Luis Berenguer

"Amo el amor de los marineros que besan y se van. Pablo Neruda.
Calla el hombre, aguarda que los chiquillos terminen de enfilar los calzos, aguanta el bote por la regala, su boca cerrada, cargado de razón al secarse el sudor. No lo dice, no: acuérdate cuando el vendaval, que se juntaron las aguas de la mar y la bahía. Ni lo mienta. Al secarse el sudor lo explica apretando los dientes: con la marea de aquel día echamos el techo a la casa; veintidós chapas de uralita pagadas en una sola marea. No lo dice: calla su boca.
Joselito va con su calzo y se lo lleva el viento, se ríen los críos con el viento, que le echó a la Sarita una anguilla y se pensó que era una culebra.
-¡El susto que llevó!
Ríen los críos y el viento. Buena cosa has mentado tú, hijo, lo que faltaba para arreglar la tarde. Lo que faltaba.
-¡Buena cosa has mentado!
-Que le tiró una anguilla a la Sarita, madre, ¡qué pechada de reír!
Riñe el hombre: venga, vamos a dejar todas las tonteras. ¿Empujamos todos a una o vamos a estarnos aquí haciendo el tonto?
Qué cansada está una, qué cansada. El Joselito mentó la culebra, las horas que son, el palangre de mochuelo, que todos guardaron el bote tierra adentro y echaron los visillos para no ver la mar siquiera.
-¿Por qué no lo dejas para cuando esto aclare? ¿Has visto cómo está ésa?
Ésa es la mar, desflecada en las rompientes, blanca, blanca, sobre el contraste de la piedra ostionera de la isla; espuma caballuna que vuela pegajosa con el poniente. Que mentó la culebra, de verdad, hombre, hazme caso por esta vez.
-Venga, empuja.
Cualquier achaque os vale a las mujeres. Corre el bote por los calzos pero ella lo suelta adrede para que desnivele y se tumbe en la arena.
-¡Será posible!
El hombre con las manos en la cintura: ¡será posible!
Y tan posible. Que hoy no se va a la mar. "

Luis Berenguer y Moreno de Guerra
Marea escorada


"-Lo viejo sigue viejo, claro; pero, al precio de los solares, terminarán por hacerlo todo nuevo. Si tiene usted lugar, vaya a la playa, total son tres kilómetros y vale la pena ver aquella parte, ¿la conocía usted antes?..."cuando Dios hizo los cielos y la tierra, el Donaire era ya de los Carvajal, heredado de sus abuelos y de Omar Ben Hafsum, rey árabe y cristiano que jugó contra Domecq y perdió por seis a cero"...
-Era una cochina aldea pero, se pone algo de moda, y, como el mundo está loco, fíjese la que se arma.
El taxi sobre la pista recién asfaltada, maquinaria y bidones marginados, la apisonadora abandonada: "Peligro, obras".
Después la Travesía cuesta arriba, losas de Tarifa enmarcadas con gramón en las aceras, acacias floribundas, naranjitos, cinamonos, encorsetados en jaulones de ripias con letrero: "Cuida los árboles, cuida tu pueblo".
(...)
"Subió Alfonso Onceno a caballo hasta la antigua puerta de la Villa, muy noble y muy leal, Audallas y Alfarries, Garcisánchez de Vargas, Carvajales, derribadores de toros y doncellas, hasta la calle del romance, el Arroyo Verde, donde empinaron sus caballos los mejores jinetes de la frontera...".
Las ruinas del serrallo en la altura, anunciando el trasbarrio con techitos peludos de anea.
(...)
"El moro Gazul, rival de Abenzaide y en el amor vencido, que cambió las plumas de su cimera, que le regalara Azarque, por las de un pavo capón, en ataque de celos, bajo el signo de Capricornio...".
Semáforo en la esquina de la plaza. Prohibido aparcar. Escaparates de confecciones. On parle français. English spoken. Night club.
Los soportales de los montañeses que bajaron con Pedro el Cruel, recodando la lluvia bajo el sol de fuego, sin trabajos de pleita, sin cuartos de vaca ensangrentando los sillares, sin redes, ni cortinas de canutillo para evitar las moscas.
Hay naranjos en flor en el centro repolludo de la plaza, paso de cebra, luminosos, stop, sentido de giro, y un borrico lánguido cargado de rodrigones.
-Tome a la izquierda, para bajar a la corchera.
"Dirección prohibida".
-¿A la corchera, dice? Voy a preguntarle al guardia.
El viajero arrugándose en su asiento, contrariado, déjese de preguntar, hombre, y tome para abajo.
-¿El camino de la corchera, por favor?
El viajero aplastándose en su asiento, tapándose la cara. El municipal saludando, aires de tentetieso, el casco blanco, entorpeciendo la circulación, los peatones voceando "¿pasamos o no, Bermejo?"
Pero ¡anda!, si es Bermejo todavía, qué gordo está Bermejo, metiendo toda la jeta en los cristales, "¿a la corchera?", tenían que retroceder por donde habían venido, no tenía pérdida. Como estaban en obras, a la entrada del pueblo, tenían que rodear, "¿sabe por dónde?" donde pone "Cementerio católico", intentando curiosear al viajero. ¿Pero, no es Juan Antonio?
Bermejo boquiabierto, con el pito en la boca.
-¿Lo ha conocido a usted, verdad?
-Me confundiría con alguien."

Luis Berenguer
Leña verde


"Nunca me gustó ver un reclamo de pájaro perdiz y ahora menos, ahora que me sé lo que es llamar al campo que queda por fuera de la reja.
Tan malo es esto que me he puesto a escribir.
Don Fermín, el alguacil, se troncha de reír cuando le digo que voy a llenar un libro con mis cosas. Yo de pluma sé para mi avío y, si un libro son apalabras de las que yo sé poner, a don Fermín y a su risa les pueden ir dando.
Un libro de novios, o de fulanas y cosas de ésas, no digo yo que fuera capaz de inventarlo. Para eso hace falta tener mucho en la cabeza, ya lo sé yo sin que me lo diga don Fermín, pero de lo mío, de lo que yo sé, ¿por qué no voy a contarlo?
Si estuviera libre, claro que no escribiría, ni perdería el tiempo en tonteras, que esto no es lo mío, ni razón tendría de hacerlo. Ahora la tengo.
Yo soy Juan Lobón y estoy aquí no por robar una caballería, no por matar un hombre, ni por lo que es razón. Aquí me trajeron porque la cuerda siempre se rompe por lo más flojo, porque la justicia tiene la querencia del que más puede y porque la ley es mala.
Si me hubieran puesto a la sombra por hacer lo mío, a la sombra estaría por la verdad, no que ahora lo estoy por la mentira.
Soy cazador y no soy ladrón. Viví siempre de mi oficio como otros viven del suyo. Pero nadie va a la cárcel por capar cochinos, guardar cabras o herrar una bestia. Por cazar, sí.
Pero si por cazar me hubieran traído, si por trincarme en el monte me hubieran apretado, preso me vería por la verdad; no que ahora, por no haberme podido trincar en el monte, por no haberme quitado la caza, la honra me quita y me pone de ladrón entre rejas. Es la justicia y no soy yo quién miente, pues si ella está del lado de don Gumersindo, que es el que más puede, la razón está del mío, aunque de nada sirva."

Luis Berenguer
El mundo de Juan Lobón







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