Ricardo Burguete

"A Parañaque llegó una mañana el cuartel general.
Todavía en mi cuerpo y en mi espíritu vivía candente la impresión de la pasada marcha.
La sed, la horrible sed soportada había servido á juicio de los técnicos para economizar sangre en la toma y posesión de Almansa. Pero ¡ay! que estos cálculos de gabinete fallaron á última hora, por no darle al factor de la resistencia humana el valor limitado que tiene. La asfixia en el regreso consumió más hombres de los que hubiera podido consumir la resistencia del destacamento encargado de guardar el pueblo. Sólo en la brigada de chinos encargada de transportes se cebó la muerte en montón."

Ricardo Burguete
La Guerra Filipinas


"Buscáis, cambiando el nombre de la persona, cambiar la esencia de la codicia. Cambiad de vida, y cuando tendáis á ser virtuosos, la ciudad será la menos codiciada por los gobernantes y cuando na­die la quiera á ella irán los más virtuosos. Pero esto no basta. Los mismos gobernantes ha­ rían de vuestros vicios un impuesto con que pagar su ambición y volveríais á ver crecer el mal. Es preciso ser virtuosos en absoluto... —Absoluto ha dicho—exclamó uno... y no pudo el filósofo añadir una palabra más porque las mujeres airadas mordieron á los hombres por su par­simonia y la multitud masculina, con gran estruen­do de cuerna, embistió contra él. Quedó Zorrapastro convertido en una sopa. «Nos aguaste el día, águate tú.» Y el chaparrón de los cuernos llovió sobre Zorrapastro. La indignación fue general: las mujeres, en los apretujones del auditorio, estaban á punto de colo­car sus mercancías; los hombres esperaban con los consejos de Zorrapastro aliviar de peso sus cabe­ zas; los jugadores y los polizontes esperaban ver circular el dinero del ex ministro, y cuando oyeron á éste hablar de moral respirando pobreza, germi­nó la ira en el desencanto, y á pretexto de defender el orden creció el desorden.
— ¡Ha dicho absoluto! ¡Ataca á nuestra sobera­nía! ¿Qué hacen los polizontes? —gritaban otros—. Ataca á nuestro querido gobernador. ¡Viva el go­bernador! ¡A la cárcel Zarrapastro! —Iré donde queráis. Pero donde me encerréis seré más libre que cualquiera de vosotros. La cár­cel la lleváis en vuestra estupidez misma. Buscan­ do vuestra libertad cada día os encadenáis con más pesados hierros. Vuestra moral os encadena. Vengo á hablaros de la virtud de lo que vosotros llamáis inmoral. —Zarrapastro es inmoral. Un inmoral en medio de la ciudad del cabrón pelirrojo. ¡A la cárcel! ¡A la cárcel!—aulló la multitud. —Desde la cárcel seguiré predicándoos lo que llamáis inmoralidad. Con ella seréis salvos vosotros y vuestros hijos. Vuestro maltrato es el primer síntoma de perfecta justicia. Algún día llegaréis á adorarme. El día de vuestra inmoralidad absoluta alzaréis sin pesadumbre vuestras cabezas y pele­chará el cabrón pelirrojo para no encontrar de él ni un solo pelo."

Ricardo Burguete
Así hablaba Zorrapastro


"No olvides una vez más que si de todo esto escapas, no escaparás, donde estés, de la tenaza de mis dedos, donde te estrangularé como aquel perro lobo hidrófobo, inmovilizando, a pesar de mis desgarradas manos, aquella su babeante boca, pero con la disculpa de que aquél era un animal enfermo, y tú eres un animal sano de cuerpo, aun cuando corrompido de espíritu, pero de espíritu bovino, a quien, como definitiva rúbrica de cuanto escribo, escupo en la hedionda boca por donde aspira tu cobardía servil y tu corazón de cobarde, y no maldigo a los tuyos en cien generaciones porque bastante deshonra les legas con tu apellido mancillado en el mundo entero y tu historia intrépida de cobarde y vengativo asesino."

Ricardo Burguete
sobre Gonzalo Queipo de Llano, acusándole de ser culpable de la muerte de sus dos hijos durante la guerra civil española


























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