como existentes aún en su tiempo, y añade que éstas fueron erigidas por Seth, no el supuesto hijo de Adán, ni por el Hermes, Teth, Set, Thoth, Tat, Sat o Sat-an egipcio, sino por los “Hijos del Dragón o del Dios-Serpiente”, nombre bajo el cual eran conocidos los Hierofantes antediluvianos de la Atlántida, el Egipto y Babilonia. Además, Enrichion griego, que significa “Ojo Interno”, intuición o videncia trascendente y también en hebrero “el Iniciador”, “el Instructor” de las gentes, con ayuda de los puntos masoréticos. Es, asimismo, el título genérico de multitud de profetas, tanto hebreos como paganos. Así, Isdubar, el Heabani, astrólogo caldeo, es arrebatado al Cielo por su protector el Dios Hea, e igualmente el profeta Elías es llevado “vivo” también al Cielo por su protector Jehovah, pues que Elías en la lengua hebrea significa Elihu o “el Dios Jah”, Semejante plácida muerte o euthanasia tiene, en efecto, un profundo sentido esotérico, pues que simboliza la “muerte” de un Adepto que ha alcanzado el grado y poder de purificación necesario que le permite “morir” en el cuerpo físico y seguir viviendo con vida consciente en su cuerpo astral. La expresión de Pablo (Hebreos, XI, 5) de que “él no vería la muerte” (ut non videret mortem) tiene, pues, un sentido, no sobrenatural, pero sí esotérico, y aunque semejante significado secreto es siempre el mismo, las variaciones de dicho tema son infinitas. En cuanto a la desdichadísima interpretación que se da a algunas alusiones bíblicas respecto de la edad de Enoch, “que igualará a la del mundo”, compartiendo con Jesús y Elías la dicha y los hombres del último Advenimiento, y de la destrucción del Antecristo, significa, en verdad, la correlación de Enoch con el año solar de trescientos sesenta y cinco días, y esotéricamente, por otro lado, el hecho de que algunos de los Grandes Adeptos volverán en la Séptima Raza, una vez desvanecido todo error, para proclamar como Shistas o santos “Hijos de Luz” que son ellos, el advenimiento de la Verdad, por tantos siglos obscurecida. En otro de los aspectos, Enoch, el patriarca celeste y padre de Methmelad, es también el Primer Adán o el Microprosopus. El Enoch espiritual, que no murió, sino que fue arrebatado por Dios, es el símbolo también de la humanidad, tan eterna en el espíritu como en la carne; si bien esta última perece siempre para siempre renacer. La muerte, en efecto, es tan sólo un nuevo nacimiento, pues que el espíritu es inmortal, y, por tanto, la humanidad no puede morir jamás, y el Destructor se convierte en Creador, Tipo, en fin, Enoch del hombre, espiritual y terrestre a la vez, ocupa por eso el centro de la Cruz Astronómica, base geométrica de todo el simbolismo religioso de los avatares hindúes: la manifestación de la deidad o del Creador en su criatura el Hombre, es decir, de Dios en la humanidad y de la humanidad en Dios como Espíritu. Así se forma el símbolo de la Mundana Cruz de los Cielos, repetida en la tierra por el hombre dual y hasta por las corolas de ciertas plantas, con arreglo a la clave de Hermes, de que lo que está arriba es como lo que está abajo. La figura, pues, del místico simbolismo de Libra-Hermes-Henoch permanece así en el centro o punto de unión de la Cruz del hombre dual, del hombre físico reemplazando al “espiritual”. La posición de una de sus manos señalando al cielo está equilibrada por la otra indicando a la tierra, es decir: infinitas generaciones arriba e infinitas generaciones abajo; un hombre de polvo que retorna al polvo y un hombre-espíritu que renace en espíritu; una humanidad finita, Hija del Dios Infinito. Vengamos ahora a la historia de un célebre libro que lleva el nombre del gran patriarca jina. Orígenes dice que Enoch —Co-en, Ca-in o Ja-in— dejó escritos numerosos tratados de Astrología y otras ciencias ocultas, y que tales manuscritos fueron salvados del Diluvio —la catástrofe atlante, repetimos— juntamente con otros preciados secretos. Tertuliano, San Agustín y San Jerónimo, dice el sabio don Benito F. Alonso en su Galicia prehistórica, hablan de estos escritos, que Pico de la Mirándola decía poseer. ¿Qué es el Libro de Enoch, del cual el San Juan del Cuarto Evangelio y el del Apocalipsis ha hecho tantas citas? Sencillamente un libro de Iniciación, que, entre velos y alegorías, da el programa de ciertos Antiguos Misterios de los Templos interiores. El autor de los Sacred Mysteries among the Mayas and Quichés sugiere, con acierto, la idea de que las llamadas “visiones de Enoch” no son sino las experiencias de éste en los Misterios Iniciáticos de que participó, aunque, a renglón seguido, comete el gran error de creer que el libro fue escrito al principio de la Era Cristiana, siendo así que judas, en su Epístola (v. 14), hace citas del Libro de Enoch, y por tanto, según observa el arzobispo Laurencio, traductor de la versión etíope de este libro, no podía ser posterior, ni siquiera contemporáneo de los autores del Nuevo Testamento...
Cuando Ludolf, llamado por nuestros eruditos nada menos que “el padre de la literatura etíope”, examinó los diversos manuscritos etíopes relativos al Libro de Enoch presentados por el viajero Pereise a la Biblioteca Mazarina, declaró rotundamente que no podía haber ningún Libro de Enoch. Sin embargo, como todos saben, pronto quedó por tierra tan dogmática afirmación, pues que Bruce y Ruppel encontraron dicho libro en Abisinia, y trayéndolo a Europa unos años después, dieron margen a que el propio obispo Laurencio lo tradujese. Bruce, por supuesto, despreciaba su contenido y se burlaba de él, como todos los demás hombres de ciencia, declarando, dice De Mirville (Pneumatologie, p. 73), ¡que era una obra gnóstica referente a Gigantes antropófagos y tocada de grandísima semejanza nada menos que con el Apocalipsis! No fue ésta, sin embargo, “la opinión de mejores críticos que después vivieron”. Así, el doctor Ganneberg llegó “hasta colocar el Libro de Enoch en el mismo y preferente lugar que el Libro tercero de los Macabeos, o sea a la cabeza de la lista de aquellos libros cuya autoridad se halla más cerca de las obras canónicas”, que dijo el católico marqués de Mirville en su citada obra. Como de costumbre, todos tienen razón, en parte, y en parte se equivocan todos. El aceptar a Enoch como una persona viva, como un carácter bíblico, es lo mismo que aceptar a Adán como el primer hombre, pues que Enoch es un término genérico aplicado a ciertos individuos de todos los tiempos