Colette

“A mi edad, hay sólo una virtud: no hacer infeliz a la gente.”

Colette
Seudónimo de Sidonie-Gabrielle Claudine



"A veces se siente más la angustia esperando un placer que sufriendo una pena."

Colette
Seudónimo de Sidonie-Gabrielle Claudine



“Amo mi pasado. Amo mi presente. No me avergüenza lo que he tenido, y no estoy triste porque no lo tengo más.”

Colette
Seudónimo de Sidonie-Gabrielle Claudine



“Conozco tantas amistades apasionadas como pasiones amistosas.”

Colette
Seudónimo de Sidonie-Gabrielle Claudine



“Creo que hay ocupaciones más urgentes y honorables que la pérdida de tiempo en un estado de sufrimiento.”

Colette
Seudónimo de Sidonie-Gabrielle Claudine



“Cuando era pequeña me decían: “El trabajo lleva en sí mismo su recompensa”. Y yo esperaba, tras el esfuerzo, una recompensa misteriosa, abrumadora, una especie de gracia. Todavía la espero.”

Colette
Seudónimo de Sidonie-Gabrielle Claudine


"Cuando se es amado, no se duda de nada. Cuando se ama, se duda de todo!”

Colette
Seudónimo de Sidonie-Gabrielle Claudine



“El aburrimiento ayuda a tomar decisiones.”

Colette
Seudónimo de Sidonie-Gabrielle Claudine



"Él amaba sus sueños y los cultivaba."

Colette
Seudónimo de Sidonie-Gabrielle Claudine


"El baroncito Couderc comunica esta decisión con voz clara y sonora, enrojeciendo luego violentamente y se levanta el cuello de pieles. Con el bastón al hombro parece querer conquistar la amplia y triste estepa en la que uno se hunde en humeantes tinieblas, al salir de la cegadora calle Royale. Se le ve sólo un poco de nuca, con cabello muy corto, y una nariz insolente de golfillo distinguido. Se atrevió a repetir, bajo los árboles de la avenida Gabriel, desafiando una espalda friolera de guardia: «¡Me voy a acostar con Minne! Tiene gracia: excepto la inglesa de mi hermanito, la primera de todas, ninguna mujer me ha impresionado tanto. Minne no es una mujer como las demás.
Pensó, al acercarse a la calle Christophe Colomb, en los dulces por arreglar, la tetera eléctrica, sobre todo el instante de desnudarse, que deseaba rápido y fácil, que hubiera querido escamotear. Empezó a incomodarle su juventud. Uno es el baroncito Couderc, a quien las «damas» de «Chez Maxim's» tratan tiernamente de «guapito»; se tiene una nariz que obliga a ser insolente, unos ojos azules, burlones, miopes, una boca desgarrada y fresca, pero no se puede olvidar que no se tiene más que veintidós años.
[...]
Dos años de matrimonio y tres amantes. ¿Amantes? ¿Acaso puede llamarlos así en su recuerdo? A los que junto a ella han saboreado la convulsa y corta dicha, que busca con persistencia ya desanimada, únicamente les ha concedido una ligera indiferencia. Los olvida, los relega en un rincón de su memoria donde se borran sus rasgos, casi sus nombres... Un solo recuerdo neto, del color nuevo de un corte recién hecho: su noche de bodas.
Minne todavía podría dibujar con el dedo, en la pared de su cuarto, la sombra que aquella noche caricaturizaba a Antoine, espalda jorobada por el esfuerzo, cabellos despeinados, con mechones como cuernos, corta barba de sátiro, toda la fantástica imagen de un Pan gozando de una ninfa.
Su marido, ante el grito agudo de Minne herida, replicó con una manifestación idiota de gozoso agradecimiento, con atenciones emocionadas, mimos fraternales... ¡Ya era hora!
Los dientes le castañeteaban, bajito, y no lloraba. Aspiraba, sorprendida, el olor de hombre desnudo. Nada la embriagaba, ni siquiera su dolor; hay quemaduras de tenacillas mucho más insoportables, pero esperaba morir sin creerlo mucho. Su flamante marido, su marido torpe y ardiente, se había dormido. Minne, tímidamente, intentó evadirse de los brazos que todavía la encerraban, pero sus suaves cabellos de seda enredados en los dedos de Antoine la mantenían cautiva. Todo el resto de la noche, la cabeza hacia atrás, estuvo pensando, paciente e inmóvil, en lo que le ocurría, en los medios de arreglar las cosas, en el profundo error de haberse casado con esa especie de hermano."

