Eduardo Blanco Amor

“Cuando escribí A esmorga tenía ya 59 años, tuve que inventar la lengua, conferir un idioma adecuado a mis propósitos. Recuerdo que Borges, Sábato, decían: “Estás loco, Eduardo. ¿Quién te manda meterte en estas cosas? Estás agotando tus fuerzas y tu inteligencia” Pero yo pensaba que allí tenía algo que hacer, que tenía un sitio y debía ocuparlo. Quizá sí, quizá sea fidelidad, no lo sé.”

Eduardo Blanco Amor


"El abanico de perspectivas que se abre, a cada paso, frente a la avidez del viajero, debe ser inmediatamente explorado en rápida incursión hacia su intacta presencia. Es un panorama que ya nunca volverá a repetirse. El amplio varillaje irá cerrando su levedad para dejarnos, tal vez, luego unos listones, dos o tres, de más sólida consistencia, y por lo mismo de menos gracia específica, como ocurre siempre con la solidez. Estas imágenes inmediatas, de sentido aparentemente fugaz, suelen ser fuertemente intuitivas. La habituación, que es un proceso de racionalización, del mismo modo que la intuición suele ser un rapto poético, va creando luego la opacidad, el "desesmerilamiento" de los planos y contornos que irán perdiendo la luz, transparencia y acuidad de perfiles. Un proceso completo de habituación conduce al automatismo, al reflejo, que son formas de la ceguera. De tanto ver, llega un momento en que ya no se ve. El cronista andante que carezca de valor, de capacidad de riesgo, para afrontar con diligente denuedo esta inmediata suscitación del contorno -exponiéndose, claro está, al indispensable coeficiente de errores- se verá luego lentamente separado de él como por una creciente catarata. Y cuando pretenda regresar de su cautela, volviendo sobre estas imágenes del comienzo, ya habrán cambiado de nombre y, por lo tanto, de significación. Ya no serán impresiones sino reflexiones; un salto de la anotación de álbum a la pintura de caballete, y quizás un salto de la poesía a la prosa. El racimo de chispas de este contacto inicial no es de condición reiterable. Claro que el mordisco del pedernal sirve para encender el tronco, de lumbre más durable y maciza. Pero ya no tendrá la gracia de aquella exhalación arbitraria, de aquella leve cauda de centellas."

Eduardo Blanco Amor
Chile a la vista


"El final de aquella tarde fue horrible. Yo estaba cansado y soñoliento, no obstante lo cual, apenas llegamos a casa, la madrina me peinó y me condujo, sin dejarme tomar aliento, a las visitas de familia y de cumplido. Por las calles nos encontramos con otros niños también de primera comunión, que hacían las mismas visitas. Las madres espiaban mi traje y mis lucientes chinelas con un gesto entre despectivo y maravillado. La tía saludaba a diestro y siniestro, sin hablar, con cabezazos equinos, muy pronunciados, y ladeando ligeramente la antuca que llevaba abierta sobre el hombro derecho y que, a veces, pinzaba, tomando la punta de las varillas, con los dedos de la mano izquierda; gestos todos ellos de consentida coquetería y de extrema distinción entre las señoritas de Auria. También ella, de vez en cuando, lanzaba un vistazo disimulado a la ropa de los otros chicos. Cuando pasaron los nietos de Cuevas, que era el jamonero más rico de la localidad, la tía musitó complacida, haciendo girar la sombrilla:
—No sé si está bien que provoque tu naciente vanidad masculina, pero llevas el traje más caprichoso de este año. ¡Qué ello estimule tu gratitud hacia tu tía y madrina! —y acercó a los labios, para interceptar un regüeldillo que le bullía en los adentros como resultado de la comilona, el pañizuel de encajes que llevaba siempre trabado en los dedos con un aire de infantina seronda.
Estuvimos en casa del fiscal, cuyas hermanas, unas viejas chochas llenas de apresuramientos sin motivo, se agitaron febrilmente en cuanto entramos, haciendo tintinear sus collares y dijes, para traernos corriendo tarta de almendras y espeso licor de café.
El ama de llaves —otros decían la antigua manceba— de don Camilo el procurador, tomada de inoportuna piedad, me hizo rezar dos padrenuestros en una saleta donde habían entronizado, aquella misma mañana, el Sagrado Corazón de Jesús, en lamentable versión de la imaginería salesiana. Luego me regaló un pesado cartucho de rosquillas de Allariz, que quedó en mandarme por una criada. Sólo en casa de Consuelo, prima carnal de mi madre, me sentí realmente bien. Era una casa de gente franca y alegre donde parecían estar siempre de buen humor, y cada vez que íbamos nos recibían con una cordialidad sorprendidísima, como si acabásemos de resucitar."

Eduardo Blanco Amor
La catedral y el niño


“Lo que son las cosas: mi gran fortuna como escritor fue llegar desde fuera del idioma, tuve que crear mi propia lengua literaria recogiendo de aquí y allá el habla de todos,los dialectos de cada uno. En Buenos Aires vivían cuatrocientos mil gallegos de todas partes de Galicia, cada uno con su habla, con sus características dialectales lingüísticas y léxicas. Yo hice de todo una Koiné general, le di una forma literaria, estética, sin que ello suponga un alejamiento de la lengua. Yo estaba libre en el momento de escribir, podía escoger de lo que me iban enseñando los otros y vivía rodeado de casi medio millón de gallego hablantes. De ahí salió la lengua de A esmorga.”

Eduardo Blanco Amor










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