y en todas las razas y naciones, y de aquí el hecho de que los antiguos talmudistas, doctores del Midrashismo, no estén de acuerdo en sus opiniones acerca de Hanokh, el Hijo de Yered, pues que, mientras que unos dicen que era un gran santo amado de Dios, y “que fue arrebatado vivo al cielo”, es decir, que alcanzó el Nirvana o Mukti aquí en la Tierra, cual Buddha y tantos más, para otros talmudistas no era sino un perverso brujo, cosa, en fin, que corrobora que todo Hanokh o Vidente era un Adepto de la Sabiduría Secreta, sin ninguna especificación acerca del carácter (de la Diestra o de la Siniestra) del portador de semejante título. Para los judíos, el Libro de Enoch, es tan canónico como el Pentateuco. La edad de entrambos no puede determinarse con exactitud, pero el Génesis de Enoch es, con mucho, anterior a los libros de Moisés, según nos enseña el doctor Jost y Donaldión. El Pentateuco, tal como hoy le conocemos, es posterior a la cautividad de Babilonia, o sea de hacia el año 150 (antes de J. C.). Guillermo Postel ha presentado aquel libro al mundo y explicado sus alegorías hasta donde le ha sido posible explicarlo y comprenderlo. El Libro de Enoch, en fin, es un compendio de la historia de las razas Tercera, Cuarta y Quinta. Unas poquísimas profecías de nuestra época actual y un largo resumen retrospectivo, introspectivo y profético de sucesos universales y completamente históricos, etnológicos, geológicos, astronómicos y psíquicos, amén de un poco de Teogonia de los anales antediluvianos. Citado él diferentes veces en Pistis, Sophia y en el midrashin más antiguo del Zohar, Orígenes y Clemente de Alejandría le tenían en muy alta estima, y le mencionan como una obra de antigüedad venerable. Sus visiones, desde el capítulo 18 al 50, son todas descripciones de los Misterios de la liniciación, una de las cuales es la del Valle Ardiendo de los Angeles Caídos, y quizá tuvo mucha razón San Agustín al decir que la Iglesia rechazaba el Libro de Enoch de entre los canónicos a causa de su enorme antigüedad, ob nimian antiquitatem (La Ciudad de Dios, XV y XXIII). ¡No cabían, en efecto, los sucesos que en él se mencionan en el estrecho marco de los cinco mil cuatro años antes de J. C. que aquélla pretendía asignar al mundo! El sabio M. de Sacy (Annales de Phiiosophie, pág. 393), nos dice: “El Libro de Enoch asigna al año solar 364 días, y parece conocer además períodos de tres, cinco y ocho años, seguidos de cuatro días suplementarios que, en su sistema, parecen ser los de los equinoccios y solsticios”. Estos “absurdos” —añade De Mirville— acaso datan de algún imaginario sistema que pudo haber existido antes de que el orden de la naturaleza hubiese sido alterado en la época del Diluvio Universal, cosa que es precisamente la enseñada por la Doctrina Secreta, pues el propio ángel Uriel dice a Enoch: “¡Todas las cosas, oh Enoch, te las he revelado! Tú ves ya al Sol, a la Luna, y a los que conducen las estrellas del cielo, los cuales hacen que se repitan todas sus operaciones y estaciones. En los días de los pecadores, los años se acortarán y la Luna cambiará sus leyes…” (capítulo LXXIX, traducción de Laurencio). En aquellos días, años antes del Gran Diluvio que barrió a los atlantes y cambió la faz de toda la tierra, al cambiar la inclinación de su eje, la naturaleza geológica, astronómica y cósmicamente, no podía ya ser la misma, porque, como dice el Libro, “Noé gritó con amargura tres veces, diciendo: ¡Oyeme, óyeme, óyeme! La Tierra trabaja con violencia, y seguramente voy a perecer con ella” (capítulo LXIV). Habían llegado, en efecto, los tiempos en que se cumpliese el de decreto de la Ley Natural Evolutiva, de que la Cuarta Raza fuese destruida para dejar el puesto a otra mejor que ella, pues que el Manvántara había llegado a su punto de vuelta al cumplirse las tres y media Rondas de las Siete, y la gigantesca Humanidad física había descendido hasta el punto más bajo de su grosera materialidad, y de aquí aquel apocalíptico versículo acerca de aquella Raza, “aquellos gigantes que conocían todos los misterios de los ángeles, todos los poderes secretos y opresores del Mal y de la brujería”. En el capítulo VIII del Pirkah, de Midrash, R. Eliezar atribuye a Enoch lo que tantos otros autores atribuyen a Hermes Trimegisto, pues que los dos son idénticos en su sentido esotérico, y añade que “Hanokh comunicó a Noé la ciencia del cálculo de las estaciones”. Este Hanokh y su “Sabiduría” pertenecen, en dicho caso, al ciclo de la Cuarta Raza Atlante, y Noé al de la Quinta, por lo cual pudo decir el Tohan que “Hanokh tenía un libro idéntico al Libro de la Generación de Adán, es decir, del Misterio de la Sabiduría”. En tal sentido representan Hanokh y Noé las dos Razas-Raíces anterior y presente. En otro sentido, la desaparición de Enoch, “que se fue con Dios y no existió ya más porque Dios se lo llevó”, es una alegoría relativa a la desaparición de entre los hombres del Conocimiento Sagrado y Secreto, llevado consigo por el “Dios colectivo de los Java-Aleim, los altos Hierofantes, las Cabezas de los Colegios de Sacerdotes Iniciados”. En suma, que los Enoch o Enoichions se confinaron estrictamente al recinto de los Colegios Secretos de los Profetas entre los judíos, y de los Templos entre los gentiles. Enoch, por otra parte, con la sola ayuda de la clave simbólica, es el tipo de la doble naturaleza espiritual y física del hombre. Por ello ocupa el centro de la Cruz Astronómica o Estrella de Seis puntas, que Eliphas Levi tomó de una obra secreta. En el ángulo superior del Triángulo superior está el Aguila; en el inferior izquierdo, el León; en el derecho, el Toro, mientras que sobre el Toro y el León, o sea a los dos lados del Aguila, está la faz de Enoch o del Hombre. Ahora bien: las figuras del Triángulo superior, omitiendo la Primera, por ser de meros Chahayas o Sombras, representan a las Cuatro Razas anteriores, mientras que Enos o Enoch está colocado entre la Cuarta y la Quinta Razas, por representar la Sabiduría Secreta de entrambas. Ellas son también los cuatro Animales de Ezequiel y del Apocalipsis. En el Doble triángulo del Ardhanari hindú se nos presenta una representación mucho mejor, pues que en él están simbolizadas tan sólo las tres Razas históricas para nosotros, que son: la Tercera o Andrógina, simbolizada por Ardha-nari; la Cuarta, representada por el poderoso León, y la Quinta o Aria, por su símbolo más sagrado hasta hoy: la Vaca o Toro."

