Semuel ibn Nagrella

La guerra

La guerra al principio es como una joven muchacha
Con la cual todo hombre desea flirtear.
Y al final es una mujer vieja.
Todos los que se la encuentran se sienten
afligidos y lastimados.

Semuel ibn Nagrella


"La ingratitud hacia el hombre es la ingratitud hacia Dios."

Semuel ibn Nagrella o Samuel Ibn Nagrela más conocido como ha-Naguid




La tierra para el hombre

La tierra para el hombre
es una prisión perpetua.
 
Estas pequeñas ayudas, entonces,
para tontos:
 
Corre adonde quieras.
El cielo te rodea.
Sal si puedes.

Semuel ibn Nagrella



Leones heridos

En tiempos de dolor, fortalezcan sus corazones,
Aún si se hallaran ante las puertas de la muerte.
La lámpara sigue teniendo luz antes de apagarse.
Los leones heridos saben cómo rugir.

Semuel ibn Nagrella



Los múltiples problemas del hombre

¿Los múltiples problemas del hombre,
hermano mío, como las injurias y el dolor,
te asombran? Considera al corazón
que los retiene a todos
en la extrañeza, y no se rompe.

Semuel ibn Nagrella



Podrían los reyes enderezar a la gente que está errada

¿Podrían los reyes enderezar a la gente que está errada,
mientras ellos mismos están torcidos?
¿Cómo, en los bosques, podrían las sombras que se doblan
ser rectas cuando los árboles son torcidos?

Semuel ibn Nagrella



Se alzó el enemigo, y se levantó la Roca contra él;
¿cómo puede erguirse lo creado al alzarse la Roca?
Los ejércitos estaban alineados, cada escuadrón
Frente a un escuadrón del adversario;
Los hombres pensaban, que en día de cólera, violencia
Y envidia, la muerte era un premio;
Todos trataban de conseguir la fama,
Vendían su vida para lograr su anhelo.
La tierra temblaba desde sus cimientos,
Al igual que Gomorra estaba arrasada;
Bellos y resplandecientes rostros
Se tornaban como el fondo de una olla.
Era un día de oscuridad y tiniebla,
El sol, lo mismo que mi corazón, ennegreció;
El griterío de las tropas era como el de Shadday,
Como el fragor de las olas del mar al rugir la tempestad.
Al amanecer, la tierra estaba sacudida
Sobre sus columnas, como ebria;
Los caballos corrían y se revolvían
Cual víboras sacadas de su cubil,
Como si los venablos arrojados fueran
Rayos que llenaban el aire de luz,
Las flechas como gotas de lluvia,
Y los escudos, cribas;
Los arcos eran serpientes en sus manos,
Cada una escupía abejas por su boca;
Las espadas sobre sus cabezas eran antorchas
Que al caer perdían su brillo;
La sangre humana corría sobre la tierra
Como la de los carneros por los costados del atrio.
Varones valientes perdían el gusto
Por la vida y elegían la muerte.
Los guerreros pensaban que las heridas abiertas
De sus cabezas, eran coronas;
De acuerdo con su fe, lo recto era morir,
Seguir viviendo les estaba vedado.
¿Qué podía hacer yo, si no había refugio, ni sostén,
ni apoyo, perdida la esperanza?
Los enemigos vertían sangre como agua
Aquel día angustioso, yo vertía mi plegaria
Al Dios que a los inicuos abaja y arroja
A la fosa que ellos excavaron,
Y que, en la batalla, la espada y las flechas devuelve
Al corazón del enemigo que las prepara y lanza.

Semuel ibn Nagrella


Una invitación

Dime, mi amigo,
¿Cuándo he de servirte tu vino?
El canto del gallo me ha despertado,
Y el sueño ha desertado mis ojos.
 
Sal y mira la luz de la mañana
Como un cordel escarlata en el Este.
Date prisa, sírveme una copa,
Antes de que el alba ascienda,
 
De jugo de granada aromática
De la perfumada mano de una muchacha,
Que cantará canciones. Mi alma
Revive y luego muere.

Semuel ibn Nagrella






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