Ron Butlin

"Cuando una sola copa es demasiado, las demás nunca son suficiente. Nunca."

Ron Butlin


"El tren llegó. Te subiste, te sentaste, y empezaste a leer.
-¿No tiene futuro? –dijo el que estaba sentado enfrente con fingida sorpresa–. Tampoco tiene pasado, ahora no. Es un borracho.
Alzaste la vista. Había dos hombres sentados enfrente de ti. Dos hombres que no habías visto nunca antes. Debían estar hablando de otro. Debían. De ti no. No te conocían. No tenías aspecto de borracho. No eras un borracho, estabas leyendo el periódico de la tarde. Uno de los dos notó que les mirabas, así que al periódico otra vez. Estabas leyendo. No podías ser un borracho. Si estabas leyendo no.
“No tiene futuro ni tiene pasado tampoco, es un borracho” había dicho aquel hombre. Ni futuro ni pasado; sólo quedaba el presente, pensaste. Pero hay dos tipos de presente, ¿verdad? Con una copa y sin ella. No es difícil la elección. Para ti."

Ron Butlin
El sonido de mi voz


Las cortinas estaban cerradas

Las cortinas estaban cerradas cuando entré a su pieza:
el día quedó afuera, también la noche
y ella no estaba ahí.

Miraba su cara, su boca, sus ojos:
trataba de recordar su boca y sus ojos.

Los muros eran como la niebla cuando desaparece,
la puerta como la lluvia cuando deja de caer;

El pasillo me pareció un mundo
y ella no estaba ahí.

Ron Butlin



Nuestro trozo de buena fortuna

Los que hemos aprendido a vivir
sin respirar hondo –

Quienes comenzamos el día cayendo de cabeza
sobre una segura destrucción –

Quienes oscurecemos la claridad del cielo matutino como una
tupida lluvia –

Nos hemos familiarizado tanto con el dolor, que esperamos nos
aplaste el pavimento
las calles nos pasen por encima,
los baldíos de los parques nos borren del mapa
y nos entierre la tierra recién cavada de los jardines.
Pero no.

A la hora de almuerzo saludamos a amigos y extraños,
diciéndoles cuanta suerte tienen,
y cuanta tenemos nosotros.

Buscamos compartir nuestro trozo de buena fortuna – y después
de todos estos años
Nos seguimos asombrando cuando él, ella o cualquiera
miran hacia otro lado al vernos.

Entrada la tarde es peor,
en este punto bajo del día intentamos poner los pies sobre la tierra
nos preguntamos: ¿qué hemos logrado?
mirando a nuestro alrededor
y todavía es temprano para el primer trago.

El tiempo pasa de todos modos. Pronto estaremos esperando a nuestra alma gemela
se podría decir que somos incandescentes
míranos iluminando el cielo por la noche – una lluvia de meteoros, estrellas fugaces.
Para que otros pidan deseos, así que anda, ¿por qué no pedir uno?
Al parecer aun tenemos algo que ofrecerte.

Quienes hemos aprendido a cruzar la noche, haremos todo lo posible
por evitar las corrientes y los molestos muebles en medio de la oscuridad
cuando nos acostemos a dormir abrazaremos con fuerza a nuestro
trozo de buena fortuna, apegándonos a él lo más posible.

Ron Butlin



"Prolongabas la ansiedad, la angustia, todo lo que podías. Se trataba, y lo sabías, de un modo de medir el gozo que te iba a inundar inmediatamente cuando vislumbraras el blanco de la casa una vez más; tu casa al pie de la colina. Cuando paraba el coche salías corriendo. Tus padres sacaban la compra del maletero sin reparar en el milagro que estaba ocurriendo a su alrededor: te habías marchado de un lugar y habías vuelto exactamente al mismo. Todo lo que sabías de ti mismo se volvía a confirmar una vez más; la sensación de placer al hacer chirriar la puerta sin engrasar; el miedo al perro del jardín de al lado; aquellas enormes ganas de ir a recoger los huevos de las gallinas inmediatamente después. Devolviéndote a casa, tu padre había vuelto a restituirte a ti mismo. Mirabas cuanto te rodeaba y te resultaba familiar, y saludabas en silencio cada uno de sus rasgos; después le mirabas a él con sorpresa y gratitud. Él cerraba de golpe el maletero del coche y entraba en la casa.
Una tarde os llevó a ti y a tu madre a comer al campo. Condujo unos treinta kilómetros por Border Hills, las ventanillas abiertas para que entrara algo de aire. De vez en cuando tenía que parar para poder enfriar un poco el radiador del coche. La primera vez que sacó el tapón del radiador viste saltar pro el aire el agua hirviendo. Te pareció una maravilla.
-¿Vamos a hacer otra fuente?-Preguntabas esperanzado cada vez que paraba el coche. Tenías tres años y aún creías que te iba a contestar.
Por fin, tomó una carretera secundaria y subió los últimos kilómetros del trayecto hasta una granja abandonada. El coche quedó aparcado en el corral y los tres os bajasteis.
Allí hacía todavía más calor y no había ni un poco de brisa. Las paredes blanqueadas de aquellas edificaciones abandonadas parecían soltar más calor. Había ladrillos rotos y adoquines tirados por el corral que formaban pequeños túmulos cubiertos de malas hierbas y demás vegetación. En un rincón había una cosechadora abandonada cuya pintura se descarrillaba si la tocabas; al lado, por la hierba, había varios batidores de mantequilla, la mayoría volcados. Las ventanas y las puertas estaban rotas, y te encantaba mirar cómo entraban y salían volando de la casa los pájaros. Uno hasta se subió al marco de una ventana un instante y se puso a cantar."

Ron Butlin
El sonido de mi voz



Soneto enrevesado

¡Y quién escribe hoy en este estilo
antiguo,
contando un dos y tres, y cuatro y
cinco y seis
con miserables yambos que
apenas están vivos
y marchan sin aliento en formación
forzada,
soneto tras soneto, menudo
desafío,
incluso sin contar con ese sube y
baja,
pegándole al pentámetro sólo para
llegar
a mitad del camino… y a la vez
con sentido!

Ron Butlin














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