Daniil Kharms

Ancianas que caen 

Debido a su excesiva curiosidad, una anciana cayó de su ventana y se estrelló contra el suelo.
            Otra anciana se acercó a su ventana y miró a la que se había estrellado, pero debido a su excesiva curiosidad también se cayó y quedó estampada sobre el suelo.

            Fue entonces que una tercera anciana cayó de su ventana; y luego una cuarta; y después, una quinta.

            Cuando la sexta anciana cayó de su ventana yo me aburrí de haber estado viéndolas y me fui al Mercado Maltsev donde dije: “¿Hay alguien que le regale un mantón a este pobre ciego?”

Daniil Kharms


Andrey Semyonovich

Andrey Semyonovich escupió en un vaso de agua. Inmediatamente el agua se puso negra. Andrey Semyonovich torció los ojos y miró atentamente al interior del vaso. El agua estaba muy negra. El corazón de Andrey Semyonovich empezó a latir fuerte. En ese momento el perro de Andrey Semyonovich se despertó. Andrey Semyonovich se acercó a la ventana. Sucedió que el perro de Andrey Seyonovich salió volando y como un cuervo se posó sobre el techo del edificio de enfrente. Andey Semyonovich cayó de rodillas y se puso a chillar. A la habitación llegó corriendo el camarada Popugayev.

            –¿Qué te pasa? ¿Estás enfermo? –preguntó el camarada Popugayev.

            Andrey Semyonovich guardó silencio y se restregó los ojos.

            El camarada Popugayev echó un vistazo al vaso que estaba sobre la mesa.

            –¿Qué has echado ahí dentro? –le preguntó a Andrey Semyonovich.

            –No sé –respondió Andrey Semyonovich.

            En un instante desapareció Popugayev. El perro entró volando por la ventana, se echó sobre su lugar de costumbre y se durmió.

            Andrey Semyonovich se dirigió a la mesa y tomó un trago del vaso con agua ennegrecida. En ese momento, el alma de Andrey Semyonovich se llenó de luz.

Daniil Kharms


“Había un hombre pelirrojo que no tenía ojos ni orejas. Ni siquiera tenía cabello, así es que eso de que era pelirrojo es un decir.

No podía hablar porque no tenía boca. Tampoco tenía nariz.

Ni siquiera tenía brazos ni piernas. Tampoco tenía estómago ni espalda ni espina dorsal ni intestinos de ningún tipo. De hecho, no tenía nada. De modo que es muy difícil entender de quién estamos hablando.

Tal vez sea mejor ya no hablar nada más de él.”

Daniil Kharms es el pseudónimo de Daniil Ivanovich Yuvachev o Daniil Ivánovich Yuvachóv



Las cosas

Orlov comió muchos frijoles fritos y murió. Y cuando Krylov vio a Orlov muerto, también murió. Pero Spridolov murió sin razón alguna. La esposa de Spridolov  se cayó en la cocina y también murió. Pero los hijos de Spridolov se ahogaron en un estanque. Mientras tanto, la abuela de Spridolov se volvió alcohólica y se fue de vagabunda. Pero Mikhailov dejó de peinarse y se enfermó. Kruglov le dio un latigazo a una dama y enloqueció, Perehvostov compró un alhambre por 400 rublos y se sintió tan deprimido que le prendieron fuego.

            Las personas buenas no están aptas para tener una posición segura en la vida. 

                                                                                                             22 de agosto, 1936.

Daniil Kharms



"Qué extraño; qué inexplicablemente extraño: del otro lado de la pared, de esa pared, hay un hombre sentado en el suelo, sus largas piernas! estiradas están enfundadas en sencillas botas y su rostro es malévolo.
Bastaría con hacer un agujero en la pared, mirar a través de ella, y, al punto, veríamos a ese hombre malévolo.
Pero no hay que pensar en él. ¿Qué representa? ¿Es una parte de esa vida muerta que desde los vacíos imaginarios habrá volado hacia nosotros? Sea lo que fuere, tanto peor para él.
Ahora voy a contaros cómo nací, cómo crecí y cómo se manifestaron en mí los primeros síntomas de la genialidad.
Yo nací dos veces. He aquí cómo ocurrió eso.
Mis padres se casaron en 1902. Sin embargo no me trajeron al mundo hasta finales de 1905 porque mi padre deseaba que su hijo naciese exactamente en Año Nuevo. Él calculó que debía engendrarme el 1º de abril y sólo entonces intentó convencer a mi madre proponiéndole concebir un niño.
Mi padre hizo esas insinuaciones a mi madre una primera vez en 1903. Mi madre, que esperaba ese momento desde hacía mucho tiempo, se alegró terriblemente. Pero mi padre estaba visiblemente de un humor jocoso y no pudo evitar decirle: “¡Es una inocentada! claro!”
Mi madre se sintió terriblemente ofendida y no dejó que se acercase a ella ese día. Hubo que esperar al año siguiente.
En 1904, el 1º de abril, mi padre se le insinuó a mi madre con la misma proposición. Pero, recordando lo que había sucedido el año precedente, mi madre declaró que no deseaba encontrarse una vez más en una situación estúpida y no le dejó acercarse a ella. Mi padre se mostró condescendiente y no hizo nada.
Sólo un año más tarde consiguió embarazar a mi madre y entonces sí, ésta pudo concebirme.
De tal modo, fui concebido el 1º de abril de 1905.
Sin embargo, todos los cálculos de mi padre se fueron a pique porque resulté ser un aborto y nací cuatro meses antes de tiempo. Mi padre se puso tan furioso que la comadrona que me asistió en el parto, completamente desconcertada, comenzó a introducirme por donde yo acababa de salir."

