Carl Michael Bellman

Epístola 36

Ulla se acomodaba
Adormecida por la mañana,
Con una mano bajo su oído;
Su llave enérgicamente guardada
Mirando detenidamente a través de un agujero.
Fuera en la taberna, el señor,
Todo era nocturnamente tranquilo;
la cerveza no existía,
el agua escaseaba.
Él se acercaba de puntillas
sobre su cabecera, se hermanaban;
Incrementaban su respiración,
los demás sólo escuchaban susurros.
Ulla temblaba,
Jadeos y temblores,
Sobre su frente acumulación de sensaciones;
Se acurrucaba debajo,
Junto con los truenos;
Daba una vuelta y sonreía.

Carl Michael Bellman



Ve como nuestra sombra

Ve como nuestra sombra, ve Movitz mon frere!
Como la tiniebla la circunda,
Como una pala de púrpura y oro se altere
Y mute a jirones y basura.

Carontes saluda desde tumultuoso río,
Y el sepulturero da tres paladas con brío,
La uva tú ya no afanas.
Por eso, Movitz, ayuda a poner el frío
Mármol sobre nuestra hermana.
 
La campana atrae la campana mayor,
El organista con flores en el portal;
Y con los niños y su rezo cantador,
Bendice este lugar.
En el camino al templo de la ciudad
Pisan las hojas amarillas de las rosas,
Y fragmentos de palos y maderas
Hasta que la larga y enlutada comitiva,
Llora y profunda se inclina.

Y a descansar de riñas y fiestas fue,
Tu mujer, la gruñona Lövberg;
Allí, hacia la hierba larga y delgada,
Aún tú miras atrás.

Ella hoy de Dantobommen se separa,
Y con ella la picaresca extraña;
Quién llenará la botella.
Sedienta era ella y resediento yo soy;
Sedientos todos.

Carl Michael Bellman




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