Alvah Bessie

"Llamándome desde mi casa este ente espera también remover las ardientes brasas de la guerra que se libró en España entre 1938 y 1939. Este ente, en todas sus manifestaciones previas, tiene el convencimiento de que apoyar a la República española era y es subversivo, anti-americano y de inspiración comunista. Esa mentira fue difundida en su origen por Hitler y Franco, y la mayoría del pueblo americano- de hecho, la mayoría de la población mundial- nunca la creyó. Y quiero que conste en la grabación, llegado este punto que yo no sólo apoyé a la República española sino que fue un privilegio para mí y el mayor honor que he disfrutado nunca, el haber sido un soldado voluntario en las filas de sus Brigadas Internacionales a lo largo de 1938. Y continuaré apoyando a la República española hasta que los españoles con su soberanía y poder quiten a Francisco Franco y a todos sus partidarios y restablezcan el gobierno legal, derrocados Franco y sus soldados nazis y fascistas italianos. El conocimiento que me llevó a luchar en España por esa república, y mi experiencia en esa guerra me enseñó que este comité está comprometido en las mismas actividades precisamente que ocupan a comités anti-españoles; comités anti-alemanes, y comités anti-italianos que precedieron en cada uno de estos países a la llegada del fascismo. Nunca ayudaré ni colaboraré con un comité de este tipo en su patente intento de fomentar ese tipo de intimidación y terror que son los precursores inevitables de un régimen fascista. Por tanto yo repito mi convicción de que este ente no tiene autoridad legal para entrometerse en la mente o en las actividades de cualquier americano que crea, como yo lo hago, en la Constitución, y que esté dispuesto a pelear en cualquier momento por preservarla- como yo luché por preservarla en España."

Alvah Cecil Bessie
Testimonio ante el Comité de Actividades Antiamericanas


"Nunca en mi vida había visto a un ser humano tan asustado. En mi opinión Wolff exageró un poco la nota, pero quizás hizo bien, porque el jovencito nunca más volvió a dormirse durante la guardia. No esperábamos mucho de ellos, a pesar de que Kurculiotis todos los días los machacaba durante las reuniones políticas, en las que les explicaba, ilustraba y razonaba sobre las causas de la guerra y la naturaleza del fascismo. A pesar de que les gustaba escuchar sus arengas (era un orador nato), y aunque saludaban sus charlas con vítores y daban las respuestas («¡viva la República!», y «¡viva el Ejército Popular!»; «¡viva! ¡viva!», e incluso agregaban «¡viva el comisario!»), parecían quedarse en trance mientras él estaba hablando. Cuando les hacía preguntas, sus poco inspiradas respuestas eran políticamente tontas. La única realidad que aceptaban en aquella época eran la de la diaria incomodidad y la de la mala comida; la realidad de la nostalgia del hogar, la del miedo y el aturdimiento. Les resultaba imposible entender la relación entre lo que se esperaba de ellos con el hecho de que Checoslovaquia, un país que jamás habían visto, se mantuviera en aquel momento firme ante la amenaza de la inminente invasión por parte de Hitler. Muchos de ellos habían sufrido el hambre y el desempleo, pero la rudimentaria y perversa educación que habían recibido les había hecho aceptar tales hechos como parte de su destino.
Al ver a aquellos muchachos, que apenas eran más que adolescentes y que todavía estaban ligados a su hogar por los lazos de una prolongada asociación y dependencia, volvía a recordar a mis hijos y me daba cuenta, con una claridad meridiana e inamovible, de cuánto los quería y cuánto los echaba de menos. Porque de nuevo me resultaba difícil pensar en ellos tal como había que pensar: solo un par de chicos entre los millones que sufren diariamente en todo el mundo, en realidad dos niños que sufrían menos que muchos otros miles y cientos de miles. Al pensar en ellos casi les oía decir: «¿Cuándo regresa papá?» y «¿Va a volver papá?», y me avergonzaba al comprender que las lágrimas que brotaban de mis ojos eran, en gran parte, producto de la autocompasión ante la idea de que tal vez nunca más volvería a verlos. Este temor se manifestaba en mi mente una y otra vez, tan espantoso que me negaba a contemplarlo cara a cara. Y me preguntaba dónde radicaba el horror de dicha contemplación, de tal posibilidad. ¿Era la idea del propio fin (que tiene bastante poco significado)? ¿O se trataba de la piedad que, naturalmente, sentiría cualquiera por unos niños sin padre? Para eso no existía respuesta, pero en el fondo era consciente de hasta qué punto deseaba verlos otra vez, verlos crecer como parte de su humanidad independiente y decente. Cuán honda era la necesidad que satisfacían en mí y cuánto anhelaba darles orientación, guía, ternura y un amor no posesivo. Y el pensamiento de lo lejos que estaba el momento en que podría volver a verlos, si es que alguna vez tenía esa posibilidad, me llenaba de dolor, un sentimiento que no encontraba alivio en la absoluta seguridad de que su madre haría cuanto pudiera por compensar mi ausencia o pérdida."

Alvah Bessie
Hombres en guerra


"Un punto final que se ponía a una aventura (si quieren llamarla de esa forma), una aventura única en la historia de la humanidad. Porque nunca antes en la historia del mundo había existido un grupo semejante de hombres, un ejército voluntario internacional, reunido espontáneamente, reclutado de todos los estratos de la sociedad y entra toda ocupación humana: trabajadores manuales y profesionales, intelectuales y labradores. La existencia misma de tal ejército, que había desempeñado un papel tan crucial en la guerra española, era la garantía de la hermandad de la clase trabajadora; la prueba final de que aquellos que realizan el trabajo del mundo poseen un interés común y una idéntica obligación. Era la encarnación viviente de la unidad que existe entre todos los hombres de buena voluntad, no importa su nacionalidad, sus convicciones políticas o religiosas o su forma de vivir. Todas las ocupaciones, colores, nacionalidades: esos hombres habían combatido y muerto con y por cada uno de los demás. Su bandera era la de la humanidad."

Alvah Bessie




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