Francisco Bilbao

Buenos Aires, marzo 11 de 1858

La pena de muerte

Vemos repetirse con frecuencia las ejecuciones de asesinos o de criminales alevosos. Este es un espectáculo doloroso que debe desaparecer, para honor del Estado de Buenos Aires y para iniciativa de una penalidad cristiana.

En teoría, creemos ganada la cuestión, en todas partes. No hay hombre del porvenir, no hay reformador que no invoque la necesidad de la desaparición del patíbulo. Tesis brillantes circulan firmadas por los primeros hombres de la civilización en todo el siglo, que han demostrado en primer lugar la falta de derecho en la sociedad para imponerla y a más, su ineficacia como correctivo.

Lo que se alega comúnmente para sostener su permanencia es la ausencia de un panóptico, de una casa penitenciaria que sirva para tranquilizar la sociedad, para no dejar impune el crimen o el delito, y sobre todo para la rehabilitación del delincuente.

Son conocidos los sistemas vigentes, produciendo todos más o menos excelentes resultados: el sistema del silencio, del trabajo solitario, del trabajo asociado y en silencio, a lo cual se agrega la enseñanza de la religión y de la moral.

Cualquiera de los sistemas que se adopte, es un progreso. El mal está en no adoptar ninguno.

La cárcel actual presenta un espectáculo lamentable. Los criminales sin clasificación especial, viven amontonados y ociosos pervirtiendo a los novicios y organizando un sistema de guerra contra la sociedad. Allí deja el incauto todo lo que podía haber conservado de moralidad, adquiere la tranquilidad del impudor, aguza su inteligencia en el sofisma y aleja de su corazón quizá para siempre el germen de los buenos sentimientos.

Todo clama pues por la creación de un panóptico: la pena de muerte, ese espectáculo atroz que no moraliza, ni intimida; la rehabilitación del delincuente que es un deber de la sociedad para con los desamparados de cultura quizás en gran parte a causa de la misma sociedad; -la clasificación de las penas y delitos, la seguridad social y la impunidad del crimen.

Sabemos que el Sr. Pueyrredón ha ejecutado un plan y sería de desear que en las próximas sesiones, la legislatura tomase por su cuenta la creación de ese monumento de la civilización.

No puede faltar medios para llevar a cabo semejante proyecto -y en último caso, el pueblo de Buenos Aires se prestaría a una suscripción para ese objeto.

No aleguemos pues, cuando veamos a un hombre condenado a la pena capital, la no existencia de un panóptico. Es de nuestro deber empezar a levantarlo, porque toda la responsabilidad de esa sangre puede caer sobre todos los que no contribuyen a la abolición de la pena de muerte.

Y como es de desear que empecemos por algo, proponemos a la prensa entera del Estado, se asocie a nuestra petición. No tengamos partidos para semejantes causas. Que la prensa sin distinción, asociada para tan gran objeto, presente la iniciativa a quien corresponde, abriendo una suscripción para levantar una penitenciaría, para rehabilitar al delincuente, para tranquilizar la sociedad, para derribar para siempre el patíbulo y poder decir al fin al mundo: EL ESTADO DE BUENOS AIRES HA ABOLIDO LA PENA DE MUERTE.

Francisco Bilbao


La pobreza

En nuestras sociedades americanas, hay una gran mayoría que no lee:

Ignora el movimiento y la dirección de la política.

No le llega la palabra de los partidos. El reflejo de la luz de la ley no alcanza a las cabañas ni alumbra a las multitudes esparcidas, y por ese hecho, solitarias.

Largos años pasarán para establecer esa simultaneidad de acción, esa coexistencia de vida en todas las partes del territorio y en todas las clases de la sociedad. Las escuelas, los caminos, la prensa popular, barata, moralizadora o independiente, contribuirán a establecer esa corriente de vida, que haga que el pobre pueda pensar y tomar parte en la dirección de sus propios intereses.

Hasta hoy la palabra o el juicio de un sistema de política, la bondad, ignorancia o maldad de los gobernantes, sólo se hace oír del pueblo, desde la tribuna de las necesidades.

Las masas, los pobres, los que viven del trabajo diario, todos aquellos que no están al alcance de la política trascendental de los gobiernos no tienen medios de juzgar a los sabios tutores que dirigen los negocios. Así es que puede desarrollarse todo un sistema de política gubernativa, sin que el pueblo sepa a dónde lo llevan, sin que pueda oponer su veto, su reprobación a una serie de medidas, a la marcha del espíritu que dirige.

Pero cuando esa política empieza a producir sus resultados:

Si por ejemplo, la prensa que se llama de actualidad y que se hace solidaria del gobierno, ha sembrado y continúa sembrando pasiones anarquistas;

Si esa prensa aplaude y fomenta y hace causa común con la guerra civil en un estado vecino, despertando odios, haciendo nacer complicaciones diplomáticas y provocando represalias, con la incomunicación comercial,

Si esa prensa excita al odio contra un imperio vecino y constitucional, presidido por un hombre sin mancha;

Si esa prensa, excita a la división con la Confederación, propende con sus actos a la separación del Estado y además a la división interior con las clasificaciones atroces de partidos pasados;

Y de todo ese trabajo, nace la inseguridad, la disminución del trabajo, de la especulación y producción ese mal estar precursor de la guerra;

Y si a ese resultado se agrega la crisis europea que viene a aumentar la crisis interna - [¿]entonces?

Entonces es el pueblo el que empieza a oír una palabra; más fuerte que la de todos los diarios, más concluyente que todos los raciocinios, y esa palabra es la NECESIDAD.

