Edith Bruck

"Cuando volvimos de Auschwitz nadie quería escuchar. Nos sentimos rechazados, basura."

Edith Steinschreiber Bruck



"Cuenta. No lo van a creer pero cuéntalo tú, si sobrevives, dínoslo también a nosotros."

Edith Bruck


"Es algo que no se borra nunca. Yo primero soy superviviente, luego testigo de la barbarie nazi y, finalmente, escritora. En una escuela hubo una chica que incluso me llamó 'Señora Auschwitz'. Fue terrible, aunque lo más grave de todo es que me volví cuando me lo dijo."

Edith Bruck



"Creo que escuchar es lo más importante. Los niños son más maduros de lo que imaginamos. Hablamos del acoso y la violencia, pero no de su curiosidad, de su sed de saber, de entender. Los jóvenes valen mucho más de lo que pensamos, no están vacíos, ¡sino llenos de interés! Somos nosotros los que no podemos hablar con ellos, y para ello debemos aprender a escuchar. En el último año he visto a más gente escuchando, quizá por la sensación de inquietud ligada a la pandemia. No lo sé. En el último año no he parado ni un día, he estado escribiendo y dando entrevistas. Hay mucha demanda. Tal vez el mundo quiera entender más, y eso es muy importante."

Edith Bruck



"Hay cosas que no se pueden contar o que precisarían de una lengua nueva para describirlas, porque la nuestra ya ha sido exprimida al máximo y no es capaz de reflejar ese horror. Y luego tienes esos rostros limpios de chavales de 13 o 14 años que me llevo encontrando desde hace décadas en las escuelas. ¿Cómo les dices que has visto jugar al fútbol con la cabeza de un niño? No osas hacerlo. A veces me siento muy incómoda por contar lo que he vivido, es como si les escupiera a la cara toda la monstruosidad humana. Al final no les digo las cosas peores porque no les quiero quitar la esperanza en la humanidad."

Edith Bruck


"Las personas mayores suelen quedar excluidas del diálogo porque no producen. Perdidos en las residencias, mueren pronto. Así, la sociedad se vuelve egoísta y sin corazón, una verdadera tragedia."

Edith Bruck


"Llegó la Pascua de 1944. Fue una fiesta triste: mis padres apenas se hablaban y vagaban sin decir palabra de aquí para allá por la casa. Nos mirábamos en silencio y yo no sabía por qué. Más tarde mi padre y mi madre nos dijeron que unos alemanes habían llegado al pueblo. Pregunté por qué les teníamos que tener miedo, pero no me respondieron. Me sentía mal. Mi madre, tal vez por decir algo, me pidió que llevara al desván la olla que usábamos solo en Pascua, añadiendo que con toda probabilidad ya no la usaríamos más.
Por la tarde mi padre cogió la mano de mi madre y los hijos nos sentamos cerca de ellos; yo tenía mi cabeza estaba apoyada en su regazo y ella me acariciaba el pelo, algo que no hacía desde mucho tiempo atrás. ¡Me gustaba tanto ser mimada! Amor, paz, silencio: todo me daba miedo en la oscuridad. Les pedí que hablaran: "No estéis tan callados; me estoy volviendo loca", dije. Mi madre empezó entonces a hablar de la Biblia, de los padecimientos de los hebreos polacos y eslovacos deportados, y nos contó que había tenido un horrible sueño: había visto quemar a la gente, y añadió que iba a llegar también un tiempo tristísimo para nosotros. Pero nosotros éramos niños y no teníamos por qué asustarnos, ya que Dios estaba con nosotros. Lo importante era no desesperarse, pasase lo que pasase. Se levantó temblando y, por primera vez, le dio a mi padre un vaso de coñac que él, también por primera vez, rechazó. Intuía que no había ninguna salvación para nosotros. Mil pensamientos se agolpaban en mi mente y, de repente, recordé que en casa había nueces y que podía cogerlas y esconderlas sin que nadie se diese cuenta. Dejé la cocina y me fui al desván con mi tesoro, asegurándome de que estuvieran bien escondidas. Luego me paré y murmuré para mí entre dientes: "Las comeré cuando vuelva; ¿volveré?, pero, ¿de dónde?".
Cuando bajé, la cocina me pareció aún más oscura de lo habitual; por fuera las ventanas estaban cegadas y la luz que se filtraba a través del papel negro que las cubría iluminaba tan solo las caras. Parecía un velatorio. Quise correr y gritar: "¿Quién ha muerto? Estamos todavía vivos, ¿por qué no habláis? ¿Qué esperáis?". Pero no fui capaz de decir ni una palabra. Era casi medianoche cuando me fui a la cama. Antes de dormirme volví a la cocina a ver a mis padres pegados el uno al otro, y besé el grueso brazo de mi madre y la cara inquieta de mi padre. Los abracé a los dos como si fueran dos niños. Luego volví al cuarto de puntillas y me metí en la cama junto a Eliz, que estaba a punto de dormirse. Me estrechó contra ella acariciándome, algo que hacía raras veces, solo cuando me quería demostrar que me quería mucho, mientras me repetía: "Ditke, Ditke, mi pequeña hermanita, no te daré más coscorrones, ya verás". Era una noche más oscura que las demás; por la ventana no entraba ni un rayo de luz, igual que tampoco entraba en nuestro corazón. Acurrucada en la cama deseaba tan solo dormir un poco. Parecía que el tiempo no pasase, notaba que las fuerzas me abandonaban y que me deslizaba hacia la oscuridad."

