Ann Beattie

"Charles enfila por un sendero que le lleva a la zona principal del parque. En los bancos hay pintadas. No hay fuentes. Un delfín del que en verano gorgotea el agua ahora abre la boca vacía al viento frío. Parece recién pescado, aterrorizado. Nunca le gustó pescar. A Susan, sí. Era demasiado pequeña para pescar; pero le gustaba observar, dar tirones con el brazo como si estuviera sosteniendo una caña. Su padre se la llevaba a pescar y él se quedaba en casa con su madre. Algunos sábados su madre hacía un pastel (el postre ése...) y dejaba que Charles lo decorara; era muy torpe, movía el pastel en lugar de girar el plato hasta que su madre empezaba a burlarse de él y le enseñaba lo fácil que era hacer girar el plato. Él hacía pasteles mientras Susan pescaba. Niños emancipados: Charles, porque se libraba de su asco ante un pez contorsionándose; Susan, porque le encantaba pegar tirones con el brazo. También levantaba el brazo para bailar. De pie, movía las piernas al son del disco y agitaba el brazo derecho igual que un vaquero con su lazo, igual que un director de orquesta. Directora, por favor. El movimiento de liberación feminista. Espera que Pamela Smith no malgaste su dinero en libros.
En el parque hace demasiado frío como para pensar con lucidez (para eso se ha tomado el día libre, a fin de cuentas), y puede que un té le alivie la garganta, así que camina hacia la colina; en la calle de debajo hay una cafetería. Está al lado de una panadería a la que acostumbraba a ir con Laura, una que no cerraba hasta muy tarde. Solían acercarse a las dos de la madrugada, justo cuando los bollos de azúcar salían del horno. La anciana italiana que trabajaba en la panadería (bajo la protección de dos pastores alemanes y una imagen de la Virgen) hacía unos movimientos con los dedos — como si los chascara —, rozando la punta de los bollos. Le daba un bollo a cada perro y, si estaba de buen humor, otro a Laura y Charles antes, incluso, de que ellos le pidieran una media docena. Se le hace un nudo en la garganta, no tanto por el frío como por los recuerdos. A las señoras mayores siempre les parecían una pareja encantadora. Se notaba. Pasa delante de un banco en el que está sentada una mujer joven con un niño en la falda; tiene la cabeza agachada para resguardarse del viento, y enfrente, una niñita empuja un juguete muy ruidoso. Es un cilindro de plástico transparente lleno de canicas. Charles se detiene y la saluda. La mujer es muy agradable. Hablan de la nieve que ha de caer y de lo increíble que parece que en verano el parque esté lleno de gente. La mujer lleva una parka azul marino, téjanos y botas. Media melena rubia (largo medio) y labios carnosos. Se llama Sandra. Como las putas y las camareras, que sólo dan el nombre de pila, no le dice su apellido. Él se presenta con el nombre completo, como si estuviera con un conocido por asunto de negocios («tienen que parecer receptivos y abiertos»). No hay más que añadir. Charles finge que le divierte ver cómo juega la niña; le pregunta cómo se llama: We-Chi, o algo parecido. La mujer es claramente americana, la niña también."

Ann Beattie
Postales de invierno


"Cuando describo un ambiente siempre he de tener en la cabeza una música concreta."

Ann Beattie


"En 1980, en Nueva York, conocí a un hombre que me prometió que cambiaría mi vida si le daba permiso. Éste fue el trato: él me lo contaría todo, todo, con la condición de que quedara en el anonimato, de que nadie supiera que había una relación entre nosotros. En un principio, el acuerdo no parecía gran cosa, pero mi intuición me dijo que él sabía cosas sobre la mentalidad de los hombres que yo ignoraba. Y por aquel entonces, creía que comprender a los hombres me enseñaría a construir mi propia vida. Me gustó la idea de que nadie supiera que había algo entre nosotros: ni la universidad en la que él daba clases ni la revista para la que yo trabajaba. Ni mi novio, que estaba en Vermont."

Ann Beattie
Paseando con hombres



"En cierta forma se puede decir que Will soy yo, aunque su historia no sea exactamente la mía. Yo fui hija única y eso te hace tener una especial conciencia de ti misma. No eres un adulto pero vives rodeado de esas personas que tienen un vocabulario extraño y desconocido. Ser hijo único es una experiencia de soledad muy parecida a la de la escritura."

Ann Beattie


"En mis obras, hay muchas zonas oscuras que se deben completar. Creo que tengo lectores activos, pero no es suficiente. Aún me gustaría que lo fueran más."

Ann Beattie


"Mi relación en Vermont había durado algo menos de un año. Yo era joven entonces. No era mayor, como mi marido, aunque volviendo la vista atrás Ben y yo parecíamos un par de niños. Marihuana, pero no otras drogas. Mi marido pensaba que los psiquiatras eran brujos, y a mí me parecía una manera de defenderse. O un signo de arrogancia. Para él era importante demostrar que sabía cosas. Cosas importantes, escondidas debajo de lo que se verbalizaba. En verano, pensábamos ir de gorrones con unos amigos que habían alquilado un yate para navegar por las islas griegas. No sabía si habría o no drogas a bordo. No estaría bien que intentara ponerme en contacto con la secretaria del alcalde únicamente para saber si había tenido una relación sentimental con Ben. A mi marido le gustaba hacer las cosas espontáneamente… Divertirse un poco. Era inteligente y tenía mucho sentido del humor. Para mí, en cierto modo, era un misterio. Bueno: era mejor un ser misterioso que un misterio resuelto, porque podía darse el caso de que uno recibiera una respuesta que preferiría no saber. Yo no diría que hiciera muchas preguntas. Sí, puede que él se hubiera sentido acosado si yo las hiciera."

Ann Beattie
Paseando con hombres


"Nunca me planteé ser una escritora profesional."

Ann Beattie


"Un consejo para cuando escriba algo: si no quiere que se apresuren a compararlo con alguna otra obra conocida, lo mejor es que usted misma establezca esas comparaciones, así no parecerá tonta."

Ann Beattie








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