Colette
La ingenua libertina

“El enfermo de amor, el traicionado y el celoso tienen el mismo olor.”

Colette
Seudónimo de Sidonie-Gabrielle Claudine



“¡Él está aquí, seguramente no me presta la menor atención, pero al menos está aquí!”

Colette
Seudónimo de Sidonie-Gabrielle Claudine


“El vicio es el mal que se hace sin placer.”

Colette
Seudónimo de Sidonie-Gabrielle Claudine



“Entenderás más tarde que uno sigue olvidando la vejez hasta el mismo umbral de la tumba.”

Colette
Seudónimo de Sidonie-Gabrielle Claudine




“Escribir sólo conduce a más escritos.”

Colette
Seudónimo de Sidonie-Gabrielle Claudine



"Harás cosas insensatas, pero hazlas con entusiasmo."

Colette
Seudónimo de Sidonie-Gabrielle Claudine



“Hay menos maneras de hacer el amor de lo que se dice, pero más de lo que se cree.”

Colette
Seudónimo de Sidonie-Gabrielle Claudine



"La ausencia total de humor hace la vida imposible."

Colette
Seudónimo de Sidonie-Gabrielle Claudine



“La mujer que se cree inteligente pide los mismos derechos que el hombre. La mujer que es inteligente no.”

Colette
Seudónimo de Sidonie-Gabrielle Claudine



“La sinceridad no es una flor espontánea, al igual que la modestia.”

Colette
Seudónimo de Sidonie-Gabrielle Claudine


“Las grandes alegrías deben controlarse.”

Colette
Seudónimo de Sidonie-Gabrielle Claudine



“Los defectos de los maridos a menudo son causados por el exceso de virtudes de sus esposas.”

Colette
Seudónimo de Sidonie-Gabrielle Claudine



"Los viajes sólo son necesarios para las imaginaciones menguadas."

Colette
Seudónimo de Sidonie-Gabrielle Claudine


"Mientras hablábamos el rígido trazo de sol, lleno de lentejuelas de polvo, se había acercado a quemarle la espalda, y Hélène, como si se tratase de una mosca, movía el brazo, rechazaba con la mano el sello de luz. Lo que le quedaba por decir no rebasaba sus labios. Faltaba decirme: «Madame, creo que usted es la…, la amiga de Vial, y por ello Vial no puede amarme». Se lo hubiera declarado de buena gana, pero los segundos pasaban y ni una ni otra nos decidíamos a hablar.
Hélène retrocedió un poco hacia la butaca, y un haz de luz le acarició el rostro. Tuve la impresión de que en un instante todo aquel planeta juvenil —mejillas y frente descubiertas, redondeadas, lunares— iba a resquebrajarse, entregada a los seísmos de los sollozos. Un vello blanco, apenas visible, perlaba las comisuras de sus labios con un rocío de emoción. Hélène se secaba las sienes con la punta de su abigarrado echarpe. Un furor de sinceridad, un olor de rubia exasperada se escapaba de ella, aunque hubiera callado con todas sus fuerzas. Me suplicaba que la comprendiera, que no la obligara a hablar; pero de súbito dejé de ocuparme de ella como Hélène Clément. Le devolví su sitio en el universo, entre los espectáculos de otro tiempo, de los que fui el anónimo espectador o el orgulloso responsable. Esta honrada demente ignorará siempre que fue digna de afrontar en mi memoria las lágrimas de delicia de un adolescente; el primer choque del fuego sombrío, al amanecer, sobre una cima de hierro azul y nieve violeta; floral distensión de una mano arrugada de recién nacido; el eco de una larga y única nota que echaba a volar de una garganta de pájaro, primero baja y luego tan alta que, en el instante en que se quebró, la confundí con la fugacidad de una estrella fugaz y, queridísima mía, esas peonías desmelenadas con las llamas que sacudían el incendio en tu jardín… Te sentabas a la mesa, contenta, cuchara en mano, «puesto que sólo se trataba de paja»…
Me volví de buen grado hacia Hélène. Balbucía, confusa, con su incómodo amor, y su respetuosa sospecha. «¡Atiza!» —estuve a punto de decirle. Una persona que está de paso no existe con tanta facilidad. Hablaba de la vergüenza que sentía, de su deber de «irse a otro sitio», se reprochaba el haberme visitado, prometía «no volver más, puesto que…». Daba vueltas, miserablemente, en tomo a una conclusión defendida por cuatro o cinco palabras alambradas, horribles, inexpugnables, «puesto que usted está aquí, la… la amiga de Vial». No se hubiera atrevido a decir «la amante».
Superó pronto el instante en que quedó toda iluminada, y yo la vi menguar, apagarse, ennegrecer mis recuerdos."

