Richard Ford

"-Ah -dijo mi madre. Y lo que fuese que había iluminado sus ojos se desvaneció de golpe. Y se reanudaron todas sus preocupaciones. Lo que subyaciera en ella antes de mi propuesta resurgió de nuevo-. Ya veo. De acuerdo. Yo hubiera podido evitar decir aquello. Hubiera podido decirle: "Sí, adelante con tus planes. Pase lo que pase, todo se solucionará. Yo me aseguraré de que así sea". Pero no fue lo que dije. En lugar de eso, preferí pensar en otro futuro, aplazando el futuro real. Ahora, al mirar atrás, creo saber de qué futuro se trataba. Y creo que ella también. Quizá se podría decir que en aquel momento fui testigo de cómo ella afrontaba la muerte. Vi cómo la muerte la arrastraba más allá de sus límites, y yo mismo sentí ese temor, temí a todo lo que sabía sobre la muerte, y me aferré a la vida, a la posibilidad de la vida. Quizá temí algo más tangible. Pero la verdad es que todo lo que hubiéramos podido hacer el uno por el otro ya no fue posible después de ese episodio. Desapareció. E incluso estando juntos, estábamos solos."

Richard Ford
Mi madre, in memoriam


"Como Graham Green, yo también tengo una aguja de hielo en el corazón."

Richard Ford



"Cuanto menos te persiga el pasado, mejor."

Richard Ford



"De todas las cosas que he visto pasar en mis casi setenta y cinco años de vida, el amor es lo único que perdura."

Richard Ford



"Durante años, he intentado expresar para mí y para los demás las diferencias fundamentales entre el relato y la novela, y nunca he encontrado una mejor que una es relativamente corta y la otra es relativamente larga. Cuando escribo una historia corta me digo constantemente a mí mismo: "Haz esto corto; para esto aquí; no te desvíes, ve a lo siguiente». Eso es todo. No es muy artístico."