H. P. Blavatsky
Tomada del libro El Libro que mata a la Muerte de Mario Roso de Luna, página 247-249


"Es en el libro amplio y luminoso de la madre Naturaleza, escrito por la mano de Dios mismo, donde yo estudié. Mis gratuitos impugnadores arguyen que no he entrado en el Templo del Saber por la verdadera puerta. Pero ¿cuál es entonces la verdadera puerta? ¿Es por acaso la de las Universidades, o es la de la Naturaleza misma? He entrado por la puerta de la Naturaleza, que es luz fulgurante, no lámpara de alquimista."

H. P. Blavatsky
Tomada del libro Aberraciones psíquicas del sexo de Mario Roso de Luna, página 130


"Esta [Kéter] era la primera de las sefirot y contenía en sí misma a las otras nueve t w r y p s sefirot o inteligencias, que, en su totalidad y unidad, representan al hombre arquetípico, Adán Kadmón, el πρωτογονοσ, que, a pesar de su individualidad o unidad, es dual, o bisexual, en griego didumos, porque es el prototipo de toda la humanidad. De este modo obtenemos tres trinidades, cada una de las cuales está dentro de una “cabeza”. En la primera cabeza, o cara (la Trimurti hindú de tres caras), encontramos a Sephira [Kéter], el primer andrógino, en el vértice del triángulo superior, que emite a Hachama [Jojmá], o la sabiduría, una potencia masculina y activa —también llamada Jah, h y— y a Biná, h g y b , o la inteligencia, una potencia femenina y pasiva, que también está representada en el nombre de Jehová, h w h y. Estas tres forman la primera trinidad, o “cara” de las sefirot. De esta tríada emanó Hesed, d s h, o la misericordia, una potencia activa masculina, también llamada El, de la cual emanó Gevurá, h d w b n, o la justicia, también llamada Eloha, una potencia femenina pasiva: de la unión de estas dos se produjo Tiféret, t d a p t, la belleza, la clemencia, el sol espiritual, conocido por el nombre divino de Elohim, y se formó la segunda tríada, “cara” o “cabeza”. Estas emanaron, a su vez, la potencia masculina Netzah, h x n, la firmeza o Jehová Sabaoth, que produjo la potencia femenina pasiva, Hod, d w h, el esplendor, o Elohim Sabaoth; las dos produjeron a Yesod, d w s, el fundamento, que es el poderoso y vivo El-Chai, que así produjo la tercera trinidad, o “cabeza”. La décima de las sefirot es, más bien, una díada y se representa en el diagrama como el círculo inferior. Es Maljut, o el reino, t w k l m, y Shejiná, h n y b c, también llamado Adonai, y Cherubim, entre las huestes angélicas. La primera “cabeza” recibe el nombre de mundo intelectual; la segunda “cabeza” es el mundo sensual o de la percepción, y la tercera es el mundo material o físico."

H. P. Blavatsky
Tomada del libro Las enseñanzas secretas de todos los tiempos de Manly Palmer Hall, página 532



“Hasta qué punto ha coronado el éxito mis esfuerzos, el lector es quien ha de juzgarlo.”

H. P. Blavatsky


“Haz que tu alma preste oído a todo grito de dolor, de igual modo que descubre su corazón el loto para absorber los rayos del sol matutino. No permitas que el sol ardiente seque una sola lágrima de dolor antes de que tú la hayas enjugado en el ojo del que sufre.”