Edith Bruck
Quien así te quiere



"Los hombres no han aprendido de sus fechorías. No han aprendido de Auschwitz, ni de Vietnam. La situación es trágica, pero me gustaría separar Auschwitz de las demás páginas oscuras de la historia."

Edith Bruck


"Los húngaros fuimos los últimos en ser deportados, nos entendíamos, pero no hablábamos. No hubo tiempo para hablar, ni siquiera para la solidaridad. Lo que importaba era no perder la vida, esa era la única urgencia. No dar un paso fuera de la línea. Hacía un frío glacial, sentíamos un hambre que nos cegaba. No había nada que decir, más que protegerse a uno mismo. Era difícil incluso pensar en la amistad en los campos de concentración."

Edith Bruck




"Los jóvenes necesitan saber y escuchar lo que pasó. Aunque obviamente la situación no es hoy la que le tocó vivir a mi generación cuando éramos niños, el peligro sigue ahí. Vuelven el fascismo, el antisemitismo, el racismo y las injusticias hacia los demás. Debemos identificarnos con los que sufren y tienen hambre, con quienes quedan en los márgenes de la sociedad, sea cual sea su categoría, raza, religión o nacionalidad. A mí me preocupa la humanidad."

Edith Bruck


"Me gustaría decir que debemos contar las cosas positivas, lo bueno y no sólo lo malo. En mis libros también he contado las luces de mi año de prisión. Nunca todo es negro, también hablamos de lo que es positivo. Esto también es muy importante para los niños, cuando voy a las escuelas también hablo de las sombras de luz, de esperanza. Hay muchos voluntarios, mucha gente que hace el bien. Contémoslo, no demos espacio sólo al mal."

Edith Bruck


"Mucha gente me ha descubierto ahora, pero yo llevo escribiendo desde poco después de que nos liberaran del campo de exterminio nazi. Necesitaba contar lo que habíamos sufrido, pero a nadie le interesaban entonces demasiado mis historias y las parangonaban con su sufrimiento. Todos decían que habían pasado miedo, hambre y frío, pero nada se puede comparar con Auschwitz. Las palabras me estaban ahogando por dentro, así que cogí un cuaderno y un lápiz y comencé a escribir."

Edith Bruck



Nacer por casualidad
nacer mujer
nacer pobre
nacer judía
es demasiado
en una sola vida

Edith Bruck


"Yo estoy enamorada de las lenguas latinas. A mí el italiano me ha dado mucho, ha sido el idioma de mi salvación. Me ha permitido expresarme con gran libertad y con una cierta distancia, pues no es mi lengua materna. No me han insultado y ofendido con ella, como ocurre con el húngaro. Es mi barrera de defensa. Yo puedo escribir 'pan' en italiano y mantengo una cierta distancia, pero si lo hago en húngaro, me brotan todos los recuerdos de aquellos panes que tuvo que abandonar mi madre cuando nos echaron de casa."

Edith Bruck











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