Richard Ford



"Durante un momento no se pudo ver nada, y luego todo resultó evidente.
Un gran hongo de llamas naranjas brotó rugiendo del local y estalló y se dispersó en el aire, luego se oyó un ruido ardiente y atronador, y, finalmente el aire pareció vaciarse de sonidos y llenarse de un impalpable polvo verdoso. Durante un momento pareció que un meteoro hubiera alcanzado el edificio. Un taxi verde brillante, que estaba aparcado delante del Baskin-Robbins, salió por los aires desde el bordillo de la acera hasta el centro de la calle, y durante un instante el aire pareció adquirir el color del taxi reducido a polvo. Quinn consiguió ver entre las oleadas de polvo el Baskin-Robbins, que le recordó un cubo de basura al que hubieran volcado de una patada. Todo lo que había dentro estaba esparcido por el exterior o se había desintegrado. El rótulo del traumatólogo había desaparecido. Cuerpos destrozados yacían diseminados por la acera y la calzada, pero no se movía ni se agitaba nada. Unos cuantos hombres llegaban corriendo por las calles adyacentes hacia el lugar de la explosión, como atraídos por la succión del aire. Sonaban silbatos. Los turistas huían del Zócalo corriendo en todas direcciones. Una mujer lanzó un prolongado gemido, luego mucha gente se puso a gritar y el ruido y la agitación lo dominaron todo.
Quinn se puso de pie y se dirigió hacia los norteamericanos, o hacia donde habían estado un momento antes, porque ya no los vio allí. Apenas salió de la sombra del parque, el sol le pareció mucho más ardiente, más brillante, y olió a metal quemado y a pólvora. Era un olor familiar y resultaba casi agradable en el aire abrasador.
De algún punto del centro llegó el sonido de una sirena, y Quinn se detuvo y miró a Rae, que estaba de pie en el banco con las manos en los oídos como si todavía pudiera oír la explosión. Tenía las gafas puestas y la cara inexpresiva. Quinn se dirigió hacia ella entra la barahúnda de mexicanos que corrían, hablando muy deprisa y mirando en todas direcciones a la vez por si surgía un nuevo peligro. Estaba demasiado acostumbrado a encontrarse solo. Sus instintos respondían a eso, pero habría sido una canallada dejarla allí. De repente, Rae alzó la mano y la agitó delante de ella, tan tranquila como cuando se había vuelto hacia el sol. Creía que ya no había peligro y que debía continuar lo que había empezado a hacer. Quinn la miró durante un momento, bajo el sol, y luego se volvió hacia donde se había producido la explosión.
En mitad de la calzada vio los shorts rosa de la chica norteamericana. No los llevaba puestos, sino que se encontraban entre los restos del taxi que había saltado en pedazos. No veía a la chica, aunque vio a su padre, a unos veinte metros más allá, en la avenida de la Independencia, caído en el suelo con su camiseta blanca arrancada literalmente de los hombros y la piel ennegrecida y empezando a sangrar. Cuanto más visible era la calle, más gritos se oían. El sonido de la sirena se hizo más intenso al acercarse. Los soldados llegaban de todas direcciones, metralleta en mano, haciendo resonar las botas y con las rodillas dobladas como si les fueran a disparar. Tenían las bocas cerradas y parecían listos para abrir fuego.
De repente, Quinn notó que le faltaba la respiración. Sus piernas se movían con torpeza y le dolían, y se dio cuenta de que eso era lo que sentías justo antes de que te alcanzasen las balas, la señal de la vulnerabilidad extrema. Pensó en su pistola, en su preciso escondite del bungalow, y de qué hubiera podido servirle llevarla encima. De nada.
Se arrodilló en la acera, junto al norteamericano, y descubrió a su hija debajo de él, deformada y sin la mayor parte de la zona del cuerpo que tapaban sus shorts. De la boca de su padre salía una gran burbuja de sangre. Los dos estaban muertos. Quinn se puso de pie y buscó a la mujer con la mirada, tratando de descubrir su blusa blanca entre los restos, pero no la vio. El perro estaba sentado solo ante la abertura donde había estado el Baskin-Robbins. Tal vez la mujer se hubiera salvado, pensó, aunque no veía cómo. Ropa y trozos de los aparatos de la heladería se encontraban dispersos por la calle, como si la explosión hubiera lanzado los restos en dirección al parque describiendo una curva. Era imposible distinguir a qué correspondían.
Ahora la gente gritaba en español muy deprisa y muy alto algo que no entendía, pero que sonaba a «¡Ayúdenme!». Volvió sobre sus pasos y advirtió que la acera de pronto se había vaciado, y en un segundo se dio cuenta de que podría llamar la atención y no debería de estar allí ni separarse del resto de la multitud. También había una teoría acerca de eso. Se acercaban camiones. Pudo oír cómo cambiaban de marcha. La acera empezó a vibrar. Permanecer allí suponía un riesgo irracional. Delante del edificio del traumatólogo había un gran cartel rojo y negro que anunciaba los combates de boxeo; llevaba viéndolo toda la semana, y no había sido afectado por la explosión. Mostraba a dos gigantescos boxeadores negros con los puños en guardia encima de las palabras: «Sin empate, sin indulto.» Todos los golpes estaban permitidos."

Richard Ford
La última oportunidad

"El cambio, en la vida real, es un asunto ambiguo. No sé si la gente cambia en realidad. Dicen que sí, y tal vez lo hacen. En el caso de la escritura, yo hago que la gente parezca que cambia porque el cambio, incluso el cambio inventado, crea una posibilidad de drama: las cosas eran así y ahora son diferentes. ¿Es un cambio real? Tal vez. Pero el drama sé que existe."

Richard Ford


“El pegamento que mantiene a América unida no es la Constitución, ni la empatía, ni el amor, sino los dólares.”

Richard Ford



"El solipsismo es nuestra gran falla."

Richard Ford


"El talento del escritor reside en imaginar experiencias, no necesariamente en vivirlas en carne propia. Yo he tenido una vida relativamente confortable, una vida sin muchas dificultades, una vida dedicada a escribir. Mis "golpes" han sido ordinarios; sólo los he utilizado para imaginar en grado más profundo. Es algo normal."

Richard Ford



"En mi escritura todo es improvisación. Nunca sé con mucha certeza cuál será la próxima palabra que escriba. Hago planes e intento seguirlos pero, aún así, la escritura palabra por palabra siempre es sorprendente."

Richard Ford


"Es un hábito que apenas ha cambiado. Cuando escribo, y no siempre lo hago, comienzo a media mañana, me tomo un descanso para almorzar y dar un paseo sin rumbo a mediodía, y continúo hasta última hora de la tarde."

Richard Ford



"Escribir es mi forma de ser útil en el mundo."

Richard Ford



"Escribo para afirmar que la vida es digna y merece de nuestra máxima atención ya que es todo lo que tenemos. Optimista de nacimiento. ¿Has conocido a alguien que no haya muerto o no vaya a morir. Al menos hasta hoy, este hecho ni me asunta ni me molesta demasiado."