H. P. Blavatsky
La voz del silencio



"Hemos tenido cierta vez la dicha de ver un viejo manuscrito perteneciente a la colección llamada Tongo Shakty-Sangye Songa, exotéricamente conocida por el nombre de “Anales de los treinta y cinco Buddhas de Confesión”. Estos personajes, aunque llamados Buddhas en la religión buddhista del Norte, pueden llamarse igualmente Rishis, Avatara, Mahatmas, o “Grandes Almas”, propiedad universal y común a todas las creencias religiosas; sabios históricos, al menos para los ocultistas, y que constituyen en la Tierra la más excelsa de las jerarquías. Gautama Buddha hace el número veintisiete de estos 35, o más bien, de estos 150 “Reyes Divinos”, verdaderas encarnaciones celestes o avataras menores de “Hijos de la Sabiduría”, que no pertenecen ya a este planeta, y que han vivido aquí, sin embargo, en épocas arcaicas, perteneciendo 11 de ellos a la Raza Atlante y los demás a la actual de los Arios… No está lejano, por cierto, el día en que los simbologistas modernos comprueben la exactitud de estos asertos y se convenzan de que el propio Woden, u Odin, el Dios más elevado de la mitología germana y escandinava, es uno de estos inefables Buddhas, ser tan primitivo, en verdad, como que data de los días en que la naturaleza tropical se extendía por ese continente polar hoy cubierto de hielos perpetuos, gracias al cambio de dirección del eje terrestre… A partir, en efecto, de la Raza Lemuriana, predecesora de la Atlante y de la Aria, cada gran vástago del gran tronco de la Humanidad ha tenido a su frente, como guía y maestro, a uno de estos seres de las “Divinas Dinastías”, y cuyo recuerdo perdura siempre, más o menos, en la Historia, envuelto en la pérula protectora del mito."

H. P. Blavatsky


“Huye de la ignorancia, huye igualmente de la ilusión. Aparta tu faz de las decepciones mundanales; desconfía de tus sentidos, porque son falsos. Pero en lo interior de tu cuerpo, en el sagrario de tus sensaciones, busca en lo impersonal al "hombre eterno", y una vez lo hayas encontrado, mira hacia dentro: eres Buda.”

H. P. Blavatsky


"La Ciencia Oculta enseña que en el espacio existe un cambio perpetuo de moléculas, o más bien de átomos. Algunos sabios comienzan ya a sospecharlo. El espectroscopio hace ver la semejanza de las sustancias terrestres y las sidéreas, pero aún no ha podido revelamos si los átomos gravitan unos hacia otros, del mismo modo que lo verifican aquí en la tierra. Así, en cada astro entran los átomos en nuevas formas de existencia, incognoscibles para la ciencia física. La esencia de la materia cometaria, por ejemplo, es completamente diferente de lo que aquí conocemos, y, sin embargo, experimenta ciertos cambios al atravesar el sistema. Clerk Maxwell dice en su discurso presidencial ante la Sociedad Real de Química, de Londres (1888), que los elementos no son absolutamente homogéneos. “Para discernir con precisión los espectros de un mismo cuerpo en astros diferentes sería preciso examinados en idénticas condiciones de presión, temperatura, etc. En el propio espectro del sol hay rayas que aún no se han podido identificar”. Cada mundo posee su propio Fohat. “Para el profano, los mundos —dice un Comentario— están constituidos por los Elementos conocidos; pero, según el concepto que de ellos puede formarse un Iniciado o Arhat, estos Elementos son, colectivamente, una Vida Divina, constituyendo, al manifestarse ésta, innumerables cielos de vida. El Fuego, en efecto, sólo es Uno en el plano de la Realidad única; en el de la Existencia manifestada e ilusoria, sus partículas son Vidas ígneas que viven a expensas de las demás Vidas que destruyen, razón por la cual se les llama “Devoradores”… Cada cosa visible en este Universo se halla constituida por semejantes Vidas, desde el hombre primordial, divino y consciente, hasta los agentes inconscientes que fabrican la materia… El Universo de las Vidas procede de la Vida Una, informe e increada. El Fuego frío y luminoso —¿luz difusa? fue el primero en manifestarse en el Abismo o Caos, y él formó en el Espacio los primeros Coágulos —¿nebulosas irresolubles?—. Los Coágulos, al combatir entre sí, desarrollaron un gran calor, el cual produjo la rotación. Después vino el primer Fuego Material manifestado: las Llamas ardientes, los Vagabundos Celestes o Cometas. El calor genera vapor húmedo; aquél forma agua sólida (?) después niebla seca, luego niebla líquida, acuosa, que apaga el luminoso resplandor de los Peregrinos o Cometas, formando Ruedas sólidas acuosas, o sean Globos de Materia. Bhumi, la Tierra, apareció así con sus seis hermanas. Aquéllas, con su movimiento continuo, producen el fuego inferior, y a más, calor y una niebla acuosa que da origen al tercer Elemento del Mundo, que es el Agua. El Aire nace así del aliento de todo, y estos cuatro Elementos son las cuatro Vidas de los cuatro primeros Periodos o Rondas del Manvantara, al que seguirán otros tres… ¿Qué es, en efecto, lo que sabe la ciencia en cuanto a los cometas, a su génesis, a su desarrollo y a su manera final de conducirse? ¡Nada, absolutamente nada! ¿Qué tiene, pues, de imposible el que un centro laya —un fragmento de protoplasma cósmico, latente y homogéneo, súbitamente inflamado o animado— se lance al espacio desde el regazo en que ha nacido, y pase girando raudo a través de los insondables abismos cerúleos, con objeto de robustecer su naciente y homogéneo organismo, gracias a la acumulación y adición de los elementos diferenciados que va encontrando al paso? Y, ¿por qué un cometa, un peregrino semejante, no ha de poder conseguir al fin el establecerse como un ciudadano regular de los cielos, convirtiéndose y viviendo en ellos como un efectivo globo habitado? »Esparcidos en el espacio, sin orden ni método aparente, dice, los gérmenes de los mundos, chocan muchas veces antes de fundirse; después se transforman en vagabundos, es decir, en cometas. Entonces es cuando las verdaderas luchas y batallas comienzan. Los cuerpos ya formados, atraen unos y repelen otros a los nuevos. Muchos de éstos parecen absorbidos por los compañeros más fuertes. Los que triunfan, logrando escapar, se transforman en mundos. Nacido en las insondables profundidades del espacio; emanando del seno de ese elemento primordial y homogéneo que se llama Alma del Mundo, cada núcleo de materia cósmica repentinamente llamado a la vida comienza la existencia en las condiciones más hostiles. A través de edades sin número les cumple conquistarse un lugar en lo infinito. Circulan entre los cuerpos más densos y consolidados; saltan de un lado para otro; oscilan hacia el centro o punto que le atrae como un navío arrastrado por estrechos sembrados de recodos y arrecifes, procurando salvarse de los demás cuerpos que les atraen o repelen sucesivamente. Muchos de estos núcleos perecen; sus masas se desintegran, yendo a fundirse en masas más fuertes, y cuando nacen dentro de un sistema planetario acaban desapareciendo, por decirlo así, en el insaciable vientre de los soles. Los que caminan lentamente, pues, describiendo una curva elíptica, están destinados, más o menos tarde, al aniquilamiento. Otros siguen arcos parabólicos, y ordinariamente escapan a la destrucción gracias a la rapidez de su carrera."

