Rubén Azócar

Ficción de la razón

Rumor de la resaca. Viento que ahuyenta mis voces Ruinas llenas de sombras. Torreones sin pájaros y al poniente las carpas gitanas de la tarde.

Detrás de las vidrieras mi abandono se puebla de imágenes. Pero en tus ojos vagabundos, juguetería de colores, el carrusel de la primavera da vueltas y hace música.

Es el tiempo de las lluvias, molino de paisajes despintados. Lloro y canto. Alegría definitiva. Ah nada puede contenerla y rebalsa en tus brazos como el mar en las playas.

Surco recién arado húmedo aún de crepúsculo. Campana suspendida de tus ojos llenos de pájaros

Ataría mis voces como cordeles infinitos a tus fanales iluminados. Lejanía, no existes.

Toda la noche caerá la soledad sobre mi alma.

He ahí mis palabras, molino vagabundo, columpio de aguas azules, espejo de Otoños amarillos.

Al otro lado del mar pliegan las velas del crepúsculo. Como una plaza solitaria mi soledad está anocheciéndose.

La marea implacable golpea a mi congoja, recinto de pájaros tristes: he ahí cómo huyen.

Viajero taciturno, dulces caminos de la tierra, ceñidos a mi cuerpo como un cinturón ebrio.

Para qué decir las palabras de las ausencias, canciones de humo, abandonados cantos de olvido.

Quién empuja los astros, quién deshoja las constelaciones; dónde sujetan los paisajes y cortan las amarras al viento. Ah. Vastedad horrible. Soledad inconclusa. Quién cantará mis palabras de júbilo.

Himno de estrellas; surtidor bajo la noche, carrusel envejecido mi corazón está triste.

Rubén Azócar



Himno a la alegría

¡Alegría, alegría!
Una enredadera
que se enrosca al cuerpo como a un árbol;
un chorro de agua que rompe en mil luces
y una campanita que toca ligero.
¡Alegría, alegría!
Como un puñado de plumas
Te desparramo en el viento.
Y se me asoma en los ojos
el corazón hecho pájaro.
¡Alegría, alegría!
Se me ha caído la pena
como una fruta madura.

Rubén Azócar


La puerta

Puerta ruinosa, puerta oscura,
eres como mi madre,
que me abría los brazos cada vez que volvía.

Yo recuerdo que cuando se la llevaron muerta
abriste las dos alas,
como un pájaro triste que se va de la jaula.

El camino en silencio
se tendió como un perro
frente a la antigua reja.

A veces se me ocurre
Me siento en tus umbrales,
como sobre una falda
y me pongo a llorar para que me consueles.

Puerta ruinosa y triste,
tienes las alas negras, y los ojos obscuros,
y el alma hecha pedazos.

Apriétate a mi cuerpo en un abrazo,
como hacia mi madre
para que no me fuera.

Rubén Azócar



"Las gentes se movieron entonces al borde de la Isla; unos caían con la frente en tierra; otros huían a ocultarse tras los pilotes, o volteaban el rostro hacia las llamas; se golpeaban el pecho, conturbados, o alzaban los brazos al cielo en actitud de penitentes. Un sordo clamor se arrastró sobre las aguas: —“El Caleuche”... “El Caleuche”... Resonaban los gritos despavoridos en la inmensa soledad del mar, y el eco, agrandándolos, los devolvía hacia la costa."

Rubén Azócar
Gente en la isla











No hay comentarios: