Bruno Cicognani

"El amor puede incluso detener la marcha del tiempo."

Bruno Cicognani


“Los magos pueden lograr más por medio de la fe que los médicos por la verdad.”

Bruno Cicognani


"Para aquellos que no me conocen he de decir que todo aquel proceso creativo suponía toda una bella sorpresa, que había afectado sobremanera la mutua relación paterno filial. Había transcurrido entre nosotros un período de cuarenta años y yo mismo podía apreciar que en lo que a mí se refiere no había germinado semilla alguna y al ser manifiesto el incremento de esta diferencia y lo que implícitamente tenía de malo, como si yo fuera culpable de esta injerencia, había dejado de depositar su confianza en mí y sufría en carne propia lo que podría considerarse como una vejación de la autoridad paterna. Yo, a causa del temor reverencial, no podía explicarme satisfactoriamente la causa de la iracundia paterna y no hacía nada para aclarar el malentendido y como, por otro lado, mi propio padre no tenía intención de hacer nada para cambiarme a mí mismo, dado que en el fondo (si he de ser franco) todas sus pretensiones se reducían al mero facto de exigir una adhesión formal, y tanto es así que podría esgrimirse que cuando había transcurrido un cierto tiempo, sin que por ello hubiera dejado de ser joven, íntimamente se preguntaba cómo me iría, pero se limitaba a mantener su vista fija -macerando en su interior la suma de aquella dolorosa ansiedad- atisbando de soslayo desde la distancia, a una velocidad vertiginosa, como la del acróbata que fuera a dar un salto mortal zigzagueando por la senda de la vida. Y en aquel entonces ni siquiera había sentido la imperiosa necesidad de disfrutar de una mayor libertad, aunque, al menos aparentemente, estuviera incluso veinte años después subyugado por el collar doméstico. Y así es como en ocasiones, en alguna de mis andanzas, me encontraba cara a cara conmigo mismo y sentía un enorme dolor. El último «recalentamiento» por usar la terminología propia de mi padre tuvo como razón de ser la bicicleta. «Ahora se apodera de ti la manía de la bicicleta, justo en el momento en que todo el mundo ya no usa ese medio de transporte. Actúas a la inversa del común de la gente. Hasta ayer sólo los chicos de las tiendas y los trabajadores del telégrafo recurrían a la misma en su quehacer cotidiano. Lo que lograban era dañar sus pulmones mientras sus cansadas piernas tentaban por ascender más allá del molino. Y hoy en día es algo consabido que la salud es el mayor don en el que puede confiar un individuo. ¿Para qué trasladarse sobre ese "acerado corcel"? Incluso tratando de ascender los peldaños con esa máquina, en lugar de elegir sabiamente la conveniencia de un coche para desplazarse por la ciudad adoptando con gracia una posición correcta... ¿Para qué dejarse seducir por una máquina de carreras provista de una burda mancuerna que, en el momento más inesperado, te aboga a precipitar tu cabeza a ras de suelo y exhibir al aire tu tafanario? Si esto te parece una posición digna de aguinaldo, en lugar de mantener tu porte esbeltamente erguido, no queda más que aguardar que suceda algún milagro que te haga recuperar el sentido común, amén de un poco de amor propio. ¡Y pensar que con siete años eras un niño tan juicioso! A esa edad te habrías sonrojado si hubieras de ir a Florencia de un modo tan indecoroso. Y en vez de comportarte cabalmente de acuerdo a tu edad, decides dilapidar tu bella figura».
No me defendía ni trataba de excusarme. Sabía muy bien que sería una pérdida de tiempo tratar de persuadir a mi padre, dado que todo aquello que atentara contra el sacro culto propio de la compostura clásica, por leve que fuera, irradiaba una tensión significativa entre nosotros. Era como la expresión de una constante energía dinámica en el desarrollo de la velocidad, la rígida síntesis del movimiento... En una ocasión traté de ilustrar esta cuestión y de súbito me interrumpió mi padre clamando por lo estrambótico de mi pretensión, subrayando la penuria que amenazaba a mi intelecto y lamentándose de que a los dieciséis años traducía al mismo Platón. Mi padre era incapaz de entender y asumir que esta controversia nada tenía que ver con Platón, Homero, Virgilio, César y Cornelio Nepote, si yo no hubiera decidido montar en bicicleta llegada la hora.
Me planteaba si debía continuar mis estudios de leyes, dedicarme por entero a cultivar poéticamente mi jardín o bien aceptar provisionalmente un puesto de trabajo para quien está de vacaciones y asueto en la vida; mientras tanto, los problemas de índole anímica se parapetaban ante una conciencia inexperta y todo aquel mundo idealizado, sustentado por la dicha de la imaginación y de mi fe insípida era derrocada en el súmmum del más atroz vacío."

Bruno Cicognani
La bicicletta



"Y así entre Pietrasanta y Fiumetto se perfilaba ese otro estrecho camino de tierra sinuosa a través de la arboleda y las labranzas, hasta llegar a un pequeño y coqueto puente sobre un arroyo muerto, justo al borde de un bosque de pinos. Su acuosa faz estaba untada por el estancamiento de botellas de agua, hojas marchitas, tenedores... A continuación se extendía el camino recto, luminiscente, rodeado de un pinar que crepitaba en el mes de julio. Y, lo que resultaba más hermoso, en las tardes de estío de aquel mes de julio, apenas hollar los pies aquel minúsculo puente, los ojos contemplaban por doquier el ramaje de los pinos que caía rendido como piezas de ropa y en la cúspide aquel cielo destempladamente lechoso y, en suma, una sensibilidad inmensa que tremolaba. Y si los ojos se tomaban un tiempo de descanso, al girarse, los olivares humeantes y las níveas casas al pie de las colinas de los Alpes enardecían los pechos y erizaban los cabellos ante el telón de fondo azul.
La exhausta puesta de sol; el mar en calma; la placidez del aire velado. Sobre el arenal de la playa unas jóvenes se perseguían presas de una loca y contagiosa alegría. Porque en ocasiones sucede que alguien a quien aparentemente no le importe la candidez de la oceánica agua vea salpicados sus cabellos por tibias e indolentes gotas. Y esa misma lágrima de mar no se retira prontamente, dejando tras de sí una brillante cosecha de perenne siembra, devorada por la arena hasta bucear en el mar.
Los fados saben que el comienzo de la jornada matinal deja mal sabor de boca y un poso de inquietud en el estómago.
El aire, nítido y claro, aún es incapaz de liberarse del yugo de la puesta de sol sobre la montaña que tiende a Pisa. ¡Qué maravillosos son los Alpes! Y todo, desde la cúspide de la Pania hasta las vetustas cañas teñidas y quemadas por el libeccio, entona la emoción de la mañana.
El olor matinal comporta el perfume de las plantas humedecidas, toda vez que la extinta noche ha sido embriagada por el mar y la neblina lila y brillante de los pinares semeja un pastel sobre el montículo sobre la pulcra bufanda de la mañana apuana.
La playa está ahora desierta y los cobertizos permanecen cerrados durante el sueño. Allí se extienden las tierras de los pescadores.
Los pescadores, en dos filas acompasadas de prudente distancia, gradualmente se arremolinan, tirando con fuerza de la vida, moviendo sus extremidades inferiores, arqueándose y disponiendo calmosamente las interminables cuerdas; de vez en cuando uno de los hombres situado en la parte superior izquierda afianza su rodilla bajo el agua mientras sostiene sobre su hombro el gancho de la correa."

Bruno Cicognani
Il figurinaio e le figurini


















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