H. P. Blavatsky
Tomada del libro El Libro que mata a la Muerte de Mario Roso de Luna, página 63



"La espantosa criatura se desplomó más que se sentó en medio de la pieza, levantando una molesta nube de polvo; ¡era la famosa Tatmos, el oráculo de Damasco, al decir de las gentes!"

H. P. Blavatsky
Narraciones Ocultistas y Cuentos Macabros, página1103



"La ilusión de la personalidad: la errónea idea de que "yo soy yo", un hombre o mujer de tal o cual nombre, una entidad independiente, en lugar de ser una parte inseparable del Todo".

H. P. Blavatsky


“La magia es tan vieja como el hombre y nadie acertaría en señalar su origen, de la propia suerte que no cabe computar el nacimiento del primer hombre.”

H. P. Blavatsky



“La mente es el gran destructor de lo real. Destruya el discípulo al destructor.”

H. P. Blavatsky


“(...) La mente es parecida a un espejo; se cubre de polvo mientras refleja. Necesita de las suaves brisas de la sabiduría del alma para que arrebaten el polvo de nuestras ilusiones. Procura fundir tu mente con tu alma.”

H. P. Blavatsky


“La Naturaleza tiene rincones muy extraños y aislados para sus elegidos, lejos del bullicio y las perversas pesquisas de los hombres.”

H. P. Blavatsky


“La propia alabanza, discípulo, es a manera de una torre elevada, a la cual ha subido un loco presuntuoso, que permanece allí en orgullosa soledad e inadvertido de todos, excepto de él mismo.”

H. P. Blavatsky


"... La totalidad del ocultismo está basada en la suposición de que no hay nada sobrenatural..."

H. P. Blavatsky
Tomada del libro de Kenneth Grant, Fuera de los círculos del tiempo, página 38




"Las enseñanzas de la Doctrina Arcaica, por otro nombre Teosofía, tienen un origen divino, que se pierde en la noche de los tiempos. Origen divino no quiere decir, sin embargo, una revelación de un Dios antropomorfo, sobre un monte, en medio de rayos y de truenos, sino, según lo comprendemos, un lenguaje y sistema de ciencia comunicados a la Humanidad primitiva por otra Humanidad tan avanzada, que parecía divina a los ojos de la Humanidad inmatura."

H. P. Blavatsky


"Las plantas también tienen propiedades místicas similares en un grado de lo más maravilloso y el secreto de las plantas de los sueños y los hechizos solo se ha perdido para la ciencia europea y, aunque sea inútil decirlo, le resulta desconocido, salvo en muy pocos casos notorios, como el opio y el hachís. En cambio, los efectos parapsicológicos incluso de estas pocas sobre el organismo humano se consideran muestras de un trastorno mental transitorio. Las mujeres de Tesalia y Épiro, las sacerdotisas de los ritos de Sabazios, no se llevaron consigo sus secretos cuando sus santuarios desaparecieron, sino que todavía se conservan y quienes son conscientes de la naturaleza del soma conocen también las propiedades de otras plantas."

H. P. Blavatsky
Tomada del libro Las enseñanzas secretas de todos los tiempos de Manly Palmer Hall, página 485


"—Levanta tu cabeza, ¡oh Lanú!, ¿Qué ves sobre ti, ardiendo en el obscuro cielo de la medianoche? —Yo percibo una Llama, ¡oh Gurudeva!, con innumerables y no separadas centellas, que en su seno brillan. —Dices bien —responde el Guía—; pero mira ahora en torno de ti y dentro de ti mismo. ¿Sientes de algún modo a aquella Luz que en ti arde como cosa distinta de la que brilla en tus hermanos, los demás seres? —No; no veo que ella sea diferente en modo alguno… —Ni ella es diferente en verdad —concluye el Maestro—, Prisioneros los hombres en la kármica esclavitud de la cárcel que se han labrado ellos mismos en vidas anteriores de caída, dicen: “tu alma”, “mi alma”; pero se engañan, porque su vista espiritual, atrofiada, les mantiene hoy en la ignorancia o avydhia.

