Juan de Ariza

Dios, mi brazo y mi derecho

"RODRIGO:
Pronto llegará Garcés,
pues aquí nos dimos cita
y poco tardará estando
terminada la batida.
FORTUÑO:
Sancho Garcés no se rinde
fácilmente a la fatiga;
al javalí cierra el paso
y sigue a la corza herida.
RODRIGO:
¡Vive Dios! que es un mancebo
de extremada valentía,
y, si bien lanza un venablo,
mejor una lanza enristra.
Mozo de tanto provecho
tener más tierras debía,
más de algún tiempo a esta parte 15
están muy mal repartidas.
Su padre Garcés Guevara,
aunque de ilustre familia,
se encuentra en desgracia desde
que murió el rey don García.
FORTUÑO:
Cómo ha de ser, si don Gómez,
a quien los cielos maldigan,
a los que bien al rey muerto
sirvieron, oprime y pisa.
En los reinos de Sobrarve
y Ribagorza domina,
y sabe el diablo del modo
que administraba la justicia.
Ofrece siempre reunir
concilio, para que elija 30
un sucesor el monarca
que asesinó la morisma;
y con livianos pretextos
o con astucias indignas,
de la augusta ceremonia
no deja llegar el día.
RODRIGO:
Al fin hará nuestros brazos
que de su intento desista;
pues ¡vive Dios! que ya cansa
su arrogante tiranía.
Las águilas de estas sierras
somos, y aves de rapiña
seremos para arrancarle
la corona que codicia.
Busquen sucesor al rey.

Juan de Ariza



"Estaba seguro, muy seguro, de no haber dado a Pérez de Silva el más leve motivo de queja; pero no sabía si mi homónimo lo habría ofendido gravemente, ni mucho menos si sus encubiertos enemigos, que me habían hecho guerra tan encarnizada y desleal, habrían tramado algún complot, del cual deberíamos ser tristes víctimas. Mas de una vez detuve el paso, para volverme a la redacción y pedir a Pérez de Silva, de rodillas si era necesario, terminantes explicaciones; pero el orgullo por un lado y por otro la dificultad de explicarle satisfactoriamente una conducta, que mi posición hacía harto extraña, me hicieron proseguir mi camino, con la desesperación de un reo que va siguiendo el del cadalso.
Entré en el salón de conferencias profundamente distraído; y; como redactor del proyecto del discurso de contestación a la corona, tuve que contestar a un gran número de preguntas impertinentes, y que sufrir cien observaciones repetidas e interesadas. Los diputados de ambos matices de la oposición me reconvenían agriamente, porque no había condenado de un modo enérgico y terminante la política del gobierno; y los diputados ministeriales extrañaban que, un hombre tan amante del orden como yo, no aprobara explícitamente la conducta de los ministros. Yo contestaba á unos y otros con la misma fórmula, reducida a estas pocas frases: «El documento, que he redactado, es un proyecto y nada más: Vds. pueden presentar cuantas enmiendas juzguen oportunas, y, si mis dignos compañeros de comisión no las rechazan, no seré yo quien las combata, ni en el seno de la comisión ni en la tribuna del congreso», consiguiendo con esta réplica hacerme tantos enemigos como diputados me hablaban.
Cansado de la monotonía de esta interminable polémica, procuré perderme entre las sombras de los más ocultos pasillos; pero estaba empeñada la suerte en perseguirme á todas partes, y me encontré de manos a boca con el señor ministro de hacienda, que llegaba en aquel momento."

Juan de Ariza Palomar
Viaje al infierno



La amapola

Flor que despreciada y triste
Vives en el verde prado,
Meciendo las leves hojas
Sobre tu flexible tallo:
Flor que desdeña el jardín
Y eres gala de los campos,
Por puros, quizás, el hombre
Menosprecia tus encantos.
Ya escondida entre las nieves,
Cual perla en ancho oceano,
Aumentas con el misterio
Tu atractivo siempre mágico:
Y ya apareciendo hermosa,
Como en noche oscura un astro,
Te saluda tiernamente
Algún amante olvidado:
Que tú lejana del mundo,
Como él del amor lejano,
Sus congojas disminuyes
Con tu porvenir amargo.
Flor de negros tornasoles
Sobre tu purpúreo manto,
Imagen de vida y muerte
eres con matices varios:
Y recuerdas que en la vida,
Como en la mar fluctuando,
está el escollo de penas
Junto al puerto de descanso.
Flor, con tus hojas sutiles
Y con tu vivir precario,
Semejas una existencia
Que va rápida pasando,
De pasiones carcomida.
Sin que la opriman los años.
Tú mueres apenas naces
A impulso de ajena mano;
Te deshoja el aguacero.
Rompe el huracán airado
Tus renuevos, y el pie troncha
De algún segador tus tallos
Ya en las haces de los trojes,
Ya entre yerbas el muchacho
Te confunde, y despareces,
Hermosa flor, por acaso;
Como una bella esperanza
Que en sueños acariciamos
Y disminuye una duda
O destruye un desengaño.
Flor vilmente despreciada,
Yo por mi amiga te aclamo,
Pues los hombres el dolor
Sobre mi frente sellaron.
Compadecerás mis penas
En tu abandono, pensando
Que solo buenos amigos
Suelen ser los desgraciados.
Te abrigaré en el invierno,
Y tendrás en el verano
Como brisa mis suspiros
Y como riego mi llanto.

Juan de Ariza Palomar


—¿Qué acontecimiento inesperado vino a reanimar tus esperanzas? (pregunta Teodoro)
—Un gran movimiento político (responde Julio) .
—El que ha derribado en dos meses al hombre que representaba el poder?
—El mismo.
—¿Has figurado en él?
—He figurado; y la casualidad me ha puesto en primera línea.
—Cuenta, cuenta.
Julio se detuvo un instante, como quien mide las palabras, y dijo después:
—¿para qué he de darte pormenores? Bástete saber que he combatido con el fusil y con la pluma; y de ambos modos he prestado servicios de alguna importancia.
—¿Con que tanto has hecho?
—No poco. He sido el primer representante de un gran partido que estaba humillado y temía: he puesto el bastón y la espada en la mano de un general: he dado impulso al alzamiento, inclinándolo hacia el objeto que a mis amigos convenía: y algunos representantes del país quizás me deben su elección. Juzgo que con tales servicios encontraré abiertas las columnas de los periódicos, y que el gobierno se apresurará a recompensarme, aun más allá de mis deseos.
—Amigo mío, debo confesarte, que es precisamente la ocasión en que deseo ejercer magisterio; porque me parece muy fácil aprovechar la gran fusión de los partidos, que ha realizado el alzamiento, y establecer ahora un gobierno verdaderamente nacional

Juan de Ariza Palomar
Viaje al infierno













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