Daniíl Jarms o Daniil Charms o Daniïl Ivànovitx Kharms o Daniíl Ivánovich Jarms
Prosa del otro


Sinfonía número 2 

Anton Mikhilovich escupió y dijo: “¡hugh!”, otra vez escupió y dijo: “¡hugh!”; volvió a escupir y otra vez dijo: “¡hugh!”; y luego desapareció. ¡Al diablo con él! En lugar de él déjenme hablarles de Ilya Pavlovich.

            Ilya Pavlovich nació en 1893 en Constantinopla. Cuando apenas era un niño su familia se mudó a San Petersburgo, donde se graduó en la Escuela Alemana ubicada en la calle Kirchnaya. Luego trabajó en una tienda y después en alguna otra cosa. Cuando empezó la Revolución él emigró. Bueno, ¡al diablo con él! En su lugar, permítanme hablarles de Anna Ignatievna.

            Pero no es fácil hablar de Anna Ignatievna; en primer lugar, porque no sé casi nada sobre ella; y en segundo, porque me acabo de caer de la silla y se me ha olvidado qué les iba a decir. Así es de que mejor les hablaré de mí.

            Soy alto, razonablemente inteligente. Me visto con mesura y buen gusto. No bebo, no apuesto en las carreras de caballos pero me gustan las damas. Y a las damas yo no les importo. A ellas les gusta salir conmigo. Sarafima Izmaylovna me ha invitado a su casa varias veces, y Zinaida Yakovlevna ha dicho que le encantaría verme. Pero yo tuve un gracioso incidente con Marina Petrovna, del cual quiero platicar. Fue un asunto muy ordinario pero algo divertido. Por mi culpa Marina Petrovna perdió todo su cabello, quedó calva como nalga de bebé. Sucedió así: cuando llegué a visitar a Marina Petrovna, ¡zas!, perdió todo su cabello. Así como así.

Daniil Kharms


Un soneto 

Hoy me sucedió algo extraño: de repente olvidé si primero venía el 7 o el 8. Fui con mis vecinos para conocer su opinión sobre esa secuencia. La extrañeza de ellos y la mía fueron grandes cuando, de pronto, descubrieron que ellos tampoco podían recordar cuál era el orden de esos números. Ellos se acordaban de contar 1, 2, 3, 4, 5, 6,; pero olvidaban qué número seguía. Entonces decidimos ir a la tienda más cercana, la que está en la esquina de las calles Znamenskaya y Basseinaya, para consultar ese asunto con la cajera. La cajera nos sonrió como padeciéndonos, se sacó de la boca un martillito y, moviendo su nariz con suavidad hacia adelante y atrás, nos dijo:

            –En mi opinión, el siete viene después del ocho sólo si el ocho viene después del siete.

            Le dimos las gracias a la cajera y contentos salimos de la tienda. Pero luego, pensando con cuidado en lo que dijo la cajera, nos pusimos tristes porque sus palabras estaban vacías de significado.

            ¿Qué se supone que haríamos? Fuimos al Jardín Primavera y empezamos a contar árboles, pero al llegar al seis nos deteníamos y empezábamos a discutir. Algunos opinaron que el siete era el que seguía; pero otros decían que era el ocho. Estuvimos discutiendo mucho tiempo cuando, por un golpe de suerte, un niño se cayó de una banca y se quebró las quijadas. Eso nos distrajo de nuestra discusión.

            Y cada quien se fue a su casa.

                                                                                                      12 de noviembre, 1935.

Daniil Kharms



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