Refugio Barragán de Toscano

"La esperanza, esa hada preciosa que se cierne sobre la frente del infortunado, y que parece decirle: "Estoy junto a ti, no te acobardes", ese sueño dorado, que hace al artista avanzar por el camino de la gloria; esa flor abierta, cuyo aroma perfuma el camino que sigue la juventud; ese fuego sagrado a cuya bendita flama, se agrupan todos los seres para leer en el libro del porvenir una dorada página, que quizá ni existe; pero que buscan anhelantes; la esperanza, repito, brilló entonces para la joven, no ya dudosa, sino clara y alegre como la lámpara suspendida al techo de un salón de baile."

Refugio Barragán de Toscano



"Ocho días después de lo referido, acababa el sol de ocultarse, dejando tras de sí esa luz vaga é indefinible que impone á los objetos que nos rodean, un tinte vago de dulce melancolía, y reviste las formas de las imágenes que cruzan por nuestro cerebro, de un ropaje luctuoso, que tan pronto nos halaga como nos entristece.
¡El crepúsculo! He aquí la hora, ó el espacio de tiempo más hermoso; y en el que parecen desprenderse los sentidos en busca de otra esfera desconocida.
Mezcla de luz y sombra, tiene el poder de alejarnos de la vida real, al mundo de lo desconocido.
¡Cuántos pensamientos, cuántas ideas, y cuántos suspiros, ayes, sonrisas, miradas y lágrimas, salen a esa hora del corazón humano, atraídos por el reposo en que la naturaleza parece entonces concentrarse!
El crepúsculo es el tiempo céntrico; la péndola que se agita entre un punto ya marcado, y otro que va á marcarse; la noche y el día. A esa hora se recuerda y se espera, se llora y se ríe.
¡A esa hora, la naturaleza parece convidarnos á contemplarla, y como juguetona niña, se complace en acumular á nuestros ojos, caprichosos fantasmas brotados de las sombras!
¡Oh! ¡Y cuán hermoso es entonces todo lo que nos rodea!
Las brisas juguetean, las aves cantan y revolotean en torno de su nido, las flores entrecierran con languidez sus risueños pétalos; un murmurio dulce y apacible se despierta por todas partes, mientras los objetos van desapareciendo poco a poco y las estrellas comienzan a brillar en la diadema de la noche:
Pero basta ya de interrupciones: voy a proseguir.
María; sentada en un ancho sillón, miraba desde un corredor interior, la luz opaca y débil de la tarde, y sus ojos humedecidos por las lágrimas, se fijaban con tristeza en la inmensidad del espacio.
Estaba más pálida que de costumbre y parecía hallarse dominada por algún presentimiento doloroso.
Algunos momentos hacía que Juana la observaba, sin ser vista de la joven, con ese cariño inmenso y puro de la que ha visto crecer junto á sí, dueño de sus caricias y desvelos, á un pobre huérfano que, careciendo del regazo materno, busca sus brazos y su ternura para reposar en ellos.
¡También la que cría y nutre con el alimento de su cariño y la abnegación de su ternura, es madre!
¡También ella es capaz de rasgos heroicos y de sacrificios nobles y grandes!
Juana, para María, no era otra cosa que una madre. La había visto nacer y crecer después a su lado, sin los besos de una madre; y ella había llenado este vacío en el corazón de la niña con sus caricias.
Así es que su alegría la alegraba: y su tristeza la entristecía."

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