Carlos Cañeque Solá

"A los intelectuales se les pide libros fáciles, divulgativos, y eso es un termómetro de nuestra sociedad."

Carlos Cañeque Solá


"El nacionalismo no es ideología, es religión."

Carlos Cañeque Solá


"En el mundo de la universidad hay mucha competitividad, mucha mala leche. Siempre el otro es el idiota. Es una mezcla de ego y conspiración, y de una endogamia total. En eso los norteamericanos son más abiertos: fichan a los buenos, no importa de qué país. Aquí todo tiene que ser de casa."

Carlos Cañeque Solá



"Haber dejado de trabajar (quiero decir haber dejado de dar clases gracias a este año sabático que la administración me ha concedido) ha aumentado mucho mi sensación de soledad. Ayer leí un artículo sobre las afecciones psicológicas que comporta el paro. La jubilación debe de ser otra cosa, debe de ser como salir de la vida para contemplarla por última vez. En cambio, el parado contempla la vida desde un paréntesis que finalizará el día de su reincorporación laboral. Mientras que el jubilado puede asumir su inactividad laboral como un hecho biológico, el parado vive en la angustia de su humillante inutilidad. Pero, como se pregunta Cioran, ¿qué sería de la humanidad si se declarase la prohibición del trabajo, si se obligase oficialmente a una dilación indefinida del ocio? Sería un desastre porque el hombre ha sido históricamente manufacturado de acuerdo a una justificación laboral, a una justificación que da sentido ético a su identidad. Si los fines de semana se prolongasen para siempre, asistiríamos a un aumento incontrolable de los suicidios y de los crímenes. Los bañistas se ahogarían entre ellos y el desenfreno parecería candor, el sollozo, música y la burla, ternura. A nadie le faltaría ya tiempo para nada, y, precisamente por ello, cada instante sería un calvario, cada hora, una postergación penosa y enteramente vacía, cada día, un caprichoso castigo del tiempo. En tal festividad sin límites, los padres de familia sólo serían ejemplos de decadencia y alcoholismo, y las religiones se multiplicarían en proporción geométrica a los gritos de dolor. En un mundo convertido en una perpetua festividad, las iglesias y los burdeles estarían abarrotados. Los psicólogos se convertirían en gobernantes y los poetas practicarían impunemente el canibalismo. ¡Cómo se derrumbarían entonces los sueños del Progreso y de la Historia! ¡Con qué agria verdad estaríamos obligados a mirarnos en el espejo! Lejos del Jardín, cerca de una caída mucho más seria y definitiva, el hombre recobraría entonces su primigenia condición animal.¿Un lema que sintonice realmente con la naturaleza humana? «Inactividad, inactividad, e inactividad.» Sólo el inactivo puede ver las cosas tal como son. Todo proyecto laborioso tiene algo de enajenación, de distracción. Mientras que el atareado se sumerge en la concreción de su trabajo, ningún objetivo limita el amplio horizonte del verdadero desocupado. Los escritores y los filósofos dejarían de serlo si no se les permitieran esos tiempos libres de auténtico ocio, esos paseítos por la nada, esas tardes enteras rascándose la barriga sin tener que dar cuenta de nada a ningún jefe...Desde la horizontalidad de mi existencia contemplo el mundo. Y mi mundo es inevitablemente lo que pienso y siento, las ilusiones y los miedos que me asaltan sin que pueda controlarlos ni dirigirlos, como si yo fuera un mero espectador sufriente de las circularidades mentales que un perturbado programa en mi cerebro. Pero ¿soy acaso lo que pienso? No, no puedo ser lo que pienso porque pienso muchas cosas y yo no podría ser todas esas cosas. ¿Tal vez la síntesis de ellas? De nuevo una abstracción. Estos circuitos de mi cabeza terminan agotándome, desesperándome. Con frecuencia, esta descontrolada sucesión de imágenes dispersas se apodera de mí en situaciones en las que debería prestar máxima atención. Por ello, para hablar con la mayoría de mis interlocutores, he tenido que desarrollar técnicas faciales con las que consigo simular un alto nivel de concentración. Un día, en un pasillo de la facultad, Llorens me asaltó durante más de una hora sin que yo apenas acertara a escucharle medio minuto. De vez en cuando le decía «sí, desde luego» o «claro, la cosa ya no tiene remedio», y eso bastaba para que animosamente siguiera articulando unas palabras del todo incomprensibles para mí. Yo estaba pensando en Gilabert y en su penoso viaje a la realidad y Llorens me hablaba de las becas de un banco de Sabadell. Esta progresiva desconexión con el mundo, sin embargo, no me preocupa demasiado. Pienso que debe de ser un estado de catarsis por el que tengo que pasar antes de comenzar mi novela. Incluso he llegado a pensar que las interminables reuniones del departamento de literatura son una especie de impuesto que tengo que pagar al ayuntamiento de la gloria; y los violentos silencios con los que nos castigamos cada noche Silvia y yo, un peaje a la inmortalidad. Si mi ordenador me permitiera escribir en posición horizontal comenzaría la novela ahora mismo, y, si fuera ministro de Cultura, propondría el reposo absoluto como deporte nacional (en una reunión a la que yo mismo acudiría con riguroso pijama de hilo finísimo)."

Carlos Cañeque Solá
Quién



"Los intelectuales con demasiada frecuencia están a la moda."

Carlos Cañeque Solá


"No sé si el creador puede ser humilde, porque al mínimo soplido abandonaría. Hubo artistas que murieron muy pobres y aislados, quizá el orgullo los mantuvo en pie."

Carlos Cañeque Solá


"Si un intelectual es un creador de opinión, está claro que su función hoy es muy pobre. En mayo del 68 si Sartre daba una conferencia había 50 fotógrafos. ¿Qué intelectual tiene hoy esa presencia?"

Carlos Cañeque Solá


"Sin humor y sin juego no se puede hacer nada serio."

Carlos Cañeque Solá


"Una idea de Nietzsche que fue muy mal interpretada: atrévete a ser individuo, no seguir modas, no ceder."

Carlos Cañeque Solá















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