No necesita de prensa esa palabra, ni de caminos, ni de telégrafos.

Esa palabra vuela, cunde, se extiende por toda la superficie con la rapidez de los temblores. Cada rancho la escucha, cada mujer, todo niño, todo hombre la comprende.

Es la disminución del trabajo, es la carencia de los objetos, es la pobreza, y en fin, es el hambre.

Hablar de pobreza, de miseria, o de hambre, en la República Argentina y especialmente en Buenos Aires, con sus habitantes esparcidos en una superficie mayor que el territorio de la Francia que contiene 40 millones de habitantes; [¿]qué significa esto?

[¿]Culpa de la Providencia? No! Sería una blasfemia!

Ríos, llanos, pastos, montes, llanuras inmensas, manantial inagotable de riqueza, posición geográfica admirable, buen clima, tierras feraz [sic], que hoy alimentan a 18 millones de cabezas de ganado entre vacuno, caballar y lanar, no, no hay ni derecho para hablar de pobreza, con condiciones tan privilegiadas.

Luego si la culpa no es de la Providencia, el hombre es entonces responsable.

Es el hombre el responsable.

Y esa responsabilidad veamos la parte que le toca a cada uno, a los partidos, a los individuos, al gobierno, y nadie decline la parte que le corresponde, pues la confesión de las faltas es el mejor camino de remediarlas.

El pobre trabaja, pide trabajo. Su trabajo debe ser remunerado lo bastante para que todas sus necesidades físicas primordiales, el alimento, el vestido, el albergue, le sean satisfechas. Ese es el minimum que tiene derecho de exigir de toda organización social, derecho que exigir en Europa y con mucho mayor razón en América especialmente en la República Argentina y muy particularmente en el Estado de Buenos Aires.

Ese minimum, es lo menos que puede exigir para no caer en la condición del siervo de la tierra.

[¡]Ese minimum,  lo debéis al pueblo, gobiernos de América!

No es el medio de dipensar ese minimum exponer teorías. No. La mejor teoría, es el aumento de producción, el aumento de capitales, el progreso del espíritu de asociación y de empresas industriales. La mejor teoría es que los ricos aumenten sus riquezas y sus especulaciones, porque la riqueza de los ricos es alimento y fecundación del trabajo de los pobres.

Ahora el aumento de producción, el aumento de capitales, el ahorro, la asociación para las empresas industriales que vienen a dar un gran desarrollo al trabajo y a facilitar los medios de producción, como los ferrocarriles, por ejemplo, son hechos y fenómenos que no pueden desplegar sus alas, sin las garantías del porvenir. Las garantías del porvenir, forman créditos, es decir, riqueza. El crédito está en razón directa de la estabilidad y de la moralidad de los Estados. Más estabilidad, más crédito; más moralidad, más crédito.

Y está en razón inversa de la seguridad y de la fe que presenta su sistema de política. Más [Menos] seguridad, menos crédito; -menos fe, más alarma.

Preguntamos [¿] de qué modo una crisis Europea, aun más, un cataclismo Europeo, pudiera afectar de un modo tan directo al Estado de Buenos Aires, cuando son sólo algunas casas de comercio las afectadas de la crisis? No es posible que la ruina de Europa pudiese llegar a producir miseria en este Estado. Luego la causa Europea es accidental y el mal presente tiene raíces más profundas.

El examen de la causa del fenómeno económico, la pobreza del pueblo, llega a ser hoy y debe ser el verdadero tema de la discusión. Cuando se trata del alimento del pueblo, tengamos más que nunca la tranquilidad del raciocinio

Francisco Bilbao



“La Rusia retira sus garras para esperar en asechanza para que los Estados Unidos las extienda cada día en esa partida de cazas que han emprendido contra el  sur. Ya vemos caer fragmentos de América en las mandíbulas sajonas del boa magnetizador, que devuelve sus anillos tortuosos. Ayer Texas, después el norte de México y el Pacífico saludan a su nuevo amo…Hoy las guerrillas avanzan y despiertan el Istmo, y vamos a Panamá, esa futura Constantinopla de América, vacilar suspendida, mecer su destino en el abismo y preguntar: ¿seré del sur o del norte?” 

Francisco Bilbao



"¿Pero cuál es el libro de la moral republicana, el libro humano por esencia, el dogma, el axioma, el principio que debo inculcar, enseñar, para bautizar las generaciones con las aguas de la regeneración, e incendiarlas con el amor a la justicia?
¡Silencio, silencio, silencio! -Y los pedagogos se callan o proponen el catecismo del padre Astete.
Fundad Repúblicas así.
¡Y entonces el clero, el católico se posesiona del campo virgen del espíritu de las generaciones, campo que abandona el Estado, y que abandonan los ilustrados!
Y los ilustrados, los sabios, fundan escuelas, crean instrumentos para que se sirvan de ellos los enemigos de la República.
Es bueno que todos sepan leer; -pero si lo que leen es la mentira,- el diablo será el primer pedagogo.
Es bueno saber sumar y restar, -pero si esa aritmética se emplea en sumar los días de indulgencia, para restar los días de menos que debo pasar en medio de las llamas; -si el progreso de la ilustración sin principio, es tan grande, «los bandidos llevarán sus libros de robo y en partida doble,» como lo dijo Simón Rodríguez, el maestro de Bolívar.
Es bueno enseñar la moral, pero si doy por fundamento a la moral la sanción del terror, destruyo el principio mismo de la moral, -instituyo la obediencia servil, la abdicación de la razón, -y así no hay República posible."

Francisco Bilbao
América en peligro








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