H. P. Blavatsky
El Catecismo Ocultista oriental, comentado por H. P. Blavatsky
Tomada del libro El Libro que mata a la Muerte de Mario Roso de Luna, página 20



"Los budistas afirman que el zafiro produce serenidad y ecuanimidad y expulsa los malos pensamientos, al establecer una circulación sana en el hombre. Lo mismo hace una batería eléctrica, con su corriente bien dirigida, según nuestros electricistas. Los budistas sostienen que “el zafiro puede abrir (al espíritu del hombre) puertas y viviendas, aunque tengan barrotes; produce el deseo de orar y aporta más paz que ninguna otra piedra preciosa, pero quien lo use debe llevar una vida pura y santa”."

H. P. Blavatsky
Tomada del libro Las enseñanzas secretas de todos los tiempos de Manly Palmer Hall, página 430


“Los descubrimientos de la ciencia moderna no invalidan en modo alguno las remotísimas tradiciones que atribuyen increíble antigüedad a la raza humana.”

H. P. Blavatsky


"Los iluminados, los hombres justos, aquellos que por su propio esfuerzo han llegado a la suprema ciencia del Hombre interno y al conocimiento de la verdad, han recibido, como Marco Antonio, instrucciones de los dioses al efecto, ora durante el sueño, ora de otro modo. Auxiliados por los puros espíritu o ángeles “que habitan en las regiones de la bienaventuranza eterna”, han observado de siempre el curso de tales hechos, y han avisado de ello a la humanidad repetidísimas veces. Puede el escepticismo, si le place, burlarse de todo esto; pero la fe, fundada en el conocimiento y en la ciencia espiritual, así lo viene creyendo y afirmando siempre. Nuestro ciclo actual es un ciclo eminentemente caracterizado por tales muertes a cada paso nos codeamos en esas calles con hombres y mujeres que han perdido ya su alma, y por eso no podemos maravillarnos, en el presente estado de cosas del tremendo fracaso de los últimos esfuerzos de Hegel y de Schelling para construir un sistema metafísico. Cuando varios hechos palpables y visibles de los del moderno espiritismo fenoménico se verifican todos los días, y a pesar de ello son negados por la mayoría de los hombres de las naciones llamadas civilizadas, bien poca probabilidad existe de que pueda ser aceptada una metafísica puramente abstracta por parte de la creciente hueste de los materialistas y positivistas."


H. P. Blavatsky
Tomada del libro El Libro que mata a la Muerte de Mario Roso de Luna, página 99



"Los magos son aquellos hombres santos que, apartándose por sí mismos de todas las cosas de este mundo, contemplan las virtudes divinas, y comprenden con nítida claridad la excelsa naturaleza de los dioses y espíritus, iniciando a otros en los mismos Misterios o sea en el alto secreto de mantener en vida continuidad de relaciones con los seres invisibles."

H. P. Blavatsky



"Los poderes y fuerzas de la naturaleza, pueden ser empleados lo mismo por el egoísta y el vengativo que por el altruista que perdona todo; pero los poderes y fuerzas del espíritu sólo se entregan por sí mismos al de corazón perfectamente puro, y esto es la MAGIA DIVINA."

H. P. Blavatsky



"Los reptiles tienen dos cuerpos pineales, uno anterior y otro posterior; el posterior no se desarrolla, mientras que el anterior forma un ojo ciclópeo rudimentario. En los tuátaras, una especie de iguana neocelandesa, se proyecta a través del foramen parietal y presenta una lente y una retina imperfectas y, en su tallo largo, fibras nerviosas."

H. P. Blavatsky
Isis sin velo
Tomada del libro Las enseñanzas secretas de todos los tiempos de Manly Palmer Hall, página 377



"Los seres más inferiores en la escala evolutiva son aquellas criaturas invisibles llamadas «Elementarios» o «pueblos de los Elementos», por los cabalistas. Hay tres clases distintas de estos seres. Los más elevados en inteligencia y sutileza, son los denominados «espíritus terrestres», larvas, sombras o «cascarones» de cuantos, habiendo vivido en la Tierra, rechazaron toda luz espiritual; permanecieron y murieron profundamente sumergidos en el cieno de la materia, y de cuyas almas, el Espíritu inmortal se ha ido separando gradualmente. La segunda clase se compone de los antetipos invisibles de los hombres, que están todavía por nacer… La tercera clase es la de los «elementales», propiamente dichos, que jamás llegan a convertirse en seres humanos, pero que ocupan, por decirlo así, un peldaño especial en la escala de los seres, y, comparados con los demás, pueden ser llamados propiamente «espíritus de la Naturaleza» o agentes cósmicos de la misma, estando cada uno de ellos confinado en su elemento propio, sin traspasar jamás el límite con los otros elementos. Éstos son los que Tertuliano llamó Príncipes de los poderes del aire."

H. P. Blavatsky
Tomada del libro Aberraciones psíquicas del sexo de Mario Roso de Luna, página 93



"Los sistemas filosóficos de los gnósticos y de los primitivos judíos cristianos, los nazarenos y ebionitas, presentan las opiniones que se sostenían en aquellos días -fuera del círculo de los judíos mosaicos- acerca de Jehovah. Éste era identificado por todos los gnósticos, más bien con el mal principio que con el bueno."

H. P. Blavatsky
La doctrina secreta


“Mata en ti mismo todo recuerdo de pasadas experiencias. No mires atrás, o estás perdido.”