Richard Ford



"Lo que escribo en mis novelas, en mis historias, es un intento de imaginar un conocimiento esencial y divulgarlo. No obstante, todavía hay mucho por ser imaginado."

Richard Ford



"Me temo que solo comprendo las explicaciones convencionales. Usando mi imaginación, que es lo que hacemos los novelistas, trato de mirar más allá de estas. Y el problema es cómo llegar a la gente que es tan ignorante sobre cómo funciona el país. La Constitución, el legislativo, el poder judicial. ¿Cómo vas a educar a un enorme número de estadounidenses que desconocen todo eso? ¿Cómo vas a educar a los racistas para que no sean racistas? ¿Cómo vas a hacer que un país como el nuestro, un lugar tan enorme, con tantos Estados diferentes, sea respetuoso con nuestra historia cuando no lo es? De modo que, cuando buscas las causas de la ascendencia de Trump, creo que una clara es la ignorancia, otra es la complacencia, otra es el racismo. Son asuntos sistémicos, más que el hecho de que haya un estrato de mineros desempleados insatisfechos en la parte occidental de Pensilvania. Eso es solo la explicación fácil."

Richard Ford


"No sé si puedo generalizar sobre los personajes de los que escribo. Creo que me interesan las personas que fracasan al comunicarse sobre sus relaciones personales; personas que ven temas muy serios como la muerte, la vejez, el matrimonio o tener hijos como cosas que también contienen humor. Me interesa que para los seres humanos las cosas a menudo resulten al revés de lo que instruye la sabiduría convencional. Me interesa la política, tanto la humana como la pública. Me interesa cualquier tipo de espectáculo humano: soy un aristotélico de corazón. También me interesan las personas que están enamoradas o que fracasan en estarlo y cuál es la consecuencia de ello. Y en estos días estoy un poco interesado en las falacias de la edad."

Richard Ford



"No veo a Estados Unidos como un modelo para el resto del mundo. Creo que la mayoría de los países tienen problemas y aspiraciones importantes que no tiene nada que ver con nosotros. Esa mentalidad de que somos un faro para el mundo la veo desgastada. Somos un país que tuvo esclavitud endémica desde el siglo XVI, no tenemos nada de que alardear. Hemos estado poniendo a la gente en peligro durante toda nuestra existencia. Tenemos desigualdades inmensas. También mucha prosperidad, eso es cierto. Si quiere decir que la esperanza del mundo depende de la prosperidad de Estados Unidos, quizá hay un argumento. Pero debajo de eso, tenemos gravísimos problemas aquí, en este continente que intentamos gobernar desde una pequeña zona de diez kilómetros cuadrados donde se encuentra usted ahora."

Richard Ford


"Nunca trato de ocultar información, no. Cualquier ficción sobre las personas es parcial; la totalidad nunca está al alcance. No son personas reales. Todo está elegido, seleccionado y calculado. La ficción trata sobre lo que se incluye, no sobre lo que queda fuera."

Richard Ford



"Para hacer algo bien, tengo que trabajar más duro que otra gente. No puedo hacer muchas cosas al mismo tiempo, puedo concentrarme en una sola."

