Carlos Octavio Bunge

"Cuando anocheció, esta idea llegó a hacerse más dolorosa que nunca. Comprendí que debía ver a Tucker para enrostrarle su infamia... Por eso me vestí y salí a la calle.
Advertí en la calle que me había olvidado de ponerme el saco, aunque estaba muy bien peinado y llevaba una estrella verdadera prendida en la corbata. Esta estrella, que era como la cabeza de un clavo, yo la había arrancado del cielo con mi propia mano, parándome en puntas de pies y estirando enormemente el brazo derecho. Tenía así el brazo derecho algo descoyuntado y andaba sin saco por la calle... ¡Pero lo peor era la estrella que me quemaba el pecho como una brasa!
Afuera de mi casa noté una cosa bien tonta. Noté que el cielo era un gran toldo negro. Y el toldo se caía, por haberle quitado yo la estrella que lo sostuviera, en el cenit. Había que caminar levantando la tela del cielo con las manos, como dentro de una carpa de techo muy bajo. ¡Era esto muy incómodo! Mas sucedió lo que debía suceder. Caído el cielo sobre las luces de la ciudad, se incendió como estopa y voló en levísimas partículas de ceniza. (No tan levísimas, diré de paso, pues una que me entró en el ojo derecho era del grandor de una avellana.)
Yo estaba apresuradísimo por ver a Tucker. Tan rápidamente iba, que caminaba por el aire sin notarlo. La tierra se había hundido en un abismo sin fin y yo seguía corriendo por el plano vacío que antes fuera su superficie. No importaba. La cuestión estribaba en ver cuanto antes al canalla de Tucker.
De pronto sentí tierra firme bajo mis pies. Estaba en una ciudad extranjera, pero habitada por mis conciudadanos. En las calles había mucha luz amarillenta y mucha gente que reía, corría, gesticulaba. Todos estaban tan contentos que bailaban desarticulándose y rearticulándose como títeres. Yo mismo me daba cuenta de que perdía en el camino, ora un pie, ora un brazo, ora parte del tronco... No me tomaba el trabajo de recoger estos órganos cuando los veía caerse, y los dejaba detrás de mí, porque iba muy apurado y sabía que ellos solos—el pie, el brazo, la parte del tronco,—volverían a incorporarse a mi persona. Además, todo era un sueño. Además, yo tenía el privilegio de la salamandra, de hacer retoñar los muñones para recuperar los órganos perdidos.
La gente seguía riendo, corriendo, gesticulando... Vi algunos amigos que me reconocieron y me saludaron con gestos extravagantes, quien sacándome la lengua, quién escupiéndome una ranita verde en la cara. No me paré a preguntarles la razón de su loca alegría, porque mi prisa arreciaba como un ciclón.
Mi prisa por arrancarle los ojos a Tucker, ¡el miserable! era tal, que recorrí muchas veces aquella dilatadísima ciudad de punta a punta. (Y digo «dilatadísima» sin hipérbole, porque ocupaba muy bien una tercera parte y más de la Tierra.)"

Carlos Octavio Bunge
Thespis


"El amor a la moda es el instinto de perfección en los espíritus vulgares."

Carlos Octavio Bunge



"En la pereza colectiva hallo la clave del caudillismo o caciquismo hispanoamericano, curioso fenómeno institucional. Entre indolentes, fácil le será descollar al más activo. Entonces la turba, compuesta de ciudadanos demasiado apáticos para pensar y moverse por sí mismos y echar sobre sus hombros la pesada carga de la responsabilidad de sus actos, delega con gusto su soberanía. ¿En quién? En el que mejor se impone por sus cualidades, y en el que ha sabido captarse mejor las simpatías de todos. ¿Es el más apto? Se presume; pero no basta ser el más apto: es preciso ser el más temido y querido."

Carlos Octavio Bunge



“Existen pues dos clases de feminismo: el absoluto, radical y sectario: el socialista, y el moderno, conservador y práctico: el oportunista. Al primero se le debe la formula teórica concreta del movimiento, al segundo sus mejores conquistas de hecho, realizadas en los últimos años en todos los pueblos civilizados, especialmente en Inglaterra y más aún en Norte América.”

Carlos Octavio Bunge



"La pereza, la tristeza y la arrogancia criollas, esas tres cualidades típicas de los hispanoamericanos están vinculadas tan íntimamente entre sí que forman un todo compacto y homogéneo: el carácter de raza. Este podría considerarse inverso del europeo, al menos del genio ideal de los pueblos más ricos y fuertes de Europa; cuyas tres condiciones capitales serían: diligencia, alegría y democracia. Contra pereza, diligencia; contra tristeza, alegría; contra arrogancia, modestia, que se traduce prácticamente por igualdad, y la igualdad, en política, por democracia."