Colette
Al rayar el día


“Mis verdaderos amigos siempre me han dado una prueba de suprema devoción... una espontánea aversión por el hombre que yo amaba.”

Colette
Seudónimo de Sidonie-Gabrielle Claudine



“Ninguna tentación puede ser medida jamás por el valor de su objeto.”

Colette
Seudónimo de Sidonie-Gabrielle Claudine



“No es una mala cosa que los chicos, ocasional y gentilmente, pongan en su lugar a los padres.”

Colette
Seudónimo de Sidonie-Gabrielle Claudine



"Nunca toque el ala de una mariposa con el dedo."

Colette
Seudónimo de Sidonie-Gabrielle Claudine




“Para un poeta, el silencio es una respuesta aceptable, incluso halagadora.”

Colette
Seudónimo de Sidonie-Gabrielle Claudine




“¿Qué les ha pasado a nuestras hijas que ya no les gusta la esencia de violetas?”

Colette
Seudónimo de Sidonie-Gabrielle Claudine



“¡Qué maravillosa vida que he tenido! Ojalá me hubiera dado cuenta antes.”

Colette
Seudónimo de Sidonie-Gabrielle Claudine



“Ser feliz. Es una forma de ser sabio.”

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Seudónimo de Sidonie-Gabrielle Claudine



“Si no tengo demasiadas trufas lo haré sin trufas.”

Colette
Seudónimo de Sidonie-Gabrielle Claudine



"Sólo hacemos bien las cosas que queremos hacer."


Colette
Seudónimo de Sidonie-Gabrielle Claudine



"Soportaría gustosa una docena más de desencantos amorosos, si ello me ayudara a perder un par de kilos."

Colette
Seudónimo de Sidonie-Gabrielle Claudine



“Un hombre furioso y bestial se dejará llevar hasta el asesinato, porque se hallará saturado de vino o furioso, inspirado por la ira o el alcohol. Es malo. Ignora el placer de matar, la caridad de dar muerte como una caricia, de hacerla intervenir en juegos que son como los de las fieras distinguidas: los gatos, los tigres, abrazan a sus presas lamiéndolas al mismo tiempo que las magullan.”

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Seudónimo de Sidonie-Gabrielle Claudine
Mujeres



“Una infancia feliz es deficiente preparación de los contactos humanos.”

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Seudónimo de Sidonie-Gabrielle Claudine



"Una mujer disfruta con la certeza de acariciar un cuerpo cuyos secretos conoce y cuyas preferencias son sugeridas por el suyo propio."

Colette
Seudónimo de Sidonie-Gabrielle Claudine



“Una mujer que piensa que es inteligente exige los mismos derechos que el hombre. Una mujer inteligente se da por vencido.”

Colette
Seudónimo de Sidonie-Gabrielle Claudine



“Uno pretende olvidar la vejez hasta el borde de la tumba.”

Colette

Seudónimo de Sidonie-Gabrielle Claudine