H. P. Blavatsky


"Maya o Ilusión (de Ilus, nada, cieno, caída) es, en efecto, un elemento que entra en todos los seres finitos, dado que todas las cosas que existen poseen tan sólo una realidad relativa y no absoluta, puesto que la apariencia que el oculto noúmeno toma en el respectivo plano de cada observador depende del correspondiente poder de cognición que posea este último. Para la vista no educada del salvaje cualquier pintura resulta una confusión incomprensible de líneas y manchas de color, mientras que allí mismo descubre la vista ya educada el objeto que el artista trató de representar. La Existencia Única, absoluta y oculta, o sea la Divinidad, contiene en sí misma los noúmenos de las más altas realidades, o mejor dicho de todas las realidades. Por eso nada es permanente sino Ella, y cada existencia no es sino una etapa del ser. De aquí que hasta los más elevados Dhyanis Chohanes siderales o “Angeles”, de otras teogonias, no sean en cierto grado sino meras sombras de realidades aun más superiores. Sin embargo, todas las cosas son relativamente reales, puesto que el conocedor es también una sombra, una reflexión de algo más alto —que él, y, por tanto, las cosas conocidas son tan reales para él como lo es él para sí propio. Por efectivas que las cosas nos parezcan antes de pasar y después de haber pasado por el plano de nuestra objetividad, al manifestarse en este plano, ya no son sino un relámpago fugaz. En cualquier estado que actúe nuestra conciencia, tanto nosotros mismos como las cosas pertenecientes a aquel estado, son a la sazón nuestras únicas realidades; pero a medida que nos vamos elevando en la escala evolutiva nos damos cuenta de que durante nuestra permanencia en los planos ya trascendidos, a través de los cuales acabamos de pasar, no hicimos sino tomar equivocadamente la realidad por su sombra o proyección, y que el progreso del Yo hacia lo alto no consiste, por tanto, sino en una serie de despertadores progresivos, con la consiguiente idea en cada uno de ellos de que en ellos tocamos ya la definitiva realidad. Sin embargo, a bien decir, sólo cuando nos hayamos sumergido en el Piélago de la Conciencia Absoluta podremos decir que toda maya cesó."

H. P. Blavatsky
Tomada del libro El Libro que mata a la Muerte de Mario Roso de Luna, página 21




“No creas que viviendo en selvas sombrías, en orgulloso retiro y apartamiento de los hombres, no creas tú que alimentándote sólo de hierbas y raíces y mitigando la sed con la nieve de la gran cordillera; no creas tú, devoto, que todo esto pueda conducirte a la meta de la liberación final.”

H. P. Blavatsky


"No creemos en milagro alguno que exceda de las naturales posibilidades latentes en el hombre. Lo que hay es que todavía no hemos comprendido todo el alcance de nuestros verdaderos poderes."

H. P. Blavatsky



“No hay religión más elevada que la verdad.”

H. P. Blavatsky


“No puedes recorrer el sendero antes que el sendero seas tú mismo.”

H. P. Blavatsky


“Para lograr el conocimiento del espíritu, es indispensable la pureza de corazón: desechando todo mal pensamiento, manteniendo el ánimo sosegado sin jamás agitarse, ni irritarse por nada.”

H. P. Blavatsky



“Para llegar al nirvana, debe uno conseguir el conocimiento de sí mismo; y el conocimiento de sí mismo es hijo de las buenas obras.”

H. P. Blavatsky



"Porque no sólo es nuestra vida entera una larga peregrinación física y moral por la superficie de la Tierra, sino que nuestra alma misma es «un astro errante», un «corneta misterioso», un «peregrino efímero», como demostraremos algún día, peregrino análogo al de los cometas que de tiempo en tiempo aparecen en el cielo."

H. P. Blavatsky
Narraciones Ocultistas y Cuentos Macabros, página 220



“Puedes tú crear en este "día" las eventualidades para tu "mañana".”

H. P. Blavatsky



“Sé a manera del océano, que recibe todos los ríos y torrentes. La poderosa calma del mar permanece inalterable, sin sentirlos.”

H. P. Blavatsky



“Si no puedes tú ser sol, sé el planeta humilde.”

H. P. Blavatsky



"Se dice que la vida bohemia es contagiosa, y que ninguna civilización ha alcanzado a destruir el encanto de la libertad omnímoda una vez que se han gustado sus dulzuras."

H. P. Blavatsky
Narraciones Ocultistas y Cuentos Macabros, página 203



“Siembra buenas acciones, y recogerás el fruto de ellas.”

H. P. Blavatsky



"Siguiendo las malvadas insinuaciones de su demonio, Thevetat, la raza de los atlantes se transformó en una nación de magos perversos: como consecuencia de esto se declaró la guerra, cuya historia sería demasiado larga de narrar, aunque se puede hallar su esencia en las alegorías distorsionadas de la raza de Caín, los gigantes, y la de Noé y su virtuosa familia. El conflicto llegó a su fin con la inmersión de la Atlántida, que tiene su imitación en las historia del diluvio babilónico y mosaico. Los gigantes y los magos “[…] y toda la carne murió […] y todos los hombres”. Todos menos Xisusthrus y Noé, que, básicamente, son casi idénticos al gran Padre de los thlinkithianos del Popol Vuh , el libro sagrado de los guatemaltecos, que también narra su huida en una barca grande, como el Noé hindú, Vaisvasvata."

