Benedetta Carlini

“Así pues quiero, novia mía, que seas la emperatriz de todas las monjas.”

Benedetta Carlini


"Durante dos años, dos o tres veces por semana, tras desnudarme y acostarme, obligaba a mi compañera a que se desnudara y se metiera en la cama también, besándola como un hombre y agitándome sobre ella hasta que ambas nos corrompíamos, lo que a veces duraba una hora y otras, dos horas o más. Estas cosas las hacíamos especialmente por la mañana, al amanecer. Pretextando que necesitaba algo, la llamaba y tomándola por la fuerza pecaba con ella como he dicho antes. Para obtener mayor placer ponía mi cara entre sus pechos y los besaba, queriendo estar siempre así, sobre ella. En varias ocasiones en que Bartolomea no quiso acostarse conmigo para evitar el pecado, fui a buscarla a su cama y subiéndome encima de ella pequé igualmente a la fuerza. En otros momentos, pretendiendo estar enferma y necesitar algo, le asía con fuerza su mano y metiendo su dedo en mis genitales me excitaba tanto que me corrompía. Y besándola y poniendo mi mano en los suyos hacía que se corrompiera ella. Cuando hacía esto parecía estar en trance. Como si fuera mi ángel, adolescente de pocos años, el que hiciera aquellas cosas. El ángel llamaba a Bartolomea su amada y le hacía prometer que jamás confesaría lo que hacían juntas, asegurándole que no había pecado alguno en ello...
Entrégame tu corazón y déjame actuar como deseo -le decía. De aquella manera el ángel lograba su propósito y ambas nos corrompíamos sin que ni una ni otra llevásemos a cabo los ejercicios espirituales que las mojas suelen hacer antes de la confesión general. Tras los actos deshonestos, hacía la señal de la cruz sobre su cuerpo y sobre el mío propio y todo quedaba perdonado."

Benedetta Carlini

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