Miron Bialoszewski

A través del vidrio

Abajo resplandece la plaza
la calle ofrece su visión
llega, continua, prende luces:
primera, segunda, tercera,
se desvía
los tranvías se desvían,
no se ven traviesas
cruzan
un parque
alguien camina
con su cabeza
por atrás de blanco
este niño en los brazos
de blanco
al lado
construyen
detallitos
detallitos
resumiendo: yo —de pie—
en la ventana —a tientas—
faltan para las seis ¿sobre qué fondo?
―espero—
―como si me hubieran pintado—

Miron Bialoszewski


Autorretrato vivido

Me miran.
Quiere decir que tengo cara.

De todos los rostros que conozco
del que menos me acuerdo es el mío.

A veces mis manos
viven sin comunicarse.
¿Tal vez sea mejor no sumarlas?
¿Dónde están mis límites?

Pues lo que me encrespa
es el moverme o vivir a medias.
Sin embargo siempre
se arrastra en mí
diminuto o lleno
un atisbo del ser.

Cargándome
cargo
un espacio propio a mí.

Si lo pierdo
significará que no existo.
No existo
ergo no dudo.

las civilizaciones: cómo han vivido
las culturas: qué han pensado y sentido

y según Ludwik / un día vino
y al quitarse el abrigo /:
— la civilización — ya lo sé
es una mecánica de la vida
¿Y qué opinó sobre el arte?
/ eso ya hace un tiempo /
— ¿con qué
empieza?

con un primer gesto desinteresado

Miron Bialoszewski


Qué fácil perder la fe

Vino el caballo y el carruaje.
Los veo. Creo en ellos.

Está anocheciendo.

Vino el caballo y el carruaje.
Pero ya el caballo tenía otro caballo.
Y el carruaje —otro carruaje.
Paseaban los grandes bultos
de sus sombras
por las limas de las acacias.

Y ya era difícil creer
en caballo y en carruaje.

Miron Bialoszewski



"Qué se le iba a hacer. Lo tiramos. Nos dio otra cosa. Puede que café con mendrugos. Comida líquida; la tomábamos en tarros de cristal. Al menos aquí en Miodowa. Me acuerdo bien. ¿Los encontramos en la calle de Rybaki o estaban aquí? Estoy seguro de que eran de colores. Verdes. Marrones. Quizá un poco deformados. Por el fuego. Eran unos tarros pequeños.
Esa era nuestra felicidad en Miodowa (llena de cenizas, porque nadábamos en cenizas, que se colaban a través del respiradero; cada vez que había una explosión caían además toneladas de hollín); pero duró poco porque en seguida empezaron a caer bombas, y ya no pararon.
Al principio no nos movíamos. ¿Adónde podíamos ir? Estábamos rodeados de ruinas. Teníamos un techo, y eso era todo. Las bombas podían darnos o no. Si nos daban, atravesarían el techo. No habría milagros. Así que estábamos sentados allí. En medio de los bombardeos. Por todas partes. Más cerca. Más lejos. En la calle de Długa. En Podwale. En Miodowa. Ni siquiera dejábamos de comer. Aprendimos a comer pasara lo que pasara. A no ser que las bombas cayesen muy cerca. En ese caso, nos agachábamos. Luego, los aviones se alejaban. La madre de Swen rezaba. Un día nos propuso rezar el rosario en voz alta. Aceptamos. Más tarde Lusia, Swen y yo buscamos algún entretenimiento. La madre de Swen, o quizá Lusia, tenía una baraja. ¿Fue a Lusia a quien se le ocurrió jugar al bridge? Jugamos los tres. Con Zbyszek. Zbyszek estaba sentado en el sillón, creo. Porque los sillones eran cómodos. Grandes. Y con el respaldo inclinado hacia atrás. Lusia no tenía ganas de levantarse del carrito. Estaba tumbada, la cabeza, las manos y parte de los pies le colgaban fuera del carro. Estaba contenta. Recuerdo que utilizábamos nuestras tablas para poner las cartas. No jugamos mucho. Porque en seguida llegaron los aviones. Interrumpimos el juego. Como si tal cosa. Los aviones se alejaron. Seguimos jugando. Pasaron de nuevo. Bombas. Otra vez nos tocó mirar el techo, por lo que pudiera pasar. Y después seguimos jugando.
Más tarde tuvimos que ir a por agua. Para la madre de Swen. Para cocinar. Para la tía. Para la señora Rymińska. Para lavarse. Para todo. Teníamos agua, pero había que traerla. Sólo había que ir con una jarra y una cubeta a la habitación oscura donde estaba la mujer con el herido, la de la cascada. Llené los recipientes en un segundo. Volví y me puse a hacer la colada. Tal cual. Primero mi camisa. No había jabón. ¡El jabón era algo inalcanzable en aquellas circunstancias! La camisa estaba negra. En seguida se me unió Celinka. También quería lavar su ropa. Creo que Swen estaba un poco sorprendido. Al vemos lavar la ropa. ¿O quizá se extrañó por la tarde? Porque lavamos la ropa más de una vez aquel día. Cada vez que caía una densa polvareda. O un montón de hollín. La ropa se secaba en diez minutos. Porque hacía calor. Es verdad, ese calor. Inaguantable. Creo que, siguiendo la tradición del levantamiento, llevábamos ropa de todo tipo; recuerdo que la mujer del herido llevaba únicamente una enagua. ¿A quién podía escandalizar? Al poco de llegar acordamos que utilizaríamos una habitación que estaba detrás de la nuestra para defecar. Porque salir al patio era arriesgado. También lo era salir a la escalera, al menos, a la parte superior. Pero salíamos a la escalera de todos modos. Porque no podíamos aguantar el calor. Por supuesto, teníamos agua. Podías mojarte. Pero también necesitabas aire. Cuando oscurecía, nos colocábamos en la escalera. En el tramo inferior hacía demasiado calor, igual que abajo del todo. Y los obuses caían hasta la mitad de la escalera. Lo pudimos comprobar. Así que nos sentábamos en los escalones centrales. Allí podías coger un trago de aire sin riesgo, fuera del alcance de la metralla.
Nos fuimos a dormir. Dormíamos sentados, cada uno en nuestro sillón o en el carrito, o tumbados en un abrigo extendido sobre un montón de escombros, como Lusia y Mareczek. O bien, como Swen y yo, en las tablas, con la ropa puesta (nunca nos cambiábamos de ropa). Es decir, en el mismo sitio que ocupábamos desde el principio, nada más llegar."

Miron Bialoszewski
Diario del levantamiento de Varsovia


Testimonio del sueño

Detrás de las cabeceras de las camas
nosotros —barracas cinematográficas
del sueño

No podemos ni silbar
ni aplaudir

Lo único que ocurre
es que vociferamos en el lenguaje de los monos
—nuestro antiguo dialecto—
las cosas más actuales

Y de veras, entonces
estamos viviendo
nuestra propia era

Miron Bialoszewski


Verde ergo es

eres… o no eres
creer en ti o dudar
no importa de qué estás
fabricado de qué
quizás de nada

verde
con tu barniz de luna
tu —paisaje invernal

un simple pedazo de loza
apenas poblado
y frío
con sus adornos de árboles
y de niebla
al bordo

y mientras nada sé de ti
ni del gusano de minivacío
que te muerde
no pienso llamarte nieve
ni extremidad de un pueblito
ni fondo
de una noche de luna llena

puedes tocarme
el más bello preludio
de la inquietud

Miron Bialoszewski









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