Miguel Andrés Camino

Invernal

Con sus vientres hidrópicos
de tan hinchadas
se deslizan las nubes
negras y blancas;
y en lo alto del cielo
se conglomeran
y arremolinan
para lanzar los copos
de blanca nieve,
de alba espuma,
que se posan en tierra,
unos sobre otros,
tan suavemente,

cual si fueran suspiros
o leves plumas.

Miguel Andrés Camino


Silbando

Ella le pedía
con honda tristeza:
No silbes, Lisandro.
¿No ves que silbando me apenas?
Si tienes un silbo, entre dientes,
que en vez de tonada
parece un llorare,
¡parece una queja!
Con ese tu silbo,
Lisandro, ¿te acuerdas?
marchabas de niño a los cerros;
y en sus soledades,
con cabras y piedras,
pasabas silbando, silbando,
las horas enteras.
Con ese tu silbo
que me desespera,
te vide, ya hombre, en busca 'e cariño
llegar a mi puerta.
Con ese tu silbo
te vide alejarte
dejándome sola
y llena 'e vergüenza.
Con ese tu silbo,
te vide ayer tarde
llegar por la güeya,
trayendo a nuestro hijo
cruzado en la cruz de tu bayo
como una maleta...
Y allí lo enterraste,
silbando, silbando,
juntito a la tumba
de tu pobre vieja...
No silbes, Lisandro,
¡Por Dios te lo pido!
¿No ves que al oirte
silbando, silbando,
el alma presiente
desgracias muy negras?
No silbes, Lisandro,
que en vez de tonada, tus silbos,
parece que fueran
aullidos de perro
que nos anunciaran
una mala nueva
........
Y él, indiferente,
silbando, silbando
entre dientes,
oia a la pobre
como si lloviera.
........
Le mataron un hijo a Lisandro,
en una pelea.
(Hay quien dice que fue el Comisario,
a causa de un'hembra).
Y después de enterrar a su gëñi,
juntito a su vieja,
y afilar como luz un cuchillo,
por saber si es verdad lo que cuentan,
sin siquiera volcar una lágrima,
sin siquiera volver la cabeza,
al tranquito, montado en su bayo,
del palenque, hacia el pueblo, silbando,
silbando entre dientes,
se aleja.
Muy cerquita del rancho 'e Linsandro
hay tres cruces, de dos que antes eran.
La mujer que enfermó del disgusto
para siempre descansa en la tierra;
y en Bahía se encuentra Lisandro,
pagando su hombrada
metido entre rejas.
Parece que en cuanto aquel dia
silbando, silbando entre dientes,
al pueblo llegara,
y supo la cosa cual fuera,
sin decir una sola palabra
pilló al Comisario,
cobróle su cuenta,
asestándole en medio ¿'e la guata
una puñalada
por cada legua,
que llevando el cadáver del hijo
Lisandro anduviera...
Y la gente baqueana calcula
que del rancho 'e Lisandro hasta el pueblo,
hay... dieciocho legüitas, apenas.

Miguel Andrés Camino


Vida en la montaña

Respirar el aire de las sierras,
Salía por costumbre de mañana,
envuelto en los vapores de la niebla
Como en un poncho de harinita y agua.
Escuchaba el balar de las ovejas,
El mugido lejano de las vacas,
El hueco resonar de los cencerros,
El rodar de los riscos en las faldas,
El seco martillar del carpintero,
El silbo del zorzal en las quebradas,
Y el goterón pausado del rocío
Al desprenderse en llanto de las ramas.
Aspiraba humedad de musgo y hongos,
El acre fermentar de la hojarasca.
El picor perfumado del tomillo
Y el vaho amoniacal de las majadas.
En horas de placer apetecía
El manso florecer de las zagalas
Y acumulaba ardor y nuevos bríos
nutriéndome de frutas y cuajadas.
Bañábame en color y en armonía.
Perfumaba mi cuerpo con manzanas,
Atigrando mi piel con los lunares
De sol terciopelado que esplendían
entre la sombra azul de la enramada,
y tal un caracol, puesto al oído,
La vida resonaba dentro mi alma.

Miguel Andrés Camino














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