Gonzalo Celorio

"Como los poetas modernistas, Juan Manuel tenía vocación escenográfica y, como la de ellos, su mirada, aun cuando se detenía en esas cosas que llamamos muy nuestras, no era ajena al exotismo. Y aparejada a semejante vocación, gozaba de enorme capacidad celebratoria, de manera que cuando Ramón, ya más amigo que discípulo, le comentó su plan de vivir con Susana, Juan Manuel le ofreció su casa para imprimirle a esta ceremonia que quería ser lírica la dimensión épica de la fiesta.
Mandó a hacer en el expendio de flores del mercado —donde se adornaban automóviles para boda y se elaboraban minuciosas coronas funerarias— una herradura y una estrella de margaritas blancas, que colocó en la puerta de la casa. Decoró el corredor con banderitas de papel de china picado y dispuso unas sillas de palma a lo largo del andén, una al lado de otra, como en fiesta de pueblo. Al fondo colocó una mesa que habría de ser cantina, no sin antes fungir como altar o como parapeto de un virtual juez o sacerdote o quién sabe cómo qué cosa en esa ceremonia que no quería ser ceremonia. Y en el otro extremo, una grandísima tinaja de lámina, de las que se usan para lavar ropa, llena de hielo y de cervezas Victoria, todo muy popular, muy nuestro, muy Diego Rivera y Frida Kahlo vaya, para la boda que no era boda: no se casarían por ninguna de las leyes aunque los anatemizaran sus familias y aunque no recibieran ningún regalo, no habría por tanto ninguna ceremonia —ni trajes especiales para la ocasión ni anillos ni participaciones— más que la que ellos mismos celebraran en la intimidad de sus corazones. No invitarían a nadie puesto que no habría nada."

Gonzalo Celorio
Amor propio


"Cuando cumplió la mayoría de edad en España, Severino había quedado liberado legalmente de la tutela de su hermano Ricardo, quien, en realidad, nunca la ejerció, pues, como te he dicho, desde un principio delegó en don Ricardo del Río esa función testamentaria. Se le presentó entonces la posibilidad de renunciar a la nacionalidad española, a la que tenía derecho por ser la de su padre, y de optar por la nacionalidad mexicana, que era la de su madre y a la que también tenía derecho por haber nacido en México. ¿La rebeldía de su temperamento? ¿Su inconformidad sistemática? ¿Algún brote de idealismo? Quién sabe cuáles fueron las razones que llevaron a Severino a querer ser mexicano en España, cuando siempre había querido ser español en México. Pero así fue: optó por la nacionalidad mexicana, seguramente sin saber que su elección, al cabo de unos años, le permitiría hacerse de la casa de Carretones, que no formaba parte del inventario de los bienes de tu abuelo porque estaba a nombre de tu abuela, que, como te dije, la había heredado de tus bisabuelos. No era necesario ser mexicano para poder reclamar la propiedad de esa casa. Una vez justificada la legitimidad de la posesión, hubiera bastado con que se comprometiera formalmente ante las instancias mexicanas competentes a no hacer valer su condición de español ni apelar a las autoridades de España en caso de controversia legal; es decir a constituirse como mexicano para los efectos legales del caso. Pero Severino aprovechó su excepcional condición para tener una prerrogativa frente a sus hermanos carnales en la adjudicación de la mansión de su madre: sus hermanos que habían alcanzado la mayoría de edad no habían renunciado a la nacionalidad española en su momento, aunque algunos de ellos, como tu padre, lo harían tiempo después, y las hermanas Loreto y Luisa no habían tenido todavía la opción de hacerlo, así que Severino, como mexicano mayor de edad, era quien podría hacerse de la casa sin cubrir el engorroso trámite de renunciar a los derechos de acogerse a la legislación española en caso de conflicto. Se comprometió, eso sí, a abonarles a sus hermanos carnales (Luisa no podía ser beneficiaria pues no era hija de Loreto Carmona), en un futuro indeterminado, la parte proporcional del valor del inmueble. La iniciativa de Severino de apropiarse de la casa de Carretones provocó un enfrentamiento serio del joven con don Ricardo del Río, que se beneficiaba directamente de las rentas de esa casa y que vio en la determinación de Severino una afrenta a su autoridad moral.
A su regreso de España ninguno de los hermanos vivió ya con María y Loreto de manera permanente en la casa de La Estampa. Sin ninguna previsión, Ricardo, Severino y Rodolfo prolongaron en México, aunque menos dispendiosamente, la vida que habían llevado en Madrid."

Gonzalo Edmundo Celorio y Blasco 
El metal y la escoria



“Resulta atroz cuando la revolución en la que participaste ha fracasado.”

Gonzalo Celorio










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