John Lloyd Stephens

"Allí estábamos, frente a los restos de un pueblo peculiar, pulido y educado, que había pasado por todas las etapas características del surgimiento y la caída de las naciones: alcanzaron su edad de oro, y luego declinaron y desaparecieron, completamente ignorados. Los eslabones que los unían a la familia humana se cortaron y perdieron, y esto es lo único que ha quedado de su paso por esta tierra. En la historia del mundo nada me había Impresionado más que el espectáculo de aquella ciudad, en una época grande y hermosa, y ahora destruida, desolada y perdida; descubierta por accidente, tapada por la maleza, y sin siquiera un nombre que la distinguiera."

John Lloyd Stephens
Sobre Palenque



"En dirección divergente desde la base y atravesando bosques frondosos llegamos a una columna de piedra sobre una plaza, de aproximadamente 14 pies de alto y 3 pies en cada lado, esculpida en gran relieve y en todos sus cuatro lados desde la base hasta la punta. El frente tenía la figura de un hombre vestido de manera curiosa y ostentosa, y el rostro, evidentemente un retrato, solemne, severo, y bien equipado para excitar terror. La espalda era de un diseño diferente y los lados estaban cubiertos con jeroglíficos. Nuestro guía lo llamó un "ídolo" y ante él, a una distancia de 3 pies, había un largo bloque de piedra, también esculpido con figuras y dispositivos emblemáticos, a los que llamba un altar.
La vista de este inesperado monumento puso fin de una vez y para siempre, en nuestras mentes, todas las incertidumbres relacionadas con las antiguedades americanas, y nos dio la certeza de que los objetos que buscábamos eran interesantes, no solo como testimonios de personas desconocidas, sino también como piezas de arte que, como registros históricos recién descubiertos, prueban que los pueblos que alguna vez ocuparon el continente de América no fueron salvajes."

John Lloyd Stephens
Incidentes de viaje en Centroamérica, Chiapas y Yucatán



“Yo estaba ansioso de ver la ciudad (Guatemala) antes de que obscureciera, y me adelanté. Ya era avanzada la tarde cuando, al subir por una pequeña eminencia, dos inmensos volcanes se levantaron ante mí, aparentando desdeñar la tierra y elevarse hasta los cielos. Eran los grandes volcanes de Agua y de Fuego, maravillosamente espléndidos. A los pocos momentos tuve a la vista el gran valle de Guatemala, rodeado de montañas, y en el centro de este, la ciudad como un pequeño punto en la vasta extensión, con sus iglesias, conventos y numerosas torrecillas, cúpulas y campanarios, tranquila como si el espíritu de paz descansara sobre ella.”

John Lloyd Stephens














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