Carlos Octavio Bunge



“La teoría del feminismo absoluto, es decir, la teoría de la equivalencia de los sexos en su capacidad intelectual y económica, es contraria a la verdad biológica y sociológica.”

Carlos Octavio Bunge



“Los afroamericanos han permanecido en una muy baja condición social, porque no supieron aspirar a elevarse. Las pocas excepciones son de cruzamiento, o bien de ciertas razas negras que poseen, siquiera sea incipiente, esa suprema facultad de aspirar.” 

Carlos Octavio Bunge


"Los partidos caciquistas son siempre personales. No hay liberales, ni conservadores, ni moderados, ni librecambistas, ni demócratas, ni republicanos; si los caciques se llaman Rodríguez, Fernández, Martínez, González, habrá sólo gonzalistas, martinistas, fernandistas, rodriguistas. En algunos instantes parece que los caciques hispanoamericanos representan ideas, que son los jefes de un partido político de principios. Esto no es más que una ilusión de óptica, que responde a ciertas necesidades regionales del punto donde radica la toldería del cacique. Voy a aclarar esta observación con un ejemplo. Pereira es un cacique criollo, jefe de los pereiristas. Pereira, y por ende los pereiristas, se han declarado por el librecambio. ¿Creeríais por eso que el partido pereirista es un grupo de convencidos que se reunieran bajo una bandera económica? No, mil veces no! Y la prueba está en que Pereira no ha abierto jamás un libro de economía política, y, aunque dogmatice con autoridad y hasta con elocuencia, no sabe una palabra de librecambio o de protección. ¿Por qué es entonces jefe de un partido librecambista? Es que no es jefe de un partido librecambista, sólo es el cacique de un clan a cuyos intereses regionales conviene el librecambio. Nada más. Pereira no tiene más bandera que Pereira. Pero, como a Pereira le sostienen los pereiristas y la región pereirista, él a su vez sostiene, sin comprenderlo bien, por instinto de conservación, los intereses librecambistas de ésta y aquéllos. No como un fin patriótico, sino como un medio de mantenerse en el poder…

Dentro del sistema caciquista no cabe el parlamentarismo. Un congreso cacical es sangrienta irrisión compuesta en su casi totalidad de hechuras del cacique jefe. Si se realizan allí debates, en el fondo, a pesar de su aparatosa grandiosidad, son simples riñas de gallos, contiendas de preponderancia individual y no cambio de ideas gubernamentales. El parlamento, desde la Magna Carta otorgada por Juan sin Tierra a sus barones, debe ser un dique a los desmanes del poder real, o, si se quiere, cacical. En Hispano América resulta a menudo, por el contrario, un coadyuvante. Pues es el cacique quien, directa o indirectamente, nombra a sus paniaguados diputados y senadores.

El caciquismo es un régimen oligárquico. O es engendrado por una oligarquía, o la engendra. Unas veces el núcleo oligárquico es nepótico, o sea constituido por los miembros de la familia cacical, novísimos Borgias; otras, por sus amigotes y compadres."

Carlos Octavio Bunge



"Propender a que la clase culta, sacudiendo su “ocio político”, luche como pueda con el caudillismo ignorante y malintencionado; le venza, le domine, le arranque el poder, y, una vez victoriosa, promueva desde el gobierno — municipal, provincial o nacional — , la difusión de la cultura. Y no con palabras, no con floridas frases y pomposos discursos, no con construcciones universales y proyectos despampanantes, sino con hechos, con hechos obscuros y prolijos. Antes que reformar planes de estudios, que el gobernante criollo organice un buen establecimiento de educación. Antes que plantear grandes sistemas rentísticos, que ahorre, pague la deuda externa y disminuya los impuestos. Antes que hacer teatrales declaraciones sobre sus intentos, que se rodee de hombres buenos y eficaces, dejando de lado a los Eróstratos insaciables de inmortalidad, más perjudiciales, cien veces más perjudiciales aún que los Cresos insaciables de negocios. En fin, ¿sabéis lo que le aconsejaría yo, si pudiera? ¡Que sea modesto! Se dice que nos falta “espíritu práctico”. Hombres modestos y laboriosos querrá más bien decirse; varones sencillos que administren y no politiqueen que obren y no declamen, que evolucionen y no revolucionen. Tan hermosa y tan rica es Hispano-América, que, sin tutores oficiales, con tal de guardar el orden, por sí sola sabría crecer y dominar; debiera, pues, tender el estatismo a ser en ella tan restringido como lo es en su robusta hermana, Anglo-América. Un mínimum de impuestos, un mínimum de política, un poco de justicia, nada más requeriría para demostrar a la historia, no los inconvenientes sino las ventajas, no la irrisión sino el modelo del sistema republicano."

Carlos Octavio Bunge




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