Richard Ford



"Pero antes de irme (no acabé de resolver mis asuntos hasta la canícula de aquel verano electoral), observé algo sobre Haddam. Era semejante a lo que el estólido pero aplicado Schmeling vio con respecto al mudo, infatigable pero accesible Louis; en mi caso, algo que quizás sólo un agente inmobiliario sería capaz de ver. La ciudad me parecía distinta: como lugar. Un sitio donde, después de todo, yo vivía, cuyas diversas casas y mansiones yo había visitado, recorrido, admirado, elogiado y vendido, a cuyos habitantes había apoyado, escuchado y observado con interés y simpatía, por cuyas calles había circulado, cuyos taxis había cogido, sus impuestos pagado, sus cargos elegido, su normativa respetado, cuya historia había ido contando y puliendo durante casi la mitad de mi vida. Había cumplido diligentemente todos esos indelebles actos de residencia, con la intención de quedarme como lema. Sólo que ya no me gustaba.
Pero hay que fijarse en los detalles, por supuesto, incluso en los que afectan a nuestras emociones. Para entonces teníamos un nuevo prefijo telefónico: el frío, poco memorable novecientos ocho, que sustituía al agradable seiscientos nueve, suavizado por el tiempo. Se había promulgado una ordenanza que regulaba la realización de ciertas actividades en domingo, con objeto de controlar el disfrute ciudadano. El tráfico era un incordio: tardar treinta minutos en recorrer menos de dos kilómetros hacía que la gente se replanteara el concepto de movilidad y la importancia de llegar a tiempo a algún sitio. Seminary Street se había convertido en la dirección preferida como domicilio y oficina para todo tipo de organización cuya misión consistiera en ayudar a agrupaciones que no sabían que lo eran a convertirse precisamente en un grupo: el consorcio de gemelos negros; entidades de apoyo para quienes habían perdido toda la pilosidad corporal; las familias de las víctimas de acoso escolar; la Vida después de la fraternidad Kappa Kappa Gamma. El gobierno municipal se componía exclusivamente de mujeres y se había convertido en un nido de víboras. El ayuntamiento emitía decretos y ordenanzas sin cesar, y la palabra pleito estaba en boca de todos. Un nuevo reglamento prohibía poner carteles de SE VENDE en los jardines, porque sembraban semillas de ansiedad y temor a la inestabilidad entre los ciudadanos que no habían pensado en mudarse; pero fue revocado. Se prohibieron los escaparates vacíos, de manera que los comerciantes que querían vender su establecimiento debían fingir que seguían trabajando. Otra ordenanza llegaba a exigir que Halloween tuviera un carácter «positivo»: se acabaron los fantasmas y Satanás, nada de bolsas de heces envueltas en llamas y dejadas en los porches. En cambio, los chicos salían disfrazados de conductores de ambulancia, curas y bibliotecarios."

Richard Ford
Acción de gracias


"Si uno como maximalista imagina la composición de una novela, según lo que decía Ruskin, como el modo de organizar cosas, no hay duda: hay más palabras, más pensamientos, mayor complejidad."

Richard Ford


"Siendo disléxico, no era un gran lector cuando era niño."

Richard Ford



"Soy lento. Nunca he hecho una sola cosa importante en mi vida en la que ser rápido funcione."

Richard Ford


"Te tiene que gustar lo que haces cuando escribes libros. No es un trabajo duro, pero puede ser tedioso. Pongo humor en las historias porque yo tengo sentido del humor. Me gusta eso. Y creo que hace las partes más graves y oscuras de la historia más agradables. Pero, a decir verdad, en el sentido más práctico quiero divertirme a mí mismo. Si de repente estoy escribiendo algo y me hace reír, soy más feliz. Y eso hace el proceso de estar en mi habitación durante muchas horas y días más placentero."

Richard Ford


"Un escritor –ya lo decía Thoreau– es alguien que no tiene nada que hacer y encuentra algo para hacer. Las habilidades que se necesitan para escribir novelas –ser empático, saber escuchar– las estamos aplicando en la vida día a día. Prestar atención es un oficio naturalmente humano. La diferencia es que tengo la misión de hacer algo con esas habilidades."

Richard Ford


"Ya sabía cuán ingobernables son los estadounidenses. Pero este es un país fundado sobre la santidad de los derechos de la propiedad, y yo no entendía realmente hasta qué punto ese derecho a la propiedad, y el valor de la propiedad, podrían afectar a la gente cuando su valor disminuye. Supongo que no estaba preparado para la disposición de la gente a sacrificar sus vidas o las de sus vecinos para que pudieran tener su pizzería abierta. Eso ha sido un poco shock para mí. Todo gravita alrededor de la independencia estadounidense, pero es mucho más complicado que eso. Me hace pensar que el mucilago, el pegamento que mantiene a América unida no es la Constitución, no es la empatía, no es el amor al prójimo, son los dólares. Cuando quitas esos dólares, todas esas otras instituciones sociales altisonantes se vician, se debilitan gravemente. Eso ha sido una sorpresa para mí. Que la gente no priorice la salud y el bienestar de sus iguales a la necesidad de ganar dinero. Sé que tiene que haber un equilibrio, que no puede haber lo uno sin lo otro, pero me sorprende hasta qué punto la empatía ha perdido terreno en este país."

Richard Ford



"Yo, en todo caso, más que minimalista soy maximalista. Pero un escritor debe sobrevivir a todas las etiquetas."

Richard Ford


"Yo solo sé qué clase de literatura evito. No leo ciencia ficción porque no me interesa. No leo sobre vampiros ni novela histórica. Sí libros de historia. Leo novelas viejas: Trollope, Jane Austen, Chejov. Pero no leo solo cosas que puedan ser similares a las que escribo. Aprendí a leer y pensar con Borges, Donald Barthelme, Alejo Carpentier, Juan Rulfo. No imagino la literatura sin esas influencias."

Richard Ford












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