H. P. Blavatsky
Sobre las causas que precipitaron el desastre de la Atlántida
Tomada del libro Las enseñanzas secretas de todos los tiempos de Manly Palmer Hall, página 113


"Silencio, soledad; evitación de todo contacto emotivo por puro que se crea; comida frugal, vegetariana, con el propio cubierto y en el propio plato al que ajena mano jamás tocó; identificación total en espíritu y alma con los otros candidatos a la iniciación primera; contemplación de los cinco colores teúrgicos; corazón sin olas, fantasía y razón amordazadas sin mordaza, y, en una palabra, la más absoluta asepsia de todo lo terreno en sus planos físico, etéreo, astral y mental, es el prólogo obligado de la humana Alquimia, por la que el neófito pierde ya su vieja condición semi-animal, transformándose en sagrado vaso de la Esencia Divina…"

H. P. Blavatsky



"Todo hombre bueno puede ser, y es de hecho, un teosofista; pero para ser un verdadero ocultista se necesita ser bueno y sabio; y la sabiduría sólo se alcanza por medio de un Maestro y cumpliendo estrictamente una disciplina. De otro modo, ¿qué papel harían nuestros hermanos mayores si fueran inútiles sus sacrificios y anhelos para enseñarnos a andar? ¿No es su amor el que les guía para ayudarnos en el difícil camino de la evolución? Pues todo esto resultaría inútil si fuera fácil emprender el Sendero aislados, sin compañeros, sin guía para vencer sus muchas dificultades."

H. P. Blavatsky


"Todo reflejo de poderes superiores en el hombre tiene que ser temporal, y las más veces resulta dañoso a la postre, porque de seguir, nos dejaría irresponsables y sin progreso."

H. P. Blavatsky




"... todos los seres inferiores invisibles engendrados en los planos quinto, sexto y séptimo de nuestra atmósfera terrestre, se llaman Elementales, Peris, Devs, Djins o Jinas, Silvanos, Sátiros, Faunos, Elfos, Enanos, Trolls, Kobolds, Brownias, Nixias, Trasgos, Duendes, Pinkies, Branshees, Gente musgosa, Damas blancas, Fantasmas, Hadas, etc., etc.» Los Elementales son espíritus de la Naturaleza. Seres materiales, pero invisibles para nosotros y de naturaleza etérea, que viven en los elementos de aire, agua, tierra o fuego. No tienen Espíritu inmortal, sino que están hechos de la substancia del alma, y os- tentan varios grados de inteligencia. Sus caracteres difieren considerablemente. Representan en su naturaleza todos los grados de sentimiento. Unos de ellos son de índole benéfica, y otros maléfica. (F. Hartmann.) –En el mundo astral… hay numerosas huestes de elementos naturales, o espíritus de la Naturaleza, divididos en cinco clases principales, que son los elementales del éter, del fuego, del aire, del agua y de la tierra. Los últimos cuatro grupos eran denominados en el ocultismo medieval, Salamandras, Silfos, Ondinas y Gnomos, e inútil es decir que hay otras dos clases, que completan las siete, las cuales no nos interesan por ahora, puesto que aun no están manifestadas. Estos seres tienen por tarea mantener las actividades relacionadas con sus elementos respectivos; son los conductos mediante los cuales obran las energías divinas en 307 estos diversos medios; la expresión viva de la ley en cada elemento. A la cabeza de cada una de estas divisiones hay un gran Sér ( Deva o Dios) , jefe de una poderosa hueste, inteligencia directriz y guía de todo el departamento de la Naturaleza regido y animado por la clase de elementales que están bajo su dominio."

H. P. Blavatsky
Narraciones Ocultistas y Cuentos Macabros, página 306


"Un diakka es un ser que experimenta loco placer en representar altisonantes papeles de toda especie; en hacer trampas; en personificar los más opuestos caracteres; un ser para quien las oraciones y las expresiones groseras tienen idéntico valor; apasionadísimo por las narraciones líricas y las patéticas descripciones…; moralmente, es un ser imperfecto, carente de todo sentimiento de justicia, de filantropía y de tiernos afectos. No tiene ni la menor idea de lo que los hombres llaman sentimientos de gratitud; lo mismo es para él el amor que el odio; su divisa, espantosa y terrible, se reduce a Uno Mismo, y el fin de toda su vida es una sublime anhelación."

H. P. Blavatsky
Tomada del libro Aberraciones psíquicas del sexo de Mario Roso de Luna, página 94




“Un verdadero teósofo tiene que poner en práctica el más elevado ideal moral; tiene que luchar por realizar su unidad con toda la humanidad, y trabajar sin cesar para otros.”

H. P. Blavatsky
La Llave de la Teosofía

"Una vida casta, una mente despejada, un corazón puro, un intelecto ansioso de conocimientos, una percepción espiritual clara, un cariño fraternal hacia toda la humanidad, una buena disposición para recibir y dar consejos e instrucciones, un sufrimiento animoso de la injusticia personal, una declaración esforzada de principios, una defensa valerosa de aquellos que son injustamente atacados, una devoción perseverante hacia el ideal de progreso y perfección de la humanidad, que la Ciencia Sagrada describe: estos son los escalones de oro por los cuales el principiante puede alcanzar el Templo de la Sabiduría Divina, o. Acudiendo así en auxilio de las leyes de la Naturaleza y trabajando en armonía con ella, la propia Naturaleza nos mirará como uno de sus colaboradores o Creadores y nos prestará obediencia”. La pacienzuda labor precisa para ello es, en efecto, la única que labrarnos puede un más alto Destino, porque sólo a fuerza de paciencia es como el ínfimo gusano de seda convierte en raso para principescas vestiduras la pobre hoja de morera que le nutre."

H. P. Blavatsky
La voz del silencio


"–Vamos, vamos –dijo el húngaro, interponiéndose con una expresión extraña en su cara, y rodeando con sus brazos la delicada figura del niño–; el pequeño ha visto el doble de mi shamano que a menudo vaga a gran distancia de su cuerpo, y ha tomado al fantasma por el hombre mismo. Dejadlo permanecer un rato con nosotros. A estas extrañas palabras los asistentes se miraron con muda sorpresa, mientras que algunos hicieron piadosamente el signo de la cruz, presumiendo, indudablemente, que se trataba del diablo y de sus obras."

H. P. Blavatsky
Narraciones Ocultistas y Cuentos Macabros, página 57





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